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29/12/13

Fiesta de la Sagrada Familia 2013

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

Lecturas: Libro de Eclesiástico 3,2-6.12-14 // Salmo 128(127) // Carta de San Pablo a los Colosenses 3,12-21 // Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23

Hoy, Primer Domingo después del Nacimiento de Dios-hecho-Hombre, celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. Y en el Evangelio de hoy vemos a esta Familia en un trance muy difícil. La narración simplificada de la huída a Egipto tal vez nos impide captar en toda su dimensión lo que debe haber sido esta circunstancia para la Santísima Virgen y San José.

Nos dice el Evangelio (Mt. 2, 13-23) que, después de la visita de los Reyes Magos, “el Angel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al Niño y a la Madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al Niño para matarlo”.

¡Qué fe y qué obediencia la de San José! ¡Ni lo piensa! “Esa misma noche”, nos dice el Evangelio, hizo lo que el Angel le había indicado. No esperó. No titubeó. No buscó excusas. Sencillamente interrumpió el sueño, se levantó, y tomaron José y María camino hacia Egipto con el Niño, en obediencia al mandato del Señor.

Comienzan, entonces, nuevos imprevistos y dificultades para la Sagrada Familia. Esta orden del Señor significaba cruzar el peligroso desierto para escapar a un país extraño y lejano. Cruzar el desierto significaba estar expuestos a sed, hambre, riesgos, cansancio, etc. Irse a Egipto significaba un exilio en tierra extranjera. Pero tanto la Virgen como San José aceptaban con una fe indubitable los planes de Dios para con ellos. Así como partieron para Belén justo antes de María dar a luz, sin ningún temor, así como aceptaron tener como aposento para ellos y para el “Rey de Reyes”, la humildísima Cueva de Belén, así aceptan marcharse de allí a una tierra desconocida y lejana, sin saber siquiera por cuánto tiempo sería ese exilio.

La Segunda Lectura de la Carta de San Pablo a los Colosenses (Col. 3, 12-21) así como la Primera tomada del Libro del Eclesiástico (Eclo.3, 3-7/14-17), nos dan pautas de comportamiento en medio de la familia.

Sin embargo esas formas de comportarse en familia que nos presentan estas Lecturas, no son posibles si no vivimos en una continua búsqueda de la Voluntad de Dios. Porque ... ¿cómo podemos ser como nos dice San Pablo:“compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes, soportándonos mutuamente y perdonándonos” si no vivimos en Dios? ¿Cómo podemos llegar “a la perfecta unión” de que nos habla San Pablo, si no dejamos que sea Dios Quien nos una?

Sin embargo esto no es posible si nosotros -que pertenecemos a una familia, bien como esposos, bien como hijos, bien como hermanos- no vivimos atentos a cumplir la Voluntad de Dios. Hacer la Voluntad de Dios es dejar que El nos vaya transformando y nos vaya haciendo compasivos, magnánimos, humildes, afables, pacientes, capaces de perdonar y de apoyarnos mutuamente. Entregados cada uno a la Voluntad de Dios podremos amar con ese amor que une, ese amor que une en forma perfecta, porque es el Amor de Dios viviendo en cada uno de nosotros y en medio de cada familia.

Eso lo comprendió y vivió perfectamente la Sagrada Familia, el modelo de familia que Dios nos dejó. Ellos obedecían ciegamente la Voluntad del Padre. Ellos respondían con prontitud a la llamada del Señor. Ellos creían con fe ciega en los planes del Señor para con ellos, por muy inconvenientes que parecieran.

La Sagrada Familia tuvo sus momentos muy difíciles. Este de la Huída a Egipto no fue el único, ni el peor. Pero todo lo entregaban al Padre y se ponían en manos de El, con una confianza absoluta en su Voluntad.

Los momentos difíciles vienen más tarde o más temprano, más frecuentes o menos frecuentes, para cada familia o para cada uno en particular. Pero, confiando en la Voluntad Divina, todo se hace posible y todo se hace más fácil, porque todo está en manos del que nos guía. Y Ese que nos guía es el mismo que guió a la Sagrada Familia por el desierto hacia Egipto, la acompañó durante el duro exilio allí y luego la guió de vuelta a Nazaret. Ese es Dios Padre, que desea sólo nuestro bien. Y nuestro bien personal y nuestro bien familiar vienen de ir descubriendo y realizando la Voluntad Divina en nuestras vidas.

Feliz año nuevo a todos. Que Dios bendiga a todas las familias y nos conceda crecer en santidad.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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21/12/13

«José, hijo de David,...»

IV DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Isaías 7, 10-14 // Salmo 23, 1-2. 3-4ab. 5-6 (R.: cf. 7c y 10b)
// Romanos 1, 1-7 // Mateo 1, 18-24.

Queridos hermanos y hermanas:
Esta cita de San Pablo nos recuerda cómo se realiza el misterio de la salvación. Con la Encarnación del Hijo de Dios en la Virgen anunciada por Isaías, con su nacimiento en Belén, con su Vida, Pasión, y Muerte, culminando en su Resurrección gloriosa, se realiza el misterio de la salvación del género humano. Y punto focal de ese ciclo de nuestra redención es precisamente la Natividad del Hijo de Dios que se había encarnado en el seno de María Virgen.

Todo un Dios se rebaja de su condición divina -sin perderla- para hacerse uno como nosotros y rescatarnos de la situación en que nos encontrábamos a raíz del pecado de nuestros primeros progenitores. El viene a pagar nuestro rescate, y paga un altísimo precio: su propia vida. Pero para poder dar su vida por nosotros, lo primero que hace es venir a habitar en medio de nosotros, al nacer en Belén.

¡Qué maravilla el milagro de la Encarnación! En Jesucristo se unen la naturaleza divina con la naturaleza humana, pero esto, sin que ninguna de las dos naturalezas perdiera una sola de sus propiedades.
Pensemos lo insondable que es la naturaleza divina: Consiste ¡nada menos! en la plenitud infinita de todas las perfecciones. ¡Eso es Dios! Y ese Dios, esa Perfección Infinita se rebaja, se anonada para hacerse humano. Pero en ese abajamiento no pierde su Perfección plena e Infinita. ¡Qué grande maravilla!

Ese insólito milagro sucede cuando el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios (la Tercera Persona de la Santísima Trinidad) “cubre a la Virgen María con su sombra” y ella, por el “Poder del Altísimo”, concibe en su seno al Hijo de Dios, al Emanuel, al Dios-con-nosotros. Así, el Verbo de Dios se encarna en las entrañas de la Santísima Virgen María. (Lucas 1, 35-37)

El relato del Evangelio de San Mateo nos muestra de manera muy sobria, sin mayores detalles, el sufrimiento de San José. Podemos intuir cómo pudo haber sido este difícil trance: sus dudas ante los evidentes signos de la maternidad de su prometida, María; su angustia al no saber cómo actuar.

La Virgen se mantiene en silencio: lo que Dios le ha dicho privadamente, Ella lo conserva en su corazón y no dice nada de ello a José. El Señor suele actuar así, en forma misteriosa y secreta. Y el Señor mantiene el secreto, hasta que José, hombre bueno y santo, “no queriendo poner a María en evidencia”, nos dice el texto evangélico, decide abandonarla también en secreto. Pero Dios, que tiene su momento para revelarse, le habla en sueños a José a través del Ángel: “María ha concebido por obra del Espíritu Santo”.

Y José cree lo imposible, igual que María en la Anunciación creyó lo imposible. Ambos creyeron que para Dios no hay nada imposible. Así, el Salvador del mundo se había hecho Hombre, sin intervención de varón, por obra del Espíritu Santo, en el seno de la Virgen anunciada por el Profeta Isaías. ¡Misterio inmenso, increíble, insólito!

Y José acepta, en humildad y en obediencia, ser esposo terrenal de la Virgen Madre y ser padre virginal del Hijo de Dios. Ya María había aceptado que se hiciera en Ella según lo que Dios deseara, declarándose “esclava del Señor”: “Yo soy la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

Estamos ante San José, esposo virginal de la Virgen-Madre, la persona que Dios escogió como padre terrenal de su Hijo.

Y vemos en él virtudes que podemos imitar para que el misterio de la salvación, que ese Niño vino a traernos, pueda realizarse en cada uno de nosotros:

  • Fe por encima de las apariencias humanas. Para vivir la Navidad. Para orar. Para amar.
  • Humildad para aceptar sin cuestionar los designios de Dios. Para entregarnos a nuestra familia, a nuestra parroquia. A Jesús que viene.
  • Obediencia ciega a los planes de Dios. A la voluntad de Dios, sea cual sea. Obediencia a la Iglesia.
  • Entrega absoluta a la Voluntad Divina. Entrega en nuestra vida concreta.

Todas éstas son virtudes que observamos en San José y en la Virgen. Todas éstas son virtudes que nos preparan para la próxima venida del Señor. Todas son virtudes que podemos tener si nos abrimos a las gracias que Dios nos da en todo momento, pero especialmente en este tiempo de preparación para la Navidad. Tomás Pajuelo Romero. Párroco.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!!

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16/12/13

Mercadillo de Cáritas Parroquial



Con una buena asistencia de público se celebró el pasado domingo el tradicional mercadillo navideño de nuestra Cáritas Parroquial. Un mercadillo en el que los voluntarios de cáritas ofrecen diferentes productos procedentes de donaciones, manualidades elaboradas por algunos de sus integrantes e incluso flores de pascua, uno de los productos estrella del mercadillo.

Desde aquí queremos dar las gracias a los voluntarios por su colaboración desinteresada en favor de los más necesitados y a todos los que colaboraron económicamente adquiriendo los distintos productos.

Celebración de las "Migas de Los Pastores"



El pasado sábado, como viene siendo habitual todos los años por estas fechas, se celebraron en nuestra parroquia las denominadas "Migas de los Pastores". Una celebración en la que los colaboradores de la parroquia se reúnen en torno a un perol de migas para disfrutar de unas horas de convivencia en un ambiente navideño y de hermandad.



15/12/13

"Los Ciegos verán, los Sordos oirán, los Mudos hablarán, los Cojos andarán..."

III DOMINGO DE ADVIENTO


Lecturas: Isaías 35,1-6.10 // Salmo 146(145),7-10 // Santiago 5,7-10 //  Mateo 11,2-11

Las Lecturas de este Tercer Domingo de Adviento están muy conectadas entre sí.

En la Primer Lectura (Is. 1. 6-10) el Profeta Isaías nos anuncia los milagros que haría Aquél que vendría a salvar al mundo. Y en el Evangelio(Mt. 11, 2-11) vemos a Jesús usando esas mismas palabras de Isaías para identificarse ante San Juan Bautista.

En el Evangelio Jesucristo define a su primo San Juan Bautista como un Profeta, agregando que es “más que un profeta” (Mt. 11, 2-11). Y continúa describiéndolo como aquél que es su mensajero, su Precursor, aquél que va delante de El preparando el camino.

Esto fue cuando ya eran adultos -treinta años de edad tenían ambos. Juan había ya anunciado al Mesías que debía venir y había predicado la conversión y el arrepentimiento, bautizando en el Jordán. Ya había Juan caído preso por su denuncia del adulterio de Herodes. Paralelamente, Jesús ya había comenzado su vida pública y, aparte de su predicación, había también realizado unos cuantos milagros, por lo que su fama se iba extendiendo en toda la región.

Es así como, estando Juan en la cárcel, oye hablar de las cosas que estaba haciendo Jesús. Queriendo, entonces confirmar si era el Mesías esperado, San Juan Bautista mandó a preguntarle si era El o si debían esperar a otro.

Para ser humildes y sencillos como el Señor, debemos ver en los milagros anunciados por el Profeta Isaías y realizados por Jesús, los milagros que nuestro Redentor, puede hacer en cada uno de nosotros, especialmente en este tiempo de Adviento: ciegos que ven, sordos que oyen, mudos que hablan, cojos que andan, etc.

¿Y Jesús ya no hace milagros? Es cierto que veces se sabe de curaciones milagrosas, exorcismos, etc. que suceden aquí o allá. Pero son muchos los milagros que Jesús puede hacer –y de hecho hace- si nos disponemos. Tiempo propicio para ello es éste de preparación llamado Adviento.

Porque el Mesías, el Salvador del Mundo, Jesucristo, volverá, y debemos estar preparados. Y la mejor preparación es dejarnos sanar por Jesús que ya vino hace dos mil años y que continúa estando presente en cada uno de nosotros haciendo milagros con su Gracia. Hay que aprovechar todas las gracias derramadas en este Adviento, para prepararnos a la llegada del Mesías.

Jesús curó ciegos… dispongámonos a que cure nuestra ceguera, para que podamos ver las circunstancias de nuestra vida como El las ve. Jesús curó sordos… El puede curar la sordera de nuestro ruido, que no nos deja oír bien su Voz y así podamos seguirle sólo a El.

Jesús curó mudos… ¿y en qué somos mudos nosotros? En que no hablamos de El y de su mensaje. ¡Los católicos estamos enmudecidos! Pero El puede curar esa mudez que tenemos y que nos impide evangelizar. Porque la Nueva Evangelización es trabajo de todos y cada uno de nosotros! Porque lo dejó bien especificado Jesucristo y nos lo está pidiendo el Papa Francisco, y ya lo habían pedido los dos anteriores.

Con esas curaciones quedarán también sanadas nuestra cojera y nuestra parálisis, para que podamos de veras andar por el camino que nos lleva al Cielo y recibir al Señor cuando vuelva de nuevo a establecer su reinado definitivo.

En la Segunda Lectura (St. 5, 7-10) el Apóstol Santiago nos recomienda la paciencia para esperar el momento del Señor. Nos invita a la perseverancia en la espera de la venida del Señor. Nos pide tener la paciencia del agricultor que espera la cosecha y, sobre todo, nos pide imitar a los Profetas -San Juan Bautista, Isaías, y otros- en su paciencia ante el sufrimiento.

Así, en paciencia y perseverancia, convirtiéndonos de nuestra ceguera, nuestra sordera, nuestra mudez, nuestra cojera, etc., nos habremos preparado bien para recibir al Mesías. Así habremos aprovechado este Adviento. Que así sea.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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8/12/13

"Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos"

II DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Isaías 11, 1-10 // Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17 // Romanos 15, 4-9 // Mateo 3, 1-12.

Queridos hermanos y hermanas:
Las Lecturas de este Segundo Domingo de Adviento nos invitan a vivir el reino de paz y de justicia que viene a instaurar Jesucristo, el Mesías prometido.

Y con el Salmo 71 hemos invocado a ese“Rey de Justicia y de Paz” que “extenderá su Reino era tras era de un extremo a otro de la tierra”.

La Primera Lectura del Profeta Isaías (Is. 11, 1-10) nos describe al Mesías y también describe ese ambiente de justicia y de paz que El vendrá a traernos.

El Profeta Isaías hace un relato simbólico de lo que será el reino de Cristo. Nos presenta a animales -que por instinto son enemigos entre sí- viviendo en convivencia pacífica: el lobo con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo con el león... y hasta un niño con la serpiente.

Isaías invita a los seres humanos que también tendemos a ser rivales unos de los otros, a que vivamos en paz y en justicia. Y así -en paz y en justicia- podríamos convivir, si todos –unos y otros- recibiéramos al Mesías, si aceptáramos su Palabra, si de veras viviéramos de acuerdo a ella. ¿Será esto imposible?
Es lo mismo que nos sugiere San Pablo en su Carta a los Romanos (Rom. 15, 4-9) cuando nos dice: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al Espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo”.

Tambien celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada concepción de la Virgen María. Y podemos preguntarnos ¿qué importancia tiene la Inmaculada Concepción de María para nosotros hoy? María, santa e inmaculada desde su concepción, es una llamada y un modelo de santidad a la cual todos estamos llamados. Por eso la inmaculada concepción, no es para nosotros los católicos sólo un dogma de fe, es la certeza de que también en nosotros concebidos santos e inmaculados desde el momento del bautismo, puede vivir y crecer Cristo.

El Génesis nos describe poéticamente el momento posterior al primer pecado de los hombres, que introduce la muerte en el mundo. Intervienen cuatro protagonistas. Dios, a quien se ofende; la serpiente que tienta, y Adán y Eva, pecadores. Al desobedecer, pierden la gracia, y de amigos de Dios se han convertido en enemigos; han perdido también los dones preternaturales: la inmunidad de la concupiscencia, que les hace verse desnudos; la ciencia infusa, que les desprovee del don de sabiduría; la impasibilidad, o incapacidad de padecer y la inmortalidad, por la que no habrían pasado por la muerte. Se ven despojados, experimentan su desnudez, creaturiedad, pobreza y desamparo.

Cuando Dios, como Señor supremo, pide cuentas, los culpables presentan excusas, en vez de reconocer su pecado y pedir perdón con humildad. El pecado es un fenómeno complejo: el hombre y la mujer pierden la solidaridad entre ellos, y así, cada uno pretende disculparse. El hombre atribuye la culpa a la mujer, ésta se disculpa en la serpiente: "Es que la serpiente me engañó y he comido". Pero la serpiente ya no es interrogada por Dios. Y el hombre intenta incluso atribuir a Dios la causa última del mal, porque le ha dado una compañera que le ha seducido: “La mujer que me diste por compañera me ha dado del árbol...”. El mal permanece en el misterio, que nadie quiere aceptar.

Apenas han pecado, han sentido el aldabonazo de la conciencia, golpeando angustiosamente en su alma: Has ofendido a Dios, se va a cumplir la palabra que te dijo Yavé: "Morirás". Es un momento trágico de dolor insoportable; es una situación de descalabro, de bancarrota total. Nunca podremos saber la profundidad del pesar interno de nuestros primeros padres después del pecado. Podemos rastrear algo por nuestra propia experiencia, pero teniendo en cuenta que nosotros conocemos la existencia de los Sacramentos y que no hemos experimentado el estado de excepción y de privilegio suyo. Ellos perdían dones sobrenaturales: gracia, virtudes infusas, dones del Espíritu Santo. Perdían los dones preternaturales; la inmunidad de la concupiscencia, sobre todo. Caían de muy alto a muy profundo. Se reconocen responsables. Externamente todo sigue igual, pero el pecado hace que en su conciencia lo vean todo en su carácter doloroso y penoso. Tenían motivos para desesperarse. Después del interrogatorio, llega la maldición, empezando por la serpiente, que desde ahora entrará en lucha constante a vida o muerte con el hombre. No sólo representa las fuerzas de la naturaleza hostiles al ser humano, sino que en ella se encarna todo el problema del mal, presente de modo misterioso en el mundo creado.

Pero Dios es bueno siempre, siempre es fiel (1 Tes 5,24). Y aquellas eran sus criaturas, eran hijos, aunque han perdido la filiación gratuita. No les va a ahorrar el sufrimiento necesario para la expiación, pero no les va a abandonar: ”Dios hizo al hombre y a la mujer, unas túnicas de piel y los vistió”. Al cubrir la desnudez de su creaturiedad, descubre la ternura del Padre. “El Padre Eterno... decretó elevar a los hombres a la participación de su vida divina y, caídos por el pecado de Adán, no los abandonó, dispensándoles siempre su ayuda en atención a Cristo Redentor” (Lumen Gentium, 2). Les anuncia un Redentor. "Y dijo a la serpiente: Establezco enemistades entre tí y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te aplastará la cabeza" Génesis 3,9. Y le da a la mujer el nombre de Eva, es decir, “madre de todos los vivientes”. Aunque ellos han merecido la muerte, Dios recrea la vida, que, a pesar del mal y de la muerte, sigue siendo la gran bendición de Dios.

Al designar a María como llena de gracia vemos el inicio de un nuevo orden, fruto de la amistad con Dios que implica una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres, como se deduce del capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual ve en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer­comunidad está descrita con los rasgos de la mujer ­Madre de Jesús.

15. Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Lo que remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz, donde participa, con el alma traspasada por la espada, en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Dios ha hecho INMACULADA a la Madre de su Hijo, porque había de ser su Madre y, por tanto había de transmitirle, en cuanto hombre, según las leyes mendelianas, sus cualidades físicas, biológicas, psíquicas y espirituales. Jesús, “imagen de Dios invisible” como Persona Divina Hijo de Dios, había de ser genéticamente, como Hombre, el puro retrato de su Madre, en lo ontológico, en lo físico (sus mismas manos, el color de sus ojos, su aire al caminar, su finura y sencillez y majestad... un no sé qué que tienen las almas regias, sus mismos gestos característicos...) y en lo moral. Humanamente Jesús no tiene padre, y recibe los 45 cromosomas biológicos de su Madre Adorable. La maternidad divina de María es su participación en la humanidad de Cristo. El más pequeño pecado en María habría dejado en ella una disposición negativa, que hubiera contrariado su perfecta disposición para ser la Madre de Cristo. Si esta situación de María comporta una gran familiaridad con Dios por su semejanza mayor debida a la plenitud de su gracia, socialmente, será causa de una gran dificultad y dolor, teniendo que convivir con los pecadores a quienes, desde niña, ya con sus compañeras, le es difícil comprender. Veía que mentían, que eran coquetas, que desobedecían... y la llena de gracia, no lo podía entender... No había en ella concupiscencia, porque toda ella estaba sometida a Dios y todas sus fuerzas obedecían a su voluntad y razón ordenadas y rectas.

Fijándonos en el ejemplo que nos da la Virgen María, sigamos preparando el camino al Señor. Aprovechemos estas segunda semana de adviento para llenar de luz nuestros corazones. Para dejar que la Gracia de Dios habite en ellos. Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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30/11/13

«Estad también vosotros preparados...»

I DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Isaías 2, 1-5 // Salmo 121, 1-2. 4-9 // Romanos 13, 11-14 // Mateo 24, 37-44.

Queridos hermanos y hermanas:
Después de un periodo en el que, por motivos de trabajo y encomienda de nuevas tareas, no he podido mantener cada domingo la publicación en la web de la Parroquia mi reflexión, quiero reemprender con ánimo renovado y empeño ilusionante esta tarea y lo hago en este primer domingo de Adviento. Gracias y disculpad las molestias.

Con este Domingo Primero de Adviento comenzamos un nuevo Ciclo Litúrgico. El Adviento nos recuerda que estamos a la espera del Salvador. Y las Lecturas de hoy nos invitan a ver la venida del Señor de varias maneras:

• Una es la venida del Señor a nuestro corazón.
• Otra es la celebración de la primera venida del Señor, cuando nació hace casi dos mil años.
• Y otra es la que se refiere a la Parusía; es decir, a la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos.
Respecto de la venida del Señor a nuestro corazón, la Primera Lectura del Profeta Isaías (Is. 2, 1-5) nos recuerda que debemos prepararnos “para que El nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas”.
Respecto a la primera venida del Señor, es lo que solemos celebrar en Navidad. Y para esa venida también hay que preparase. ¿Cómo? Preparando el corazón para que Jesús pueda acunarse en nuestro interior.

Respecto de la Segunda Venida de Cristo en gloria, la Carta de San Pablo a los Romanos (Rom. 13, 11-14) nos hace ver una realidad: a medida que avanza la historia, cada vez nos encontramos más cerca de la Parusía: “ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer”. Por eso nos invita San Pablo a “despertar del sueño”.

Y ¿en qué consiste ese sueño? Consiste en que vivimos fuera de la realidad, tal como nos lo indica el mismo Jesucristo en el Evangelio de hoy (Mt. 24, 37-44). Consiste en que vivimos a espaldas de esa marcha inexorable de la humanidad hacia la Venida de Cristo en gloria. Consiste en que vivimos como en los tiempos de Noé, cuando -como nos dice el Señor- “la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca, y cuando menos lo esperaban sobrevino el diluvio y se llevó a todos”.

Y, nos advierte Jesucristo: “Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre”.

Así vivimos nosotros los hombres y mujeres del siglo XXI: sin darnos cuenta de que -como dice este Evangelio- “a la hora que menos pensemos, vendrá el Hijo del hombre” (Mt. 24, 44).

Y, “a la hora que menos pensemos” -como ha sucedido a tantos- podríamos morir, y recibir en ese mismo momento nuestro respectivo “juicio particular”, por el que sabemos si nuestra alma va al Cielo, al Purgatorio o al Infierno.

O podría ocurrirnos que -efectivamente- tenga lugar la Segunda Venida de Cristo al final de los tiempos. Para cualquiera de las dos circunstancias hay que estar preparados, bien preparados.

Estar preparados nos lo pide el Señor siempre y muy especialmente en este Evangelio: “Velad, pues, y estad preparados, porque no sabéis qué día va a venir su Señor” .

¿En qué consiste esa preparación? Las Lecturas de este Primer Domingo del Año Litúrgico nos lo indican:

“Caminemos en la luz del Señor” , nos dice el Profeta Isaías. “Desechemos las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz ... Nada de borracheras, lujurias, desenfrenos; nada de pleitos y envidias. Revistamos nuestras vidas más bien de nuestro Señor Jesucristo” , nos dice San Pablo en su Carta a los Romanos (Rm. 13, 11-14)

¿Por qué estas indicaciones de conversión en este momento? Porque el Adviento es un tiempo de preparación de nuestro corazón para recibir al Señor. Estas indicaciones nos sugieren dejar el pecado y revestirnos de virtudes. Sabemos que tenemos todas las gracias de parte de Dios para esta preparación de nuestro corazón a la venida de Cristo, “para que El nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas”.

Nuestra colaboración es sencilla: simplemente responder a la gracia para ser revestidos con las armas de la luz, como son: la fe, la esperanza, la caridad, la humildad, la templanza, el gozo, la paz, la paciencia, la comprensión de los demás, la bondad y la fidelidad; la mansedumbre, la sencillez, la pobreza espiritual, la niñez espiritual, etc.

Recordemos que el Hijo de Dios se hizo hombre y nació en Belén hace más de dos mil años. El está continuamente presente en cada ser humano con su Gracia para “revestirnos de El”. El también está continuamente presente en la historia de la humanidad para guiarla hacia la Parusía, en que volverá de nuevo en gloria “para juzgar a vivos y muertos”, como rezaremos en el Credo.

El Adviento es tiempo de preparación para ese momento. Que nuestra vida sea un continuo Adviento en espera del Señor. Así podremos ir “con alegría al encuentro del Señor” , como nos dice el Salmo 121.

Durante este tiempo de Adviento sería conveniente buscar un ratito de oración diaria, leer el evangelio y preparar nuestros corazones para vivir la Navidad.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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Aviso de recogida de alimentos y ropa durante el Adviento

AVISOS:

DURANTE TODO EL TIEMPO de Adviento, RECOGEMOS alimentos para CÁRITAS.

RECOGEMOS ropa en la Parroquia.

¡¡¡GRACIAS POR TU GENEROSIDAD!!!

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

20/10/13

Aviso: Reunión de los padres de los niños de 3º de primaria para preparar las primeras comuniones

Será el próximo jueves 22 de octubre a las 20:30h en el Salón Parroquial. Están convocados los padres y madres de los niños/as de 3º de primaria para preparar las primeras comuniones.

26/8/13

Cambio en el Horario de Misas

A partir del próximo día 1 de Septiembre el horario de misas en nuestra parroquia será el siguiente:

- De Lunes a Sábado: 20'00 h.
- Domingos: 10'00, 12'00 y 20'00 h.

25/8/13

Esforzaos por entrar por la Puerta Estrecha

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Isa. 66,18-21/Salmo 117(116)/Heb. 12,5-7.11-13/Luc. 13,22-30

Las Lecturas de este Domingo nos recuerdan nuestro camino al Cielo. El Señor nos habla en el Evangelio (Lc. 13, 22-30) de la“puerta estrecha” que lleva al Cielo ... y de los que quedarán fuera. El comentario de Jesús se da a raíz de una pregunta que le hace alguien durante una de sus enseñanzas, mientras iba camino a Jerusalén.“Señor: ¿es verdad que son pocos los que se salvarán?”  Y Jesús no responde directamente sobre el número de los salvados. Pero con su respuesta nos da a entender varias cosas.

Primero: que hay que esforzarse por llegar al Cielo. Nos dice así: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”. Lo segundo que vemos es que la puerta del Cielo es “angosta”. Además nos dice que “muchos tratarán de entrar (al Cielo) y no podrán”. Con razón nos dice el Señor que necesitamos esforzarnos. Y ... ¿en qué consiste ese esfuerzo? El esfuerzo consiste en buscar y en hacer solamente la Voluntad de Dios. Y esto que se dice tan fácilmente, no es tan fácil. Y no es tan fácil, porque nos gusta siempre hacer nuestra propia voluntad y no la de Dios.

Hacer la Voluntad de Dios es no tener voluntad propia. Es entregarnos enteramente a Dios y a sus planes y designios para nuestra vida. Es aún más: hacer la Voluntad de Dios es ceñirnos a los criterios de Dios ... y no a los nuestros. Es decirle al Señor, no cuáles son nuestros planes para que El nos ayude a realizarlos, sino más bien preguntarle: “Señor ¿qué quieres tú de mí”. Es más bien decirle: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad. Haz conmigo lo que Tú quieras”.

Y ... ¿oramos así al Señor? Si oramos así y si actuamos así, estamos realizando ese esfuerzo que nos pide el Señor para poder entrar por la“puerta estrecha” del Cielo. Pero si no buscamos la Voluntad de Dios, si no cumplimos con sus Mandamientos, si lo que hacemos es tratar de satisfacer los deseos propios y la propia voluntad, podemos estar yéndonos por el camino fácil y ancho que no lleva al Cielo, sino al otro sitio.

Y ... ¿cómo es ese otro sitio? Aunque en este texto del Evangelio que hemos leído hoy, Jesús no nombra directamente ese otro sitio con el nombre de “Infierno”, sí nos da a entender cómo será. Además, es bueno saber que Jesucristo lo nombra de muchas maneras, en muchas otras ocasiones.

Y es bueno saber que el Infierno es una de las verdades de nuestra Fe Católica que está apoyada por el mayor número de citas bíblicas. A veces el Señor lo llama fuego, a veces fuego eterno o abismo, oscuridad, tinieblas, etc.

En el caso del Evangelio de hoy, lo describe simplemente como “ser echado fuera”. Y describe, además, cómo será el rechazo de Dios hacia los que “han hecho el mal”. Dirá así el Señor a los que han obrado mal: “Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí todos ustedes, los que han hecho el mal”. Y concluye diciendo cómo será la reacción de los malos: “Entonces llorarán ustedes y se desesperarán”.

En la Fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo la semana pasada, recordábamos el misterio de nuestra futura inmortalidad y de lo que nos espera en la otra Vida. Este Evangelio de hoy nos lleva a lo mismo: nos lleva a reflexionar sobre nuestro destino final para la eternidad. Los seres humanos nacemos, crecemos y morimos. De hecho, nacemos a esta vida terrena para morir; es decir, para pasar de esta vida a la Vida Eterna. Así que la muerte no es el fin de la vida, sino el paso a la Vida Eterna, el comienzo de la Verdadera Vida … si transitamos “el camino estrecho” de que nos habla el Señor en el Evangelio.

Nuestro destino para toda la eternidad queda definido en el instante mismo de nuestra muerte. En ese momento nuestra alma, que es inmortal, se separa de nuestro cuerpo e inmediatamente es juzgada por Dios, en lo que se denomina el Juicio Particular.

Y ¿qué es el Juicio Particular? El Juicio Particular que sucede simultáneamente con nuestra muerte, consiste en una iluminación instantánea que el alma recibe de Dios, mediante la cual ésta sabe su destino para la eternidad, según sus buenas y malas obras. El día de nuestro nacimiento nacemos a la vida terrena ... y llegar al Cielo es nacer a la gloria eterna. Nuestra alma al presentarse al Cielo tiene un solo pensar, un solo sentimiento: el Amor de Dios. Y como el Amor de Dios es Infinito, es entonces, el amor más grande que podamos sentir. Y ese Amor Infinito de Dios nos atrae de una manera tan intensa que sólo eso deseamos. En efecto, en el Cielo amaremos a Dios con todas nuestras fuerzas y El nos amará con su Amor que no tiene límites. El Amor de Dios es el Amor más intenso y más agradable que podamos sentir. Es muchísimo más que todo lo que nuestro corazón ha anhelado siempre. En el Cielo ya no desearemos, ni necesitaremos nada más, pues el Cielo es la satisfacción perfecta de nuestro anhelo de felicidad. Sin embargo, el Cielo es realmente indescriptible, inimaginable, inexplicable. Es infinitamente más de todo lo que tratemos de imaginarnos o intentemos describir. Por eso San Pablo, quien según sus escritos pudo vislumbrar el Cielo, sólo puede decir que “ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón humano puede imaginar lo que tiene Dios preparado para aquéllos que le aman”(1 Cor. 2, 9).

La Primera Lectura (Is. 66, 18-21) nos habla de Dios que ha llamado a hombres de todas las naciones, de todas las razas, de todas las lenguas. No hay excepción. De lejos y de cerca, de todas partes. La salvación es una llamada universal, no sólo para los judíos. Esto conecta con el final del Evangelio: “Vendrán muchos de oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios”. Todos están llamados: unos aceptan a Dios, otros no. Unos serán primeros y otros serán últimos.

Nosotros somos llamados por Dios a vivir la Eternidad del Cielo tomando el camino de la puerta estrecha, del cumplimiento de la voluntad de Dios, de sus mandamientos. Vivir el Evangelio, los sacramentos y la comunión será el mejor pasaporte a la eternidad.

Que Dios os bendiga a todos y os conceda un feliz domingo, feliz día del Señor.

Tomás.

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18/8/13

No he venido a traer la paz, sino la división

XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Jer 38, 4-6.8-10 / Salmo 40(39) / Heb 12, 1-4 / Lc 12, 49-53

La Palabra de Dios en este domingo, 18 de agosto, domingo XX del tiempo ordinario nos presenta unas lecturas que a primera vista pueden parecer desconcertantes. Las Lecturas de hoy nos hablan de dos temas conflictivos, por ser desagradables: la persecución y la división. Y por más que queramos soslayarlos, no nos es posible. Son una realidad que están inscritas en lo profundo del SER cristianos.

Tampoco podemos disimular una grave afirmación de Jesús, acerca de la división en la familia, que nos trae el Evangelio de hoy:

“No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra” (Lc. 12, 49-53).

¿Cómo puede ser esto? ¿No dijeron los Ángeles que anunciaron el Nacimiento del Salvador: “Paz a los hombres” (Lc. 2, 14)? ¿No nos habló varias veces Jesús de llevar la Paz, de ser pacíficos, etc.? ¿No nos dijo: “Mi Paz les dejo; mi Paz les doy” (Jn. 14, 27)? Ciertamente. Así nos dijo. Pero, enseguida explicó: “La Paz que Yo les doy no es como la que da el mundo” (Mt. 14, 27).

La Paz de Jesús no es como la del mundo. La paz que nos ofrece el mundo es una paz ficticia, incompleta, equívoca, engañosa ... Porque en el mundo las cosas no son como las de Dios. La Paz que Cristo nos vino a traer es muy distinta a la del mundo. Muy distinta. Cristo vino a traer la salvación. Y la salvación puede trastornar la paz según el mundo, porque hay unos que buscan a Cristo y su causa -la salvación de la humanidad-, y hay otros que no. Ahí radica la división a la que se refiere Jesús en este Evangelio: los que están con El y su causa, y los que no están con El y con su causa.

Y esa división puede darse en una nación, entre amigos ... o en una familia. Es verdad que la Fe puede ser factor de unión, pero cuando hay algunos que no la acogen puede ser también factor de división. Muchas veces cuando alguno o algunos responden a la llamada de Cristo a seguirlo de verdad, sincera y profundamente como Cristo nos pide, pueden esos seguidores convertirse en “signo de contradicción” para los demás ... incluso para los más cercanos.

“¡Eres muy fanático!” “¡Has perdido objetividad!” “¡Ya no hablas sino de Dios!” Son las frases que escuchamos a nuestro alrededor cuando intentamos vivir coherentemente nuestra fe. En cuanto cualquiera de nosotros rezamos, defendemos a la iglesia, vivimos los sacramentos, confesamos y comulgamos, incluso algunos colaboran en la Parroquia como catequista, en cáritas, en la visita a los enfermos, en las reuniones de formación, etc... los que nos rodean nos dicen esas frases que he mencionado anteriormente. Incluso los más cercanos a nosotros, nuestra familia más próxima, se sienten denunciados por nuestro interés por ser mejores cristianos, por formarnos, por vivir la comunión, por practicar nuestra religión. Eso les lleva a meterse con nosotros. Y termina por darse el distanciamiento, la separación, la división.

Ahora bien, ¿quién es el que se está separando? ¿Quién está causando la división? ¿El que sigue a Cristo o el que no?

El que se divide es aquél que no sigue a Cristo. De allí que el seguidor de Cristo se siente apartado de los que no lo están siguiendo. Y pueden ser amigos, parientes o de la propia familia. Y esa división significa que alguno o algunos están haciendo lo que hay que hacer, pues le están siguiendo a El, Camino, Verdad y Vida.

Entonces ... ¿nos quedamos sin familia? ¿Nos quedamos sin padres, ni hermanos, ni hijos? La respuesta es otra sorpresa del Señor:

“‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos’. Porque todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’” (Mt. 12, 48-49).

Por otra parte, la división es inevitable. Toda división trae sufrimiento y ese sufrimiento purifica a quien pretende seguir a Cristo y ve que los suyos no hacen lo mismo. Sufre porque los suyos no están en el Camino que es Cristo. Sufre porque no puede compartir con ellos la Verdad que es Cristo. Sufre porque los suyos no viven la Vida que es Cristo.

De allí que el Señor nos diga antes de hablarnos de esta dolorosa división, en el comienzo del Evangelio de hoy: “Vine a traer fuego a la tierra. Y cómo quisiera que estuviera ya ardiendo” (Lc. 12, 49). Es el fuego purificador de su Palabra. Es el fuego purificador de la acción del Espíritu Santo en el mundo y en cada uno de nosotros. Es el fuego purificador del sufrimiento, cualquiera que sea, pero muy especialmente del causado por seguirlo a El. Que nuestros corazones se abrasen en ese fuego del Amor divino para que así superemos toda división por la fuerza de una entrega amorosa a dios y a los hermanos, especialmente a los que nos persiguen, a los que nos "ridiculizan" por vivir la fe.

Que la Bendición de Dios, la vida sacramental, la dirección espiritual y la oración nos ayuden a todos a mantenernos firmes en nuestra opción por Cristo y su Evangelio.

Feliz Domingo a todos. Que Dios os bendiga.
Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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11/8/13

«Estad preparados y tened encendidas vuestras lámparas»

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Sabiduría 18, 6-9 // Salmo 33 // Hebreos 11, 1-2.8-19 // Lucas 12, 32-40.


Queridos hermanos y hermanas:

Las lecturas de este domingo diecinueve del tiempo ordinario nos hablan de dos virtudes esenciales en un cristiano: la FE y la ESPERANZA. Sabemos que la Fe es un regalo de Dios.  Y eso significa que tenemos toda su ayuda para que creamos en lo que esperamos y para que nuestra Fe no desfallezca nunca, aún en medio de las más complicadas situaciones. Pero la fe debemos buscarla, pedirla, mimarla. Os pongo un ejemplo: cualquiera de los dones que tenemos humanamente son un regalo de Dios. Pero esos dones si no los potenciamos, si no los trabajamos y los ponemos a rendir se quedan sin dar frutos, como si fuese inexistentes. Con la fe pasa lo mismo, la hemos recibido en el bautismo, pero eso no basta, debemos hacerla crecer, debemos mimarla, debemos alimentarla con los sacramentos y la oración. La fe está viva en nosotros, Dios ha dispuesto todos los medios necesarios para que esa fe crezca, sea robusta, fuerte, alegre, gozosa, etc...pero nosotros debemos usar esos medios para consolidar nuestra fe. Cuando vienen los momentos duros de la vida, la fe es cuestionada, y entonces nos toca imitar la Fe de la Santísima Virgen María que tuvo Fe en el momento increíble, pero gozoso, de la Anunciación.  Y esa Fe suya no desfalleció jamás, ni siquiera en los momentos más dolorosos del sufrimiento de su Hijo, ni en el momento de su ausencia cuando lo colocó en el sepulcro.

Nuestra Fe tiene que ser como la de la Virgen.  La Fe no puede ser una actitud momentánea o de algunos momentos.  La Fe no puede ir en marcha y marcha atrás.  La Fe tiene que ir acompañada de la perseverancia ... hasta el final.  Bien lo dice Jesucristo en el Evangelio de hoy: “Estén listos con la túnica puesta y las lámparas encendidas ... También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre” (Lc. 12, 32-48).  

Es seria esta advertencia del Señor:  a la hora que menos pensemos vendrá Jesucristo, bien porque nos llegue el día de nuestra muerte, bien porque El mismo venga en gloria a juzgar a vivos y muertos.  Y tenemos que estar preparados.  Tenemos que vivir cada día de nuestra vida en la tierra como si fuera el último día de nuestra vida.  Es la recomendación de ese gran Santo de la Iglesia, San Francisco de Sales.

En el Evangelio, además de las advertencias mencionadas, el Señor nos propone una parábola relativa a ese requerimiento de perseverancia y de preparación constante que debemos tener.  Nos habla de dos administradores:  uno honesto y diligente, y otro descuidado y desleal.  Nos dice que será dichoso aquél a quien el jefe lo encuentre cumpliendo su deber.  Pero el otro, el incumplidor, juerguista e irresponsable, “recibirá muchos azotes”,  porque, conociendo la voluntad de su amo, no la cumplió. Ante esta posibilidad de conocer la voluntad de Dios y no cumplirla, mucha gente no practicante, alega que su desconocimiento de las cosas de Dios, de las normas de la Iglesia, del Evangelio, etc...pues que les impiden hacer crecer en la fe. Incluso muchos cristianos de buena voluntad se cuestionan sobre la Salvación de tanta buena gente que viven totalmente apartada de Dios por desconocimiento. No podemos ser ingenuos. Es posible que en una tribu remota del Amazonas se dé esa posibilidad de la existencia de un grupo de personas que nunca han oido la predicación del Evangelio, que nadie les ha hablado de Cristo, de la Iglesia. Puede ser que esas personas se salven, porque no son culpables de su ignorancia en la fe. Dios en su infinita misericordia tendrá piedad de ellos, si son buenas personas y viven entregados al servicio de su tribu. Pero a mi me surge una pregunta ¿Creéis de verdad que en Córdoba, en agosto de 2013, existen personas que no sepan quién es Cristo, qué es la Iglesia, quién es Dios? Yo ciertamente creo que NO. Existen muchísimas personas que "pasan de la Fe", que viven al margen de Dios, que ciertamente conocen muy poco del Evangelio, de la doctrina cristiana, de los mandamientos...pero ¿qué exista alguien que, como en el amazonas, NO sepa quien es Jesús? Eso es imposible, Hasta los practicantes de otras religiones, .los ateos, los agnósticos, etc...saben quien es Jesús y los rudimentos básicos de la fe católica y de su Iglesia. No podemos usar como justificación para nuestra falta de fe, de vida cristiana, de entrega a Cristo...el DESCONOCIMIENTO. No, eso es una falacia. Todos sabemos muy bien lo que tenemos que hacer para alimentar nuestra fe. El problema es que no lo hacemos, además como es la gran mayoría la que no practica la fe, intentamos justificarlos. Recordad que Cristo fue muy claro en el Evangelio, y al criado que sabe lo que tiene que hacer y no lo hace, lo castigará.

Queridos hermanos y hermanas, aprovechemos este tiempo de descanso y vacaciones para cultivar nuestra fe. En el tiempo de descanso procuremos leer la Palabra de Dios, alguna vida de santos, algún libro que nos instruya en nuestra vida cristiana. Hacer más oración. Ahora que tenemos más tiempo hagamos la oración que durante el año, por el ajetreo laboral y académico, no podemos hacer...y por encima de todo, participemos en la Eucaristía de cada Domingo, al Señor no se le dan vacaciones. El Señor sigue esperándonos cada domingo. Si estáis fuera de la parroquia, buscad en vuestro lugar de vacaciones una parroquia donde celebrar el domingo. Dios os lo premiará, estoy seguro que os colmará con sus bendiciones y su Gracia.

Feliz domingo a todos y que Dios os bendiga. Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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14/7/13

«¿Quién es mi prójimo?»

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Deuteronomio 30, 10-14 // Salmo 69 // Colosences 1, 15-20 // Lucas 10, 25-37.

Queridos hermanos y hermanas:

Vidriera con escena de la parábola del Buen Samaritano
En este domingo decimoquinto del tiempo ordinario, la Palabra de Dios nos interpela en el AMOR. Escuchamos en las lecturas que el cristiano debe amar a dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. La palabra amor ha perdido todo su significado en nuestra sociedad de hoy. A cualquier cosa se le denomina amar. Amar se ha convertido en poseer, en hacer, en tener... cuando el significado profundo y verdadero del verbo amar es entrega, sacrificio, desposeer toda la vida entregándola al otro. Amar es desaparecer yo para entregarme al otro. Puede parecer imposible, o palabras bonitas, trasnochadas... pero ese es el verdadero amor.
Pensad por un momento en una madre, ella se entrega, se desvive, se quita lo suyo para dárselo a sus hijos... en definitiva, AMA. Todos comprendemos este ejemplo, pues si lo comprendemos hagamos igual, actuemos. El amor que Dios nos pide es idéntico a este amor de madre. Cuando la primera lectura de hoy nos dice que tenemos que amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestro ser, nuestra alma, nos está diciendo que cada uno de nosotros debe entregarse a Dios de una manera total, sin restricciones, como una madre se entrega por sus hijos. A Dios nos entregamos en cuerpo y alma, todo nuestro ser. No puede haber partes de mí, de mi pensar, de mi actuar, de mi ser...que se escondan a Dios, que no se entreguen a Él. El cristiano de verdad es aquel que pone su vida de manera total y confiada en manos de Dios. Es aquel que lo ama de una manera absoluta. No puedo entender que una persona ensucie el nombre de cristiano cuando en su vida no hay entrega, oración, sacramentos, caridad, totalidad de amor a Dios. Cuando esa persona, en su vida diaria, no reza, no practica, no comparte, no ejerce la caridad, no obedece a su Padre Dios, etc... está faltando gravemente a su ser cristiano.

El Señor nos lo dice hoy muy claro en la parábola del buen samaritano. El corazón de un verdadero cristiano se entrega a los demás, no hace acepción de personas, socorre al necesitado y practica la caridad. Caridad, que palabra más santa y más profunda, es amar al hermano y compartir mi tiempo, mi dinero, mi ayuda, mis conocimientos con el que lo necesita. Todos estamos siendo testigos de la gran obra de amor que está realizando CÁRITAS en todas las parroquias y Diócesis, en estos momentos de crisis. Podemos echar un vistazo a la información que aparece en la página web de la diócesis de Córdoba sobre las cuantías reales en euros de la ayuda prestada en el año. Pero Cáritas no es una entelequia, Cáritas la forman miles de voluntarios que dedican su tiempo, su esfuerzo, su dinero, su saber, su amor a los más necesitados. Ellos son los "buenos Samaritanos" de nuestros días. Ellos que ayudan a todos los que, verdaderamente, lo necesitan. Los que han sido abandonados por sus familias, por las instituciones gubernamentales, por la sociedad civil. Acuden con esperanza a su madre Iglesia y allí encuentra el rostro cariñoso y materno de los componentes de Cáritas.
Cuando rezamos y meditamos el evangelio de hoy, todos pensamos cómo podemos ser en nuestra sociedad los samaritanos. Cómo podemos acercarnos al pobre y ayudarle...yo os pido que os integréis en Cáritas, que canalicéis vuestro amor al necesitado a través de vuestras Cáritas parroquiales. Cáritas es el rostro del buen Samaritano hoy, de la Iglesia que es madre y que ama a sus hijos más débiles. Porque Cáritas es la Iglesia y la Iglesia es Cáritas.

Para poder ser buenos samaritanos, debemos AMAR profundamente a Dios y sentirnos vivamente y realmente AMADOS por Dios, Nuestro Padre. Así, llenos del amor divino llevaremos el amor a los que nos rodean. He aquí la diferencia entre altruismo y caridad, entre filantropía y amor. El Cristiano debe amar; no le basta hacer el bien con un escondido interés o con una motivación impura. La Caridad es también independiente del sentimiento. Es más bien una disposición de la voluntad. Es un deseo de hacer el bien porque Dios nos ama así y desea que nosotros amemos como Él nos ama. Por eso la Caridad no es egoísta; es decir, no busca la propia satisfacción, sino el servir al otro y complacer a Dios. Además la Caridad incluye a todos: buenos y malos, amigos y enemigos, familiares y extraños, ricos y pobres.

En el caso del Evangelio de hoy, es importante hacer notar esto de que la Caridad incluye a todos. Es así como el extraño, el Samaritano, el que no era del país, el que era considerado enemigo de la nación judía, fue el que ayudó al malherido por los ladrones. La Caridad no se ejerce por capricho, por impulsos de un sentimentalismo infantil y caprichoso, la Caridad no se ejerce cuando me apetece o tengo ganas... la Caridad es la seña de identidad del cristiano. Lo que le diferencia de una simple ONG es el AMOR, la Fe, la Confianza en Dios, la entrega a Dios...

Hermanos vamos a pedirle a Dios que nos conceda ser cristianos que le AMAN profundamente y que AMAN profundamente al prójimo. Os invito a que dediquéis vuestro empeño a la Caridad, a compartir con el necesitado. Involucraros con la Caridad.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz día del Señor. Tomás.

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7/7/13

"Como Ovejas en Medio de Lobos"

XIV DE TIEMPO ORDINARIO

Lecturas:  Libro de Isaías 66,10-14. // Salmo 66(65) // Carta de San Pablo a los Gálatas 6,14-18. // Evangelio según San Lucas 10,1-12.17-20.

Las lecturas del día de hoy nos hablan de la virtud de la confianza en Dios y de nuestro deber de evangelizar. Sí, DEBER de evangelizar. Todos por nuestro bautismo somos constituidos apóstoles. Debemos confiar en Dios que nunca nos llama a una misión que no podamos realizar. Por eso en la Primera Lectura del Profeta Isaías (Is. 66, 10-14)  se nos habla de la confianza en Dios y se nos da una imagen muy dulce, pero a la vez muy concreta y expresiva de cómo debe ser esa confianza.  Así se nos describe esa imagen:“Como un hijo a quien su madre consuela, así os consolaré Yo.  Como niños serán llevados en el regazo y acariciados sobre sus rodillas”. Así debe ser nuestra confianza en Dios: como un niño en los brazos de su madre, que sabe que todo lo tiene, pues la madre sabe todo lo que necesita su niño. 
Esta Lectura basa la confianza en Dios en su Poder, al concluir así: “Y los siervos del Señor conocerán su Poder”. Confianza absoluta en Dios y no en nuestras fuerzas, en nuestro saber en nuestras virtudes. En el momento que nos creamos que somos nosotros los que realizamos la obra de evangelizar...en ese momento estaremos haciendo todo lo contrario, predicando nuestra forma de pensar, de creer, de saber...pero no la verdadera fe en Cristo Jesús. Es muy fácil caer en la tentación soberbia de creernos los "salvadores" del mundo porque hacemos muchas cosas...y NO podemos olvidar que el único SALVADOR es CRISTO. El SEÑOR.
En la Segunda Lectura (Gal. 6, 14-18),San Pablo nos hace saber que ya el mundo no tiene ningún valor para él, que el mundo y lo que éste significa están muertos para él.  “El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”. Y nos trae esta Lectura la famosa frase del Apóstol: “No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo”.   Aceptación de la cruz, del sufrimiento, y morir a lo que el mundo nos vende (cosas que nos parecen tan importantes y tan necesarias).  El seguidor de Cristo tiene que vivir como lo indica San Pablo.  No puede vivir de otra manera. No puede estar continuamente viviendo los valores del mundo y abandonando a Dios.
En el Evangelio (Lc. 10, 1-20) hemos escuchado el relato del envío de los 72 discípulos.  Y pareciera que este texto evangélico no tuviera mucha relación con las Lecturas anteriores.  Sin embargo, la forma en que Jesús envía a los 72, requiere de sus discípulos una confianza absoluta en el poder de Dios. 
Como “corderos en medio de lobos”,mandó Jesús a los primeros discípulos, 72 en total y en parejas de dos en dos, advirtiéndoles que la cosecha era grande y los trabajadores pocos.  Los mandó por delante de El “a los pueblos y lugares a donde pensaba ir”. La frase de los corderos y los lobos ciertamente asusta.  Sin embargo, todos fueron, todos respondieron.
Hoy el Señor nos repite este mandato a todos nosotros que hemos de realizar la “Nueva Evangelización” a la cual nos llamó Juan Pablo II, también Benedicto XVI y nos sigue llamando Francisco. Al decirle a sus discípulos que los envía“como corderos en medio de lobos”, parece anunciarles peligros serios.  Podemos pensar qué puede suceder cuando algunos pobres corderitos se encuentran ante una manada de lobos feroces.  La imagen es fuerte.  Pero sucede que los corderos, sus 72 discípulos, deben confiar no en su propia fuerza, sino en el poder de Dios. 
Esto es tan así, que además da a sus discípulos instrucciones muy precisas de que no lleven ni dinero, ni alforjas, ni sandalias.  O sea, los envía también aparentemente desprovistos de todo lo necesario desde el punto de vista humano.
¿Qué nos diría el Señor a nosotros hoy, cuando los tres últimos Papas nos están enviando a re-evangelizar el mundo? Pues que nos lancemos de una vez por todas en sus brazos y prediquemos el Evangelio con alegría, con ilusión, con vida.
Hoy podemos encontrarnos esos lobos dentro de la misma comunidad eclesial, todos esos bautizados que están más pendientes de fastidiar y de ir en contra de la Iglesia que en obedecer, amar y vivir la comunión. Todos eso que se autoproclaman cristianos pero que su vida, sus palabras, sus acciones, su anticlericalismo, su falta de práctica religiosa..etc...los convierten en lobos dentro del redil.
¿Y qué le sucedió a los discípulos?  Estaban ¡impresionados! de lo que había sucedido.  Llegaron diciéndole a Jesús:  “Señor, ¡hasta los demonios se nos someten en tu nombre!”.  Es decir, el lobo y los lobos, se sometieron a los corderos. Esa es nuestra confianza, saber que con Jesús podremos conseguir que los lobos se conviertan en corderitos... ¿Qué hacer entonces?  Convertirnos en instrumentos de Dios.  Confiar que Dios puede realizar prodigios a través de “corderos”, a pesar de los “lobos”.
Pero lo más importante es llevar al Señor en nosotros y que así el Señor llegue a los demás.  De allí que –primero que nada- debemos llenarnos de El.  ¿Y cómo nos llenamos de El?  En la oración, en la oración frecuente y constante.  En los Sacramentos, en la recepción de los Sacramentos también frecuente y constante.  La oración y los Sacramentos nos van haciendo instrumentos dóciles en las manos del Señor, para que El pueda actuar a través de nosotros.
Que la Virgen Santísima nos ayude a mar a Dios y entregarnos a Él como ella lo hizo durante toda su vida. Que Dios os bendiga. Feliz día del Señor a Todos. Un abrazo en el Señor. 

Tomás Pajuelo. Párroco.

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23/6/13

«Tú eres el Cristo de Dios»

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Libro de Zacarías 12,10-11.13,1 // Salmo 62(61) // Carta de San Pablo a los Gálatas 3,26-29 // Evangelio según San Lucas 9,18-24

Queridos hermanos:

Las lecturas de este domingo, nos invitan a recordar a Jesucristo como Mesías. Fijémonos en el Evangelio cuando el Señor pregunta a sus Apóstoles quién creen ellos que es El. Y Pedro, inspirado directamente por el Espíritu Santo, reconoce al Señor como el Mesías, como Aquél a quien todo el pueblo de Israel -el Pueblo de Dios- había estado esperando por siglos.

“Mesías” significa “Ungido”. Pero el significado de la palabra “Mesías” es mucho más profundo que esto. Desde los primeros libros de la Sagrada Escritura vemos que el Pueblo de Dios esperaba al Mesías prometido. Y Dios va renovando y recordando esa promesa a lo largo de todo el Antiguo Testamento.

¿Qué sucedió? ¿Por qué Dios prometió al Mesías? ¿Por qué tanta expectación?
Recordemos que Dios había diseñado un plan maravilloso al colocar a la primera pareja humana en un sitio y un estado ideal de felicidad: el Paraíso Terrenal o Jardín del Edén. Pero nuestros primeros progenitores se rebelaron contra Dios, su Creador, y perdieron ellos, y nosotros sus descendientes, esa inicial condición de felicidad perfecta en que Dios los había colocado.

En ese estado de felicidad inicial los seres humanos gozábamos de privilegios especiales. Entre otras cosas, ni sufríamos, ni nos enfermábamos, ni moríamos. Además nos era más fácil hacer el bien y teníamos un mejor conocimiento de Dios, lo cual nos ayudaba a tener una mayor intimidad con El.

Pero Dios, que nos creó para que pudiéramos disfrutar para siempre de su Amor Infinito, no quiso abandonarnos, ni dejarnos en la situación en que quedamos, sino que preparó y diseñó un Plan de Salvación para la humanidad.

Pero, ¿Por qué plantea Jesús a los discípulos el asunto de su identidad? Porque había llegado el momento en que tenía que plantearles lo de su sufrimiento, muerte y resurrección, porque ya esto era inminente. Eso iba a suceder unos pocos días después, en cuanto llegaran a Jerusalén. Era muy importante, entonces, que supieran que –efectivamente- El era el Mesías esperado … aunque fuera apresado, aunque sufriera y muriera, Ellos mismos –en boca de Pedro- lo habían reconocido así. Pero, aunque les aseguró que resucitaría al tercer día, ni se dieron cuenta de esto que era lo más importante del anuncio.

Como los Apóstoles ya lo reconocían como el Salvador, el Mesías, debían saber y entender que no hay salvación si no se pasa por el sufrimiento. De allí que enseguida les informa –y nos informa- que también nosotros debemos recorrer el mismo camino: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga”.

Los sufrimientos de Jesús y su muerte en cruz, nos da la medida del precio de nuestro rescate: nada menos que la vida misma del Mesías. En efecto, Jesucristo, el Hijo de Dios hecho Hombre, paga nuestro rescate a un altísimo precio: con su Vida, Pasión, Muerte y posterior Resurrección.

Y ¿qué obtiene el género humano del Mesías?

El sacrificio de Jesucristo, el Mesías prometido y esperado, el Mesías reconocido por Pedro, ése que esperaban desde había siglos, nos consigue de nuevo el derecho a heredar la felicidad eterna en el Cielo. (Eso lo habíamos perdido).

Ahora bien, ya tenemos de nuevo el derecho a llegar al Cielo. Pero ¿cómo íbamos a cobrar esa herencia? Aprovechando todas las gracias que puso a nuestra disposición para llegar a allí.

El cristiano tiene abiertas las puertas del cielo, Cristo nos ha salvado y nos ha dicho que nos espera en su Reino. Esas puertas las cerramos nosotros con nuestros pecados, egoismos, faltas de fe, faltas de Amor a Dio...

Cristo nos dice hoy a cada uno de nosotros: ¿y para tí quién soy yo?

Con nuestro corazón abierto en su presencia vamos a contestarle sinceramente, vamos a decirle de verdad a Jesús, quién es Él para cada uno de nosotros. Vamos a decirselo con nuestras obras, con nuestra vida, con nuestro testimonio.

Pido a Dios todos los días por cada uno de los fieles que formamos Beato Álvaro de Córdoba para que deseemos ardientemente vivir la Gracia de Dios en nuestra vida, para que vivamos el Evangelio cada día y para que dediquemos tiempo a la oración cada jornada de nuestra existencia.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz domingo.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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18/6/13

La Parroquia de Beato Álvaro devuelve la Visita al Señor Obispo

El pasado domingo nuestro párroco, D. Tomás Pajuelo, el coro parroquial y fieles de la parroquia asistieron a la misa dominical de la Santa Iglesia Catedral como devolución de la visita que el Señor Obispo realizó a nuestra parroquia el pasado año. Dejamos a continuación el vídeo de la celebración que fue acompañada por los cantos de nuestro coro.

   

11/6/13

Distracciones en la Misa

Muchas veces cuando participamos en la eucaristía podemos notar que el sacerdote ese día no está celebrando con total devoción. Muchas veces lo fácil es acusarle de distraerse en la misa, de no celebrar con unción, que le falta fe... o cosas peores...

Pero me gustaría compartir esta reflexión que he encontrado en internet:
Las distracciones pueden venir de dos sitios. El primero, del propio señor cura, porque quién sabe si este buen señor que está celebrando tiene algún problema gordo y esta tratándose algo que los feligreses desconocen. No es mi caso, pero vamos a suponer cosas.

No sabemos si el celebrante está enfermo, está pendiente de un diagnóstico o prueba de cuidado, si están detectándole algo malo. Tampoco si está sufriendo por algún problema en su familia, la enfermedad grave de sus padres, un hermano, quién sabe si se encuentra esperando un fatal desenlace de alguien muy cercano. Puede suceder que haya tenido un serio conflicto en la parroquia, un desencuentro con un compañero, unas palabras con el obispo, que esté sufriendo por una calumnia. Recuerdo un caso, gente que me decía “vaya misa que ha dicho hoy don Fulano, estaba en otra parte, así no se puede celebrar, te quita la devoción", y yo sabía que acababan de detectarle un tumor maligno y sin esperanzas.

Por eso cuando un cura parezca que en misa se distrae, que no se centra, si no ocurre nada especial en la celebración, no echemos tan fácilmente la culpa a su escasa espiritualidad o pocas ganas. Quién sabe si el pobre no tendrá en su cabeza algo que le esté agobiando. Ya, ya sé que todo debe superarse en el Señor, pero entiendo que querrán hombres, no ángeles, y a los hombres a veces nos pasan estas cosas.

Pero piensen también si esta aparente falta de ganas no puede venir también de la misma celebración. Y aquí voy a poner un poco de humor y a narrar cómo se ven las cosas desde el otro lado del altar. Porque no se crean que siempre es fácil celebrar.
Imaginen la misa de doce. Doce en punto y el sacerdote sale de la sacristía. Eso sí, hasta las doce y veinte la gente sigue entrando en el templo de forma continuada, y además haciendo ruido, según esa vieja fórmula de que al cine, cuando llegas tarde, entras de puntillas pero en la iglesia taconeando. Tres o cuatro móviles que suenan durante la celebración, uno incluso con el politono de Paquito el chocolatero, que solo falta que la gente responda agachándose y con el ey, ey, ey…. Pero es que además en un caso hasta han cogido la llamada: “oye que luego te llamo, que estoy en misa, sí, todos bien, me alegro, vale, pues luego hablamos". Sigue la misa y justo en medio de la consagración un niño de en torno a un añito suelta un chillido agudo y penetrante como si le estuvieran circuncidando. A partir de ese momento, para que esté tranquilo, mamá entrará y saldrá de la iglesia con el niño no menos de tres o cuatro veces. La señora María se levanta de vez en cuando y va echando monedas a los lampadarios con el consiguiente “cloc, cloc” de cada moneda porque es su costumbre. Eso sí, señor cura, usted no haga caso y a celebrar con mucha unción. Pues hombre, uno lo intenta, pero reconozcan que no siempre nos lo ponen fácil.


Cuando lo leía me preguntaba ¿No podemos poner todos (sacerdotes y fieles) de nuestra parte para que la Celebración de la Eucaristía sea el momento más importante en nuestra vida? Recemos a Dios para que así sea.
Tomás.

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28/5/13

Prevista adoración única de la Iglesia universal al Santísimo Sacramento el 2 de junio

La Iglesia universal realizará un gesto único el 2 de junio, día de Corpus Christi, de 17:00 a 18:00 (hora española) por el Año de la Fe, hora a la que en nuestra diocesis, el Obispo Demetrio, en comunión con el Papa Francisco, presidirá dicha adoración Eucarística.

«El papa Francisco, con motivo del Año de la Fe, ha convocado a toda la Iglesia a un gesto único: que en la tarde del domingo 2 de junio, día en que la mayor parte de la Iglesia Católica celebra la solemnidad del Corpus Christi, y a la misma hora, todos los católicos del mundo nos unamos en un gesto unánime de comunión con el Señor, y también de comunión con el Vicario de Cristo, con todo el Colegio Episcopal, y con toda la Iglesia extendida por toda la tierra, en una hora de adoración al Santísimo Sacramento»

26/5/13

Solemnidad de la Santísima Trinidad 2013

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Lecturas: Libro de los Proverbios 8,22-31 // Salmo 8 // Carta de San Pablo a los Romanos 5,1-5 // Evangelio según San Juan 16,12-15

Celebramos hoy la Solemnidad de la Santísima Trinidad: el misterio de un solo Dios en Tres Personas. Y las lecturas de hoy nos invitan a meditar sobre la esencia de Dios.

La Primera Lectura (Prov. 8, 22-31), tomada de uno de los llamados “libros sapienciales” de la Sagrada Escritura, el de los Proverbios, nos habla de la Sabiduría. Y al hablar de la Sabiduría se nos va mostrando en bellísima poesía el inmenso poder de Dios con frases como éstas: “jugando con el orbe de la tierra... afianzaba los cielos ... colgaba las nubes en lo alto”.

Y es curioso apreciar cómo también esta poesía nos presenta la Sabiduría como si fuera un personaje, como si fuera una creatura de Dios: “El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras más antiguas ... Antes que las montañas y las colinas quedaran asentadas, nací yo”.

Sin embargo, en esta otra frase podemos intuir que la poesía bíblica señala a la Sabiduría como si fuera Dios mismo: “Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio”. En efecto, en otro de los libros sapienciales, el de la Sabiduría, se nos dice que por la Sabiduría “los hombres se salvarán” (Sb. 9, 18). También: “la Sabiduría es una emanación pura de la gloria de Dios” (Sb. 8, 25).

Es importante notar que en este caso, como en otros cuantos, el lenguaje de la Biblia no es literal. Estas bellísimas metáforas que nos comunican con claridad, aunque en lenguaje poético, la idea de la magnificencia y del poder de Dios, no son lenguaje literal.

El cristiano reconoce en estas citas que la Sabiduría es una figura de Cristo, que es la imagen de la excelencia de Dios y reflejo de su actividad, porque Cristo es la Palabra -es decir, la expresión misma de Dios. (Jn. 1,1)

Siendo la Fiesta de la Santísima Trinidad, en el Evangelio (Jn. 16, 12-15) Jesús nos habla de sí mismo, y también del Padre y del Espíritu Santo. Habla de éste como el “Espíritu de Verdad”.

Y nos dice: “El los irá guiando hasta la verdad plena ... recibirá de Mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío... tomará de lo mío y se lo comunicará”. Perfecta unión entre las Tres Personas, cuya Sabiduría es comunicada a nosotros.

Dicho en palabras de San Atanasio: “El Padre da a todos por el Hijo lo que el Espíritu Santo distribuye a cada uno”. Es decir: todo nos viene del Padre, por la gracia del Hijo, y todo es repartido por el Espíritu Santo.

De allí la frase de San Pablo (cf. 2 Cor. 13, 14) con que se inicia la Santa Misa: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes”.

En la Segunda Lectura (Rm. 5, 1-5) también San Pablo nos explica el funcionamiento de la Santísima Trinidad para con nosotros. “Por mediación de nuestro Señor Jesucristo hemos obtenido la fe, la entrada al mundo de la Gracia... Dios ha infundido su Amor en nuestros corazones, por medio del Espíritu Santo, que El mismo nos ha dado”.

Quiere decir esto que el Padre es Amor, el Hijo es la Gracia. El Espíritu Santo es la comunicación del Amor y la Gracia. Es decir, el Amor del Padre y la Gracia del Hijo nos son comunicadas por el Espíritu Santo, el cual las infunde en nuestros corazones. ¡Maravilla operacional del Dios Uno y Trino, del Dios Vivo y Verdadero.

Y si Dios es así, si Dios funciona así para con nosotros sus creaturas, y si Dios es todo Amor y todo Gracia ¿por qué nos empeñamos en desfigurar a Dios?

Veamos: Un dios que no ama es la antítesis de Dios, pues esencialmente “Dios es Amor” (1 Jn. 4, 16).

Sin embargo, algunos en nuestros días se están construyendo un “dios” a su manera, a su medida, a su antojo... y, sin darse cuenta, se están construyendo un “dios” que no puede amar.

Un Dios “spray”, ha llamado el Papa Francisco a este “dios” inventado, por el “new-age” que creen es simplemente “energía”. Y una simple “energía”, por más grande que pueda ser, no es capaz de amar.

"¿Cuántas veces?" -se preguntó el Papa- la gente dice que en el fondo cree en Dios, pero "¿en qué Dios?. Un Dios difuso, un Dios-spray, que está un poco por doquier pero no se sabe qué es”. (18-4-13)

Para los católicos -y también para los demás cristianos- Dios es todopoderoso, infinitamente poderoso, pero no es una simple energía. Para nosotros Dios no es mera fuerza nebulosa: es un Ser, que conoce y que nos conoce a cada uno de nosotros en forma particular.

Es un Ser que se relaciona con nosotros, y nosotros con El. Es un Ser que ama, y nos ama a cada uno de manera especial, tan especial que nos ama a cada uno como si cada uno fuera único, porque cada una de sus creaturas es única para El.

Más aún, sabemos que Dios es un Ser tri-personal. De eso se trata el misterio de la Santísima Trinidad: Dios es uno, pero hay tres Personas en Dios.

Imposible de entender. Difícil de explicar. Aunque hay similitudes en nuestro mundo que nos ayudan a entender el concepto de Dios Uno y Trino: tres velas unidas en una sola llama, por ejemplo, nos dan una idea de la Trinidad.

“Nosotros creemos en Dios que es Padre, que es Hijo, que es Espíritu Santo. Nosotros creemos en personas, y cuando hablamos con Dios hablamos con Personas: o hablo con el Padre, o hablo con el Hijo, o hablo con el Espíritu Santo. Esta es la fe", dijo el Papa Francisco. (18-4-13)

Y esas Tres Personas que son cada una el mismo y único Dios, se aman entre sí y nos aman a nosotros con un Amor que es Infinito, como Infinito es Dios.

Pero esas Tres Personas no están incluidas en el monigote de dios que se está creando esta civilización. ¿Cómo es ese monigote de dios?

Jesucristo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, ni siquiera es considerado Dios. Es simplemente un profeta más, equiparado con Buda, Mahoma o Laotsé, Gandhi...

Los del New Age tienen la audacia de considerarlo un hombre que se dio cuenta que podía llegar a ser un dios. Para estos equivocados, Jesucristo no es el Dios-hecho-Hombre del Cristianismo, sino el hombre-hecho-dios que nos propone el post-modernismo, siguiendo la corriente panteísta, según la cual todo es dios y nosotros formamos parte de ese dios “spray”, por lo cual podemos pretender llegar nosotros también a ser dioses. ¡La tentación original: ser como dioses! Al final caemos en lo mismo que Adán y Eva, ¡Creernos dioses!

El Espíritu Santo ni siquiera aparece en este nuevo y errado concepto de Dios. Dentro de esta corriente, cuando se habla de “espíritu”, en nada se refiere a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que nace del Amor del Padre y del Hijo y que comunica ese Amor a los seres humanos.

En fin, con este dios inventado no hay posibilidad de relacionarse, pues más bien se cree que todos formamos parte de esa “divinidad energética” a la que llaman dios.

Parece, incluso, que esa pretendida unidad de todos formando parte del dios energía, fuera lo mismo que la unión o comunión con el Dios único y verdadero que pregona el cristianismo y que, efectivamente, Dios nos ofrece. Pero es muy distinto. En la verdad y realidad cristianas, Dios se da a los seres humanos y espera que nosotros nos demos a El. El nos comunica su Amor y desea que le amemos a El (por cierto, sobre todas las demás cosas y personas). El nos ama para que nosotros le amemos y para que nos amemos entre nosotros con ese Amor con que El nos ama.

Y en ese Amor de Dios a nosotros, de nosotros a Dios y de nosotros entre sí, se da la unión. “Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti. Sean también ellos uno en Nosotros” (Jn. 17, 21).

Si amamos a Dios como El desea ser amado por nosotros y si nos amamos entre nosotros con ese amor con que Dios nos ama, estaremos unidos a Dios para toda la eternidad.

Pero aún en el más allá, cuando esa unión se dará a plenitud, y los que hayamos obrado bien estaremos resucitados en cuerpo y alma gloriosos en unión plena en Dios, Dios seguirá siendo Dios y nosotros seguiremos siendo nosotros.

Dios seguirá siendo Tres Personas y nosotros seguiremos siendo también personas. ¡¡Gracias a Dios que no seremos todos “spray” "espiritu informe gaseoso"!!

Feliz día del Señor. Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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Aviso - Horarios de verano 2013 - Atención al cambio

A partir del próximo miércoles 1 de junio (hasta el 1 de septiembre) se modifican los horarios en nuestra Parroquia del Beato Álvaro y pasan a ser los siguientes:

MISAS:

  • LUNES a VIERNES: 21h.
  • SÁBADOS: 21:00h
  • DOMINGOS: 10h, 12h y 21:00h. 
Atención al cambio de horario: Las misas de tarde de Sábado y Domingo pasan de 21:30h en años anteriores, a las 21:00h en este año
EXPOSICIÓN SANTÍSIMO
  • Martes de 20h a 21 h.

CONFESIONES:
  • Todos los días 1 hora antes de la misa en despacho parroquial.
  • Sábados y Domingos: Durante las misas.
  • Martes durante la Exposición.

DESPACHO PARROQUIAL:
  • Todos los días 1 hora antes de misa.