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15/12/14

Retiro de Adviento 2014 para las familias de la diocesis

Nuestra diócesis pone a disposición de todas las familias de la provincia la posibilidad de acudir a un retiro de Adviento el día 20 de diciembre de 2014, en horario de de 18:00h a 20:30h.

Se llevará a cabo en el Centro de Magisterio “Sagrado Corazón” de Córdoba.

Es necesario confirmar asistencia en el teléfono 608050999

Se dispondrá de aparcamiento y servicio de guardería.

Recital de Villancicos a beneficio de Cáritas

Con motivo de las próxima fechas navideñas, el coro de nuestra Parroquia ofrecerá un recital de villancicos el próximo día 26 de diciembre de 2014 -viernes-, a las 20:30 horas, con el objetivo de recaudar fondos para Cáritas Parroquial. Os esperamos a todos junto con vuestros familiares y amigos.

14/12/14

El Coro de nuestra Parroquia en el V Certamen de Villancicos "Cruzando Puentes"

Un año más el coro de nuestra parroquia ha participado en el Certamen de Villancicos "Cruzando Puentes" organizado por la parroquia de Santa Luisa de Marillac. Fue el pasado viernes 12 de diciembre. Además de nuestro coro también participaron el coro parroquial de Santa Rafaela María, la Escolanía de la Divina Pastora, el de la Esperanza, el del colegio de la Milagrosa, el coro Juventus Gratiae y el coro de Santa Luisa de Marillac.

A continuación os dejamos un vídeo de una de las interpretaciones del coro en el certamen. Éste y otros muchos villancicos los podremos disfrutar el próximo día 26 en nuestra parroquia en un concierto que dará nuestro coro a beneficio de Cáritas Parroquial.


7/12/14

¿Estamos preparados?

II DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Libro de Isaías 40,1-5.9-11. // Salmo 85(84),9abc-10.11-12.13-14. // Epístola II Carta de San Pedro 3,8-14. // Evangelio según San Marcos 1,1-8.

Las Lecturas de este Segundo Domingo de Adviento nos invitan a prepararnos para la celebración de la venida de Jesús, al celebrar su cumpleaños en esta Navidad.

Todo Adviento, entonces, tiene este sentido de preparación. Todo Adviento contiene una llamada a la conversión, al cambio de vida. Será, por tanto, una oportunidad maravillosa para crecer en la fe, aumentar la esperanza y practicar más y mejor la caridad.


El Evangelio de hoy nos presenta a San Juan Bautista, uno de los principales personajes bíblicos de este Tiempo de Adviento, que es tiempo de preparación a la venida de Cristo. La Liturgia de estos días nos recuerda las cosas que hacía y que decía el Precursor del Señor. Este personaje ya había sido anunciado en el Antiguo Testamento como “una voz que clama en el desierto” y que diría: “Preparen el camino del señor ...

Los que conocían la profecía de Isaías no dudaron al ver a San Juan Bautista, pues por el retrato que hacía de él el Profeta era inconfundible el personaje. Pero, más aún, al observar lo que decía ya no quedaba la menor duda sobre su papel como Precursor de Cristo.

Efectivamente, de repente apareció San Juan Bautista en el desierto. Nos dice el Evangelio que “vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”. Se presentó como un mensajero inmediatamente antes de Jesús para preparar el camino a éste, predicando “un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados” (Mc. 1, 1-8).

Con esta descripción de la predicación de San Juan Bautista ya podemos tener una idea de cómo será esa preparación que debemos hacer para recibir al Señor: arrepentirnos y recibir el perdón de los pecados.

Veamos en Isaías cómo puede ser ese proceso de conversión y de arrepentimiento al que estamos llamados muy especialmente durante este tiempo de Adviento. Recordemos que es un tiempo de preparación para la venida del Señor.

¿Qué será eso de “que los montes y colinas se abajen”? Significa rebajar las alturas de nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra altivez, nuestro engreimiento, nuestra auto-suficiencia, nuestra arrogancia, nuestra ira, nuestra impaciencia, nuestra violencia, nuestro rencor, etc. Todas ésas son “alturas”, pero no alturas buenas. Hay que aplanarlas y rebajarlas.

Pero también hay que “que los valles se levanten”. Hay que rellenar las bajezas de nuestro egoísmo, de nuestra envidia, nuestras rivalidades, odios, venganzas, retaliaciones. Todas ésas son bajezas ... y son pecados todos que dificultan el que podamos vivir en armonía unos con otros. Son bajezas que impiden la realización de ese Reino de Paz y Justicia que Cristo viene a traernos.

También nos habla de corregir el diseño del camino: “que lo torcido se enederece y lo escabroso se iguale”. Rectificar el camino si vamos por caminos torcidos y equivocados, que no nos llevan a Dios. ¿A dónde queremos ir? ¿Hacia dónde estamos dirigiéndonos? ¿Estamos preparándonos para que el Señor nos encuentre “en paz con El, sin mancha, ni reproche”? (2 Pe. 3, 8-14).

Tenemos, entonces, toda una obra de ingeniería espiritual de altura, de profundidad y de ancho. Aplanar, rellenar y enderezar, para que quede todo parejo, alineado, derecho. Enfocado todo hacia Dios. De eso se trata la preparación.

Más aún, el Precursor del Mesías anuncia algo muy importante: “Yo os bautizo con agua, pero El os bautizará con Espíritu Santo”. Luego el mismo Cristo confirmará este anuncio de Juan el Bautista. En el diálogo con Nicodemo, Jesús le dice a éste: “En verdad te digo, nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo, de arriba”. Y ante el asombro de Nicodemo, Cristo le explica: “El que no renace de agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios ... Por eso no te extrañes que te haya dicho que necesitas nacer de nuevo, de arriba” (Jn. 3, 3-7).

¿Qué es nacer de nuevo, de arriba? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles antes y después de Pentecostés (verHech. 2 y 5, 17-41). Antes eran torpes para entender las Sagradas Escrituras y aún para entender las enseñanzas que recibieron directamente del Señor. También eran débiles en su fe. Eran, además, temerosos para presentarse como seguidores de Jesús, por miedo a ser perseguidos.

Pero sí hicieron algo: creyeron en el anuncio del Señor: “No se alejen de Jerusalén, sino que esperen lo que prometió el Padre, de lo que Yo les he hablado: que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días” (Hech. 1, 4-5).

Y ¿cómo se nace de nuevo, de arriba? ¿Cómo se nace del Espíritu Santo? Para esto también hay que ver a los Apóstoles muy especialmente en los días entre la Ascensión del Señor y Pentecostés y también a lo largo de todos los acontecimientos narrados en losHechos de los Apóstoles:

“Todos ellos perseveraban en la oración y con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la Madre de Jesús y de sus hermanos”. (Hech. 1, 14).

El Adviento nos prepara para todo esto, y nos prepara también para la celebración de la Navidad, en que recordamos la venida histórica de Cristo. Pero la Carta de San Pedro que nos trae la Segunda Lectura nos recuerda el segundo significado del Adviento: nos recuerda que también nos preparamos para la segunda venida de Cristo, es decir, para el establecimiento de ese Reino que Cristo vendrá a establecer y del que habló a Nicodemo. San Pedro nos describe, sin ahorrar detalles, cómo será ese día.

Nos dice que el día del Señor “llegará como los ladrones”; es decir, inesperadamente. Pasa luego a describir cómo será ese momento: “Los cielos desaparecerán con gran estrépito, los elementos serán destruidos por el fuego y perecerá la tierra con todo lo que hay en ella”. Nos invita a una vida de “santidad y entrega” en espera del día del Señor. Nos asegura que vendrán “un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia”. Y concluye con la llamada que se repite de varias maneras a lo largo de la Sagrada Escritura, pero muy especialmente en este tiempo de Adviento: vigilancia y preparación. “Apoyados en esta esperanza,, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con El, sin mancha ni reproche”.

El Adviento es tiempo propicio para responder a la llamada de San Juan Bautista. Es la misma llamada que nos hace el Mesías que viene y que nos hace la Iglesia siempre, pero muy especialmente en Adviento: conversión, cambio de vida, enderezar el camino, rebajar las montañas y rellenar las bajezas de nuestros pecados, defectos, vicios, malas costumbres, faltas de virtud; nacer de arriba, nacer del Espíritu Santo, etc.

Jesús fue anunciado en el Antiguo Testamento. Y vino. Vino hace unos 2.000 años. Pero esperamos otra venida. Esa es al final del tiempo. También ha sido anunciada. No la podemos evitar. Y puede venir en cualquier momento “como los ladrones” -nos dice el Señor y nos lo recuerda San Pedro. Pero el final del tiempo nos viene también a cada uno el día de nuestra muerte, que puede sorprendernos también como los ladrones, en cualquier momento. ¿Estamos preparados?

Tomás Pajuelo romero. Párroco.

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2/12/14

¡Ven, Señor Jesús!

I DOMINGO DE ADVIENTO


Hoy comenzamos un nuevo Año Litúrgico (Ciclo “B”). La Iglesia ha ordenado las Lecturas de los Domingos en tres ciclos: A, B y C, de manera que cada uno de los ciclos se repite cada tres años. Es por ello que las Lecturas de este Ciclo “B” que hoy comenzamos no son las mismas que las del Primer Domingo de Adviento del año pasado.

Es así como en tres años de Lecturas dominicales, los fieles pueden tener una idea bastante completa -sin llegar a ser total- de la historia de la salvación contenida en la Sagrada Escritura. Y el Año Litúrgico comienza con el Tiempo de Adviento.

Hoy es el Primer Domingo de Adviento, tiempo de espera para la venida de Cristo... Y tiempo de espera significa tiempo de preparación para esa venida.

Las Lecturas de este tiempo de Adviento nos trasladan a veces a ese anhelo que existía en el Antiguo Testamento de la venida del Mesías que esperaban para salvar a la humanidad. Vemos tal anhelo en la Primera Lectura del Profeta Isaías (Is. 63, 76-19; 64, 2-7).

Las palabras del Profeta son una súplica llena de urgencia con la que quisiera -por así decirlo- adelantar la venida del Salvador: “Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia”.


Ese anhelo, ese grito de los profetas y santos del Antiguo Testamento ya fue satisfecho, pues esa primera venida del Hijo de Dios -su venida histórica- ya tuvo lugar hace más de dos mil años. En efecto, Jesús nació, vivió, sufrió, murió y resucitó en la tierra, en nuestra historia. Y así ha salvado -ha rescatado- a la humanidad que se encontraba perdida en el pecado.

Ya la salvación esperada fue realizada por Cristo. Ahora nos toca a nosotros aprovechar la salvación ya efectuada por Cristo.

Después de esa primera venida, la historia de la humanidad se orienta toda hacia la “parusía”; es decir, hacia la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos.

El Adviento es tiempo especial de preparación para esa segunda venida de Cristo.
De allí que los clamores por el Mesías contenidos en el Antiguo Testamento, los sentimos también como clamores por esa esperada venida gloriosa de Cristo al final. Por eso también, muchas de las lecturas de este tiempo se refieren a este esperado acontecimiento.

Tan esperado, que San Juan finaliza el libro profético del Apocalipsis con ese clamor de toda la Iglesia (la esposa) unida a Dios (el Espíritu): “El Espíritu y su esposa dicen: ... ‘Ven’ ... El que da fe de estas palabras dice: ‘Sí, vengo pronto’. Así sea: Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 17 y 20).

Con estas palabras termina la Biblia: el Señor diciéndonos que viene pronto y nosotros, la Iglesia, la humanidad entera, diciendo que ojalá así sea y pidiéndole que venga.

Mientras estamos a la espera de ese “adviento”, de ese advenimiento, de ese acontecimiento tan importante -el más importante de la historia de la humanidad- el recibimiento de Cristo debe irse preparando en el corazón de cada persona.

¿Y cómo podemos ir preparando esa venida del Señor a nuestro corazón? De varias maneras Jesús, Hijo de Dios, se nos hace presente en este tiempo de espera en que nos encontramos actualmente aguardando su venida gloriosa.

La presencia de Cristo en este tiempo intermedio entre su realidad histórica en nuestro mundo en medio de nosotros y su próxima venida gloriosa, se da en nosotros por medio de su Gracia. Gracia que El derrama de muchas maneras: primeramente nos viene a través de los Sacramentos.

Los Sacramentos son vías especialísimas, signos visibles, por medio de los cuales Cristo se hace presente:

En el Bautismo nos borra el pecado original y da a cada bautizado su Gracia, que es su Vida misma.

En la Confesión nos restaura la Gracia perdida por los pecados cometidos.

En la Eucaristía está realmente presente, vivo, y se da a nosotros en forma de alimento para nuestra alma, fortaleciendo nuestra vida espiritual.

Jesucristo también se hace presente con su Palabra, contenida en la Sagrada Escritura. También se nos hace presente en la oración, con inspiraciones e impulsos interiores.

Permitiendo que Cristo venga a nuestro corazón en cada una de estas formas en que se nos ofrece, dejamos que El vaya transformándonos cada vez más profundamente. Es la manera cómo nos vamos preparando a su venida gloriosa.

Así pueden cumplirse en nosotros las palabras finales de la Lectura de Isaías: “Señor, Tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y Tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos”. Esta frase recuerda también a una muy similar del Profeta Jeremías: “Mirad que como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en Mi Mano” (Jr. 18, 1-6).

Si en este tiempo intermedio entre una venida y otra de Jesús nos dejamos moldear por Dios, por su Voluntad, por sus designios, como lo que Dios muestra al Profeta Jeremías, al hacerlo ir a una alfarería para ver cómo el barro es moldeado por el alfarero, así estamos cumpliendo lo que nos exige el Evangelio de hoy (Mc. 13, 33-37) y lo que nos dice San Pablo en la Segunda Lectura (1 Cor. 1, 3-9). Estas lecturas nos hablan de espera, de vigilancia, de estar preparados.

Si así lo hacemos, si pasamos este tiempo de espera preparándonos de esa manera para la venida de Cristo, dejándonos moldear de acuerdo a su Voluntad y a sus designios, El mismo nos hará perseverar hasta el final, como nos dice San Pablo en la Segunda Lectura: “El nos hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento”.

No sólo en estas Lecturas de hoy, sino a lo largo de toda la Biblia, el Señor nos pide insistentemente estar atentos a su venida, preparándonos para recibirlo cuando venga como Justo Juez. Este llamado es aún más insistente durante el tiempo de Adviento, ya que nos estamos preparando para conmemorar en Navidad la primera venida de Jesús, cuando Dios se hizo hombre y nació en un momento preciso de nuestra historia y también en un sitio preciso de nuestra tierra.

Nos encontramos entre una y otra venida de Cristo. La primera ya sucedió. La segunda “no sabéis cuándo llegará el momento”. Pero sabemos que llegará... De hecho, cada día que pasa es un día menos para su próxima venida.

Por eso el Señor nos recuerda ¡tantas veces! que estemos preparados, que velemos, porque no sabemos a qué hora regresa. “¡Sí, vengo pronto!” ¡Ven, Señor Jesús!

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