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10/2/13

Aunque indignos, fueron escogidos por Dios. Como nosotros

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Libro de Isaías 6,1-2a.3-8 // Salmo 138(137) // Carta I de San Pablo a los Corintios 15,1-11 // Evangelio según San Lucas 5,1-11

Las tres lecturas de hoy nos presenta a tres hombres: Isaías, Pedro y Pablo. Tres personas ... como cualquiera de nosotros. Escogidos por Dios, llamados por Dios, que supieron responder a Dios.

“Aquí estoy, Señor. Envíame”, le respondió Isaías, a quien vemos en la Primera Lectura (Is. 6, 1-8).

En el Evangelio vemos a Pedro, acompañado de Santiago y Juan. “Desde hoy serás pescador de hombres”, le dijo Jesús a Pedro. Entonces, “llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron (Pedro, Santiago y Juan)” (Lc. 5, 1-11).

En la Segunda Lectura vemos a Pablo. Y recordamos la lectura del día que celebramos su conversión (25 de enero) cuando, respondiendo a la luz y la voz que oye camino a Damasco, pregunta:“¿Qué debo hacer, Señor?” (Hech. 22, 3-16).

Nos cuenta el Evangelio que Jesús se subió a la barca de Pedro, con quien -por cierto- ya había tenido un contacto previo (cfr. Jn. 1, 35-42), y le pide alejarse un poco de tierra, para predicar desde allí. Al final de la predicación les ordena ir más adentro para pescar.

Pedro, pescador experimentado, dice que no hay pesca, que ya han probado, pero “confiado en tu palabra, Señor, echaré las redes”. Sucedió, entonces, la llamada “pesca milagrosa”: atraparon tantos peces que “las barcas casi se hundían”.

Al ver la manifestación del poder de Dios, a Pedro le sucede como a Isaías: se reconoce pecador e indigno y siente ese temor reverencial, que no es miedo. “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”. “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres”, le dice el Señor. Y nos cuenta el Evangelio que llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

A San Pablo le sucede lo mismo, cuando camino a Damasco para perseguir cristianos, la luz divina lo tumba al suelo y queda enceguecido.

Su sentimiento de indignidad lo resume en una palabra terrible, que nos trae la Segunda Lectura de hoy: “Finalmente se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol” (1 Cor. 15, 1-11).

Aunque indignos, fueron escogidos por Dios. Ahora bien ... ¡todos somos indignos, todos somos incapaces! Pero cuando Dios llama, purifica, prepara y equipa al escogido para la misión que le encomienda.

Dios nos llama a TODOS a una vocación común: "LA SANTIDAD". Seamos lo que seamos, curas, obispos, Papa, seglares, monjes, monjas, misioneros, colaboradores...lo que sea...TODOS tenemos que ser SANTOS. Tenemos que vivir plenamente según nuestro estado y condición, el evangelio, los mandamientos, la oración, la caridad...

Feliz domingo. Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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