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23/9/12

"Donde hay envidia y espíritu de contradicción, allí hay desorden y toda clase de obras malas"

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Libro de la Sabiduría 2,12.17-20 // Salmo 54(53) // Epístola de Santiago 3,16-18.4,1-3 // Evangelio según San Marcos 9,30-37

En el Evangelio de hoy (Mc. 9, 30-37) vemos cómo Jesús seguía tratando de explicar a sus discípulos su pasión y muerte, la cual era ya inminente. Nos cuenta el Evangelista que iba Jesús atravesando Galilea con ellos, pero que no quería que nadie lo supiera pues iba enseñándoles justamente sobre lo que iba a ocurrir pocos días después.

Por cierto, el Señor cada vez que hablaba de su muerte, también hablaba de su resurrección. Pero los discípulos no querían entender. Probablemente se quedaban con el anuncio de la primera parte e -igual que nosotros hacemos- atemorizados por el sufrimiento y la muerte, ni se daban cuenta del triunfo final: la resurrección. Los discípulos iban más preocupados en discutir entre ellos quién era el más importante que de escuchar a Jesús.

En nuestros días nos pasa lo mismo, estamos más ocupados en nuestras cosas, en nuestros afanes, en nuestro modo de pensar...que en escuchar a Cristo y su Iglesia. No podemos olvidar que el maestro es Cristo. Que el Evangelio es uno y que se ponga como se ponga nuestra sociedad, la Verdad del Evangelio es una.

Cuando Cristo habla de Cruz todos hacemos oidos sordos y queremos huir...los apóstoles también. De tal forma huían los Apóstoles del tema que Jesús quería tratar con ellos que, según nos cuenta este Evangelio, se pusieron a hablar -sin que Jesús les oyera- sobre quién de ellos era el más importante. Ellos están a otra cosa...y nosotros podemos estar también así...a lo nuestro. Es precisamente lo que nos advierte el Apóstol Santiago en la Segunda Lectura (St. 3, 16 - 4, 3), la cual vale la pena detallar, porque con frecuencia caemos en estos desórdenes de que nos habla Santiago. Comienza por precavernos acerca de las “envidias y rivalidades”, porque éstas son señal “de desorden y de toda clase de obras malas”. Y... ¿nos damos cuenta de que, como la envidia es un pecado medio escondido nos sentimos con derecho a acunar en nuestro corazón tales sentimientos, sin darnos cuenta de lo que nos alerta el Apóstol: esos “desórdenes y obras malas” que son consecuencia de las rivalidades y de la envidia.

El que acune en su corazón lo que nos vende el Demonio, termina siendo instrumento del Mal, del mismo Demonio. El Apóstol Santiago lo sabe, lo ha visto y nos alerta de las consecuencias de la envidias. En cambio –nos dice Santiago- “los que tienen la Sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo”. Vale la pena destacar la Sabiduría que viene de Dios y la pureza de corazón. ¿Qué es tener la Sabiduría Divina? Es tener el pensar de Dios, la forma de ver las cosas que tiene Dios, la manera de analizar las circunstancias de nuestra vida según Dios. Es ver las cosas como Dios las ve, no con nuestra miopía espiritual, tan contaminada por el mundo y tan de acuerdo a nuestros pensamientos humanos que suelen estar tan desviados de la visión eterna. Y que, por supuesto, están tan desviados de las paradojas que nos propone el Evangelio de hoy y el del domingo anterior:

Tomar nuestra cruz de cada día. Perder la vida para ganar la Vida. Ser último para llegar a ser primero. Ser pequeños, sencillos y confiados como son los niños. Este es el verdadero y único camino de Salvación. Podemos engañarnos con nuestras teorias y nuestros inventos...pero al final de la vida nos examinaran del Amor. Nos examinará el Señor de cómo hemos vivido su Palabra y su Verdad en nuestras vidas. Podemos seguir empeñados en vivir a nuestra forma y manera o podemos de una vez por todas descubrir que la cruz es el camino de la Salvación y tomarla con amor y seguir al Señor.

Pedimos hoy a Jesús que nos ayude a ver la realidad y a vivirla cumpliendo su voluntad. Os deseo a todos un feliz domingo, un feliz día del Señor. Que Dios os Bendiga.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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