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31/7/11

Nada Puede Apartarnos del Amor de Dios

XVIII DOMINGO del TIEMPO ORDINARIO A

Lecturas: Libro de Isaías 55,1-3, Carta de San Pablo a los Romanos 8,35.37-39, Evangelio según San Mateo 14,13-21.

Queridos hermanos y hermanas:

En este último domingo de Julio, cuando la mayoría de la gente está disfrutando del merecido descanso, la Palabra de Dios que escuchamos nos introduce de nuevo en la necesidad de Dios. El tema de la Liturgia de hoy es el de la Providencia Divina y la confianza que debe tener el cristiano de que Dios, que es Padre... y Padre infinitamente Misericordioso, se ocupa de todas nuestras necesidades: tanto espirituales, como materiales.

Para los bienes materiales, El nos da la posibilidad de encontrarlos poniendo nosotros lo que podemos, que es el trabajo cotidiano. Para los espirituales nuestra aportación consiste en nuestra respuesta a la Gracia Divina, es decir, nuestro “sí” a la Voluntad de Dios. Recordemos esto cada vez que recemos el Padre Nuestro, pues “el Pan nuestro de cada día” que pedimos en esa oración con que Jesús nos enseñó invocar a Su Padre, nuestro Padre, se refiere al alimento material y también al alimento espiritual.

Dentro de esa confianza que debe tener el cristiano de que Dios todo lo provee y de que Dios no permite nada que no sea conveniente para nuestra salvación, está la Segunda Lectura del Apóstol San Pablo a los Romanos (Rm. 8, 35, 37-39).

Nada -absolutamente nada- puede apartarnos del amor que sabemos que Dios nos tiene: ni las tribulaciones, ni las angustias, ni la persecución, ni el hambre, ni el peligro, ni la guerra ... Nada ... Ni la muerte, ni la vida, ni los demonios, ni el presente, ni el futuro ... En todo confiamos en Dios y no dudamos de su Amor. Así es la seguridad del cristiano que confía en su Padre, Dios. ¡¡ Con qué facilidad nos olvidamos de este texto de la Palabra de Dios!! ¡¡Que facilmente olvidamos al Señor, su amor, su providencia infinita!! En cuanto nos viene algo malo en la vida, en cuanto se tuercen nuestras espectativas, en seguida la culpa a Dios. ¿Por qué me haces esto?¿Por qué Dios mio? La mayoria de las veces agobios y problemas fruto de nuestra irresponsabilidad o nuestro pecado... pero, claro, lo más fácil echarle la culpa a Dios. Cuando uno lee detenidamente este texto de San Pablo, se da cuenta que el apóstol AMABA a Dios con todas sus fuerzas, su mente y su vida. Él tiene claro que las cosas de este mundo nunca le van a impedir que Dios le ame y el se sienta profundamente amado por Dios. Podemos pasarlo mal, pero incluso ahí nos está amando profundamente el Señor.

Cuando una familia se ama de verdad, aunque vengan los problemas, juntos los superan con ánimo, porque se aman y nada material va a impedir ese amor. Pensad en nuestros mayores, muchos de nuestros padres y abuelos, se casaron sin nada, con menos de lo estrictamente imprescindible...pero queriéndose de verdad y fijaros lo que nos han dado, lo que han procurado para nosotros. No tenian cosas materiales pero su amor les ayudo a vencer todo para darnos lo mejor. Hoy tenemos de todo y nos falta lo más importante: EL AMOR.

El evangelio de hoy nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y los peces:

Jesús se acaba de enterar de la muerte de su primo, su Precursor, San Juan Bautista. Nos dice el Evangelista que “al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar solitario”. Pero en cuanto ve a la muchedumbre que le busca, se pone a enseñarles. Nos damos cuenta que Jesús se olvida de lo que inicialmente iba a hacer, se olvida de su retiro en soledad, se olvida de su duelo, de su dolor, y se somete a la solicitud de una muchedumbre hambrienta de pan material y de pan espiritual.

Y nosotros, que debemos ser imitadores de Cristo, ¿es así como actuamos con relación a las necesidades de los demás? ¿Qué necesidades ponemos primero: las nuestras o las de los demás? ¿Cómo atendemos a quien nos necesita para que le demos una palabra de aliento, una atención porque está enfermo o simplemente porque necesita un trozo de pan? ¿Hacemos como Jesús? ¿Nos olvidamos de nuestra tristeza o preocupación personal para atender a otros, aún desde nuestra propia tristeza o preocupación? ... ¿O buscamos ser nosotros atendidos, olvidando a los demás? ¿Buscamos ser consolados en vez de consolar? ¿Ser comprendidos en vez de comprender? ¿Ser amados en vez de amar? ... ¿Cómo actuamos? ¿Cómo somos? ...

Hoy el Señor sigue viendo a la muchedumbre necesitada, nos pide que nos sentemos y con un poco de PAN y con un poco de VINO, hace el milagro de multiplicar su PRESENCIA en el altar. Hace que en todas las partes del mundo, en cada iglesia en la que se celebre la Eucaristía está el realmente presente para ser nuestro alimento de vida eterna.

Vivamos hoy el domingo con alegría, con gratitud.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz domingo.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco

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