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28/5/13

Prevista adoración única de la Iglesia universal al Santísimo Sacramento el 2 de junio

La Iglesia universal realizará un gesto único el 2 de junio, día de Corpus Christi, de 17:00 a 18:00 (hora española) por el Año de la Fe, hora a la que en nuestra diocesis, el Obispo Demetrio, en comunión con el Papa Francisco, presidirá dicha adoración Eucarística.

«El papa Francisco, con motivo del Año de la Fe, ha convocado a toda la Iglesia a un gesto único: que en la tarde del domingo 2 de junio, día en que la mayor parte de la Iglesia Católica celebra la solemnidad del Corpus Christi, y a la misma hora, todos los católicos del mundo nos unamos en un gesto unánime de comunión con el Señor, y también de comunión con el Vicario de Cristo, con todo el Colegio Episcopal, y con toda la Iglesia extendida por toda la tierra, en una hora de adoración al Santísimo Sacramento»

26/5/13

Solemnidad de la Santísima Trinidad 2013

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Lecturas: Libro de los Proverbios 8,22-31 // Salmo 8 // Carta de San Pablo a los Romanos 5,1-5 // Evangelio según San Juan 16,12-15

Celebramos hoy la Solemnidad de la Santísima Trinidad: el misterio de un solo Dios en Tres Personas. Y las lecturas de hoy nos invitan a meditar sobre la esencia de Dios.

La Primera Lectura (Prov. 8, 22-31), tomada de uno de los llamados “libros sapienciales” de la Sagrada Escritura, el de los Proverbios, nos habla de la Sabiduría. Y al hablar de la Sabiduría se nos va mostrando en bellísima poesía el inmenso poder de Dios con frases como éstas: “jugando con el orbe de la tierra... afianzaba los cielos ... colgaba las nubes en lo alto”.

Y es curioso apreciar cómo también esta poesía nos presenta la Sabiduría como si fuera un personaje, como si fuera una creatura de Dios: “El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras más antiguas ... Antes que las montañas y las colinas quedaran asentadas, nací yo”.

Sin embargo, en esta otra frase podemos intuir que la poesía bíblica señala a la Sabiduría como si fuera Dios mismo: “Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio”. En efecto, en otro de los libros sapienciales, el de la Sabiduría, se nos dice que por la Sabiduría “los hombres se salvarán” (Sb. 9, 18). También: “la Sabiduría es una emanación pura de la gloria de Dios” (Sb. 8, 25).

Es importante notar que en este caso, como en otros cuantos, el lenguaje de la Biblia no es literal. Estas bellísimas metáforas que nos comunican con claridad, aunque en lenguaje poético, la idea de la magnificencia y del poder de Dios, no son lenguaje literal.

El cristiano reconoce en estas citas que la Sabiduría es una figura de Cristo, que es la imagen de la excelencia de Dios y reflejo de su actividad, porque Cristo es la Palabra -es decir, la expresión misma de Dios. (Jn. 1,1)

Siendo la Fiesta de la Santísima Trinidad, en el Evangelio (Jn. 16, 12-15) Jesús nos habla de sí mismo, y también del Padre y del Espíritu Santo. Habla de éste como el “Espíritu de Verdad”.

Y nos dice: “El los irá guiando hasta la verdad plena ... recibirá de Mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío... tomará de lo mío y se lo comunicará”. Perfecta unión entre las Tres Personas, cuya Sabiduría es comunicada a nosotros.

Dicho en palabras de San Atanasio: “El Padre da a todos por el Hijo lo que el Espíritu Santo distribuye a cada uno”. Es decir: todo nos viene del Padre, por la gracia del Hijo, y todo es repartido por el Espíritu Santo.

De allí la frase de San Pablo (cf. 2 Cor. 13, 14) con que se inicia la Santa Misa: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes”.

En la Segunda Lectura (Rm. 5, 1-5) también San Pablo nos explica el funcionamiento de la Santísima Trinidad para con nosotros. “Por mediación de nuestro Señor Jesucristo hemos obtenido la fe, la entrada al mundo de la Gracia... Dios ha infundido su Amor en nuestros corazones, por medio del Espíritu Santo, que El mismo nos ha dado”.

Quiere decir esto que el Padre es Amor, el Hijo es la Gracia. El Espíritu Santo es la comunicación del Amor y la Gracia. Es decir, el Amor del Padre y la Gracia del Hijo nos son comunicadas por el Espíritu Santo, el cual las infunde en nuestros corazones. ¡Maravilla operacional del Dios Uno y Trino, del Dios Vivo y Verdadero.

Y si Dios es así, si Dios funciona así para con nosotros sus creaturas, y si Dios es todo Amor y todo Gracia ¿por qué nos empeñamos en desfigurar a Dios?

Veamos: Un dios que no ama es la antítesis de Dios, pues esencialmente “Dios es Amor” (1 Jn. 4, 16).

Sin embargo, algunos en nuestros días se están construyendo un “dios” a su manera, a su medida, a su antojo... y, sin darse cuenta, se están construyendo un “dios” que no puede amar.

Un Dios “spray”, ha llamado el Papa Francisco a este “dios” inventado, por el “new-age” que creen es simplemente “energía”. Y una simple “energía”, por más grande que pueda ser, no es capaz de amar.

"¿Cuántas veces?" -se preguntó el Papa- la gente dice que en el fondo cree en Dios, pero "¿en qué Dios?. Un Dios difuso, un Dios-spray, que está un poco por doquier pero no se sabe qué es”. (18-4-13)

Para los católicos -y también para los demás cristianos- Dios es todopoderoso, infinitamente poderoso, pero no es una simple energía. Para nosotros Dios no es mera fuerza nebulosa: es un Ser, que conoce y que nos conoce a cada uno de nosotros en forma particular.

Es un Ser que se relaciona con nosotros, y nosotros con El. Es un Ser que ama, y nos ama a cada uno de manera especial, tan especial que nos ama a cada uno como si cada uno fuera único, porque cada una de sus creaturas es única para El.

Más aún, sabemos que Dios es un Ser tri-personal. De eso se trata el misterio de la Santísima Trinidad: Dios es uno, pero hay tres Personas en Dios.

Imposible de entender. Difícil de explicar. Aunque hay similitudes en nuestro mundo que nos ayudan a entender el concepto de Dios Uno y Trino: tres velas unidas en una sola llama, por ejemplo, nos dan una idea de la Trinidad.

“Nosotros creemos en Dios que es Padre, que es Hijo, que es Espíritu Santo. Nosotros creemos en personas, y cuando hablamos con Dios hablamos con Personas: o hablo con el Padre, o hablo con el Hijo, o hablo con el Espíritu Santo. Esta es la fe", dijo el Papa Francisco. (18-4-13)

Y esas Tres Personas que son cada una el mismo y único Dios, se aman entre sí y nos aman a nosotros con un Amor que es Infinito, como Infinito es Dios.

Pero esas Tres Personas no están incluidas en el monigote de dios que se está creando esta civilización. ¿Cómo es ese monigote de dios?

Jesucristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, ni siquiera es considerado Dios. Es simplemente un profeta más, equiparado con Buda, Mahoma o Laotsé, Gandhi...

Los del New Age tienen la audacia de considerarlo un hombre que se dio cuenta que podía llegar a ser un dios. Para estos equivocados, Jesucristo no es el Dios-hecho-Hombre del Cristianismo, sino el hombre-hecho-dios que nos propone el post-modernismo, siguiendo la corriente panteísta, según la cual todo es dios y nosotros formamos parte de ese dios “spray”, por lo cual podemos pretender llegar nosotros también a ser dioses. ¡La tentación original: ser como dioses! Al final caemos en lo mismo que Adán y Eva, ¡Creernos dioses!

El Espíritu Santo ni siquiera aparece en este nuevo y errado concepto de Dios. Dentro de esta corriente, cuando se habla de “espíritu”, en nada se refiere a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que nace del Amor del Padre y del Hijo y que comunica ese Amor a los seres humanos.

En fin, con este dios inventado no hay posibilidad de relacionarse, pues más bien se cree que todos formamos parte de esa “divinidad energética” a la que llaman dios.

Parece, incluso, que esa pretendida unidad de todos formando parte del dios energía, fuera lo mismo que la unión o comunión con el Dios único y verdadero que pregona el cristianismo y que, efectivamente, Dios nos ofrece. Pero es muy distinto. En la verdad y realidad cristianas, Dios se da a los seres humanos y espera que nosotros nos demos a El. El nos comunica su Amor y desea que le amemos a El (por cierto, sobre todas las demás cosas y personas). El nos ama para que nosotros le amemos y para que nos amemos entre nosotros con ese Amor con que El nos ama.

Y en ese Amor de Dios a nosotros, de nosotros a Dios y de nosotros entre sí, se da la unión. “Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti. Sean también ellos uno en Nosotros” (Jn. 17, 21).

Si amamos a Dios como El desea ser amado por nosotros y si nos amamos entre nosotros con ese amor con que Dios nos ama, estaremos unidos a Dios para toda la eternidad.

Pero aún en el más allá, cuando esa unión se dará a plenitud, y los que hayamos obrado bien estaremos resucitados en cuerpo y alma gloriosos en unión plena en Dios, Dios seguirá siendo Dios y nosotros seguiremos siendo nosotros.

Dios seguirá siendo Tres Personas y nosotros seguiremos siendo también personas. ¡¡Gracias a Dios que no seremos todos “spray” "espiritu informe gaseoso"!!

Feliz día del Señor. Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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Aviso - Horarios de verano 2013 - Atención al cambio

A partir del próximo miércoles 1 de junio (hasta el 1 de septiembre) se modifican los horarios en nuestra Parroquia del Beato Álvaro y pasan a ser los siguientes:

MISAS:

  • LUNES a VIERNES: 21h.
  • SÁBADOS: 21:00h
  • DOMINGOS: 10h, 12h y 21:00h. 
Atención al cambio de horario: Las misas de tarde de Sábado y Domingo pasan de 21:30h en años anteriores, a las 21:00h en este año
EXPOSICIÓN SANTÍSIMO
  • Martes de 20h a 21 h.

CONFESIONES:
  • Todos los días 1 hora antes de la misa en despacho parroquial.
  • Sábados y Domingos: Durante las misas.
  • Martes durante la Exposición.

DESPACHO PARROQUIAL:
  • Todos los días 1 hora antes de misa.

19/5/13

«Recibid el Espíritu Santo»

DOMINGO DE PENTECOSTES

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 2, 1-11 // Salmo 104 // 1ª Corintios 12, 3-7.12-13 // Juan 20, 19-23

Queridos hermanos y hermanas:

Un fresco de Pentecostés de Giotto di Bondone, de entre 1303 y 1305Estamos celebrando “Pentecostés”, cincuenta días después de la Resurrección. De esa cifra, “50”, viene la palabra “Pentecostés”, día de la venida del Espíritu Santo a los Apóstoles, reunidos en oración con la Santísima Virgen María.

Jesús había hablado de esto en varias oportunidades y había asegurado a los Apóstoles que después de irse, vendría el Espíritu Santo. Una de las personas a quien habló Jesús sobre el Espíritu Santo fue a Nicodemo.

Nicodemo era un judío, perteneciente al grupo religioso de los Fariseos, que tenía una preocupación sincera por conocer la Verdad acerca de Dios y acerca de Jesús. Era maestro de la Ley, pero quería aprender del verdadero Maestro. De allí que un día fue de noche, a escondidas, a ver a Jesús, para aprender de él (Jn. 3, 1-9). Tanto aprendió y tanto creyó en Jesús que fue uno de los pocos “valientes” que estuvo para el momento de la sepultura de Cristo (Jn. 19, 39). En esa noche de enseñanza, Nicodemo le pregunta sorprendido a Jesús: “¿Cómo puede volver a nacer un hombre ya viejo?” (Jn. 3, 4). ¡Claro! Tenía que sorprenderse: el Maestro le acababa de decir esto: “En verdad te digo, nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo, de arriba”.

Ante el asombro de Nicodemo, Cristo le explica: “El que no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios... Por eso no te extrañes que te haya dicho que necesitas nacer de nuevo, de arriba” (Jn. 3, 3-7).
Y ¿qué es nacer de nuevo, de arriba? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles antes y después de Pentecostés (Hech. 2, 1-11 y 5, 17-41). Antes eran torpes para entender las Sagradas Escrituras y aún para entender las enseñanzas que recibieron directamente del Señor. También eran débiles en su fe, deseosos de los primeros puestos y envidiosos entre ellos. Eran, además, temerosos para presentarse como seguidores de Jesús, por miedo a ser perseguidos.

Pero luego de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, cambiaron totalmente: se lanzaron a predicar sin ningún temor, llenos de sabiduría divina, con un poder de comunicación especial dado por el Espíritu Santo. En el idioma que fuera necesario, llamaban a todos -judíos y extranjeros- a la conversión.

A los que creían en el mensaje de Jesucristo Salvador, los iban bautizando. Así comienzan a formar nuevos discípulos y comunidades de cristianos, sin dejar de asistir a los necesitados.

Los torpes de antes comienzan a actuar con la Sabiduría de Dios. Los envidiosos de antes asume cada uno el lugar que le corresponde en la Iglesia de Cristo. Los temerosos de antes sufren persecuciones y llegan incluso a sufrir el martirio.

Así comenzó la primera evangelización. Ahora en nuestros días, al comienzo de este Tercer Milenio, los Papas (Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) y los Obispos nos están llamando a realizar una “nueva evangelización”. Pero para eso necesitamos ser transformados por el Espíritu Santo, como los Apóstoles en Pentecostés.

Nos dijo el Papa Juan Pablo II que el objetivo prioritario de la “Nueva Evangelización” es el fortalecimiento de la fe y del testimonio de los cristianos (TMA 42). Y Benedicto XVI ha creado el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, para impulsar la re-evangelización del mundo, comenzando por Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Y el Papa Francisco continúa con los planes para la nueva evangelización en este Año de la Fe y también después.

Y... ¿en qué consiste dar testimonio de Cristo? Es ser y vivir, pensar y actuar como Cristo lo haría si estuviera en nuestro lugar. Precisamente en esto consiste evangelizar. Básicamente en eso consiste la “nueva evangelización” a la cual el Papa Juan Pablo II nos llamó, y la re-evangelización que quiso impulsar Benedicto XVI y que continúa el Papa Francisco.

Pero, para poder ser y actuar como Cristo, tenemos que “volver a nacer”; es decir, tenemos que nacer del Espíritu Santo. ¿Cómo sabemos que hemos nacido del Espíritu Santo? Veamos algunos síntomas:
  • Quien ha nacido del Espíritu Santo se da cuenta de que Dios es lo más importante en su vida.
  • Quien ha nacido del Espíritu Santo se da cuenta de que quiere vivir para Dios y para lo que Él le indique.
  • Quien ha nacido del Espíritu Santo se da cuenta de que, aunque se ocupe de todo lo que tiene que ocuparse, (trabajo, estudios, familia, amigos, etc.) toda su vida está centrada en Dios.
  • Quien ha nacido del Espíritu Santo sabe que va caminando hacia Dios su encuentro definitivo con El, que tendrá lugar al fin de los tiempos o nos llega en el momento de nuestra muerte.
  • Quien ha nacido del Espíritu Santo, además, siente necesidad de comunicarlo a los demás.
¿Cómo volver a nacer? ¿Cómo nacer del Espíritu Santo? ¿Cómo puede suceder esa trasformación? Veamos qué hicieron los Apóstoles.

En primer lugar creyeron y obedecieron el anuncio del Señor. En segundo lugar perseveraban en la oración junto con María, la Madre de Jesús. “Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu... en compañía de María, la Madre de Jesús... Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo” (Hech. 1, 12-14 y 2, 46).

El secreto es la oración, la oración con la Santísima Virgen María, la oración diaria y perseverante, como los Apóstoles antes de Pentecostés.

Para “volver a nacer” hay que creer en Dios, obedecerlo y orar. Así “seremos bautizados en el Espíritu Santo”.

Este domingo, después de 15 años como capellán de camino, no estaré en el Rocío porque tengo exámenes el 20, 21 y 22 de mayo. Por este motivo, por primera vez en 15 años "presidiré" como párroco las misas de Pentecostés en la Parroquia. Celebraré la del Sábado y las de las 10h y las 12h del domingo. Que Dios os bendiga a todos. Feliz día del Señor.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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12/5/13

¡Él es el Rey del Universo!

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 1,1-11 // Salmo 47(46) // Carta a los Hebreos 9,24-28.10,19-23 // Evangelio según San Lucas 24,46-53

Celebramos hoy la Fiesta de la Ascensión de Jesucristo nuestro Señor al Cielo. Y esta Fiesta nos provoca sentimientos de alegría, pues el Señor asciende para reinar desde el Cielo (¡El es el Rey del Universo!). Pero también evoca sentimientos de nostalgia, pues Jesucristo se va ya de la tierra.

Recordemos que Jesucristo había resucitado después de una muerte que fue ¡tan traumática! -traumática para El por los sufrimientos intensísimos a que fue sometido- ... y traumática también para sus seguidores, para sus Apóstoles y discípulos, que quedaron estupefactos ante lo sucedido el Viernes Santo

Luego viene para ellos la sorpresa de la Resurrección. Al principio no creyeron lo que les dijeron las mujeres, luego el mismo Señor Resucitado se les apareció varias veces, y entonces recordaron y creyeron lo que El les había anunciado. La verdad es que los Apóstoles no entendían bien a Jesús cuando les anunciaba todo lo que iba a suceder: lo de su muerte, su posterior resurrección y luego también lo de su Ascensión al Cielo.

De muchas maneras les anunció el Señor lo que hoy celebramos: su Ascensión. Y en esos anuncios se notaban en Jesús sentimientos de nostalgia por dejar a sus Apóstoles.

Después de su Resurrección, el Señor pasa unos cuarenta días apareciéndose en la tierra a sus discípulos, a sus Apóstoles, a su Madre, para fortalecerles la Fe.

La Primera Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice: “Se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. Un día, les mandó: ‘No os alejéis de Jerusalén. Aguardad aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya os he hablado ... Dentro de pocos días seréis bautizados con el Espíritu Santo’” (Hch. 1, 3-5).

La promesa del Padre era el Espíritu Santo, el Consolador, que vendría unos días después, en Pentecostés.

Entonces, los llevó a un sitio fuera y luego de darles las últimas instrucciones y bendecirlos, se fue elevando al Cielo a la vista de todos los presentes.

El impacto de este misterio fue tal, que aún después de haber desaparecido Jesús, los Apóstoles y discípulos seguían en éxtasis, mirando fijamente al Cielo.

Fue, entonces, cuando dos Ángeles interrumpieron ese éxtasis colectivo de amor, de nostalgia, de admiración al Señor, cuyo cuerpo radiantísimo había ascendido al Cielo, y les dijeron los dos Ángeles al unísono:

“¿Qué hacéis ahí mirando al cielo? Ese mismo Jesús que os ha dejado para subir al Cielo, volverá como lo habéis visto alejarse” (Hech. 1,11).

Como enseñanza de la Ascensión es importante recordar ese anuncio profético de los Ángeles sobre la Segunda Venida de Jesucristo: nos dicen los Ángeles que Cristo volverá de igual manera como se fue; es decir, en gloria y desde el Cielo. Jesucristo vendrá en ese momento como Juez a establecer su reinado definitivo.

Así lo reconocemos cada vez que rezamos el Credo: de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin.

El misterio de la Ascensión de Jesucristo es, también, un misterio de fe y esperanza en la vida eterna. La misma forma física en que se despidió el Señor -subiendo al Cielo- nos muestra nuestra meta, ese lugar donde El está, al que hemos sido invitados todos, para estar con El.

Ya nos lo había dicho al anunciar su partida: “En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar ... Volveré y los llevaré junto a mí, para que donde yo estoy, estén también ustedes” (Jn. 14,2-3).

La Ascensión de Jesucristo al Cielo en cuerpo y alma gloriosos nos despierta el anhelo de Cielo, la esperanza de nuestra futura inmortalidad.

Las Ascensión proclama no sólo la inmortalidad del alma, sino también la de cuerpo.

Recordemos que nuestra esperanza está en resucitar en cuerpo y alma gloriosos como El, para disfrutar con El y en El de una felicidad completa, perfecta y para siempre.

La Ascensión de Jesucristo nos recuerda también la promesa que hizo a los Apóstoles -y nos la hace a nosotros también- sobre la venida del Espíritu Santo.

Es el Espíritu Santo -el Espíritu de Dios- quien nos enseña y quien recuerda todo lo que Cristo nos dijo. Su venida la celebraremos el próximo Domingo.

Por eso, este tiempo previo a Pentecostés debiera ser un tiempo de oración, como lo tuvieron los Apóstoles después de la Ascensión. Ellos se reunían diariamente a orar con la Madre de Jesús, quien los consolaba y los animaba para cumplir la misión que el Señor les había encomendado.

Así estamos nosotros hoy también. Tenemos una misión que nos han encomendado Jesucristo y nos lo han recordados los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

En su Carta Apostólica, Nuovo Millennio Ineunte (Al comienzo del nuevo milenio), el Papa Juan Pablo II nos pidió reforzar e intensificar la Nueva Evangelización y nos dio sus instrucciones: santidad, oración, primacía de la gracia, vida sacramental, escucha de la Palabra de Dios, para luego anunciar la Palabra de Dios.

Y tengamos en cuenta, además, lo que llama el Papa en su Carta “la primacía de la gracia”. Se refiere a nuestra respuesta a la gracia, recordándonos que “sin Cristo, nada podemos hacer”.

Y para poder vivir esa verdad tan olvidada, de que nada somos sin la gracia de Cristo, el Papa nos insiste en la necesidad de la oración.

Nadie puede dar lo que no tiene. Tenemos que llenarnos de Dios para llevarlo a los demás. Tenemos que llenarnos de la Palabra de Dios, para poder anunciarla a los demás. Bien decía Santa Teresa de Jesús: “Orar es llenarse de Dios para darlo a los demás”. Y Santo Domingo de Guzmán lo abreviaba aún más: “Contemplad y dad lo contemplado”.

Y no tengamos la idea equivocada de que la oración nos hace perder tiempo necesario para la acción: muy por el contrario, la oración nos hace mucho más eficientes en la acción.

El Papa Francisco dijo que todos los cristianos, los que han recibido la fe "debemos transmitirla, debemos proclamarla con nuestra vida, con nuestra palabra" para que más personas conozcan la "fe en Jesús Resucitado”. Y transmitir esto nos pide a nosotros ser valientes: el coraje de transmitir la fe, porque “la misión de la Iglesia es anunciar el Evangelio a todo el mundo sin tenerle miedo a las cosas grandes, pero manteniendo siempre la humildad”. (Fco, 3/5/13 y 25/4/13)

Que la Ascensión del Señor nos despierte, entonces, el deseo de responder a su llamada a evangelizar que nos hizo Jesús precisamente justo antes de subir al Cielo y que nos siguen pidiendo sus Vicarios aquí en la tierra que son los Papas.

Los Apóstoles, discípulos y primeros cristianos realizaron la Primera Evangelización. Nosotros, los cristianos de este tercer milenio, estamos llamados a realizar la Nueva Evangelización porque este mundo de hoy necesita ser re-evangelizado.

Que el Espíritu Santo nos renueve interiormente en su próxima Fiesta de Pentecostés para cumplir el mandato de Cristo y la llamada de la Iglesia a evangelizar. Que tengáis un feliz día del Señor. Que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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5/5/13

VI DOMINGO DE PASCUA

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 15, 1-2.22-29 // Salmo 67 // Apocalipsis 21, 10-14.22-23 // Juan 14, 23-29

Queridos hermanos y hermanas:

Pablo y BernabéEl que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él. Estas palabras de Jesús se han hecho realidad en muchas personas profundamente cristianas, a lo largo de los siglos. Todos hemos conocido a personas buenas, muy buenas, en las que hemos descubierto la imagen y la presencia de Dios. Fueron personas bondadosas y entregadas a los demás, capaces de sacrificarse y de gastarse y desgastarse por amor al prójimo. ¡Qué fácil era descubrir en ellas la bondad de Dios! Dios es amor y toda persona que ama de verdad está en Dios y vive en Dios, es Dios mismo quien vive en él. El amor verdadero no es una simple palabra humana, o un simple gesto humano; el amor verdadero es Dios. Cristo fue el amor de Dios encarnado en una persona humana y este mismo amor es el que Cristo quiere que sus discípulos le tengan a él. Toda persona que, mediante este amor, vive en comunión con Cristo, vive igualmente en comunión con el Padre. Ya sabemos que para san Juan, redactor de este evangelio de Jesús, el amor de Dios se manifiesta siempre en el amor al prójimo: el que dice que ama a Dios, pero no ama a su prójimo, es un mentiroso. Por tanto, si queremos vivir en comunión con Dios, si queremos que Dios habite en nosotros, amemos a Dios y manifestemos este amor en nuestro amor al prójimo. La habitación de Dios en el alma de las personas que aman de verdad es una de las promesas más consoladoras que Cristo hizo a sus discípulos. Pero también es una de las más difíciles de cumplir, por la debilidad y el egoísmo de nuestro corazón. Porque se trata de amar como Cristo nos amó, con un amor gratuito y sacrificado, que llega hasta la muerte de uno mismo para dar vida a los demás. Sólo con la gracia de Dios podremos amar de esta manera. Pidamos al Señor que nos conceda siempre esta gracia.
La paz os dejo, mi paz os doy. Cuando terminamos nuestras eucaristías saludamos y despedimos a los fieles diciéndoles “podéis ir en paz”. Durante la eucaristía, también es muy importante el momento en el que nos deseamos mutuamente la paz, “démonos mutuamente la paz”. Jesús saludaba a sus discípulos diciéndoles “la paz esté con vosotros” y es que la palabra paz, en el mundo hebreo, significaba el bien total de la persona: el bienestar físico, social y espiritual. Tener a Cristo, amar a Cristo, es tener paz. El bien de la paz es un bien maravilloso que Dios da a los que le aman. “Daría todos mis versos por un alma en paz”, decía el poeta bilbaíno Blas de Otero, al final de sus días. Los grandes santos sí fueron personas con una gran paz interior, en medio de sus muchas luchas y dificultades. “El que a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”, decía santa Teresa. El amor de Dios, la inhabitación de Dios en nosotros, debe darnos paz, la paz de Dios, la paz de Cristo. Cristo no nos da su paz como nos la da el mundo, porque la paz del mundo no está cimentada en el amor de Dios, sino en intereses creados por nosotros. Pidamos a Cristo que nos dé su paz, la paz que brota y se fundamenta en el amor de Dios.

Amor, paz, alegría, fe… son los signos de la presencia de Dios en nosotros y entre nosotros. Hoy miramos nuestra vida y podemos revisar cómo se dan estos signos, si los estamos viviendo y en qué medida, si Dios verdaderamente ha hecho morada en nosotros y está en nuestro corazón, o por el contrario, nuestra vida es pura “fachada”. Precisamente para que la fe no fuera algo “exterior”, un mero cumplimiento de normas, la Iglesia convocó el primer Concilio de la historia, el Concilio de Jerusalén, allá por el año 50, para solucionar el problema de si los judíos que se convertían al cristianismo debían circuncidarse y seguir cumpliendo las normas judías o no. La Iglesia decide conservar el depósito de la fe, pero también adaptarse a las nuevas circunstancias y a la realidad de sus miembros. También valora el amor por encima de las normas y leyes. Porque, en el fondo, si lo que hacemos no pasa por el corazón, no sirve para nada.

Todos los domingos venimos a Misa. Pero si la Misa es un mero cumplimiento y no pasa por nuestro corazón, y nos lleva a trabajar por un mundo mejor, se queda solo en un ritualismo vacío. El verdadero encuentro con el Señor Resucitado ha de transformarnos interiormente y llevarnos al compromiso con nuestros hermanos. Que el amor, la paz, la alegría y la fe se transformen en instrumentos para construir un mundo mejor y unas mejores relaciones entre las personas que lo habitamos. Y que el Espíritu Santo que Jesús nos envía en su nombre nos ayude en esta tarea. En estas últimas semanas de Pascua la Iglesia entera suplica la venida del Espíritu Santo que se nos dará en Pentecostés.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz domingo.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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