No.
Durante la celebración de la Eucaristía, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y como tales permanecen. No pueden volver a ser pan y vino, pues ya no son en absoluto pan y vino. No hay entonces razón para que cambien nuevamente a su estado “normal” ya que han pasado las circunstancias especiales de la misa. Una vez que la substancia ha cambiado realmente, la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo “dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas” ( Catecismo, no. 1377). En contra de quienes sostenían que el pan consagrado durante la Eucaristía no tiene poder santificante si se reserva para el día siguiente, S. Cirilo de Alejandría replicó, “ni se altera Cristo, ni se muda su sagrado Cuerpo, sino que persevera siempre en él la fuerza, la potencia y la gracia vivificante” ( Epístola 83 a Calosyrium, obispo de Arsinoe [PG 76, 1076]). La Iglesia enseña que Cristo permanece presente bajo la apariencia de pan y vino todo el tiempo que subsiste la apariencia de pan y vino (cf. Catecismo, no. 1377).
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