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30/6/10

La verdadera medida de una civilización

La medida de la civilización, una medida universal, perenne, que abarca todas las culturas, es su relación con la vida. Una civilización que rechace a los indefensos merecería el nombre de civilización bárbara, aunque lograra grandes éxitos en los campos de la economía, la técnica, el arte y la ciencia. La Iglesia, fiel a la misión que recibió de Cristo, a pesar de las debilidades y las infidelidades de muchos de sus hijos e hijas, ha anunciado con coherencia en la historia de la humanidad la gran verdad sobre el amor al prójimo, ha aliviado las divisiones sociales, ha superado las diferencias étnicas y raciales, se ha inclinado sobre los enfermos y los huérfanos, sobre los ancianos, sobre los minusválidos y sobre los que carecen de hogar. Ha enseñado con palabras y obras que nadie puede ser excluido de la gran familia humana, que nadie puede ser abandonado al margen de la sociedad.”

27/6/10

Cristo no quita nada y lo pide todo, porque lo ha dado todo

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: (1 Reyes 19, 16b.19-21 // Salmo 15 // Gálatas 4,31b-5,1.13-18 // Lucas 9, 51-62

Las lecturas de este domingo nos hablan de la radicalidad del seguimiento de Jesucristo. En una sociedad donde nada es para siempre, donde todo se discute y se plantea para periodos cortos de tiempo. Donde la mediocridad y la falta de decisión nos hacer vivir en la monotonía y en el aburrimiento, Jesús nos dice: El que quiera seguirme y mira para atrás no es digno de mi.

Cuando el Señor entra en nuestras vidas se produce un cambio radical de nuestra existencia como nos lo demuestran las lecturas de hoy:

El profeta Eliseo, modelo del seguimiento radical, deja todas sus posesiones y afectos para seguir con generosidad y radicalidad incondicional a su maestro, el profeta Elías. Con el sacrificio de los bueyes y la quema de sus aperos demuestra su total desprendimiento y disponibilidad para seguir la llamada de Dios. Pablo instruye a los nuevos cristianos para que no pierdan la libertad lograda en Cristo y les advierte sobre el uso correcto de esa gracia: el servicio mutuo por amor y el dominio de sus pasiones. Es el Señor el lote de nuestra heredad, tal como proclamamos en el Salmo. El nos enseña el camino de la vida, nos sacia de gozo en su presencia. El seguimiento de Jesucristo es el camino directo hacia esa felicidad que todo hombre y mujer desea.

Después de anunciar la Pasión, Jesús inicia el camino de Jerusalén. Jesús invita a todos a seguirle, pero se quedan fuera aquellos que no lo hacen en la pobreza y la renuncia a todo lo propio. El pasaje evangélico, entendido aisladamente, sin referencia al resto del Evangelio, podría parecer un tanto masoquista, fruto de una moral fundamentalista. A los que se han dejado fascinar por Jesús y su causa no les duele el desprendimiento ni la renuncia, aunque parezca heroica. El gran desafío que tenemos los cristianos es decidirnos entre una religión burguesa o un cristianismo de seguimiento de Jesús. Como ha dicho alguien con ingenio, se trata de vivir hoy "con el aire de Jesús" y no "al aire que más sopla". Un cristianismo reducido a unos pocos ratos y a unos pocos ritos religiosos vale para muy poco o para nada. Como se ha dicho tantas veces, de un cristianismo reducido a media hora dominical no hay que esperar gran cosa. ¿Qué influencia puede tener en las personas una religión que no exige más que tres cuartos de hora los domingos? Seguir a Cristo implica la vida entera, no sólo algunos tiempos o algunas zonas de nuestra existencia. Lo que el profeta Elías no podía exigir, por ser un hombre; Cristo sí puede, por ser el Hijo de Dios. Más aún, no hay otra manera de seguirle: «El que sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios». El seguimiento de Cristo –decisión libre del discípulo- sólo puede ser incondicional, es el Señor quién pone las condiciones. No caben rebajas ni descuentos. El seguimiento de Cristo no es una cuestión de negociaciones. Poner condiciones es estar diciendo «no», es ya dejar de seguirle. Cristo no quita nada y lo pide todo, porque lo ha dado todo. Y esto es lo que implica ser cristiano: un seguimiento incondicional. No hay dos tipos de cristianos. Sólo es verdaderamente cristiano el que «va a por todas». Cristo comprende la debilidad humana y los fallos motivados por ella, pero no acepta la mediocridad por sistema, el «bajar el listón», los cálculos egoístas. Los apóstoles fueron grandes pecadores: san Pedro llegó a negar a Cristo, san Pablo persiguió a la Iglesia... Pero no fueron mediocres: se dieron del todo, gastaron su vida por Cristo, sin reservarse nada. Las exigencias de Jesús para seguirle suenan muy duramente a los oídos y, mal entendidas, pueden producir la idea de un Jesús sin entrañas. Las expresiones tan duras de Jesús hay que entenderlas en sentido metafórico. Son expresiones orientales, intencionadamente exageradas para poner más de relieve el mensaje que quiere comunicar. Con ellas pretende señalar la radicalidad con que es preciso seguirle. Jesús no fue inhumano; al contrario, fue el más humano de los humanos. Su vida fue un continuado gesto de ternura. No pudo contener las lágrimas ante la muerte de su amigo Lázaro. Jesús defiende el amor y el cuidado de los padres ancianos. Lo que quiere decirnos es que nadie, pero menos sus discípulos, ha de dejarse atrapar por una familia posesiva, sino que cada miembro ha de hacer su opción libre, que la familia no puede condicionar su llamada a seguirle y a trabajar por el Reino. Jesús habla de totalidad: "Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente". No se pueden separar unos tiempos, unas ocupaciones, unos ritos y unos ratos para Dios y, luego, vivir a impulsos del capricho. Todo y para siempre, como sucede con los grandes amores. He aquí un mensaje apremiante para muchos contemporáneos nuestros tan amigos de lo provisional. El seguimiento de Cristo es la vocación del cristiano. No es la decisión libre del discípulo la única determinación para seguir a Jesucristo. Él quiere ser el único absoluto de nuestra vida. El que se escandaliza porque Cristo exige la renuncia, incluso a cosas buenas, es que no ha entendido nada del evangelio. Ser cristiano no equivale a ser honrado y no hacer mal; eso lo procuran hacer también los seguidores de muchas religiones e incluso muchos ateos. Ser cristiano significa estar dispuesto a toda renuncia y a todo sacrificio por Cristo. Seguirle incondicionalmente merece la pena.

Jesús quiere de nosotros que le sigamos totalmente, a él no le valen las medias tintas. Para poder seguir a Jesús de esta manera radical y total en nuestras vidas tenemos que tener una profunda experiencia de encuentro con el Señor. Sólo un corazón enamorado de Cristo puede dejar todo y seguirle. El cine de nuestros días nos presenta historias de amor en las que un hombre o una mujer, al encontrar el amor de sus vidas son capaces de dejar todo lo que era su vida y lanzarse a la aventura, trasladarse de ciudad, de casa, de familia para vivir esa historia de amor. La sociedad nos presenta como amor verdadero aquel que es capaz de dejarlo todo por entregarse a la persona amada.

Humanamente lo vemos claro, pues cristianamente es lo mismo, cuando un hombre o una mujer se encuentra en los hondo de su corazón con el AMOR, con Cristo, entonces deja todo y embarca su vida totalmente en el seguimiento de Jesús: sacerdotes, monjes, monjas, misioneros, matrimonios, seglares...sea cual sea su condición, un corazón enamorado de Cristo se entrega totalmente a Él.

Viendo nuestras faltas de compromiso me pregunto ¿De vedad mi vida de fe es un vivir enamorado de Cristo? ¿Vivo cada día mi amor a Cristo en mi amor a los hermanos? Creo que nos falta experiencia de amor a Dios y de amor de Dios. Nos falta la experiencia de fe, tenemos muchos conocimientos de fe, de la biblia, del evangelio pero muy poco conocimiento personal del encuentro con el amor de Cristo. Vivamos a Cristo, vivamos su amor y descubriremos asombrados que lo que nos parecia imposible dejar por su amor lo haremos gozosos y alegres.

Que Dios os conceda a todos un feliz domingo, que os otorgue su copiosa bendición.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco


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24/6/10

El liberalismo económico según el Papa

El colapso financiero en todo el mundo ha demostrado, como sabemos, la fragilidad del sistema económico actual y de las instituciones relacionadas con él. También ha demostrado el error de la hipótesis de que el mercado es capaz de autorregularse, independientemente de la intervención pública y del apoyo de las normas morales. Esta hipótesis se basa en una noción empobrecida de la vida económica, como una especie de mecanismo de auto-calibración impulsado por el interés propio y la búsqueda de ganancias. Como tal, pasa por alto el carácter esencialmente ético de la economía, como una actividad de y para los seres humanos. Más allá de la espiral de producción y consumo en función de unas necesidades humanas estrictamente definidas, la vida económica debería ser un ejercicio de responsabilidad humana, intrínsecamente orientada hacia la promoción de la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común y el desarrollo integral - político, cultural y espiritual - de individuos, familias y sociedades.”

22/6/10

Otro Cristo: fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote

Traemos hoy a nuestra web un documental que con motivo del Año Sacerdotal convocado por S.S. Bendicto XVI, H.M. Televisión, a través de la Fundación E.U.K. Mamie, en colaboración con la Congregación vaticana para el Clero, ha producido con el título: "Alter Christus: Fidelitas Christi, Fidelitas Sacerdotis" (Otro Cristo: fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote).

Esta producción da unas rápidas pinceladas sobre los múltiples aspectos de la vida sacerdotal. Tomando como centro la vida de san Juan María Vianney, los temas que trata van desde la identidad sacerdotal a los sacramentos, desde el celibato hasta la misión.

















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20/6/10

«¿Quién dice la gente que soy yo?»

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Zacarías 12, 10-1 // Salmo 63 // Gálatas 3, 26-29// Lucas 9, 18-24

Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios que escuchamos en este domingo nos presenta a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, prometido desde antiguo.

Escuchamos en la primera lectura del libro del profeta Zacarias, el anuncio y la promesa de Dios que enviará a su Hijo, que nacerá en la casa de David su siervo y que traerá la Salvación para el genero humano. La profecía anuncia la pasión de Cristo, el siervo sufriente en la cruz: miraran al que traspasaron... harán llanto, habrá luto en Jerusalén... Son palabras que pueden parecer un anuncio trágico, doloroso y sin esperanza. Es cierto que anuncian el dolor del Señor en la pasión, pero ese dolor está lleno de esperanza, de amor, de infinita misericordia, de entrega generosa por todos los hombres y para nuestra salvación. Dios anuncia desde el Antiguo Testamento cuál será el camino de la redención de todos los hombres y mujeres de la Tierra. Salvación de nuestras culpas y pecados.

Jesús en el evangelio retoma está palabras del profeta Zacarias para anunciarles directamente a sus apóstoles la pasión que va a sufrir en Jerusalén. Primero les hace una pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Jesús hace una especie de sondeo sociológico para comprobar hasta que punto ha calado su pedicación en el mundo, quiere escuchar a aquellos que no están cerca de él pero que opinan de él. Los apóstoles recogen las distintas respuestas: un profeta, el profeta Elías, Juan Bautista que ha vuelto a la vida...

El Señor hoy también escucha lo que nuestra sociedad dice de Él: un profeta, un personaje muy interesante, un iluminado, un invento, un gran lider, etc. ¡Tantas y tantas cosas podemos escuchar de Jesús! Leía en un artículo el otro día que Jesús es el personaje del que se han escrito más obras, ensayos, novelas, relatos, investigaciones, tesis doctorales del mundo entero y de todos los tiempos. Es el personaje del que se han escrito las mayores laudatorias y las mayores tonterias y burradas... Además suelen escribir sobre Él los que no creen en Él, los que no tienen fe en Él.

Pero Jesús les dice a los apóstoles: bueno... eso es lo que la gente piensa de mi... pero, y vosotros ¿Quién soy yo para vosotros? para los que estáis conmigo día y noche, los que me escucháis, me véis hacer milagros, me véis perdonar...

Pedro es el único que se atreve a responder: "Tú eres el Mesías de Dios".

El Señor Jesús nos pregunta hoy a nosotros, los que prácticamos, los que estamos con él, los que participamos en los sacramentos, en las acciones litúrgicas, los que nos denominamos a nosotros mismos "CRISTIANOS", ¿quién soy yo para tí? Yo os digo: ¿qué contestaríamos? Porque muchas de las burradas sobre Jesús que circulan por el mundo son admitidas e incluso propagadas por los que se declaran creyentes. En mis años de sacerdote, he escuchado en distintos grupos de Iglesia, en cristianos de a pie, tantas tonterias sobre Jesús que a veces creo que es imposible que seamos tan fáciles en creer al primer autor que se invente lo primero que se le ocurra sobre Jesús y sin embargo no tenemos ni idea, ni creemos lo que nos dice el evangelio sobre él. Por otra parte, el evangelio y la Palabra de Dios viene avalada por millones y millones de creyentes que a lo largo de la historia se han acercado y han conocido y vivido a Cristo hasta entregar la vida por Él.

Ninguna de las teorias actuales y tan "modernas" viene avalada por esa multitud de mártires y santos. Y somos tan tercos en la fe, que preferimos creer al primero que llega que seguir a los que han sido pilar y guía de todos los miles, millones de cristianos que nos han precedido en la fe.

Hoy domingo escuchemos está pregunta: ¿Quién soy yo para tí? El Señor quiere conocer tu respuesta, quiere saber quién es para nosotros. Os invito a que durante toda esta semana intentemos responderle de corazón, de verdad, a él no podemos engañarle, y vayamos profundizando en uestra opción personal de fe y de amor por Jesucristo, el Mesías, nuestro Salvador.

Que el Señor os bendiga a todos, feliz domingo, feliz día del Señor.

Tomás Pajuelo. Párroco

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19/6/10

El gran éxito de la "Última Cima" prolonga su permanencia en las Carteleras de Córdoba

El gran éxito de asistencia y de taquilla que está obteniendo la película "La última cima" en toda España y también en nuestra ciudad de Córdoba, ha hecho que su permanencia en cartelera, que, en principio, estaba prevista sólo hasta esta última semana, se prolongue una semana más.

Así, durante la próxima semana podremos disfrutar todavía de su proyección diaria a las 20'00 h. en los cines "Guadalquivir, Cinemas 10". Desde aquí os recomendamos sinceramente aprovechar la ocasión e ir a verla. Merece la pena.

Os dejamos a continuación algunos enlaces a prestigiosas opiniones sobre la película:

12/6/10

Reflexiones sobre la Eucaristía

XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: 2Sam 12,7-10.13 // Salmo 32 // Gál 2,16.19-21 // Lc 7,36-8,3

Queridos hermanos y hermanas, como os decía el domingo pasado, vamos a seguir en esta celebración de la Octava del Corpus Christi reflexionando sobre la Eucaristía. La reflexión de esta semana parte de varios textos de dos grandes santos: San Juan de Ávila y S. Juan María Vianney. Os iré desgranando algunas reflexiones siguiendo la lectura de una selección de sus textos eucarísticos. Los textos de S. Juan de Ávila y del Santo Cura de Ars aparecen en azul, mis pobres comentarios en negro.



Textos de S. Juan de Ávila:

Cosa nunca oída ni vista, que hallase Dios manera cómo, subiéndose al cielo, se quedase acá su misma persona por presencia real, encerrada y abreviada debajo de unos accidentes de pan y vino; y con inefable amor dio a los sacerdotes ordenados... que, diciendo las palabras que el Señor dijo sobre el pan y vino, hagan cada vez que quisieren lo mismo que el Señor hizo el Jueves Santo (Sermón 35, 217).

Señor... encumbraste tu amor, que no tiene tasa, y ordenaste por modo admirable cómo, aunque te fueses al cielo, estuvieses acá con nosotros; y esto fue dando poder a los sacerdotes para que con las palabras de la consagración te llamen, y vengas tú mismo en persona a las manos de ellos, estés allí realmente presente, para que así seamos participantes en los bienes que con tu Pasión nos ganaste; y le tengamos en nuestra memoria con entrañable agradecimiento y consolación, amando y obedeciendo a quien tal hazaña hizo, que fue dar por nosotros su vida.


S. Juan de Ávila nos hace caer en la cuenta de la grandeza del Sacramento de la Eucaristía, de cómo Jesús, el Hijo de Dios, viene a la humildad de nuestro altar para quedarse en nuestras vidas.

La intención del Señor ésta fue; y la misa representación es de su sagrada pasión de esta manera: que el sacerdote, que en el consagrar y en los vestidos sacerdotales representa al Señor en su Pasión y en su muerte, que le representa también en la mansedumbre con que padeció, en la obediencia, aun hasta la muerte de cruz, en la limpieza de la castidad, en la profundidad de la humildad, en el fuego de la caridad que haga al sacerdote rogar por todos con entrañables gemidos, y ofrecerse a sí mismo a pasión y muerte por el remedio de ellos, si el Señor le quisiere aceptar.

Esta es la representación de la sagrada Pasión que en la misa se hace; y esto significa tender los brazos en cruz al sacerdote, el subirlos y bajarlos, sus vestiduras, y todo lo demás. Y con este representación, el Eterno Padre es muy agradado, el Hijo de Dios bien tratado y servido (Tratado del Sacerdocio, 25-26).

Cristo esta como “encerrado en un sagrario y encarcelado... por el grande amor que nos tiene. El mismo se deja prender... en cárcel de amor. Quítale el amor con que allá está, y verás que es incomportable estar donde está (Sermón 43, 383).

Encarcelado por amor en nuestros corazones, ¿podemos pedir más a nuestro Dios y Señor, Jesucristo? Encarcelado por amor en nuestras vidas, en nuestros problemas, en nuestras alegrías….

La mejor prenda que tenía te dejó cuando subió allá, que fue el palio de su carne preciosa en memoria de su amor (Tratado del Amor de Dios, 14, 544).

Encerró Dios en ese Sacramento santísimo todas sus maravillas pasadas... Pues aquí en el Sacramento hallaréis todo eso que ha ya tantos años que pasó; pues ésa es la virtud que tiene este santísimo Sacramento, como la que tenía el maná que cayó del cielo (Sermón 41, 215).

Y ofreciéndote a si de esta manera, haces al Señor más señalados servicios en esto que si mil mundos le dieses ... Él mismo se ofrece a Dios en recompensa de que el mismo Dios se da a Él (Sermón 43, 677 ss).

¿Quién vio, quién oyó que Dios se diese en manjar a los hombres y que el Criador sea manjar de su criatura? ¿Quién oyó que Dios se ofreciese a ser deshonrado y atormentado hasta morir por amor de los hombres, ofendedores de El? (Sermón 33, 20)

Manso va el Señor y callado como un cordero, y con entrañas encendidas de amor para darnos lo que nos cumple; y todo lo que allí se ve y se cree nos convida a que nos lleguemos a El, a recebir de su mano el perdón y la gracia (Sermón 36, 213ss).

Pues ¿qué gracias te daré, Señor? ¿Cómo te alabaré por tal dádiva como ésta? ¿Dónde merecí yo tal honra? ¿Dónde me vino tal dignidad que quieras tú, Dios mío hacerme participante de ti? ¿Cuál de tus beneficios se puede igualar a éste? Grandísimo es el beneficio de tu encarnación, en el cual tuviste por bien de tomar mi humanidad en ti; mas aquí dasme la humanidad junto con la divinidad, para que, recibiéndola y encorporándola conmigo, venga a hacerme una cosa contigo (Meditación del beneficio que nos hizo el Señor).

Sacramento de amor y unión, porque por amor es dado, amor representa y amor obra en nuestras entrañas ... todo este negocio es amor (Sermón 51, 759).

¿Qué cosa es una hostia consagrada sino una Virgen que trae encerrado en sí a Dios? (Sermón 4, 329)

Y así hay semejanza entre la santa encarnación y este sacro misterio; que allí se abaja Dios a ser hombre, y aquí Dios humanado se baja a estar entre nosotros los hombres; allí en el vientre virginal, aquí debajo de la hostia; allí en los brazos de la Virgen, aquí en las manos del sacerdote (Sermón 55, 235/Carta 122)

¡Oh maravilloso trueco el que con nosotros, Señor, heciste! Tomaste de nosotros nuestra flaca y mortal humanidad, dístenos en su lugar tu admirable y excelentísima dignidad. Verdaderamente todo el tesoro de tu gracias derramaste sobre nosotros, y abierto el corazón que tenías de padre, rompiste las venas de tu excelentísima caridad y dejástelas correr sobre nosotros (Meditación del beneficio que nos hizo el Señor).

¿Con qué agradecimiento serviremos a Dios esta merced? ¡Cuán grande ha de ser nuestra santidad y pureza para tratar a Jesucristo, que quiere ser tratado de brazos y corazones limpios, y por eso se puso en los brazos de la Virgen, y José fue también virgen limpísimo, para dar a entender que quiere ser tratado de vírgenes (Sermón 4, 338/Carta 6, 88).

¡Oh manjar divino, por quien los hijos de los hombres se hacen hijos de Dios y por quién vuestra humanidad se mortifica para que Dios en el ánima permanezca! ¡Oh pan dulcísimo, digno de ser adorado y deseado, que mantienes el ánima y no el vientre; confortas el corazón del hombre y no le cargas el cuerpo; alegras el espíritu y no embotas el entendimiento; con cuya virtud muere nuestra sensualidad, y la voluntad propia es degollada, para que tenga lugar la voluntad divina y pueda obrar en nosotros sin impedimento! ¡ Oh maravillosa bondad que tales mercedes quiso hacer a tan viles gusanillos! ¡Oh maravilloso poder de Dios, que así puso, debajo de especie de pan, su divinidad y humanidad y partirse él en tantas partes, sin padecer él detrimento en sí! ¡ Oh maravilloso saber de Dios, que tan conviniente y tan saludable medio halló para nuestra salud! Convenía, sin duda, que por una comida habíamos perdido la vida, por otra la cobrásemos, y que así como el fructo de un árbol nos destruyó a todos, así el fructo de otro árbol precioso nos reparase a todos. Venid, pues, los amadores de Dios y asentaos a esta mesa (Meditación del beneficio que nos hizo el Señor).

Textos de S. Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars:

Si tuviéramos fe seríamos capaces de ver a Jesucristo en el Santísimo Sacramento como los ángeles lo ven en el cielo. El está ahí. Nos espera.

"Si uno tuviera suficiente fe, vería a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras su fanal, como un vino mezclado con el agua”.

Aconsejaba comenzar todos los días haciendo un sencillo ofrecimiento de todo el día a Dios: “Hay que actuar por Dios, poner nuestras obras en sus manos. Hay que decir al despertarse: Quiero trabajar por Ti, Dios mío. ¡Me someteré a todo lo que me envíes! Me ofreceré en sacrificio. Pero, Señor, no puedo hacer nada sin Ti, ¡ayúdame! Oh, en el momento de la muerte nos arrepentiremos del tiempo que hemos dado a los placeres, a las conversaciones inútiles, al reposo, en vez de haberlo empleado a la mortificación, al rezo, a las buenas obras, a pensar en la miseria, a llorar los propios pecados. ¡Entonces veremos que no hemos hecho nada por el cielo! Hijos míos, ¡qué triste sería llegar a esa situación!”

y Para llevar una buena vida cristiana, nunca es tarde: sea cual fuese nuestro pasado, nuestra edad, nuestros defectos…: “Los santos, no todos han empezado bien, pero todos han sabido terminar bien. Si hemos empezado mal, procuremos terminar bien e iremos al cielo junto con ellos”.

La gente dice que es demasiado difícil alcanzar la salvación. No hay, sin embargo, nada más fácil: observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, y evitar los siete pecados capitales; es decir, hacer el bien y evitar el mal; ¡no hay más que eso!”

ue mir“El corazón se dilata, se baña en amor divino. El pez no se queja nunca de tener mucha agua: el buen cristiano no se queja nunca por estar mucho tiempo con Dios. Hay quienes encuentran la religión aburrida, es porque no tienen al Espíritu Santo”.

San Juan María Vianney había comprendido igualmente que «el sacerdote ante todo ha de ser hombre de oración»[46]. Todos conocen las largas noches de adoración que, siendo joven cura de una aldea, entonces poco cristiana, pasaba ante el Santísimo Sacramento.

El tabernáculo de su Iglesia se convirtió muy pronto en el foco de su vida personal y de su apostolado, de tal suerte que no sería posible recordar mejor la parroquia de Ars, en los tiempos del Santo, que con estas palabras de Pío XII sobre la parroquia cristiana: «El centro es la iglesia, y en la iglesia el tabernáculo, y a su lado el confesionario: allí las almas muertas retornan a la vida y las enfermas recobran la salud»[47].

A los sacerdotes de hoy, tan fácilmente atraídos por la eficacia de la acción y tan fácilmente tentados por un peligroso activismo, ¡cuán saludable es este modelo de asidua oración en una vida íntegramente consagrada a las necesidades de las almas! «Lo que nos impide a los sacerdotes —decía— ser santos es la falta de reflexión; no entra uno en sí mismo; no se sabe lo que se hace; necesitamos la reflexión, la oración, la unión con Dios?». Y él mismo —afirma uno de sus contemporáneos— se hallaba en estado de continua oración, sin que de él lo distrajeran ni la pesada fatiga de las confesiones ni las demás obligaciones pastorales. «Conservaba una unión constante con Dios en medio de una vida excesivamente ocupada» [48].

Escuchémoslo aún. Inagotable es cuando habla de las alegrías y de los beneficios de la oración. «El hombre es un pobre que tiene necesidad de pedirlo todo a Dios»[49]. «¡Cuántas almas podríamos convertir con nuestras oraciones!» [50]. Y repetía: «La oración, esa es la felicidad del hombre sobre la tierra»[51]. Felicidad ésta que el mismo gustaba abundantemente, mientras su mirada iluminada por la fe contemplaba los misterios divinos y, con la adoración del Verbo encarnado, elevaba su alma sencilla y pura hacia la Santísima Trinidad, objeto supremo de su amor. Y los peregrinos que llenaban la iglesia de Ars comprendían que el humilde sacerdote les manifestaba algo del secreto de su vida interior en aquella frecuente exclamación, que le era tan familiar: «Ser amado por Dios, estar unido a Dios, vivir en la presencia de Dios, vivir para Dios: ¡cuán hermosa vida, cuán bella muerte!»[52].

Nos quisiéramos, Venerables Hermanos, que todos los sacerdotes de vuestras diócesis se dejaran convencer por el testimonio del Santo Cura de Ars, de la necesidad de ser hombres de oración y de la posibilidad de serlo, por grande que sea el peso, a veces agobiante, de las ocupaciones ministeriales. Mas se necesita una fe viva, como la que animaba a Juan María Vianney y que le llevaba a hacer maravillas: «¡Qué fe! —exclamaba uno de sus compañeros—, con ella bastaría para enriquecer a toda una diócesis»[53].

Esta fidelidad a la oración es, por lo demás, para el sacerdote un deber de piedad personal, donde la sabiduría de la Iglesia ha precisado algunos puntos importantes, como la oración mental cotidiana, la visita al Santísimo Sacramento, el Rosario y el examen de conciencia [54]. Y es también una estricta obligación contraída con la Iglesia, la tocante al rezo cotidiano del Oficio divino [55]. Tal vez por haber descuidado algunas de estas prescripciones, algunos miembros del Clero poco a poco se han visto víctimas de la inestabilidad exterior, del empobrecimiento interior y expuestos un día, sin defensa, a las tentaciones de la vida. Por lo contrario, «trabajando continuamente por el bien de las almas, Vianney no olvidaba la suya. Se santificaba a sí mismo, para mejor poder santificar a los demás»[56].

Con San Pío X «tenemos, pues, que estar persuadidos de que el sacerdote, para poder estar a la altura de su dignidad y de su deber, necesita darse de lleno a la oración... Mucho más que nadie, debe obedecer al precepto de Cristo: Es preciso orar siempre, precepto del que San Pablo se hace eco con tanta insistencia: Perseverar en la oración, velando en ella con acción de gracias. Orad sin cesar»[57]. Y de buen grado, como para concluir este punto, hacemos Nuestra la consigna que Nuestro inmediato Predecesor Pío XII, ya en el alba de su Pontificado, daba a los sacerdotes: «¡Orad, orad más y más, orad con mayor insistencia»[58].

La oración del Cura de Ars que pasó, digámoslo así, los últimos treinta años de su vida en su iglesia, donde le retenían sus innumerables, penitentes, era, sobre todo, una oración eucarística. Su devoción a nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento del altar, era verdaderamente extraordinaria: «Allí está —decía— Aquel que tanto nos ama; ¿por qué no habremos de amarle nosotros?» [59]. Y ciertamente que él le amaba y se sentía irresistiblemente atraído hacia el Sagrario: «No es necesario hablar mucho para orar bien —así explicaba a sus parroquianos—. Sabemos que el buen Dios está allí, en el santo Tabernáculo: abrámosle el corazón, alegrémonos de su presencia. Esta es la mejor oración»[60]. En todo momento inculcaba él a los fieles el respeto y el amor a la divina presencia eucarística, invitándoles a acercarse con frecuencia a la santa mesa, y él mismo les daba ejemplo de esta tan profunda piedad: «Para convencerse de ello —refieren los testigos— bastaba verle celebrar la santa Misa, y verle cómo se arrodillaba cuando pasaba ante el Tabernáculo»[61].

«El admirable ejemplo del Santo Cura de Ars conserva también hoy todo su valor», afirma Pío XII [62]. En la vida de un sacerdote, nada puede sustituir a la oración silenciosa y prolongada ante el altar. La adoración de Jesús, nuestro Dios; la acción de gracias, la reparación por nuestras culpas y por las de los hombres, la súplica por tantas intenciones que le están encomendadas, elevan sucesivamente al sacerdote a un mayor amor hacia el Divino Maestro, al que se ha entregado, y hacia los hombres que esperan su ministerio sacerdotal. Con la práctica de este culto, iluminado y ferviente, a la Eucaristía, el sacerdote aumenta su vida espiritual, y así se reparan las energías misioneras de los apóstoles más valerosos.

Es preciso añadir el provecho que de ahí resulta para los fieles, testigos de esta piedad de sus sacerdotes y atraídos por su ejemplo. «Si queréis que los fieles oren con devoción —decía Pío XII al clero de Roma— dadles personalmente el primer ejemplo, en la iglesia, orando ante ellos. Un sacerdote arrodillado ante el tabernáculo, en actitud digna, en un profundo recogimiento, es para el pueblo ejemplo de edificación, una advertencia, una invitación para que el pueblo le imite»[63]. La oración fue, por excelencia, el arma apostólica del joven Cura de Ars. No dudemos de su eficacia en todo momento.

Mas no podemos olvidar que la oración eucarística, en el pleno significado de la palabra, es el Santo Sacrificio de la Misa. Conviene insistir, Venerables Hermanos, especialmente sobre este punto, porque toca a uno de los aspectos esenciales de la vida sacerdotal.

Y no es que tengamos intención de repetir aquí la exposición de la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el sacerdocio y el sacrificio eucarístico; Nuestros Predecesores, de f.m., Pío XI y Pío XII en magistrales documentos, han recordado con tanta claridad esta enseñanza que no Nos resta sino exhortaros a que los hagáis conocer ampliamente a los sacerdotes y fieles que os están confiados. Así es como se disiparán las incertidumbres y audacias de pensamiento que aquí y allá, se han manifestado a este propósito.

Mas conviene mostrar en esta Encíclica el sentido profundo con que, el Santo Cura de Ars, heroicamente fiel a los deberes de su ministerio, mereció en verdad ser propuesto a los pastores de almas como ejemplo suyo, y ser proclamado su celestial Patrono. Porque si es cierto que el sacerdote ha recibido el carácter del Orden para servir al altar y si ha comenzado el ejercicio de su sacerdocio con el sacrificio eucarístico, éste no cesará, en todo el decurso de su vida, de ser la fuente de su actividad apostólica y de su personal santificación. Y tal fue precisamente el caso de San Juan María Vianney.

De hecho, ¿cuál es el apostolado del sacerdote, considerado en su acción esencial, sino el de realizar, doquier que vive la Iglesia, la reunión, en torno al altar, de un pueblo unido por la fe, regenerado y purificado? Precisamente entonces es cuando el sacerdote en virtud de los poderes que sólo él ha recibido, ofrece el divino sacrificio en el que Jesús mismo renueva la única inmolación realizada sobre el Calvario para la redención del mundo y para la glorificación de su Padre. Allí es donde reunidos ofrecen al Padre celestial la Víctima divina por medio del sacerdote y aprenden a inmolarse ellos mismos como «hostias vivas, santas, gratas a Dios» [64]. Allí es donde el pueblo de Dios, iluminado por la predicación de la fe, alimentado por el cuerpo de Cristo, encuentra su vida, su crecimiento y, sí es necesario, refuerza su unidad. Allí es, en una palabra, donde por generaciones y generaciones, en todas las tierras del mundo, se construye en la caridad el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.

A este propósito, puesto que el Santo Cura de Ars cada día estuvo más exclusivamente entregado a la enseñanza de la fe y a la purificación de las conciencias, y porque todos los actos de su ministerio convergían hacia el altar, su vida debe ser proclamada como eminentemente sacerdotal y pastoral. Verdad les que en Ars los pecadores afluían espontáneamente a la iglesia, atraídos por la fama espiritual del pastor, mientras otros sacerdotes han de emplear esfuerzos muy largos y laboriosos para reunir a su grey; verdad es también que otros tienen un cometido más misionero, y se encuentran apenas en el primer anuncio de la buena nueva del Salvador; mas estos trabajos apostólicos y, a veces, tan difíciles no pueden hacer olvidar a los apóstoles el fin al que deben tender y al que llegaba el Cura de Ars cuando en su humilde iglesia rural se consagraba a las tareas esenciales de la acción pastoral.

Más aún. Toda la santificación personal del sacerdote ha de modelarse sobre el sacrificio que celebra, según la invitación del Pontifical Romano: «Conoced lo que hacéis; imitad lo que tratáis». Mas cedamos aquí la palabra a Nuestro, inolvidable Predecesor en su exhortación Menti Nostrae: «Como toda la vida del Salvador estuvo orientada al sacrificio de sí mismo, así también la vida del sacerdote —que debe reproducir en sí mismo la imagen de Cristo—, debe ser con El, por El y en El un sacrificio aceptable... Por lo tanto, no se contentará con celebrar la Santa Misa, sino que la vivirá íntimamente; sólo de esta manera podrá alcanzar la fuerza sobrenatural que le transformará y le hará participar en cierto modo de la vida de expiación del mismo Divino Redentor»[65]. Y el mismo Pontífice concluía así: «El sacerdote debe tratar de reproducir en su alma todo lo que ocurre sobre el altar. Así como Jesucristo se inmola a sí mismo, su ministro debe inmolarse con El; así como Jesús expía los pecados de los hombres, también él, siguiendo el arduo camino de la ascética cristiana, debe trabajar por la propia y por la ajena purificación»[66].

La Iglesia tiene presente esta elevada doctrina cuando invita a sus ministros a una vida de ascesis y les recomienda que celebren con profunda piedad el sacrificio eucarístico. Y ¿no es tal vez por no haber comprendido bastante bien el estrecho nexo, y casi reciprocidad que une el don cotidiano de sí mismo con la obligación de la Misa por lo que algunos sacerdotes poco a poco han llegado a perder la prima caritas de la Ordenación? Tal era la experiencia del Cura de Ar. «La causa —decía— de la tibieza en el sacerdocio es que no se pone atención a la Misa». Y el Santo, que, tenía esta «costumbre de ofrecerse en sacrificio por los pecadores»[67], derramaba abundantes lágrimas «pensando en la desgracia de los sacerdotes que no corresponden a la santidad de su vocación»[68].

Sólo unas breves palabras: La imagen que usa el santo cura de Ars para referirse al Amor de Dios, es sencillamente magnifica: “un pez no se cansa nunca de estar rodeado de mucho agua”. Un cristianos nunca puede cansarse de estar rodeado de la Gracia de Dios en la Oración. Cuando un pez se le saca del agua entonces es cuando muere. Cuando un cristiano deja su vida de oración, entonces es cuando muere su vida de fe. Un activismo sin fe y oración es nada. Ya decía S. Pablo:”Puedo dejarme quemar vivo, si no tengo amor no me sirve de nada”. Podemos hacer las obras más grandes de misericordia, pero si las hacemos sin Amor de Dios y amor de corazón, no sirven de nada.

En la Eucaristía nos sumergimos en el AMOR INFINITO de Dios y esto es lo que nos procurará llenar de amor a los que nos rodean.

Es cierto que este domingo las páginas de reflexión son más largas que de costumbre. Creo sinceramente que pueden ser unos textos estupendos para imprimirlos y durante las largas tardes de verano y calor, meditarlas en la presencia de Dios en la oración.

Que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo. Párroco


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11/6/10

Recomendación: LA ÚLTIMA CIMA

Cartel de la película 'La última cima'

D. Pablo Domínguez Prieto, Decano de la Facultad de Teología ‘San Dámaso’, y sacerdote diocesano de Madrid, falleció con 42 años en un trágico accidente de montaña en el Moncayo el 16 de febrero de 2009.

Doce días antes de su muerte el actor y director de cine Juan Manuel Cotelo había asistido a su última conferencia en Madrid.

Cotelo quedó gratamente impresionado por este sacerdote y tras la noticia de su fallecimiento en la montaña se embarcó en un proyecto cinematográfico, con el apoyo de su productora Infinito+1, titulado "La última cima", y que en estos días se ha estrenado en las salas comerciales.

Pablo era conocido y querido por un número incalculable de personas, que han dejado constancia de ello después de su muerte. "La última cima" muestra la huella profunda que puede dejar un buen sacerdote, en las personas con las que se cruza. Y provoca en el espectador un pregunta comprometedora: ¿también yo podría vivir así?

Este es el inicio de la película presentada por el propio Juan Manuel Cotelo:


Aquí podéis ver un tráiler de esta película y aquí otro más.

Está previsto que se estrene este fin de semana en Córdoba, pero no sabemos por cuánto tiempo estará en cartelera. Os animamos a que acudáis a verla.

Teología para Todos. Capítulo 32. El Pecado Original. El Bautismo. La Confirmación

9/6/10

Novedades en nuestra Procesión del Corpus 2010

Conforme hemos informado con anterioridad en esta web, este próximo sábado, día 12, después de celebrar el miércoles, jueves y viernes el triduo en honor del Santísimo Sacramento, y celebrar a las 20:00 h. la Fiesta de Regla de la Hermandad de la Sagrada Cena, saldrá en procesión el Santísimo Sacramento por las calles de nuestra feligresía.

Según nos informa Paco Román, Diputado Mayor de Gobierno de la Hermandad de la Sagrada Cena, este año habrá dos novedades importantes:

El Grupo Joven de la Hermandad ha realizado un paso en el que procesionará la Inmaculada Concepción, habiendo configurado una cuadrilla con 33 jóvenes costaleros, que el viernes día 11 realizarán una ofrenda floral -claveles blancos- con el fin de componer el exorno floral del mismo.

La segunda novedad es el dorado de la peana del paso del Corpus, finalizando de este modo el conjunto. Este trabajo, como todos los que ha llevado a cabo esta hermandad hasta el día de la fecha, ha sido realizado en los talleres de Ángel Mª. Varo Pineda.

Por último, indicar que el recorrido será el siguiente: Salida del templo, Avda. de Guerrita, Manuel Fuentes "Bocanegra", Manuel Calero "Calerito", Avda. de Lagartijo, Avda. de Guerrita, Manuel Fuentes "Bocanegra", Manuel Cano "El Pireo", José Mª. Martorell, Francisco González Panchón, José Dámaso "Pepete", Avda. de Guerrita y retorno al templo.

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7/6/10

Celebración del Corpus Christi 2010 en nuestra Parroquia

La celebración del Corpus Christi en nuestra Parroquia tendrá el siguiente calendario:

Triduo en Honor de Jesús Sacramentado (Santa Misa y después Exposición del Santísimo)
  • 9 de junio, miercoles a las 21'00 h,
  • 10 de junio, jueves a las 21'00 h.
  • y 11 de junio, viernes a las 21'00 h.
Misa solemne de la Octava del Corpus Christi
  • 12 de junio, sábado, a las 20'00 h celebrándose a continuación la procesión con Jesús Sacramentado por las calles de nuestro barrio.
Queridos hermanos y hermanas, todos sabéis la importancia de esta solemnidad, me remito a mi homilía de este domingo, colgada en la web. Creo que no podemos crecer en el amor si no lo fomentamos, o lo que es lo mismo: "el roce hace el cariño." No podemos amar a Cristo Eucaristía si no participamos frecuentemente en ella, no podemos adorar los dones Eucarísticos si no pasamos largos ratos delante del Sagrario.

Para que crezca en nosotros el Amor a Cristo Eucaristía en estos días (el 9,10 y 11 de Junio a las 21h) en la parroquia tendremos el Triduo, con la Celebración de la Eucaristía y después un rato de Exposición del Santísimo en la Custodia para que podamos adorarle, quererle, amarle, pedirle...

Os invito fervientemente a participar en el Triduo, la hora en muy buena, no creo que mucha gente tenga que trabajar hasta las 21h de cada día. Podemos hacer un pequeño esfuerzo porque la recompensa será grande.

Os espero a todos, que muchos particípéis de este acontecimiento único y que nos acostumbremos a querer más a Jesús en la Eucaristía.

Tomás Pajuelo. Párroco del Beato Álvaro de Córdoba

5/6/10

CORPUS CHRISTI 2010

SOLEMNIDAD DEL SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Lecturas: Genesis 14, 18-20 // Salmo 109 // 1Corintios 11, 23-26// Lucas 9, 11b-17

Queridos hermanos y hermanas:

Imagen de la procesión del Corpus del año pasadoCelebramos hoy en la Iglesia Universal la Solemnidad del Corpus Christi. Es lo primero que hoy me gustaría aclarar, la solemnidad del Corpus se celebra hoy domingo en toda la Iglesia, cuando se cambió del jueves al domingo, se concedió un permiso especial a algunas iglesias locales (Toledo, Sevilla, Grananda, Priego de Córdoba) para poder seguir celebrándolo el jueves pero la Solemnidad desde hace casi veinte años se celebra en domingo. Espero que esto sirve de aclaración ante las muchas preguntas que sobre este punto me han hecho algunas personas.

La solemnidad del Corpus Christi, es una llamada a preguntarnos sobre nuestra vivencia y amor de la EUCARISTÍA. Fue el Papa Urbano IV, quién instituyó esta fiesta para hacer caer en la cuenta a todos los fieles, de la presencia real de Cristo en los dones del pan y el vino, transformados verdaderamente en su Cuerpo y en su Sangre. En nuestra tradición católica son muy numerosas y vividas las distintas procesiones. Está muy arraigada en nuestras vidas la costumbre de procesionar las imágenes de Cristo o de la Virgen María. Nos llena el corazón orar y contemplar una de las innumerables y bellísimas imágenes de nuestras parroquias, de nuestras hermandades y cofradias.

Pero si nos paramos friamente, son sólo eso, imágenes. Son una representación artística de un misterio de la vida de Cristo o de la Virgen. Son podríamos decir de algún modo el "video" de la vida de Jesús pasado fotograma a fotograma. Viendo de cerca y pausadamente cada momento de su pasión, muerte y resurrección. Si este ejemplo lo pasásemos a nuestra vida real, las imágenes serían nuestros álbumes de fotos que recogen paso a paso los momentos más importantes de nuestra vida. Siempre nos ayuda a recordar, a rememorar acontecimientos,... el ver y compartir esas fotos.

También en la vida de fe, contemplar las Sagradas Imágenes de la pasión del Señor nos recuerda y nos ayuda a valorar nuestra redención, lo que supuso nuestra Salvación. Pero en este día del Corpus Christi no procesionamos ninguna imagen, no vamos a sacar a la calle ninguna imagen de la pasión de Cristo. En el día del Corpus Christi honramos y veneramos al mismo Jesucristo que con su vedadero Cuerpo y Sangre saldrá por nuestras calles para llevar su Amor a todos. Esta es la profundidad de esta fiesta, Cristo verdaderamente andando por nuestras calles, pudiéndolo ver, mirar cara a cara, pasando a unos pocos metros de nosotros, de nuestras vidas concretas.

Mirad, yo sé que quizás el gran pecado de nuestros días es la falta de fe en la presencia real de Jesucristo en los dones Eucarísticos, que muchas veces oigo despectivamente "esa galleta blanca", "eso es una tonteria", "para que voy a confesar para recibir una galleta"... muchas otras que se me clavan en lo más hondo de mi corazón cuando las oigo.

Queridos hermanos, si hay algo único y verdadero en nuestra religión católica es la adoración y fe de la presencia real de Jesucristo en el Pan y el Vino que son realmente su Cuerpo y su Sangre. Os podría intentar transmitir la certeza de esta realidad con las vivencias personales de cada Eucaristía, de cada misa que he celebrado en mis 18 años de sacerdote. No os lo puedo explicar con palabras, mi pobreza intelectual y mi falta de oratoria me impiden explicaros convenientemente esta realidad pero os aseguro, os prometo que yo siento esa presencia real de Cristo cada vez que celebro la Eucaristía. Os puedo asegurar que siento, que toco, que le puedo hablar, porque realmente Cristo está en la Sagrada Hostía y en el Bendito Cáliz después de las palabras de la Consagración.

Es un experiencia única, es algo indescrptible pero totalmente real. Sé que si cualquiera de vosotros tuvieséis que explicarme con palabras lo que amáis a vuestros hijos o a vuestros padres... la frase que saldría sería: "no tengo palabras..." pero eso no significa que no améis profundamente a vuestros seres queridos. El hecho de que no podáis verbalizar ese sentimiento no significa que no exista. Pues de alguna manera la presencia real de Cristo en la Eucaristía no se puede expresar convenientemente con palabras pero si os aseguro que se siente, que está ahí realmente y que si cualquiera de nosotros le abre un poquito su corazón, pone un poquito de fe, se prepara profundamente limpiando su corazón de pecados en la confesión... os aseguro que sentirá, que vivirá la cercania de Dios que hecho Carne y Sangre por nosotros se queda en nuestras vidas para santificarlas.

Como vuestro párroco y pastor os pido, os ruego, os suplico, que abráis vuestros corazones a la Eucaristía, que no desperdiciéis el amor de Cristo, que en cada misa está aconteciendo lo más grande que puede pasar en el mundo, que Cristo está en el altar y quiere estar en tu interior. Que pena que durante la Eucaristía estemos pensando en el partido que hay ahora después, en dónde voy a ir ahora después con mis amigos, qué comeré mañana... y delante de tus narices está el más grande AMOR, que se entrega por ti para dar sentido pleno a tu vida, a tus problemas, a tus alegrias, a tus necesidades, a... lo que tu quieras.

A veces me pregunto qué pensará el Señor Jesús cuando presente en el altar vea que unos ni le hacen caso, otros está en sus cosas, otros incluso dudando de su presencia... y mi respuesta es siempre la misma: Señor somos así, ya lo experimentastes en la Cruz, ya comprobastes lo que somos, tú que salvastes a tantos enfermos, tú que distes la vista a los ciegos, el alimento a más de 7.000 personas con cinco panes y dos peces... Tú que te quedaste SOLO en la cruz, con tu madre y Juan. Tú que experimentastes en la vía dolorosa el desprecio, la humillación, me imagino que sentiras lo mismo cuando somos tan indiferente y tan fríos a adorarte en la Eucaristía, en tu presencia en el Altar.

Durante las reflexiones de este domingo y el próximo intentaré ayudaros a vivir más sinceramente la Eucaristía, a Amar de corazón el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo. Párroco

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2/6/10

El Milagro Eucarístico de Gorcun

Foto de la Sagrada Forma donde se aprecian los tres orificios producidos por la botaCon motivo de la festividad del Corpus Christi traemos a nuestra web la historia de un Milagro Eucarístico del que queda constancia en una Sagrada Forma que se venera en el Escorial.

Sucedió en Gorcun (Holanda) en 1572, en plena guerra de Flandes entre católicos y protestantes, cuando la catedral había sido profanada por un grupo armado de protestantes, llamados "zeeguezen" o "mendigos del mar". Las Sagradas Formas fueron desconsideradamente profanadas, esparcidas y pisoteadas.

Ante el asombro de los soldados, una de las obleas sagradas comenzó a sangrar por los tres orificios que le practicó la suela claveteada tras haber sido aplastada por una bota militar. El soldado quedó confundido y dolido. La recogió con temor, ternura y respeto y se la llevó al dean de la catedral Juan Van der Delpht. Se dice que posteriormente ingresaría como religioso franciscano.

La noticia de este milagroso suceso pronto se extendió por toda Alemania. Tras pasar por diversos dueños, la Sagrada Forma fue trasladada a Viena por Fernando Weidmer, capitán del ejército del emperador Rodolfo II, a través de cuyos descendientes llegó a España regalada a Felipe II.

Todos estos acontecimientos están recogidos en el archivo de Simancas en un documento de 1594.

Hoy en día todavía pueden verse en esta reliquia incorrupta, las marcas de la bota del soldado bordeadas por unas difusas manchas de color rojizo.

Se venera en el Escorial dentro de un precioso ostensorio que se expone a los fieles los días 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 28 de octubre (día de San Simón y San Judas).

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