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30/5/11

Aviso: Horarios de verano 2011

A partir del próximo miércoles 1 de junio (hasta el 1 de septiembre) se modifican los horarios en nuestra Parroquia del Beato Álvaro y pasan a ser los siguientes:

MISAS:

  • LUNES a VIERNES: 21h.

  • SÁBADOS: 21:30h

  • DOMINGOS: 10h, 12h y 21:30h.

EXPOSICIÓN SANTÍSIMO
  • Martes de 20h a 21 h.

CONFESIONES:
  • Todos los días 1 hora antes de la misa en despacho parroquial.

  • Sábados y Domingos: Durante las misas.

  • Martes durante la Exposición.

DESPACHO PARROQUIAL:
  • Todos los días 1 hora antes de misa.

29/5/11

«Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos»

VI DOMINGO DE PASCUA

Lecturas: Hechos de los Apóstoles ,5-8.14-17 // Salmo 66(65) // 1Pedro 3,15-18 // Juan 14,15-21

El Evangelio de hoy continúa con el discurso de Jesucristo a sus Apóstoles durante la Ultima Cena.  Y en sus palabras el Señor nos indica los requerimientos del Amor de Dios y también la recompensa para aquéllos que cumplan esos requerimientos. Sabemos que Dios es infinitamente generoso en su Amor hacia nosotros sus creaturas.  Pero también es exigente al requerir nuestro amor hacia El.  Si no, ¿qué significan estas palabras del Señor? “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama... El que no me ama, no guarda mis palabras... Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos.” (Jn. 14, 15-24). Aquí Jesús nos está mostrando, no solamente las exigencias del Amor de Dios, sino también nos está indicando algo que es esencial en el amor: quien ama complace al ser amado.  Y ¿qué es complacer a quien se ama?  Es justamente cuidarse de no ofenderle, de no desagradarle, de no hacer lo que sabemos que le molesta;  por el contrario, es tratar de hacer en todo momento lo que le cause alegría y agrado.

Dios nos ama con un Amor infinito -sin límites-, con un Amor perfecto -sin defectos- ... porque Dios es, no sólo la fuente de todo amor, sino que El es el Amor mismo (cfr. 1 Jn. 4, 8).

Amar a Dios es complacerlo en todo: en hacer su Voluntad, en cumplir sus mandamientos, en guardar sus palabras.  “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama... El que no me ama, no guarda mis palabras”.  Amar a Dios es amarlo sobre todas las personas y sobre todas las cosas; amarlo a El, primero que nadie y primero que todo... y amarlo con todo el corazón y con toda el alma.

En este pasaje del Evangelio de San Juan, Jesús nos dice cuál es nuestra recompensa por amar a Dios, como El lo merece y como El lo requiere.  Esa recompensa es ¡nada menos! que El mismo: “Al que me ama a Mí, lo amará mi Padre; Yo también lo amaré y me manifestaré a él... y vendremos a él y haremos nuestra morada en él” (Jn. 14, 21-24).
Pero... si observamos bien nuestra actualidad: los hombres y mujeres de hoy ponemos nuestra confianza y nuestra admiración en los poderosos, en los artistas, en los modelos de belleza, en las estrellas deportivas, etc.  Podríamos decir que nos identificamos con ellos, les damos todo nuestro aprecio -inclusive nuestro amor- llegando a imitar sus maneras de ser, siguiendo sus recomendaciones, etc. 

Pero... pensemos bien... ¿qué mayor Poder que el de Dios, fuente de todo poder? ¿Qué mayor Belleza que la de Dios, fuente de toda belleza?  ¿Qué mayor Bondad que la de Dios, fuente de todo bien?  En fin, ¿quién es más merecedor de nuestro amor, de nuestra confianza, de nuestra admiración, de nuestra voluntad, que Dios?

Los hombres y mujeres de hoy hemos sido absorbidos por las cosas del mundo: poder, dinero, riquezas, placeres, frivolidades, vicios, pecados, conductas erradas, apegos inconvenientes, etc., etc.   Unos más, otros menos, todos estamos sumergidos en un mundo muy alejado de los valores eternos, muy desprendido de las cosas de Dios, muy desapegado de lo que realmente es valioso y duradero.

Y corremos el riesgo de no poder recibir esa recompensa que Cristo nos ofrece, que es El mismo.  “El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce” (Jn. 14, 16-17).  Se refiere al Espíritu Santo -es decir, el Espíritu del Padre y del Hijo- que El nos envía para estar siempre con nosotros, para enseñarnos la Verdad, para recordarnos todo lo que debemos saber.

En efecto, al estar nosotros sumergidos en lo que el Señor llama “mundo”, es decir, todos esos apegos frívolos, vacíos, insignificantes, intrascendentes, negativos, no podemos percibir al Espíritu Santo.  Sólo pueden percibirlo aquéllos que aman a Dios, aquéllos que tienen a Dios de primero en sus vidas, aquéllos que buscan hacer la Voluntad de Dios, aquéllos que buscan complacer a Dios en todo.  Si no es así, se permanece ciego al Espíritu Santo, no se siente su suave brisa, no se perciben sus gentiles inspiraciones.

En la Primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles (Hech. 8, 5-8, 14-17),  vemos la importancia que se daba al comienzo de la Iglesia a que los cristianos recibieran el Espíritu Santo.  Fijémonos que Pedro y Juan se trasladan desde Jerusalén a Samaria, para que aquéllos que recientemente habían aceptado la Palabra de Dios, recibieran también el Espíritu Santo. 

Vemos que en esta Lectura se nos dice con cierta preocupación que esos nuevos cristianos “solamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús, pero no habían recibido aún al Espíritu Santo”,  comentario que nos hace volver a aquellas palabras de Jesús a Nicodemo: “Quien no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn. 3, 5).

Significa esto que no basta que seamos bautizados y que creamos en la Palabra de Dios.  Necesitamos, además, recibir el Espíritu Santo.  El es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.  El es el Espíritu del Padre y el Espíritu de Jesús.  El es la promesa que Jesús hizo solemnemente a sus Apóstoles antes de morir y antes de partir de este mundo. Nos dice que para recibir al Espíritu Santo, tenemos que creer en Dios y tenemos que cumplir sus Mandamientos; pero, además, tenemos que distanciarnos de las cosas del mundo, pues si permanecemos atados al mundo, nos quedamos ciegos: no podemos ni ver, ni conocer al Espíritu Santo.  Así nos dice el Señor: “El mundo no puede recibir el Espíritu Santo, porque no lo ve ni lo conoce.  En cambio, vosotros  (los que hacéis mi Voluntad, los que cumplís mis Mandamientos) sí lo conocéis, porque habita entre vosotros s y estará en vosotros”  (Jn. 14, 15-18).

Recibimos el Espíritu Santo de una manera plena en el sacramento de la Confirmación, tercera sacramento de la iniciación cristiana. El cristiano se bautiza, recibe en la confirmación la plenitud del Espíritu Santo y participa en la Eucaristía, alimento de vida eterna. No se entiende un cristiano que quiera vivir en Cristo y desde Cristo que no haya recibido los sacramentos de la iniciación, que no esté confirmado. Este es el motivo por el que la iglesia, para poder recibir los sacramentos del matrimonio y Orden sacerdotal exige estar confirmado. Si no estamos plenamente unidos a Cristo por la plenitud del Espíritu Santo ¿Cómo vamos a consagrar nuestra vida a Dios en el matrimonio y el orden sacerdotal? Hay que ir recibiendo los sacramentos progresivamente y en cada momento de la vida. También es necesario estar confirmados para ser padrinos de bautismo y confirmación. Ser padrinos es asumir el compromiso ante Dios y su Iglesia de ocuparme de educar cristianamente al bautizado. De garantizar que va a ser injertado progresivamente en la vida de la Iglesia y en los sacramentos, por eso el padrino tiene que haber recibido los sacramentos del bautismo, confirmación y la Eucaristía para poder ser ejemplo y ser educador del recién bautizado. ¿Cómo puede ser uno maestro de algo que no ha recibido?

Dios nos sigue interpelando con su Palabra, día a día, semana a semana.  Esta semana nos promete el Espíritu Santo y nos llama a amarle a El, indicándonos cómo: cumplid lo que Yo pido, guardad mis Mandamientos,  haced mi Voluntad.  Y nos indica también cuál será nuestra recompensa: nada menos que el tenerlo a El mismo y el ser amados por El como sólo El sabe hacerlo: en forma perfecta e infinita. Mientras busquemos en las cosas de este mundo y en los seres de este mundo lo que nuestro corazón ansía, seguiremos insatisfechos, deseando siempre algo más.  Ese “algo más” que siempre nos falta es el amor a Dios, pues sólo en El hallaremos el descanso, la alegría, la paz que ni el mundo, ni las creaturas pueden darnos.  Sólo El es la plenitud infinita que nuestro corazón busca y no encuentra, y que sólo hallará cuando lo busque a El.  Sin embargo, nos dice San Pedro en la Segunda Lectura (1 Pe. 3, 15-18)   que a veces la conducta cristiana puede traer críticas, pero advierte que “mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal”.    

Nos falta muy poco para celebrar la gran solemnidad del Espíritu Santo: ¡¡PENTECOSTÉS!! 

Recemos y supliquemos a Dios que nos transforme con la gracia de su Espíritu.
Que tengáis un feliz domingo. Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo. Párroco


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24/5/11

"Los Sacrificios son el principal medio para terminar con el Mal"



“Son los sacrificios que comportan el cumplimiento diario de los deberes del propio estado, ofrecidos en reparación por nuestros pecados y la conversión de los pecadores, el principal medio para terminar con el mal que amenaza al mundo de hoy.”

“El Rosario es una de las principales ayudas otorgadas por Nuestra Señora para facilitarnos el cumplimiento diario de los deberes propios de nuestro estado (en los misterios del Rosario, no solamente se encuentra una síntesis de la vida del Cristo, sino también la gracia para vencer cualquier posible tentación).”

Sor Lucia (Una de las videntes de Fátima)
En una entrevista concedida al periodista
John M. Haffert, Cofundador del Ejercito Azul.

22/5/11

«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida»

V DOMINGO DE PASCUA

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 6,1-7 // Salmo 32 // 1Pedro 2,4-9 // Juan 14,1-12

Queridos hermanos y hermanas:

La liturgia de la Palabra de este tiempo de Pascua sigue poniendo ante nosotros los textos del libro de los Hechos de los Apóstoles, retazos de la vida de los primeros cristianos. Ya hemos visto cómo vivían todos unidos con un solo corazón y con una sola alma, cómo se ayudaban los unos a los otros en todo lo que podían, moral y materialmente.

Sin embargo, hoy vemos como ya entonces hubo dificultades en la convivencia, roces entre unos y otros, opiniones encontradas. Entonces eran los cristianos de lengua griega contra los cristianos de lengua hebrea. No están conformes con su actuación y protestan, llegando a decir que es injusta, poco imparcial. Como vemos el pecado hace siempre de las suyas, no todo en las primeras comunidades era "ejemplar" pero la mayoria de ellos vivieron de tal manera su fe que convirtieron a sus contemporáneos.

Los Apóstoles serán los encargados de dirimir la cuestión, serán los árbitros y jueces cuya decisión se aceptará incondicionalmente. Es lo que se denomina el primer concilio de Jerusalén. Los primeros cristianos tinen muy claro en sus vidas que Jesús puso a los apóstoles para el gobierno y la santificación de la iglesia. Ellos son los encargados de guiar, en el nombre de Cristo, a la Iglesia. Y como entonces, también luego, muchas veces a lo largo de los siglos, serán los sucesores de los Apóstoles, los obispos, con el Papa a la cabeza, los que solucionen las cuestiones debatidas, los que digan la última palabra. A nosotros sólo nos queda aceptar con espíritu de fe lo que decidan, estemos o no de acuerdo.

Ante las quejas, los Apóstoles responden: "No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para dedicarnos a la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la Palabra" (Hch 6, 2-4).

Era lo propio de ellos, rezar y predicar. Lo otro, el atender a los pobres, con ser una cosa muy buena, no era propiamente lo suyo. Ellos habían de tener tiempo para la oración y para proclamar el mensaje de Cristo. Por eso deciden que propongan a siete hombres de buen espíritu y de buena formación, para que atiendan al servicio de beneficencia.

Son los primeros diáconos. Es digno de notar cómo son los Apóstoles los que les imponen las manos, consagrándolos para la misión que se les encomienda. El pueblo fiel sólo los propone, y eso porque los Apóstoles así lo determinan. Es un detalle más de la condición jerárquica, no democrática, de la Iglesia. Cristo mismo lo quiso así, y por mucho que soplen los aires de una fácil demagogia, la Iglesia no podrá cambiar sus estructuras, las que el Señor instituyó.

Son muchas las ocasiones en que Jesucristo anima a los suyos, exhortándolos a que no tengan miedo, a que no pierdan la calma. En otras ocasiones les echa en cara su falta de fe, su actitud apocada o temerosa. Para un hombre que cree en el poder y el amor de Dios, no es concebible el miedo y la angustia. En esta ocasión que consideramos, las palabras de Jesús fueron pronunciadas en la última Cena, en la víspera de su pasión y muerte. Por eso tienen un mayor significado y valor.

Hay muchas moradas en la mansión del Padre, les dice, hay sitio para todos. Algunos han interpretado estas palabras como reconocimiento de que hay múltiples formas de caminar hacia Dios, y que pueden ser divinos todos los caminos de la tierra. Desde luego, es cierto que Dios, al querer libre al hombre, permite muchas maneras de amarle y de servirle. Esto nos ha de animar a caminar por nuestro propio sendero, con alegría y con decisión, conscientes de que si lo recorremos con la mirada puesta en Dios, amándole con toda el alma, nuestro camino, sea el que sea, nos llevará hasta la meta ansiada, hasta la salvación eterna de nuestra alma.

Todo camino humano, por tanto, puede ser divino. Para ello es preciso recorrerlo, decíamos, con la mirada puesta en Dios, queriéndole sobre todas las cosas. Jesús nos lo especifica y aclara todavía más, nos señala sin titubeos el camino, diciéndonos que él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso es necesario que todos los caminos humanos, para ser divinos, han de pasar de una forma u otra por Cristo mismo. Es decir, en nuestro caminar de cada día hemos de procurar imitar a Cristo, ser fieles a su doctrina de paz y de gozo, de esfuerzo y de lucha. Este evangelio, estas palabras del Señor, son una llamada a la esperanza. Para nosotros los cristianos la vida no termina con la muerte, estamos llamados a esa vida en plenitud en las moradas eternas que Dios nos tiene preparadas. Es la esencia de nuestra fe: Cristo ha muerto pero al tercer día RESUCITÓ, está vivo, está en medio de nosotros en el Sagrario, en la Eucaristía, en el hermano pobre, en los sacramentos, en la comunidad... ¡Cristo VIVE!

De aquí la importancia de contemplar con frecuencia la vida de Cristo, de escuchar y de meditar sus palabras, de tratarle en la oración, de recibirle en nuestra alma en la Sagrada Comunión, limpios y fortalecidos con la recepción frecuente del sacramento de la Penitencia. Hay que vivir con el afán constante de no apartarnos nunca de Cristo y de estar pendiente de él, hagamos lo que hagamos. De ese modo nos iremos pareciendo más y más a Jesús, llegaremos a identificarnos con el, hasta el extremo de que su camino sea nuestro propio camino. El DOMINGO es el día del Señor, el día de la Resurrección. Es el día en el que toda la iglesia proclama que Jesús está vivo y que está presente en nuestro altar. Nos reunimos para escucharle, para recibirlo, para sentirnos hermanos entre nosotros. Vivamos el domingo con verdadero espíritu de fe, de entrega, de RESURRECCIÓN.

Feliz domingo a Todos. Que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo. Párroco


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17/5/11

Contra la crítica, la murmuración y la maledicencia


Nunca debemos olvidar que lo que sale de nuestra boca, demuestra lo que somos. Si hacemos daño a alguien, deberemos purificar con sufrimiento esa obra. Recordadlo: Nunca hableís mal de nadie. Dios lo escucha todo, y aquél de quien habláis mal es su hijo, y os pedirá cuentas.

José Antonio Fortea Cucurull (Barbastro, España, 1968),
sacerdote y teólogo,
opinando en su blog.

15/5/11

«El señor es mi pastor, nada me puede faltar»

IV DOMINGO DE PASCUA

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 2,14.36-41 // Salmo 22 // 1Pedro 2,20-25 // Juan 10,1-10

Pascua es tiempo de aleluyas y de alegría porque es tiempo de vida nueva y resucitada. Este domingo celebramos el domingo del buen pastor, el día de los párrocos y de todos los sacerdotes con cura de almas, es decir, que tienen a su cargo una feligresía a la que atender, enseñar y santificar. Hoy la Iglesia pide a sus fieles que oren por sus pastores, que recen por sus "curas" para que el Señor los haga pastores según el corazón de Cristo, el Buen pastor. Jesús es el buen Pastor. Y el buen Pastor da la vida por sus ovejas. El asalariado huye ante el lobo y abandona a las ovejas que no son suyas. Si yo soy dueño de una casa la cuido y la defiendo y la mantengo limpia. Si yo tengo un negocio le dedico tiempo porque es mi vida y la de mi familia. Si yo tengo un hijo es mi preocupación 24 horas al día. Pero la canguro, el empleado, hacen sus horas, cobran su sueldo y si la casa está sucia, si el negocio se hunde o el niño se muere, allá el dueño, allá el negocio, allá el niño.

Jesús es el buen Pastor 24 horas, 365 días. Y nosotros, los bautizados, somos sus ovejas. Y lo somos siempre. Cuando somos buenos y cuando somos unos vagos. El buen Pastor dio la vida y la da cada día por nosotros... Creo que no somos capaces de valorar hasta que punto nos ama Cristo, el Buen Pastor, de valorar que se ha entregado por nosotros, que ha muerto para salvarnos, para darnos la vida, para darnos el perdón. Esta pequeña parábola quiere significar el amor de Cristo por cada uno de nosotros en la cruz: "Dice un escritor que cuando Jesús moría en la cruz se le acercó la serpiente y le susurró al oído: Jesús mira a la gente, mírales. No merece la pena que sufras tanto por esas ovejas desagradecidas. Mándalas a todas al infierno. Y Jesús contestó a la serpiente: "Prefiero morir a dejar de amarlas."

El buen Pastor da su vida por sus ovejas. Dios le encomendó una misión y prefirió morir a dejar de amar, amarnos, amarte, a ti oveja negra de su rebaño. Es verdad que el amor infinito del Buen Pastor nos sobrecoge, pero y ¿nosotros qué ovejas somos? Es cierto que Cristo nos ama, que hoy nos fijamos en esa entrega del Señor pero me gustaría que también nos fijáramos hoy en cada uno de nosotros, las ovejas de su rebaño, y delante de Él, delante de la Cruz, meditásemos ¿qué oveja soy yo? ¿Seríamos de esas ovejas que la serpiente, el demonio, le susurra al oido diciendo que somos unas desagradecidas? Creo que muchas veces sí. Lo que voy a decir, me lo habréis oido varias veces, pero es la realidad: muchas personas me piden, como pastor, que pida por sus necesidades, que rece por sus enfermos, que ore por sus pecados y lo hago de todo corazón. Pero ¡Qué pocas personas vienen después a que ore dando las gracias a Dios por los favores recibidos! Es la realidad, cuando el sufrimiento achucha nos acordamos de Dios, pero cuando el nos bendice, nos olvidamos de Él. Pues no olvidemos que somos sus hijos, criaturas suyas. Somos suyos, somos hechos a imagen de Dios, y Jesús no quiere que nadie se pierda. Por eso nunca dejará de amarte. No dudes nunca, nunca, de su amor. No te preguntes, quién soy yo para que Jesús me ame. Yo, un don nadie. Sí, a ti, oveja de su rebaño, a ti te ama y dio su vida por ti. Y la dio libremente. Con su muerte Jesús establece la diferencia entre el buen pastor y los pastores asalariados. Los que hablan de Jesús. Los que se hacen ricos y famosos a costa de Jesús y los que toman en vano su nombre. El buen Pastor ama y da su vida. Mis ovejas conocen mi voz. La voz del amor, de la sangre derramada, la voz del Espíritu. ¿De verdad conocemos su voz? ¿Conocemos y amamos a Cristo hasta conocer sus deseos para con nosotros?¿Nos esforzamos cada día mediante la oración, los sacramentos,la lectura de la Biblia... en conocer a Jesús?

Pastor y rebaño llamados a vivir una nueva intimidad, llamados a amar pero ahora con poder, con un poder que sana y resucita. Cuando reconoces que eres del Señor, tienes libertad para ser pastor de los hermanos. Intimidad que me libera, que me santifica, que me llena de vida. Cristo te ama con locura, te ama hasta entregarse por tí. Amemos nosotros a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, con todo lo que somos.

Quiero pediros hoy que recéis especialmente por mi, el pastor que Dios ha puesto al frente de esta parte de su rebaño que peregrina en la Parroquia del Beato Álvaro de Córdoba, para que sea el buen pastor que vosotros os merecéis, para que mi vida se vaya configurando cada día más al corazón de Cristo Buen Pastor y pediros de corazón perdón por todas las veces que me haya equivocado y no he actuado como buen pastor. Que la Virgen Santísima nos conceda a todos vivir como ovejas que aman, que se aman y que obedecen en su vida a Cristo el Buen Pastor. Que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo. Párroco


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13/5/11

Rosario de la Aurora con la imagen de María Santísima de la Esperanza del Valle



El próximo domingo, día 15 de mayo, a las 9:00 h., rezaremos por las calles de nuestro barrio un Rosario de la Aurora acompañando la imagen de María Santísima de la Esperanza del Valle. Dicho acto está organizado por la hermandad de la Sagrada Cena en honor a su sagrada Titular.

El recorrido será el siguiente: Avda. de Guerrita, Manuel Fuentes "Bocanegra", Manuel Cano "El Pireo", José María Martorell, Francisco González "Panchón", José Dámaso "Pepete", Avda. de Guerrita y regreso al templo sobre las 10:00 h. aproximadamente. A continuación se celebrará la Santa Misa.

11/5/11

Cursillos Prematrimoniales 2011 en la Parroquia del Beato Álvaro


El pasado fin de semana, los días 6, 7 y 8 de mayo, se celebraron en nuestra Parroquia los Cursillos de Preparación al Matrimonio en su edición de 2011, con la asistencia de unas veinticinco parejas de jóvenes de nuestra ciudad.

Han sido los segundos cursillos prematrimoniales impartidos por un equipo formado íntegramente por matrimonios de nuestra parroquia. En este cursillo se han compartido experiencias, se ha formado a las nuevas parejas y sobre todo se ha crecido mutuamente, equipo y parejas de novios, en el vivir cristiano. Ha supuesto una gozosa experiencia de evangelización y de testimonio cristiano.

Pedimos a Dios que todas estas nuevas familias cristianas que nacerán del sacramento de matrimonio sean fieles a su vocación de ser testigos del amor de Cristo a su Iglesia.

Tomás Pajuelo. Párroco

8/5/11

En la Beatificación de Juan Pablo II

Queridos todos, Paz y bien:
Imagen de Juan Pablo II

Después de asistir a la beatificación del Papa Juan Pablo II (aquí podéis ver algunas fotos que tomamos en Roma), han sido varias personas las que me han pedido contar mi experiencia en este acto. Ante todo deciros que es difícil expresar con las palabras lo que he vivido en los dos días que he pasado en Roma. Comienzo diciendo que ha sido una gracia extraordinaria del Señor poder estar allí con tres feligreses de la parroquia, la noche del sábado la pasamos en vigilia en los alrededores de la Plaza de San Pedro para poder estar en primera fila y gracias a Dios vivimos la celebración en la misma plaza de san Pedro, que fue para mí un momento de gracia y de testimonio elocuente del nuevo Beato.

Después de los ritos iniciales y antes del Gloria de la misa fue proclamado nuestro amado papa de los jóvenes, el que nos reunió tantas veces, BEATO por el Santo Padre, Benedicto XVI. En este momento tenía los vellos de punta, emocionado, con alegría y sentí también que la santidad está a nuestro alcance y que ya tenemos ejemplo y testimonio tan reciente del nuevo beato.

Fue todo una fiesta de fe, esta fe que le hizo luchar con todos los obstáculos que el nuevo Beato encontraba día a día en su camino y que nos supo transmitir a todos con una fuerza capaz de mover el mundo. Es un acontecimiento que ha dejado huella en mi vida, una huella de una profunda fe, sobre todo en mi vida de sacerdote. El Santo Padre afirmaba en su homilía que Juan Pablo II vivió el camino de la fe de una manera singular, entregado siempre por la causa del Evangelio, "Dichoso tú que has creído", señalaba el papa.

Los que estuvimos ahí pudimos palpar el ambiente de santidad en que se vivía y la alegría de toda la Iglesia de ver cómo uno de sus hijos era elevado a la dignidad de Beato y cuya fiesta litúrgica tendremos el honor de celebrar cada 22 de octubre. Como os he dicho, no es fácil expresarlo con palabras, hemos sentido siempre el perfume de santidad del papa beato desde el día de su muerte, decía el Papa.

Finalmente pudimos pasar a la Basílica de San Pedro para velar las reliquias, lugar donde tuve presente a toda la parroquia para que el nuevo Beato nos ayude a identificarnos con Jesucristo, como él lo hizo, para caminar hacia nuestra meta, que es la santidad.

Emiliano Nguema. Vicario parroquial

Este domingo, somos los discípulos de Emaús: «Quédate con nosotros»

III DOMINGO DE PASCUA

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 2,14.22-33 // Salmo 16 // 1Pedro 1,17-21 // Lucas 24,13-35

En este tercer domingo de Pascua, seguimos celebrando la alegría de la Resurrección. Digo bien, seguir celebrando. Durante 50 días, hasta Pentecostés, la Iglesia, todos los cristianos celebramos el gozo inefable de la Resurrección de Cristo. Quiero insistir en la necesidad de vivir la Alegría porque en cuanto hemos pasado la Semana Santa, hemos comenzado el trabajo diario, las preocupaciones y la rutina diaria parece que la tristeza, la monotonía y el hastío se hacen dueños de nuestras vidas. Esto no puede ser, debemos meditar y orar la Resurrección. Debemos hacernos fuertes en la Esperanza, en la Fe.

Las lecturas de este domingo, especialmente el evangelio, van en esta dirección. En la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, lleno del gozo de la resurrección y lleno del Espíritu Santo, anuncia la Vida Nueva que nos da Jesucristo. Primero les recuerda a los judíos como entregaron a Jesús, como el Señor cumplió todo lo que sobre él habían dicho las Escrituras y la última promesa era la Vida y esa vida se había hecho realidad en su Resurrección. Pedro anuncia la resurrección de Jesús porque está lleno de la experiencia de encuentro con el resucitado y porque está lleno del Espíritu Santo. Quizás es lo que nos falte a nosotros: estar llenos de la experiencia de encuentro con el Señor y llenos del Espíritu Santo. Cristo se manifiesta vivo y real en los sacramentos, en especial en la Eucaristía. Podemos tener esa misma experiencia de encuentro cuando celebramos cualquiera de los sacramentos, cuando somos perdonados del pecado original y hechos hijos de Dios por el Bautismo, cuando recibimos la efusión del Espíritu Santo en la Confirmación. Cuando recibimos de manos de Jesús el perdón de nuestras culpas en la Confesión. Cuando Dios consagra a sus ministros. Cuando en la enfermedad, no en la muerte, recibimos el consuelo de Cristo en la Unción de enfermos. Cuando Dios consagra y bendice el amor conyugal en el matrimonio. Y de una forma única y especial cuando Cristo se hace presente realmente con su Cuerpo y con su Sangre en la Eucaristía. ¿Quién puede seguir diciendo que no puede encontrarse, llenarse y experimentar a Cristo realmente vivo y resucitado? Lo que pasa es que no tenemos una fe fuerte, nos pasa como a los discípulos de Emaús, la pena, la tristeza, el dolor, nos hacen perder la Esperanza.

Aquellos dos discípulos habían vivido en primera persona la pasión de nuestro Señor, le habían visto azotado, escarniado, golpeado, escupido, coronado de espinas… Su corazón estaba destrozado, habían visto a su maestro, al que más querían, destrozado. Todas sus ilusiones se quedan deshechas por la Cruz. Vuelven a sus casas hechos polvo, como diríamos hoy. Nosotros experimentamos muchas veces lo mismo que los discípulos de Emaús, la dureza de la vida nos hace perder la ilusión, la esperanza, la fe… Aquellos hombres estaban tan destrozados que no fueron capaces de reconocer a quién más querían, que resucitado, se pone a caminar con ellos.

A nosotros nos pasa lo mismo, nos metemos tanto en nuestras cruces que no somos capaces de reconocer a nuestro lado a Jesús Resucitado, que camina con nosotros, que se hace el encontradizo en la oración, en los sacramentos, en los detalles de amor de los que nos quieren… nos empecinamos en ver sólo lo malo, en quedarnos en lo negativo de nuestras vidas y eso nos impide experimentar la Gloria de la Resurrección.

Jesús fue explicándoles todo lo que las Escrituras hablaban del Mesías, les explica todo lo que Dios les había ido anunciando y que se ha cumplido en Cristo. Su corazón va encendiéndose en el Amor, va ardiendo. La Iglesia, el Cuerpo Glorioso de Cristo en el mundo, es lo que hace cada domingo, nos explica las Escrituras para que nuestros corazones ardan en el Amor de Dios.

Por eso la primera parte de la Eucaristía es la escucha de la Palabra, que nos llena por dentro, nos conforta y nos prepara para la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Los discípulos de Emaús, después de que Jesús les ha explicado la Escritura, reconocen al Señor al partir el pan. ¿Reconocemos nosotros a Cristo al partir el pan? ¿Cada Eucaristía es para nosotros el momento privilegiado de sentarnos a la mesa con Jesús resucitado?

El proceso es muy sencillo, escuchar su Palabra, atender y hacer nuestra su explicación, desear estar con él y vivirlo resucitado en el Pan y el Vino, en su Cuerpo y Sangre. Es muy simple, es sencillo, es vivir la Eucaristía. Que distinto es vivir la Eucaristía a oir misa. Que diferente es vivir con fe y con ganas la Eucaristía a venir a escuchar misa.

Este domingo, somos los discípulos de Emaús. Que el Señor nos conceda a todos tener su misma experiencia gozosa de reconocer al Señor al partir el pan, al participar en la Eucaristía. Que la bendición de Dios os acompañe siempre. Que la Vida de Cristo resucitado sea el motor de vuestras vidas. Feliz domingo.

Tomás Pajuelo. Párroco


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2/5/11

Recordando a Juan Pablo II

Con ocasión de la beatificación del Papa Juan Pablo II, el Vaticano ha creado un nuevo sitio web http://www.juanpabloii.va/es/ en el que se recuerda algunos de los momentos más significativos de su vida y su pontificado.

El sitio web se ha realizado dando preferencia a las imágenes y cuenta con fotos y vídeos sobre la vida, pontificado, oraciones, enseñanzas y pensamientos del nuevo Beato.

Los momentos sobresalientes han sido catalogados por temas como niños, jóvenes, elección, atentado, jubileo, etc.; y cada tema se presenta en forma de "libro" de fotos con texto.

Como homenaje y recuerdo al querido Juan Pablo II traemos a esta web un video elaborado por ACITV glosando su figura.

1/5/11

Juan Pablo II en los Altares

«Dichosos los que creen sin haber visto»

II DOMINGO DE PASCUA

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 2, 42-47 // Salmo 118 // 1ª Pedro 1, 3-9 // Juan 20, 19-31.

Incredulidad de Tomás. Manuscrito armenio (1267-1268)¡¡¡Aleluya, Aleluya, el Señor ha Resucitado, Aleluya!!!

Es el anuncio gozoso de la Pascua. Es la alegría de la VIDA. Cristo Vive, Cristo está vivo entre nosotros. Cristo está realmente presente entre nosotros. Esta reiteración en la manifestación gloriosa de la Vida en Cristo no es porque haya perdido yo la cabeza,… bueno un poco sí, porque es tan grande el anuncio de la Resurrección, del triunfo de Cristo sobre la muerte, que uno se vuelve loco por el amor que Dios nos tiene, que nos ha devuelto la vida y la eternidad. Sí hermanos, la vida, el no creyente se ve abocado irremediablemente a la desesperanza de la tumba, de la muerte. Pero si vivo la VIDA, que Cristo nos ha dado con su resurrección, ni siquiera la certeza de morir me entristece, porque sí estoy totalmente convencido, que el Señor nos ha dado la vida eterna y quiere mi salvación, nuestra salvación.

Los primeros cristianos, los apóstoles, anuncian esta alegría: "Cristo ha Resucitado y nos ha dado la Salvación". Esa convicción les lleva a vivir como nos cuenta hoy la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Compartían todo, vivían unidos, se querían, eran capaces de alegrarse y sufrir con las alegrías y las tristezas de los hermanos. Se sentían y eran verdaderamente una comunidad. Aunque también tenían problemas, porque el pecado hace siempre mella en la condición humana.

Hoy, nosotros estamos llamados a formar parte de nuestra comunidad, formar parte de nuestra madre la Iglesia. Sé que vemos la Iglesia como algo inmenso e inabarcable, pero tenemos una Iglesia cercana: nuestra diócesis, nuestra parroquia. La parroquia es la porción de Iglesia que nos permite vivir como comunidad. La que nos permite unirnos como los primeros cristianos. Yo sé que formo parte de la gran familia de la Iglesia Universal, pero esto no permite poner caras, personas, afectos... pero esa Iglesia Universal se hace cercana en la Parroquia. Ahí si puede poner caras, personas, niños/as, enfermos, jóvenes... veo la Gracia de Dios haciendo milagros en personas concretas, perdonando sus pecados, ayudando sus necesidades, compartiendo sus alegrías.

El Evangelio de hoy nos narra la primera aparición de Jesucristo Resucitado a los apóstoles. La impresión que causa en ellos ver a Cristo vivo. En el relato evangélico de hoy son fácilmente discernibles tres partes. La primera la forman los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y, tras saludarles, se identifica. El autor comenta con cierta ironía: Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las palabras de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave soplo de aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica. La segunda parte está formada por los versículos 24-29, con Tomás como protagonista. No cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de lugar y miedo.

Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a quien invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero Jesús le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en Él no es ni el único ni el más dichoso.

La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se trata de una conclusión de Juan, autor de este evangelio, a toda su obra, indicando las dos motivaciones que ha tenido para escribirla. Cuando el cuarto Evangelio habla de judíos no emplea el término en sentido nacional de pueblo judío, y cuando habla de discípulos no está hablando de los doce. Judíos y discípulos representan una actitud y una mentalidad religiosas que se ponen de manifiesto en el modo de entender el sentido y el papel de Jesús. No parece tratarse de una cuestión tan simple como la que presuponemos cuando denostamos a los judíos. El autor relaciona fe en Jesús con signos realizados por Él. De ahí la crítica a Tomás por querer aferrarse en exclusividad a este plano de los signos: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. Estas palabras no pretenden quitar importancia a los testigos oculares. A la fe han llegado a partir de la profundización en un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera parte del texto de hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el planteamiento de Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner de manifiesto en esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto creyentes.

Son los enviados de Jesús, como Él lo ha sido del Padre. Lo son, por supuesto, desde la íntima paz y alegría nacidas de la efectiva y real presencia de Jesús. Pero no es esa presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el envío de los discípulos.

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Los creyentes son una comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave soplo sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados. ¡Lástima del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas palabras! Muchas veces las oímos pero no las hacemos nuestra, preferimos no escucharlas porque nos comprometen y nos obligan. Os garantizo que merece la pena implicarse porque en esa implicación está la verdadera felicidad.

Que el Señor resucitado ilumine nuestras vidas. Que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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