Acabo de volver de Guadalupe, una vez concluida la XIII Peregrinación Diocesana de Jóvenes, en la que han participado cerca de setecientos chicos y chicas de nuestra Diócesis. Han sido tres jornadas gozosas e intensas, con momentos de oración, silencio, formación y convivencia alegre y fraterna. El lema en esta ocasión, en el marco del Año Paulino, era “De perseguidor a apóstol de Cristo”. Reproduzco la segunda parte de mi homilía ante la Virgen de Guadalupe, que puede ser interesante para quienes quieran conocer el estilo de la pastoral juvenil que el Obispo desea para su Diócesis. Después de referir a los jóvenes el encuentro sorprendente de Pablo con el Señor en el camino de Damasco, del que nace su identificación y comunión permanente con Jesucristo y su irrenunciable compromiso misionero, les dije lo siguiente:
Queridos jóvenes: frente a tantos falsos maestros que os señalan caminos errados de realización personal; frente a tantos mitos efímeros que os ofrecen pequeñas briznas o fragmentos de una felicidad pasajera; frente a tantas promesas de libertad, que sólo conducen a la esclavitud; frente a tantas ofertas engañosas como os pone delante de los ojos la sociedad de consumo, que no llenan vuestro corazón, porque sólo conducen al nihilismo y al hastío, San Pablo en esta mañana os invita a seguir al único que es el camino, la verdad, la vida y la felicidad de los hombres (Jn 14, 6), Jesucristo. Él es el único que nos permite experimentar la verdadera libertad (Gál 5, 1), si lo aceptamos como Señor de nuestras vidas, si vivimos de forma permanente en gracia de Dios, si nos sumergimos en la vida nueva que Él nos ayuda a vivir con la fuerza misteriosa de la gracia que nos llega a través de la Iglesia y de sus sacramentos. Para ello, nos dice San Pablo que es necesaria la conversión, la renuncia a los ídolos y a los dioses que poblaban el mundo pagano en que él predica y actúa, que son los mismos ante los que se arrodillan hoy tantos jóvenes como vosotros: el placer, el sexo, el egoísmo cainita e insolidario, el dinero, el medro a costa de lo que sea, las drogas y los estimulantes que están aniquilando a tantos jóvenes compañeros vuestros. Sólo la entrega al Dios vivo y verdadero, nuestro único Señor, os garantiza la verdadera libertad. Dios quiera que todos volváis esta tarde a vuestros hogares convertidos, ilusionados, con sinceros deseos de ser santos, de vivir la novedad de vida que el Señor os ofrece, y de trabajar en la construcción de la nueva civilización del amor, a la búsqueda de un mundo más justo y fraterno según el corazón de Dios.
Queridos jóvenes: uno de los objetivos del Año Paulino es renovar y fortalecer nuestro compromiso apostólico y evangelizador. Por ello, en esta mañana, al mismo tiempo que pedimos a la Virgen de Guadalupe que nos conceda el amor ardiente de Pablo a Jesucristo, le pedimos también que nos regale su ardor apostólico y misionero, de manera que, como él, sintamos la urgencia de anunciarlo con la palabra y con la vida. Si a lo largo de vuestra peregrinación os habéis encontrado con Jesús, si Él os ha devuelto la luz, la vida y la esperanza, Él en esta mañana os encomienda enseñar lo que en estos días habéis aprendido, contar lo que os ha acontecido, compartir la alegría que habéis experimentado, siendo heraldos y mensajeros de la paz, la esperanza, y el amor que nacen de la Buena Noticia del amor de Dios por la humanidad. Hay demasiada tristeza e infelicidad en vuestros ambientes juveniles como para quedarnos con los brazos caídos. Si amáis a Jesucristo y a vuestros hermanos, no os está permitido ni el pasotismo ni la indiferencia. Jesús y su Evangelio siguen siendo una asignatura pendiente en el corazón de miles de jóvenes, y a vosotros, jóvenes cristianos de nuestra Diócesis, el Obispo os confía anunciarlo en vuestros ambientes, en el colegio, en el instituto, en la universidad, en los lugares de trabajo, en las calles, en la diversiones y en vuestros hogares. Os lo digo con las mismas palabras que el Papa Benedicto XVI dirigió a los jóvenes franceses reunidos el pasado 12 de septiembre a las puertas de la Catedral de Notre-Dame de París. “Es urgente hablar de Cristo a vuestro alrededor, a vuestras familias y amigos, en vuestros lugares de estudio, de trabajo o de ocio. No tengáis miedo. Tened la valentía de vivir el Evangelio y la audacia de proclamarlo”.
Bien sé yo que las dificultades son muchas, que, a veces, compañeros y profesores os tachan de raros y antiguos. Algunos de vosotros me lo habéis confesado abiertamente. En ocasiones habéis sufrido algún tipo de marginación, ridiculización o desprecio por ser fieles a Jesucristo y por amar a la Iglesia. Estas dificultades no son mayores que las que tuvieron que arrostrar San Pablo y los primeros evangelizadores. Y, sin embargo, en muy pocos años evangelizaron el mundo entonces conocido, porque estaban enamorados de Jesús y confiaban en la compañía y en la fuerza de su Espíritu, que vive en nosotros, que camina a nuestro lado y que actúa a través nuestro… No tengáis miedo ni vergüenza de hablar de Jesús y de anunciarlo y mostrarlo con desenvoltura y sin complejos. Mostradlo además a través del testimonio luminoso y atrayente de vuestra vida coherente, alegre, limpia, laboriosa, fraterna y ejemplar. No escondáis debajo del celemín la luz que en estos días el Señor ha encendido en vuestros corazones. Ponedla sobre el candelero para que alumbre e ilumine en vuestros hogares y en los ambientes en los que se entreteje nuestra vida.
Y no os preocupéis de la perseverancia. Si de algo podéis estar ciertos en esta mañana es de que el Señor nunca os va a fallar. Contad con su gracia. Sed fieles a la oración, que renueva y refresca nuestra vida. Sed fieles a vuestro plan de vida. Contad también con la compañía de la Iglesia. Es verdad que hoy es muy difícil mantenerse y perseverar en una sociedad tan secularizada como la nuestra si vamos por libre y vivimos nuestra fe a la intemperie. Dejaos ayudar por vuestros sacerdotes, insertaos en los grupos juveniles de la Delegación de Pastoral de Juventud, de la Pastoral Universitaria, de la Pastoral de ETEA y de los Jóvenes de Acción Católica de vuestras parroquias. Participad en sus actividades, retiros, ejercicios espirituales, sesiones de formación y otras convocatorias. Acudid cada jueves al Adoremus, la fuente más auténtica de dinamismo de nuestra pastoral juvenil. Acudid a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, el pan del camino y la garantía de la perseverancia. Confiad, por fin, en la cercanía y en la mediación maternal de la Santísima Virgen, que en esta mañana desde su camarín nos mira con especial ternura. Ella nos dice hoy, como en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. Ella nos invita a seguir a Aquel que es la única Verdad que auténticamente libera. Ella nos invita a no resignarnos a vivir una vida vacía y sin ideales, a vivir la vida nueva que Cristo nos ofrece, pues Él mismo, con la ayuda de su gracia y el don de su Espíritu, nos da la posibilidad de acogerla y vivirla en plenitud. Así sea.
Juan J. Asenjo. Obispo de Córdoba.