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18/12/11

«Será grande, se llamará Hijo del Altísimo (...) y su reino no tendrá fin.»

IV DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: 2º Samuel 7, 1-5. 8b-12. 14a.16 // Salmo 88 // Romanos 16, 25-27 // Lucas 1, 26-38.

Queridos hermanos y hermanas:

La Anunciación. Fra Angelico. 1430-1432Ya llegamos a la Navidad. Pero ¿de verdad nos damos cuenta de lo que estamos celebrando? ¿Tenemos clara conciencia de la grandeza de la Navidad?

El hecho más relevante de la historia de la humanidad es, sin duda, el Nacimiento de Dios. Tan importante fue este acontecimiento que la historia se divide en “antes” y “después” de Cristo. Sin embargo, ese hecho fue antecedido por el misterio más grande nuestra fe cristiana: la Encarnación de Dios, es decir, Dios hecho hombre en el seno de la Santísima Virgen María.

Así describe este Misterio el máximo poeta de la Mística, San Juan de la Cruz:

“Entonces llamó a un arcángel que San Gabriel se decía, y enviolo a una doncella que se llamaba María, de cuyo consentimiento el misterio se hacía, en el cual la Trinidad de carne al Verbo vestía; y aunque Tres hacen la obra, en el Uno se hacía; y quedó el Verbo encarnado en el vientre de María. Y el que tenía sólo Padre, ya también Madre tenía, aunque no como cualquiera que de varón concebía, que de las entrañas de ella Él su carne recibía; por lo cual Hijo de Dios y del hombre se decía”. (Romance 8)

¿Qué significa este gran misterio, el más grande acontecimiento de la humanidad… tan grande que la historia se divide en antes y después de Cristo?.

Lo que celebramos en Navidad es tan grande que de no haber nacido Cristo, nuestra meta final sería el Infierno. Así de grave. Debido al Pecado Original y a los pecados que hemos ido añadiendo a éste, los seres humanos tendemos de manera natural a la condenación. Tenemos un cierto sentido del bien, un eco en nuestro interior de lo que nuestro Creador desea para nosotros. Pero nuestra naturaleza humana caída lucha, porque su sensibilidad tiende a preferir el pecado. Es que la gloria de la Encarnación y del Nacimiento de Jesús consiste en que ya no tenemos que quedar excluidos del Cielo. Después de la primera Navidad –aquélla en que nació Jesús en Belén- tenemos Esperanza. ¡Eso es lo que celebramos en la Navidad! ¡Nada menos! ¡La Esperanza de nuestra Salvación!

El problema es que la bulla y la agitación de estos días nos hace perder la perspectiva de lo que significan estos misterios infinitos que celebramos en Navidad. Y si no nos damos cuenta de la gravedad de nuestra situación de pecado y de nuestra tendencia al pecado, no podemos asumir la necesidad que tenemos de ser salvados. Hemos despojado a la Navidad de todo sentido religioso. ¡Es algo tan absurdo! La Navidad es el nacimiento del Hijo de Dios y nosotros queremos despojarla de todo sentido religioso. ¡Que payasada! Es como querer despojar a la fiesta de cumpleaños de nuestros hijos de toda connotación de cumplir años. Es el pego más gordo de nuestros días. La Navidad es el aniversario del Nacimiento del Hijo de Dios, de Jesús. Y todo lo demás son tonterías y pegos.

El que no sea creyente, el que practica otra religión que no celebre la Navidad, que pida en su trabajo poder seguir trabajando estos días porque para él no son días de celebrar nada. Pero queremos tener los privilegios de poder celebrar la fiesta cristiana de la Navidad pero que por favor no le den sentido religioso, ¡¡¡porque no creemos!!! Estupendo, lo que pretende nuestra sociedad laica es poder tener vacaciones de Navidad pero que los creyentes no podamos celebrar religiosamente la Navidad, que nuestros derechos no cuenten porque los importantes son los suyos.

Esta es la gran paradoja de nuestros días. Y por desgracia, hay muchos cristianos que apoyan, que están de acuerdo y que ven perfectamente esto. ¡Que pena! Los mismos creyentes tirando piedras contra nuestro propio tejado.

Vamos a vivir de verdad estos últimos días de adviento, vamos a entregarnos de corazón para prepararnos y vivir la Navidad en nuestras familias con una gran fe, amor, caridad, entrega…

Que Dios os bendiga a todos y os conceda una feliz navidad. Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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