La catequesis comenzará el próximo sábado, 9 de octubre.
Recordamos que dicha catequesis se lleva a cabo todos los sábados entre las 10'00 h y las 13'30 h. y en ella se realizan distintas actividades formativas, lúdicas y religiosas.
Acércate a nuestra Parroquia a través de este sitio web: información, debate, formación y participación.
XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Lecturas: Amós 6, 1.4-7 // Salmo 146 // 1ª Timoteo 6, 11-16 // Lucas 16, 19-31
Ayer, 22 de septiembre a las 16h murió Joaquín, un joven de 22 años, familiar de personas muy queridas de la parroquia, después de un periodo de enfermedad.
Queremos pediros que recéis por su eterno descano y por su familia. Ellos lo están pasando fatal porque estas desgracias en esa edad son muy duras de aceptar.
Muchas gracias.
El recientemente declarado beato Newman nos ofrece una rogatoria por los difuntos que humildemente os proponemos para esta ocasión:
Oh Jesús, que amas a las personas, te encomendados las almas de todos tus siervos y siervas que han salido de este mundo marcados con el bautismo, signo de la fe, y ahora duermen el sueño de la paz. Te imploramos, Señor y Salvador nuestro, que así como te hiciste hombre por misericordia a favor de ellos, los admitas ahora en tu presencia gloriosa.
Señor generoso, no te acuerdes contra ellos de sus pecados de juventud y de ignorancia. Ten bien presente sus personas en tu gloria celestial. Que se les abran las puertas del paraíso. El arcángel san Miguel los lleve hasta tí. Tus ángeles y santos salgan a recibirlos, y los acompañen a la ciudad santa, la Jerusalén del cielo. Que descansen en paz.
Recibimos el pasado martes un comentario en el apartado de Rogatorias de esta web, en el que un hermano o hermana anónimo/a nos pide oración por un joven:
Queridos hermanos, os pido vuestra oración por un joven conocido, al que los problemas y dificultades que ha ido encontrando en su vida, lo han arrastrado al alcoholismo. Que el Señor lo ilumine para pedir y aceptar ayuda, y que el Señor le de fuerzas a él y a su familia para superarlo, y para buscar refugio en el Padre.Queremos rogar desde aquí vuestras oraciones por esta persona. Muchas gracias.
"La Eucaristía edifica la Iglesia, la cohesiona internamente en un movimiento permanente de sístole, que la hace vivir en la comunión, y en cómo la Eucaristía dinamiza la vida y la actividad de la Iglesia en un movimiento permanente de diástole que la impulsa a la misión. Comunión y misión. Sístole y diástole que van íntimamente relacionadas, y que se alimentan permanentemente de la Eucaristía, de Cristo prolongado en este sacramento."
XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Lecturas: Amós 8, 4-7 // Salmo 113 // 1ª Timoteo 2, 1-8 // Lucas 16, 1-13
Queridos hermanos y hermanas:
Estimados padres, madres y tutores, os informamos sobre el plazo de las matriculaciones para las catequesis de Primera Comunión en este curso escolar 2010-2011, y de otro aspectos relacionados con estas catequesis según la siguiente Agenda:
La primera visita de Estado de un Pontífice al Reino Unido se producirá del 16 al 19 de septiembre. El Papa Benedicto XVI visitará a la Reina de Inglaterra y mantendrá encuentros con líderes religiosos, diplomáticos y exponentes del mundo académico y cultural británico. Los actos más multitudinarios serán el día 16 en Glasgow, donde a las 17,15 horas está prevista una misa en el Parque Bellahouston; el sábado 18, una vigilia de oración a las 18,15 horas en el Hyde Park en Westminster y el domingo 19, en Birmingham, donde a las 10 comenzará la Misa de Beatificación del Cardenal Newman.
Siendo la situación compleja y difícil la recepción que Benedicto XVI puede esperar por parte de algunos sectores en Gran Bretaña con motivo de su visita, roguemos por el éxito de la misma, por el Papa y sus intenciones, por los hermanos católicos británicos y por los fieles anglicanos, para que el mayor número posible de ellos regresen a la Iglesia.
Lo importante para cualquier persona, lo primero que da importancia a su vida, es saber que es amada. Precisamente quien se encuentra en una situación difícil, resiste si sabe que alguien le espera, que es deseado y necesitado. Dios está ahí primero y me ama. Ésta es la razón segura sobre la que se asienta mi vida, y a partir de la cual yo mismo puedo proyectarla.
Se convoca a todas las personas que ejercieron de catequistas en nuestra parroquia el pasado ejercicio así como a aquellas que deseen serlo en el próximo curso, a una reunión que se celebrará el martes, 14 de septiembre, a partir de las 20'30 h., para tratar diferentes aspectos relacionados con el próximo curso que va a comenzar.
Queridos hermanos y hermanas:
XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Lecturas: Exodo 32 ,7-11.13-14 // Salmo 51 // 1 Timoteo 1, 12-17 // Lucas 15, 1-10.
Si pudiésemos resumir los textos de la Palabra de Dios de este domingo en una sola palabra, esta sería PERDÓN. Toda la liturgia hoy nos habla, nos transmite la necesidad de ser perdonados y de pedir perdón.
La lectura del libro del Éxodo, nos presenta a Dios dirigiéndose a Moisés para expresarle su dolor porque el pueblo que Dios ha sacado de Egipto, que ha salvado de la esclavitud, ese pueblo ya se ha olvidado de Él y está adorando a dioses falsos que ellos mismos se han construido.
Si repasamos la historia del Éxodo, tenemos que recordar como Dios salva al pueblo de la esclavitud y realiza una serie de signos y prodigios que autentifica su presencia salvadora: envia las plagas, salva a los primogénitos de Israel, les guía por el desierto, abre para ellos el Mar Rojo para que puedan pasarlo y huir del ejercito egipcio, acaba con los perseguidores, les indica y promete el camino a una tierra que mana leche y miel... ¡Son tan claros los signos de la intervención de Dios! El pueblo puede comprobar en sus propias personas como le ama Dios, como Salva el Señor.
El texto de hoy, nos muestra la facilidad con la que el hombre olvida los favores que recibe. El orgullo del genero humano es tal, que a pesar de todos estos signos, en cuanto el pueblo llega al desierto, se sienten libres, se sienten seguros, ¡¡SE OLVIDAN DE DIOS!! Se construyen sus falsos dioses a los que adoran, a los que entregan sus vidas.
¿Cuantas veces hemos experimentado cada uno de nosotros la presencia del Señor en nuestras vidas concretas? ¿Cuantas veces hemos prometido al Señor, ante una necesidad que se nos ha cumplido, que seríamos mejores cristianos y que "ya nos íbamos a portar bien para siempre"? Como sacerdote son muchas las personas que he visto traer unas flores, encender unas velas, pedir una misa en acción de gracias... porque han sido escuchadas sus oraciones, porque han sentido la cercanía de Dios en sus vidas, en sus problemas. Normalmente cuando las cosas se ponen un poco feas en nuestras vidas acudimos a Dios, le suplicamos, le prometemos... Pero cuando las cosas nos van bien, cuando la felicidad ronda nuestras existencias, cuando no estamos agobiados por el dolor y el sufrimiento ¡¡Qué pronto olvidamos a Dios!!.
El Señor, al ver el comportamiento del pueblo de Israel, llama a Moisés para anunciarle el castigo que tiene preparado. Moisés, que ha luchado y se ha entregado en la liberación de su pueblo, que ha sido el enviado por Dios para hacer esa obra de Salvación, intercede por ellos, ruega a Dios que perdone sus pecados, ora por los pecados de su pueblo y alcanza el Perdón y la Misericordia.
La Iglesia, los sacedotes, son los nuevos Moisés, que sabiendo que Dios está a disgusto por el pecado de su pueblo, porque el pueblo cristiano se ha olvidado de Dios, vive su vida adorando a los dioses que ha creado: dinero, fama, poder, sexo, consumismo... piden a Dios que tenga Misericordia, que de verdad cada cristiano reconozca sus culpas y reciba el perdón de Dios. Mirad, cada viernes que lo permite la liturgia, en la parroquia ofrecemos la Eucaristía implorando de Dios el arrepentimiento y el perdón de los pecados de la comunidad cristiana. Se ofrecen sacrificios, ayunos, oraciones, para que los que formamos parte de la gran familia de la Iglesia no olvidemos que ofendemos a Dios con nuestros pecados y que Dios está con su CORAZÓN abierto deseando perdonar esos pecados.
Una de las frases que más dolor me producen como sacedote es: "Yo no tengo pecados, no tengo que confesarme". Esta frase encierra uns soberbia, un orgullo, una falta de fe, un rechazo de la misericordia de Dios, un olvido del sacrificio de Cristo en la Cruz para salvarnos del pecado...¡Es tan dura!
Cuando afirmamos no necesitar el perdón de Dios, no tener pecados, estamos como el pueblo de Israel adorando a los dioses que hemos creado, a nosotros mismos. Nos consideramos perfectos y dignos de adoración. Estamos olvidando la Salvación que Cristo nos ha dado y haciendo inútil su entrega en la Cruz. Estamos defraudando a Dios que es el Padre del Perdón y de la Misericordia, que vive la perfecta alegria cuando uno sólo de nosotros, uno solo, reconoce sus pecados, los confiesa y recibe el perdón y la bendición de Dios. Para Dios nuestro Padre, hay más alegria por un solo pecador que se arrepiente de verdad, pide perdón y recibe la Gracia del sacramento de la confesión que por 99 soberbios que crean que ellos ya son "santos" y no necesitan el perdón de sus pecados. De 99 ingratos que rechazan el Amor Misericordioso de Dios.
Os invito hermanos y hermanas a que nos quitemos de una vez nuestras caretas ante Dios, que Él nos conoce perfectamente, que al sacedote lo podremos engañar, que a nuestros vecinos los podremos engañar, que a nuestros amigos los podremos engañar, a todos los podemos engañar diciéndoles que no tenemos pecados y que somos maravillosos pero a Dios es imposible, Él conoce LO MÁS PROFUNDO DE NUESTRAS MISERIAS y lo más importante, quiere perdonarnos esas miserias, quiere transformarlas en obras de amor y de caridad. Quiere hacer de nosotros hombres y mujeres consecuentes en su vida cristiana. Dios nos pide a todos los sacerdotes que estemos simpre dispuestos a dar su perdón, a confesar a la gente, a bendecir y perdonar los corazones que sufren las consecuencias del pecado. ¡¡QUE ALEGRIA HAY EN EL CIELO CADA VEZ QUE SE DA LA ABSOLUCIÓN DE LOS PECADOS a una persona arrepentida que se confiesa!! El apóstol San Pablo, en la segunda lectura nos recuerda la grandeza del ministerio de los ministros de Dios hemos recibido, la grandeza de ser el puente, el conducto único y verdadero por el que Dios imparte su perdón a todos sus hijos arrepentidos.
Sólo podremos crecer en nuestra vida cristiana si frecuentemente reconocemos nuestros pecados y los confesamos, si cada mes hacemos balance de nuestras vidas, de nuestros pecados y los ponemos ante Dios y confesamos y recibimos el consejo y la palabra oportuna del sacerdote que nos ayuda en el nombre de Dios, iremos puliendo nuestros fallos, iremos viendo de verdad cúal es la raiz de nuestros pecados y podremos darle solución. Si vivimos en el pecado y además en la tremenda soberbia de creer que no necesitamos cambiar nada, que somos perfectos, que somos estupendos...dificilmente creceremos, dificilmente reconoceremos que hay en nosotros cosas, comportamientos, ideas, palabras, omisiones que ofenden a Dios y a los hermanos, que somos insoportables con los que nos rodean, que les hacemos daño con nuestros comportamientos, con nuestros comentarios... De ese modo es imposible crear comunidad, vivir la fraternidad, vivir el AMOR DE DIOS.
Este domingo Dios nos está llamando a la coherencia de vida, a revisar nuestras conciencias y a acudir a recibir su perdón. Desde la alegria, la confianza, el amor. Sin miedos, porque Dios perdona siempre, disculpa sin límites, ama sin límites, se entrega sin límites.
Que Dios nos conceda a todos un corazón arrepentido, un verdadero dolor de nuestros pecados, una confesión fructífera de ellos, un verdadero propósito de la enmienda y una gozosa experiencia del perdón y de la Gracia en el sacramento de la confesión.
Que Dios os bendiga a todos y os conceda un domingo lleno de amor, de paz y de perdón.
"El que se tiene a sí mismo en más o en menos de lo que es, no es perfectamente humilde, porque no tiene un conocimiento verdadero de sí mismo. En realidad, ser humilde a imagen de la Virgen María, es caer en la cuenta de que no somos nada sin la gracia de Dios, y al mismo tiempo, todo lo podemos con la gracia de Cristo“
Queridos hermanos, queridos hijos:
Desearía laicos no arrogantes, no impetuosos en el discurso, no discutidores, sino hombres [y mujeres] que conocen su religion, que penetran en ella, que conocen sus planteamientos, que saben lo que sostienen como cierto y lo que no, que conocen su credo tan bien que pueden dar cuenta de ello, que conocen lo suficiente de la Historia como para defenderla. Quiero laicos inteligentes y bien instruidos, desearía... que ampliasen su conocimiento, cultivasen su razón, tuvieran un atisbo de la relación de verdad a verdad, aprendiesen a ver las cosas como son en realidad, entendiesen cómo la fe y la razón se complementan mutuamente, cuáles son los principios del Catolicismo...
XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Lecturas: Sap (Sabiduría) 9, 13-18 // Salmo 89 // Filemón 9-10.12-17 // Lucas 14, 25-33.
Dios es exigente. De allí que si queremos seguir a Dios debemos estar dispuestos a darlo todo por El y a preferirlo a El primero que a todo y primero que a todos. Así de claro. Bien lo atestigua la Sagrada Escritura:
“Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14, 25-33).
No podemos creer que estamos siguiendo a Cristo si preferimos otras cosas o personas más que a El. Y esto significa ponerlo a El por encima de cualquier otro afecto, por más genuino que sea, por más natural que sea. Así sea el de los padres, el de los hijos o el del cónyuge. No se trata de no amar a los nuestros, sino de saber que primero viene El y después todo lo demás, inclusive uno mismo. Bien lo sabe el Señor y bien lo sabemos nosotros -si nos revisamos bien- que el más consentido de todos nuestros amores es uno mismo.
Toda esta exigencia requiere un primer “sí” definitivo a Dios: rendirnos ante El, darle un “cheque en blanco”. Y ese “sí” inicial tiene que irse repitiendo a lo largo de nuestra vida. Como el “sí” de María en la Anunciación, el cual repitió a lo largo de su vida, hasta en la Cruz.
Es lo que llamamos tener perseverancia. Y Dios nos hace saber que el camino no es fácil. El no nos engaña. No nos promete la felicidad perfecta en esta vida. No nos dice que será un camino de pétalos de rosas. Por el contrario nos advierte que será un camino de cruz: “Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.
De allí las fluctuaciones que podrían llevarnos a la inconstancia: que lo que antes nos entusiasmaba, luego nos resulte indiferente, fastidioso y hasta insoportable.
Por eso nos advierte de antemano, para que al dar el primer “sí”, sepamos que no podemos estar volviendo para atrás: “Todo el que pone la mano en el arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de Dios” (Lc. 9, 62).
Y nos pide que calculemos bien, pues no quiere que nos entusiasmemos en un momento inicial y luego queramos volver a una vida aparentemente más fácil -según la medida del mundo, que -por cierto- no es la medida de Dios.
Para demostrar esto nos ha puesto el ejemplo de un constructor que comienza una torre sin calcular su costo y ve que no puede terminarla. Y advierte el Señor que si cava los cimientos y luego no puede acabarla, todos se burlarán de ese constructor que no tiene constancia.
Nos habla también de un rey que va a combatir a otro y al no haber calculado bien el número de soldados con que cuenta, tiene que rendirse antes de haber siquiera comenzado el combate.
De allí que la virtud de la perseverancia sea tan necesaria en la vida espiritual, porque habrán obstáculos, vendrán dificultades, surgirán persecuciones, y ninguno de esos inconvenientes pueden ser excusa para no continuar, ya que no se puede interrumpir el camino hacia Dios por las molestias que puedan presentarse.
Las gracias (las ayudas gratuitas de Dios) siempre estarán para que perseveremos hasta el final. “No les han tocado pruebas superiores a las fuerzas humanas. Dios no les puede fallar y no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas. El les dará, al mismo tiempo que la tentación, los medios para resistir” (1 Cor. 10, 13).
El Espíritu Santo nos infunde la virtud de la constancia y de la perseverancia, para mantener nuestro “sí” inicial. Las pruebas y las tentaciones no van a faltar, pero sirven justamente para crecer en santidad, utilizando las gracias que tenemos para ejercitarnos en esas virtudes. De allí que San Pablo nos entusiasme con esta afirmación: “Nos sentimos seguros hasta en las pruebas, sabiendo que de la prueba resulta la paciencia, de la paciencia el mérito, y el mérito es motivo de esperanza” (Rom. 5, 3-4).
De eso se trata. De crecer en constancia, perseverancia, paciencia y esperanza. Esperanza de alcanzar la gloria, de llegar a la meta, levantándonos nuevamente si es que llegamos a desfallecer. Se trata de ser perseverantes hasta el final, no importa las circunstancias por las que tengamos que pasar. Es lo que se denomina “perseverancia final”, que nos lleva a mantenernos firmes hasta el momento de nuestra muerte, que es nuestro paso a la Vida Eterna.
Pero para llegar al final, al Cielo, Dios nos dice cuál es el cálculo que tenemos que hacer: saber que tenemos que renunciar a todo.
Esa es su exigencia cuando nos dice al concluir el Evangelio de hoy: “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mis discípulo”. Dios es exigente: El, que es “Todo”, quiere “todo”. Y lo quiere, porque sabe que eso que consideramos nosotros nuestro “todo” realmente no es “nada”.
Entre los bienes que debemos renunciar están también los bienes materiales. Pero esa “renuncia” es más bien de desapego, de no tener esos bienes como ídolos que sustituyan a Dios. O, en el espíritu del Evangelio de hoy, de no tenerlos colocados por encima de Dios.
Aunque hay vocaciones especiales, como los Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, cuyos votos requieren que no tengan bienes materiales propios y que su vida sea un ejemplo de austeridad y pobreza, no significa esa renuncia que nadie pueda tener bienes materiales propios. La renuncia que nos pide el Señor a todos consiste en que coloquemos esos bienes materiales en su sitio: no pueden ser sustitutos de Dios, ni tampoco pueden estar colocados por encima de Dios.
La Primera Lectura (Sb. 9, 13-19) nos ayuda a tener esta actitud de desprendimiento de los bienes materiales, de los seres queridos y de nosotros mismos, pues nos ubica a los seres humanos en nuestra realidad, en nuestro valor si nos comparamos con la grandeza de Dios y su poder: “¿Quién es el hombre que puede conocer los designios de Dios? ¿Quién es el que puede saber lo que Dios tiene dispuesto?
Se nos recuerda que somos hechos de barro y que ese barro “entorpece nuestro entendimiento”. De allí que sólo podamos conocer los designios de Dios, si al darnos su Sabiduría, recibimos su Santo Espíritu de lo alto, para iluminar nuestro torpe entendimiento humano.
Sólo con esa Sabiduría podremos llegar a la salvación eterna. Y esa Sabiduría nos hace entender que Dios es primero que todo y que todos. Es la manera de llegar a la meta y de tener esa perseverancia final.
El Salmo 89 también canta las grandezas del Señor y nos ayuda a calcular el valor de nuestra vida en la tierra: “Tú haces volver al polvo a los hombres ... Mil años son para ti como un día que ya pasó, como una breve noche ... Nuestra vida es como un sueño,, semejante a la hierba que florece en la mañana y por la tarde se marchita”.
El Salmo nos lleva, entonces, a pedir esa Sabiduría, al darnos cuenta lo poco que es esta vida y lo poco que somos nosotros, así como lo mucho que es Dios: “Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos ... Que tus hijos puedan mirar tus obras y tu gloria”. Amén.
La Segunda Lectura (Flm. 1, 9-10; 12-17) completa una historia interesante, en la que vemos cómo, al comienzo de la Iglesia, la fe y la vida en Cristo iba haciendo que los esclavos fueran dejando de ser “objetos” o personas inferiores. Sucedía, entonces, que muchos cristianos iban concediendo libertad a sus esclavos.
La historia de Onésimo, nombre frecuente entre los esclavos, pues significa “útil”, es que éste se escapa de casa de su amo, Filemón de Colosas, y llega a Roma. Allí encuentra a Pablo, al que había conocido en casa de Filemón. Pablo está preso, pero con libertad condicionada, por lo que podía salir acompañado por un guardia. Onésimo se convierte y es bautizado. Pablo lo hace regresar donde su patrón con esta carta. San Pablo nos hace ver que tal era la libertad interior que daba la vida en Cristo, que ya no era de tanta trascendencia ser esclavo o libre (cf. 1 Cor. 7, 17-24).
El pasado jueves 2 de septiembre el Señor Obispo, visitó por primera vez nuestra Parroquia del Beato Álvaro de Córdoba. En este día tuvo lugar una reunión de arciprestazgo extraordinaria para preparar la próxima visita pastoral de las parroquias del arciprestazgo de Ciudad Jardín que tendrá lugar en el primer trimestre del año 2011. D. Demetrio visitó las dependencias parroquiales, el Templo, Sacristía, etc... y se reunió con los sacerdotes de las siete parroquias que componen el Arciprestazgo de Ciudad Jardín.
Fue una mañana muy provechosa en la oración, el trabajo en grupo y en la alegría de recibir al pastor.
Traemos hoy video de un fragmento de la película "Don Bosco" en el que se recoge un diálogo entre San Juan Bosco y Santo Domingo Savio sobre cómo ser Santo. Ambos lo consiguieron.
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