III DOMINGO DE ADVIENTO
Lecturas: Isaías 35,1-6.10 // Salmo 146(145),7-10 // Santiago 5,7-10 // Mateo 11,2-11
Las Lecturas de este Tercer Domingo de Adviento están muy conectadas entre sí.
En la Primer Lectura (Is. 1. 6-10) el Profeta Isaías nos anuncia los milagros que haría Aquél que vendría a salvar al mundo. Y en el Evangelio(Mt. 11, 2-11) vemos a Jesús usando esas mismas palabras de Isaías para identificarse ante San Juan Bautista.
En el Evangelio Jesucristo define a su primo San Juan Bautista como un Profeta, agregando que es “más que un profeta” (Mt. 11, 2-11). Y continúa describiéndolo como aquél que es su mensajero, su Precursor, aquél que va delante de El preparando el camino.
Esto fue cuando ya eran adultos -treinta años de edad tenían ambos. Juan había ya anunciado al Mesías que debía venir y había predicado la conversión y el arrepentimiento, bautizando en el Jordán. Ya había Juan caído preso por su denuncia del adulterio de Herodes. Paralelamente, Jesús ya había comenzado su vida pública y, aparte de su predicación, había también realizado unos cuantos milagros, por lo que su fama se iba extendiendo en toda la región.
Es así como, estando Juan en la cárcel, oye hablar de las cosas que estaba haciendo Jesús. Queriendo, entonces confirmar si era el Mesías esperado, San Juan Bautista mandó a preguntarle si era El o si debían esperar a otro.
Para ser humildes y sencillos como el Señor, debemos ver en los milagros anunciados por el Profeta Isaías y realizados por Jesús, los milagros que nuestro Redentor, puede hacer en cada uno de nosotros, especialmente en este tiempo de Adviento: ciegos que ven, sordos que oyen, mudos que hablan, cojos que andan, etc.
¿Y Jesús ya no hace milagros? Es cierto que veces se sabe de curaciones milagrosas, exorcismos, etc. que suceden aquí o allá. Pero son muchos los milagros que Jesús puede hacer –y de hecho hace- si nos disponemos. Tiempo propicio para ello es éste de preparación llamado Adviento.
Porque el Mesías, el Salvador del Mundo, Jesucristo, volverá, y debemos estar preparados. Y la mejor preparación es dejarnos sanar por Jesús que ya vino hace dos mil años y que continúa estando presente en cada uno de nosotros haciendo milagros con su Gracia. Hay que aprovechar todas las gracias derramadas en este Adviento, para prepararnos a la llegada del Mesías.
Jesús curó ciegos… dispongámonos a que cure nuestra ceguera, para que podamos ver las circunstancias de nuestra vida como El las ve. Jesús curó sordos… El puede curar la sordera de nuestro ruido, que no nos deja oír bien su Voz y así podamos seguirle sólo a El.
Jesús curó mudos… ¿y en qué somos mudos nosotros? En que no hablamos de El y de su mensaje. ¡Los católicos estamos enmudecidos! Pero El puede curar esa mudez que tenemos y que nos impide evangelizar. Porque la Nueva Evangelización es trabajo de todos y cada uno de nosotros! Porque lo dejó bien especificado Jesucristo y nos lo está pidiendo el Papa Francisco, y ya lo habían pedido los dos anteriores.
Con esas curaciones quedarán también sanadas nuestra cojera y nuestra parálisis, para que podamos de veras andar por el camino que nos lleva al Cielo y recibir al Señor cuando vuelva de nuevo a establecer su reinado definitivo.
En la Segunda Lectura (St. 5, 7-10) el Apóstol Santiago nos recomienda la paciencia para esperar el momento del Señor. Nos invita a la perseverancia en la espera de la venida del Señor. Nos pide tener la paciencia del agricultor que espera la cosecha y, sobre todo, nos pide imitar a los Profetas -San Juan Bautista, Isaías, y otros- en su paciencia ante el sufrimiento.
Así, en paciencia y perseverancia, convirtiéndonos de nuestra ceguera, nuestra sordera, nuestra mudez, nuestra cojera, etc., nos habremos preparado bien para recibir al Mesías. Así habremos aprovechado este Adviento. Que así sea.
Tomás Pajuelo Romero. Párroco.
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