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27/6/10

Cristo no quita nada y lo pide todo, porque lo ha dado todo

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: (1 Reyes 19, 16b.19-21 // Salmo 15 // Gálatas 4,31b-5,1.13-18 // Lucas 9, 51-62

Las lecturas de este domingo nos hablan de la radicalidad del seguimiento de Jesucristo. En una sociedad donde nada es para siempre, donde todo se discute y se plantea para periodos cortos de tiempo. Donde la mediocridad y la falta de decisión nos hacer vivir en la monotonía y en el aburrimiento, Jesús nos dice: El que quiera seguirme y mira para atrás no es digno de mi.

Cuando el Señor entra en nuestras vidas se produce un cambio radical de nuestra existencia como nos lo demuestran las lecturas de hoy:

El profeta Eliseo, modelo del seguimiento radical, deja todas sus posesiones y afectos para seguir con generosidad y radicalidad incondicional a su maestro, el profeta Elías. Con el sacrificio de los bueyes y la quema de sus aperos demuestra su total desprendimiento y disponibilidad para seguir la llamada de Dios. Pablo instruye a los nuevos cristianos para que no pierdan la libertad lograda en Cristo y les advierte sobre el uso correcto de esa gracia: el servicio mutuo por amor y el dominio de sus pasiones. Es el Señor el lote de nuestra heredad, tal como proclamamos en el Salmo. El nos enseña el camino de la vida, nos sacia de gozo en su presencia. El seguimiento de Jesucristo es el camino directo hacia esa felicidad que todo hombre y mujer desea.

Después de anunciar la Pasión, Jesús inicia el camino de Jerusalén. Jesús invita a todos a seguirle, pero se quedan fuera aquellos que no lo hacen en la pobreza y la renuncia a todo lo propio. El pasaje evangélico, entendido aisladamente, sin referencia al resto del Evangelio, podría parecer un tanto masoquista, fruto de una moral fundamentalista. A los que se han dejado fascinar por Jesús y su causa no les duele el desprendimiento ni la renuncia, aunque parezca heroica. El gran desafío que tenemos los cristianos es decidirnos entre una religión burguesa o un cristianismo de seguimiento de Jesús. Como ha dicho alguien con ingenio, se trata de vivir hoy "con el aire de Jesús" y no "al aire que más sopla". Un cristianismo reducido a unos pocos ratos y a unos pocos ritos religiosos vale para muy poco o para nada. Como se ha dicho tantas veces, de un cristianismo reducido a media hora dominical no hay que esperar gran cosa. ¿Qué influencia puede tener en las personas una religión que no exige más que tres cuartos de hora los domingos? Seguir a Cristo implica la vida entera, no sólo algunos tiempos o algunas zonas de nuestra existencia. Lo que el profeta Elías no podía exigir, por ser un hombre; Cristo sí puede, por ser el Hijo de Dios. Más aún, no hay otra manera de seguirle: «El que sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios». El seguimiento de Cristo –decisión libre del discípulo- sólo puede ser incondicional, es el Señor quién pone las condiciones. No caben rebajas ni descuentos. El seguimiento de Cristo no es una cuestión de negociaciones. Poner condiciones es estar diciendo «no», es ya dejar de seguirle. Cristo no quita nada y lo pide todo, porque lo ha dado todo. Y esto es lo que implica ser cristiano: un seguimiento incondicional. No hay dos tipos de cristianos. Sólo es verdaderamente cristiano el que «va a por todas». Cristo comprende la debilidad humana y los fallos motivados por ella, pero no acepta la mediocridad por sistema, el «bajar el listón», los cálculos egoístas. Los apóstoles fueron grandes pecadores: san Pedro llegó a negar a Cristo, san Pablo persiguió a la Iglesia... Pero no fueron mediocres: se dieron del todo, gastaron su vida por Cristo, sin reservarse nada. Las exigencias de Jesús para seguirle suenan muy duramente a los oídos y, mal entendidas, pueden producir la idea de un Jesús sin entrañas. Las expresiones tan duras de Jesús hay que entenderlas en sentido metafórico. Son expresiones orientales, intencionadamente exageradas para poner más de relieve el mensaje que quiere comunicar. Con ellas pretende señalar la radicalidad con que es preciso seguirle. Jesús no fue inhumano; al contrario, fue el más humano de los humanos. Su vida fue un continuado gesto de ternura. No pudo contener las lágrimas ante la muerte de su amigo Lázaro. Jesús defiende el amor y el cuidado de los padres ancianos. Lo que quiere decirnos es que nadie, pero menos sus discípulos, ha de dejarse atrapar por una familia posesiva, sino que cada miembro ha de hacer su opción libre, que la familia no puede condicionar su llamada a seguirle y a trabajar por el Reino. Jesús habla de totalidad: "Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente". No se pueden separar unos tiempos, unas ocupaciones, unos ritos y unos ratos para Dios y, luego, vivir a impulsos del capricho. Todo y para siempre, como sucede con los grandes amores. He aquí un mensaje apremiante para muchos contemporáneos nuestros tan amigos de lo provisional. El seguimiento de Cristo es la vocación del cristiano. No es la decisión libre del discípulo la única determinación para seguir a Jesucristo. Él quiere ser el único absoluto de nuestra vida. El que se escandaliza porque Cristo exige la renuncia, incluso a cosas buenas, es que no ha entendido nada del evangelio. Ser cristiano no equivale a ser honrado y no hacer mal; eso lo procuran hacer también los seguidores de muchas religiones e incluso muchos ateos. Ser cristiano significa estar dispuesto a toda renuncia y a todo sacrificio por Cristo. Seguirle incondicionalmente merece la pena.

Jesús quiere de nosotros que le sigamos totalmente, a él no le valen las medias tintas. Para poder seguir a Jesús de esta manera radical y total en nuestras vidas tenemos que tener una profunda experiencia de encuentro con el Señor. Sólo un corazón enamorado de Cristo puede dejar todo y seguirle. El cine de nuestros días nos presenta historias de amor en las que un hombre o una mujer, al encontrar el amor de sus vidas son capaces de dejar todo lo que era su vida y lanzarse a la aventura, trasladarse de ciudad, de casa, de familia para vivir esa historia de amor. La sociedad nos presenta como amor verdadero aquel que es capaz de dejarlo todo por entregarse a la persona amada.

Humanamente lo vemos claro, pues cristianamente es lo mismo, cuando un hombre o una mujer se encuentra en los hondo de su corazón con el AMOR, con Cristo, entonces deja todo y embarca su vida totalmente en el seguimiento de Jesús: sacerdotes, monjes, monjas, misioneros, matrimonios, seglares...sea cual sea su condición, un corazón enamorado de Cristo se entrega totalmente a Él.

Viendo nuestras faltas de compromiso me pregunto ¿De vedad mi vida de fe es un vivir enamorado de Cristo? ¿Vivo cada día mi amor a Cristo en mi amor a los hermanos? Creo que nos falta experiencia de amor a Dios y de amor de Dios. Nos falta la experiencia de fe, tenemos muchos conocimientos de fe, de la biblia, del evangelio pero muy poco conocimiento personal del encuentro con el amor de Cristo. Vivamos a Cristo, vivamos su amor y descubriremos asombrados que lo que nos parecia imposible dejar por su amor lo haremos gozosos y alegres.

Que Dios os conceda a todos un feliz domingo, que os otorgue su copiosa bendición.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco


2 comentarios:

  1. Cuando en la Eucaristia nos damos la Paz, estamos deseando que el hermano experimente en su vida la sensación de serenidad que da el saber que el Señor nos Ama y todo lo que no en nuestra vida pasa es para nuestro bien.
    Seguir a Jesus, es vivir continuamente en esa Paz, El ya a puesto su parte, mi Si me cuesta porque estamos atados a un mundo de prisas donde la serenidad y el encuentro con El es muy difícil.
    Renunciamos a muchas cosas pero es complicado en la forma en que vivimos, trabajamos etc.

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  2. Muchas gracias por la reflexión que aportas, amigo/a. Sería estupendo contar con tu participación continuada. Te animo a usar un seudónimo para que podamos reconocernos con facilidad.

    Yo siempre he entendido la paz de la que habla Jesús en Juan 14, 27, justo como tú bien dices: esa seguridad "maternal" de sabernos criaturas de Dios tierna y misericordiosamente amadas por Él. También en alguna catequesis me dijeron (si no recuerdo mal) que al desear la paz al hermano o hermana que celebra la Eucaristía a nuestro lado en ese momento, implícitamente deseamos la paz a todos aquellos con quienes pudiéramos haberla perdido o más bien ellos haberla perdido por tener algo contra nosotros, a modo de perdón propio de las ofensas ajenas.

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