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24/10/10

«Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado»

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Eclesiástico 35, 12-14.16-18 // Salmo 34 // 2ª Timoteo 4, 6-8.16-18 // Lucas 18, 9-14

Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo treinta del tiempo ordinario viene cargado con muchas celebraciones en nuestra ciudad: Solemnidad de San Rafael, día del DOMUND y el día del Señor.

Hoy levantamos nuestros ojos al cielo para agradecer y suplicar a San Rafael, el arcángel custodio, darle gracias por cuidar de nosotros, de custodiar de cada uno de nosotros, de nuestra Iglesia que peregrina en Córdoba. El arcángel ha sido y es en la Ciudad el protector que recibe toda clase de súplicas y oraciones y que cuenta con la devoción sencilla y humilde de infinidad de cordobeses, jóvenes y mayores, que ante cualquiera de los numerosos triunfos e imágenes que en nuestras calles ensalzan a S. Rafael.

He podido constatar que muchas personas cuando pasan delante de la imagen de S. Rafael hacen la señal de la cruz, nunca faltan a los pies del triunfo del puente nuevo las velas, flores y plegarias de los cordobeses. Aprovechemos este día para vivir con fe la solemnidad del arcángel, es verdad que nuestra ciudad lo celebrará con los clásicos peroles, momentos privilegiados para el encuentro y la vivencia familiar y de los amigos. Pero sería bueno que también lo celebrásemos cristianamente, que en este día recemos a Dios, que vela por nosotros continuamente por medio de S. Rafael, para que ayude a nuestra ciudad, la proteja, ilumine a sus gobernantes para que busquen soluciones reales a los graves problemas que tenemos, que vele por todas y cada una de las familias, por los niños, jóvenes, los ancianos, los pobres, los marginados, etc. Es verdad que el día de S. Rafael es un día de fiesta, de perol, pero también tendría que ser un día de profunda fe y de agradecimiento a Dios, que nos ha regalado como custodio a todo un arcángel que nos cuida en su nombre. Sepamos transmitir a las jóvenes generaciones nuestras tradiciones, no sólo las festivas y de "juerga", también las de fe, las que brotan del corazón de muchos cordobeses fervorosos que aman a Dios.

Hoy la Iglesia Universal celebra el día del DOMUND, domingo de las misiones. Es un día profundamente arraigado en la comunidad eclesial. Todos reconocemos en el mes de octubre este día en el que rezamos, ayudamos y nos unimos a los misioneros. Es algo natural en todas las parroquias recibir misioneros, las huchas del DOMUND, las colectas por el tercer mundo... Creo que el peligro que corremos es que al verlo como algo natural no valoremos en su justa medida este día. Que por tenerlo tan asumido olvidemos la tremenda necesidad que sufren millones de hermanos nuestros que no tienen lo más imprescindible para vivir. Los misioneros de la Iglesia Católica pueden vivir gracias a esta jornada en toda la Iglesia. Los países ricos nos ocupamos de compartir con los más pobres. Pedimos hoy a Dios que no olvidemos nunca a estos hermanos nuestros que viven la pobreza más radical y absoluta. Que descubramos que somos responsables de cuidar de nuestros misioneros y misioneras, que como avanzadilla están en los lugares más difíciles de nuestro mundo.

El evangelio de hoy nos recuerda que todo lo que hagamos lo hagamos de corazón, que lo hagamos por amor a Dios y a los hermanos. ¡¡Cuanto bien deja de hacerse por orgullo, soberbia y protagonismo personal!! El Fariseo de la parábola se creía el mejor del mundo, que había que reconocer sus méritos, que su curriculum debía estar en la presencia de Dios. No pedía, más bien exigía. Muchas veces caemos en esos mismos fallos nosotros, porque hacemos algunas cosas por el Señor, porque colaboramos en la parroquia, en algún movimiento, en cualquier ONG... Creemos que ya tenemos un puesto garantizado, poco más o menos, al lado de Cristo en la Gloria. Nos pensamos que debe ser reconocido publicamente nuestro trabajo y que los demás son peores que nosotros. El Señor en el evangelio de hoy nos deja muy claro que todo lo que hagamos por cultivar nuestro orgullo y nuestra imagen narcisista, no nos vale de nada. Todo lo que hagamos con humildad, buscando la Gloria de Dios y no la nuestra, buscando servir sin buscar nada a cambio... lo que hagamos con verdadero amor, por muy poco que sea, tendrá su recompensa en el cielo.

Señor Jesús, con el publicano, hoy te pedimos ¡Oh Dios! Ten compasión de estos pecadores y concédenos tu perdón y tu Gracia. Que el Señor os bendiga a todos, especialmente a todos los que celebran su santo.

Tomás Pajuelo. Párroco

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