Rogatorias

Buscar...

Categorías

Archivo de noticias

18/8/13

No he venido a traer la paz, sino la división

XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Jer 38, 4-6.8-10 / Salmo 40(39) / Heb 12, 1-4 / Lc 12, 49-53

La Palabra de Dios en este domingo, 18 de agosto, domingo XX del tiempo ordinario nos presenta unas lecturas que a primera vista pueden parecer desconcertantes. Las Lecturas de hoy nos hablan de dos temas conflictivos, por ser desagradables: la persecución y la división. Y por más que queramos soslayarlos, no nos es posible. Son una realidad que están inscritas en lo profundo del SER cristianos.

Tampoco podemos disimular una grave afirmación de Jesús, acerca de la división en la familia, que nos trae el Evangelio de hoy:

“No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra” (Lc. 12, 49-53).

¿Cómo puede ser esto? ¿No dijeron los Ángeles que anunciaron el Nacimiento del Salvador: “Paz a los hombres” (Lc. 2, 14)? ¿No nos habló varias veces Jesús de llevar la Paz, de ser pacíficos, etc.? ¿No nos dijo: “Mi Paz les dejo; mi Paz les doy” (Jn. 14, 27)? Ciertamente. Así nos dijo. Pero, enseguida explicó: “La Paz que Yo les doy no es como la que da el mundo” (Mt. 14, 27).

La Paz de Jesús no es como la del mundo. La paz que nos ofrece el mundo es una paz ficticia, incompleta, equívoca, engañosa ... Porque en el mundo las cosas no son como las de Dios. La Paz que Cristo nos vino a traer es muy distinta a la del mundo. Muy distinta. Cristo vino a traer la salvación. Y la salvación puede trastornar la paz según el mundo, porque hay unos que buscan a Cristo y su causa -la salvación de la humanidad-, y hay otros que no. Ahí radica la división a la que se refiere Jesús en este Evangelio: los que están con El y su causa, y los que no están con El y con su causa.

Y esa división puede darse en una nación, entre amigos ... o en una familia. Es verdad que la Fe puede ser factor de unión, pero cuando hay algunos que no la acogen puede ser también factor de división. Muchas veces cuando alguno o algunos responden a la llamada de Cristo a seguirlo de verdad, sincera y profundamente como Cristo nos pide, pueden esos seguidores convertirse en “signo de contradicción” para los demás ... incluso para los más cercanos.

“¡Eres muy fanático!” “¡Has perdido objetividad!” “¡Ya no hablas sino de Dios!” Son las frases que escuchamos a nuestro alrededor cuando intentamos vivir coherentemente nuestra fe. En cuanto cualquiera de nosotros rezamos, defendemos a la iglesia, vivimos los sacramentos, confesamos y comulgamos, incluso algunos colaboran en la Parroquia como catequista, en cáritas, en la visita a los enfermos, en las reuniones de formación, etc... los que nos rodean nos dicen esas frases que he mencionado anteriormente. Incluso los más cercanos a nosotros, nuestra familia más próxima, se sienten denunciados por nuestro interés por ser mejores cristianos, por formarnos, por vivir la comunión, por practicar nuestra religión. Eso les lleva a meterse con nosotros. Y termina por darse el distanciamiento, la separación, la división.

Ahora bien, ¿quién es el que se está separando? ¿Quién está causando la división? ¿El que sigue a Cristo o el que no?

El que se divide es aquél que no sigue a Cristo. De allí que el seguidor de Cristo se siente apartado de los que no lo están siguiendo. Y pueden ser amigos, parientes o de la propia familia. Y esa división significa que alguno o algunos están haciendo lo que hay que hacer, pues le están siguiendo a El, Camino, Verdad y Vida.

Entonces ... ¿nos quedamos sin familia? ¿Nos quedamos sin padres, ni hermanos, ni hijos? La respuesta es otra sorpresa del Señor:

“‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos’. Porque todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’” (Mt. 12, 48-49).

Por otra parte, la división es inevitable. Toda división trae sufrimiento y ese sufrimiento purifica a quien pretende seguir a Cristo y ve que los suyos no hacen lo mismo. Sufre porque los suyos no están en el Camino que es Cristo. Sufre porque no puede compartir con ellos la Verdad que es Cristo. Sufre porque los suyos no viven la Vida que es Cristo.

De allí que el Señor nos diga antes de hablarnos de esta dolorosa división, en el comienzo del Evangelio de hoy: “Vine a traer fuego a la tierra. Y cómo quisiera que estuviera ya ardiendo” (Lc. 12, 49). Es el fuego purificador de su Palabra. Es el fuego purificador de la acción del Espíritu Santo en el mundo y en cada uno de nosotros. Es el fuego purificador del sufrimiento, cualquiera que sea, pero muy especialmente del causado por seguirlo a El. Que nuestros corazones se abrasen en ese fuego del Amor divino para que así superemos toda división por la fuerza de una entrega amorosa a dios y a los hermanos, especialmente a los que nos persiguen, a los que nos "ridiculizan" por vivir la fe.

Que la Bendición de Dios, la vida sacramental, la dirección espiritual y la oración nos ayuden a todos a mantenernos firmes en nuestra opción por Cristo y su Evangelio.

Feliz Domingo a todos. Que Dios os bendiga.
Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Desde la afinidad o la discrepancia, pero siempre con respeto, te animamos a participar.

Por unas mínimas bases de hermandad, afecto y consideración, los comentarios anónimos inapropiados serán borrados.