Desde el pasado día 21 de Junio, los feligreses de la parroquia del Beato Álvaro de Córdoba tenemos un nuevo motivo por el que dar gracias a Dios. Ese día fue ordenado sacerdote y destinado a nuestra parroquia, como vicario parroquial, D. Emiliano Nguema, quién, desde su toma de posesión, está dando entre nosotros los primeros pasos en su sacerdocio.
Pocas son las referencias que podemos tener de nuestro nuevo vicario al ser este su primer destino. Por ello, y porque pensamos que es más fácil querer a alguien a quien se conoce, hemos creído conveniente hacerle una entrevista con el fin de que todos podamos saber un poco más sobre él. D. Emiliano gustosamente ha accedido a nuestra propuesta y aquí os dejamos un resumen de nuestra charla con él.
En primer lugar nos pareció oportuno preguntarle por su infancia.
Haciendo gala de una buena memoria nos relató muchos detalles de su niñez. Como hechos más relevantes señalamos que nació en 1970 en Mbe-Eseng, una aldea de Guinea Ecuatorial de unos 200 ó 300 habitantes, en el seno de una familia cristiana. Su madre tuvo 11 partos (cosa habitual en aquella cultura y en aquellas fechas) de los que viven 6 hermanos, siendo él el menor de todos ellos.
Vislumbramos un halo de tristeza en su rostro cuando nos dijo que no conoció a su padre ya que éste murió cuando él tenía tan sólo 3 meses. Así, fue su hermano mayor, Feliciano (del que percibimos que habla con orgullo y admiración), el encargado de su educación junto a su madre. De esta educación, Emiliano destaca, en especial, su formación cristiana, ya que nos cuenta que este hermano lo llevaba diariamente a la iglesia a rezar y a misa cada vez que ésta se celebraba en su aldea. Desgraciadamente, Feliciano murió a temprana edad cuando Emiliano tenía 8 años, justo uno antes de recibir su Primera Comunión.
De su etapa en la catequesis Emiliano nos cuenta con satisfacción cómo sus familiares y vecinos le comentaban que destacaba cristianamente de entre sus compañeros y que todos le decían que iba a ser sacerdote, aunque a él, eso, ni se le pasaba por la imaginación. Así nos cuenta la siguiente anécdota:
“Cuando hice la Primera Comunión, en la festividad de nuestro patrón, San Isidro Labrador, vino a mi aldea el sacerdote del pueblo más grande de la zona (de unos 800 habitantes), donde se encontraba nuestra parroquia. Fue preguntando a los niños qué querían ser de mayores y cuando me preguntó a mí le contesté que maestro, quedándose todo el mundo allí extrañado porque todos daban por supuesto que yo quería ser cura.”
Nos confiesa que a pesar de esto, su madre siempre manifestó el deseo de que uno de sus hijos fuese cura y aunque rezaba por ello, nunca le insistió, aceptando así, la voluntad de Dios.
Tras manifestarnos su “falta de vocación” infantil, la siguiente pregunta estaba clara: ¿cómo le surgió la vocación al sacerdocio?.
Emiliano nos cuenta que con 15 años se traslada a la ciudad de Evinayong para hacer el bachillerato. Allí, a pesar de encontrarse fuera de su ambiente tradicional, sigue asistiendo regularmente a misa.
Fue una monja concepcionista que le daba religión la que vio sus aptitudes y le invitó a integrarse en un grupo del Movimiento Eucarístico Juvenil “Amigos de Jesús”. Entre risas nos cuenta que su primera respuesta fue: “Pero si yo no quiero ser cura“, e incluso nos confiesa que en aquella época tenía una novia que le tiraba más que las actividades que se realizaban en el grupo.
No obstante, en Semana Santa asistió a una pascua vocacional juvenil en un colegio religioso de los claretianos. Emiliano nos cuenta cual fue su experiencia en esa Pascua: “Ahí cambio toda la orientación de mi vida. Ahí tuvo lugar mi conversión. A partir de ahí comencé a pensar en ser sacerdote. Cuando volví de allí ya era otra persona”. Tras meditarlo un tiempo decidió ingresar en el seminario cuando terminara la reválida. Superada ésta ingresó en el seminario de mano de los claretianos con quienes estuvo durante cuatro años. Tras ese periodo se le plantearon dudas sobre si el carisma de esta orden era realmente su vocación y regresó a su pueblo para reflexionar por un tiempo. Allí estuvo ayudando a su párroco, el padre Adolfo, en las tareas de las distintas catequesis los dos años siguientes.
¿Y cómo fue que Emiliano se vino a Córdoba?
Nos cuenta que el padre Adolfo vino a Santaella a visitar a unos Monjes de la Resurrección conocidos suyos. Allí encontró al padre Fernando (su actual superior) quien le contó su proyecto de formar un oratorio de San Felipe Neri en Córdoba. A su vuelta a Guinea el padre Adolfo le propuso a Emiliano su incorporación a dicho oratorio.
Emiliano nos confiesa que en un principio se mostró algo receloso ya que en aquel momento no conocía nada sobre los oratorios de San Felipe Neri por lo que el padre Adolfo le aportó abundante documentación al respecto. Poco a poco, nuestro nuevo Vicario Parroquial se fue sintiendo atraído por el carisma oratoriano, (vivir en comunidad junto a otros sacerdotes unidos por el vínculo de la caridad) y al fin decidió venirse para Santaella, adonde llegó en noviembre de 2004. Allí conoce al padre Fernando y desde entonces vive en comunidad con él. Fue en el año siguiente, el 2005, cuando comenzó su etapa de formación en el seminario diocesano de San Pelagio donde lo acogieron de tal manera que se sintió como en casa.
Tras esta nueva etapa de formación, al fin, el 21 de junio de este año 2008 llegó el ansiado día de su ordenación ¿Cómo vivió Emiliano ese día?
Al preguntarle al respecto nos contesta de manera rotunda: “Fue un día muy especial para mí. La ordenación fue el día más importante de mi vida”. A continuación se retrotrae a los días anteriores. En ellos asistió a unos ejercicios espirituales, dirigidos por D. Gaspar, el padre espiritual del seminario, al que califica como “Santo”, y nos relata cómo volvió de estos ejercicios con una paz y una alegría interior difícil de explicar. Aunque la noche anterior a la ordenación los nervios no le dejaron dormir, la ceremonia la vivió como “Una experiencia profunda y con una paz serena”. “Una experiencia irrepetible” en la que estuvo acompañado por su madre de la que, con cara de satisfacción y entre risas, nos cuenta que a ratos bailaba y a ratos lloraba por la felicidad que la embargaba.
Le preguntamos a continuación por sus primeras experiencias como sacerdote y, con simpatía, nos responde: “Por la noche no me lo creía. Y los días siguientes me quedaba extrañado cuando la gente me llamaba padre”. Sin embargo, su semblante cambia y se llena de emoción cuando nos cuenta cómo fue su primera consagración: “No me sentía a mí mismo. La consagración es un momento especial en el que uno se siente muy unido a Cristo. Es una sensación única e indescriptible”.
Llegado a este punto es el momento de preguntarle por el que ha sido su primer destino: nuestra parroquia del Beato Álvaro de Córdoba.
Nos dice que se enteró de su destino la misma mañana de la ordenación ya que, aunque el señor obispo y otras personas le habían ido dando pistas en los días anteriores, él no había sido capaz de descifrarlas. Se sincera al contarnos que, “aunque había oído hablar de ella, no sabía donde se encontraba la parroquia”. Ante su desconocimiento comenzó a preguntar y, con gesto de satisfacción, nos comenta que “Todo el mundo me hablaba muy bien de la parroquia y ahora estoy comprobando que es verdad todo lo que me contaban de ella”. Nos declara sentirse muy a gusto y contento por la buena acogida que ha tenido, tanto por los fieles, como por D. Tomas, del que se encuentra muy agradecido por toda la confianza que le ha mostrado.
Para terminar nuestra charla le preguntamos por el futuro, a lo que nos contesta que lo ve en Córdoba y que estará ligado al futuro del oratorio. Si la fundación se consuma (necesita de cuatro miembros para poder llevarse a cabo y hasta el momento sólo son dos) estará en aquella parroquia donde el señor obispo incardine la orden, aunque siempre dependiendo de las necesidades de la diócesis. Si, por el contrario, no cristaliza la fundación del oratorio, continuará como ahora, como cualquier sacerdote diocesano a disposición de lo que disponga D. Juan José Asenjo. Sea como fuere, nos declara,: “Sé que voy a ser feliz en mi sacerdocio y le pido al Señor salud para poder servir a Dios allá dónde me necesite”.
Hasta aquí llegó nuestra charla con D. Emiliano, un sacerdote sencillo, de trato agradable que, sin temor a equivocarnos, podemos decir que esconde tras su apariencia algo tímida, una gran bondad y una profunda espiritualidad.
Recemos para que, entre nosotros, llegue a ser un santo sacerdote de Dios.
¡Que el Señor lo Bendiga!
22/10/08
Conociendo un poco más a D. Emiliano
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