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21/10/12

«Por sus sufrimientos mi siervo justificará a muchos»


XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Isaías 53, 10-11 // Salmo 33 // Hebreos 4, 14-16 // Marcos 10, 35-45.

Queridos hermanos y hermanas:

En este domingo XXIX del Tiempo ordinario las lecturas se refieren al sufrimiento, en comparación con los deseos de reconocimiento y de honra que -equivocadamente- alimentamos y promovemos los seres humanos.

En la Primera Lectura del Antiguo Testamento se anuncian los sufrimientos de Cristo y su finalidad. “El Señor quiso triturar a su siervo con el sufrimiento”, anunciaba el Profeta Isaías. “Cuando entregue su vida como expiación... con sus sufrimientos justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos” (Is. 53, 10-11).
En este domingo XXIX del Tiempo ordinario las lecturas se refieren al sufrimiento, en comparación con los deseos de reconocimiento y de honra que -equivocadamente- alimentamos y promovemos los seres humanos.

En la Primera Lectura del Antiguo Testamento se anuncian los sufrimientos de Cristo y su finalidad. “El Señor quiso triturar a su siervo con el sufrimiento”, anunciaba el Profeta Isaías. “Cuando entregue su vida como expiación... con sus sufrimientos justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos” (Is. 53, 10-11).

En efecto, nos dice el Evangelio (Mc. 10, 35-45): “Jesucristo vino a servir y a dar su vida por la salvación de todos”.

Y el sacrificio de Cristo, anunciado desde el Antiguo Testamento y realizado hace 2012 años menos 33 (hace 1979 años), se re-actualiza en cada Eucaristía celebrada en cada altar de la tierra. ¡Gran milagro!

“El más grande de los milagros”, lo proclamaba el Papa Juan Pablo II en una de sus Catequesis de los Miércoles del año 2000, dedicada a la Eucaristía.

Y nos comentaba Juan Pablo II en su Encíclica sobre la Eucaristía («Ecclesia de Eucharistia») que los Apóstoles, habiendo participado en la Última Cena, tal vez no comprendieron el sentido de las palabras que salieron de los labios de Cristo en el Cenáculo. Aquellas palabras vinieron a aclararse plenamente al terminar el Triduo Santo, tiempo que va de la tarde del Jueves Santo hasta la mañana del Domingo de Resurrección.

>Nos dice el Papa que la institución de la Eucaristía, en efecto, anticipaba sacramentalmente los acontecimientos que tendrían lugar poco más tarde, comenzando con la agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní.

Vemos a Jesús que sale del Cenáculo, baja con los discípulos, atraviesa el arroyo Cedrón y llega al Huerto de los Olivos. En aquel huerto habían árboles de olivo muy antiguos, que tal vez fueron testigos de lo que ocurrió aquella noche, cuando Cristo en oración experimentó una angustia mortal.

La sangre, que poco antes había entregado a la Iglesia como bebida de salvación al instituir la Eucaristía durante la Ultima Cena, comenzaría a ser derramada con los azotes, la corona de espinas, y su efusión, hasta la última gota, se completaría después en el Gólgota. En la Cruz Cristo derrama su Sangre por nosotros, Y entonces su Sangre se convierte en instrumento de nuestra Salvación.

Recuerdo. Memorial. Re-actualización. Son todas palabras que definen lo que realmente sucede en la Santa Misa. Es decir en cada Eucaristía se recuerda, se revive, se re-actualiza, más aún, se hace presente el Sacrificio de Cristo: su muerte para salvación de todos. Estamos en el Calvario cuando estamos en Misa. La escena del Calvario se hace presente en la Misa. ¡Gran Milagro!

Nos dice la Encíclica que cuando se celebra la Eucaristía... "se retorna de modo casi tangible al momento de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, se retorna a su «hora», la hora de la cruz y de la glorificación. A aquella hora vuelve espiritualmente todo Presbítero que celebra la Santa Misa, junto con la comunidad cristiana que participa en ella”.

Pero ¡qué distinto vemos los humanos el sufrimiento! ¡Como rehuimos la Cruz! ¡Como desechamos sufrir por amor!

A la luz de lo que Cristo ha hecho por nosotros, cabe pensar entonces cómo aceptamos nosotros el sufrimiento. Cabe cambiar nuestra visión del sufrimiento, si no tenemos la adecuada. ¡Cómo somos los seres humanos! Evadimos la idea misma del sufrimiento y pensamos más bien en los honores, en los puestos, en el poder. De allí la respuesta de Jesús: el que quiera tener parte en la gloria, deberá pasar por la dura prueba del sufrimiento. Por eso les pregunta a sus apóstoles si están dispuesto a beber el cáliz que Él va a beber. ¿Somos capaces de abrazar la Cruz con amor y seguir a Cristo?

Que Dios os bendiga a todos. Feliz día del Señor.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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