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1/11/10

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Lecturas: Apocalípsis 7, 2-4.9-14 // Salmo 24 // 1ª Juan 3, 1-3 // Mateo 5, 1-12a

Queridos hermanos y hermanas:

Adoración de la Santísima Trinidad o Retablo de Todos los Santos. Alberto Durero, 1511“Una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas”, decía la primera lectura que hemos escuchado, del libro del Apocalipsis. Gentes de ahora, gente que conocemos, que nos encontramos cada día por la calle o en casa o en el trabajo, y gente de hace mucho tiempo, de años y siglos atrás. Gente de aquí, de este país y esta ciudad, y gente de muy lejos, de tierras que nos suenan exóticas. Gente de toda nación, de todas las razas, pueblos y lenguas.

Este es el recuerdo de la fiesta de Todos los Santos. Que TANTOS HOMBRES Y MUJERES, DE TANTOS TIEMPOS Y LUGARES, HAN QUERIDO CAMINAR COMO SIERVOS DE DIOS. Tantos hombres y mujeres que han creído que, SIEMPRE, EL AMOR ERA MAS VALIOSO QUE CUALQUIER OTRA COSA. Tantos hombres y mujeres que han sabido mantener la llama del destello de bondad que Dios, el Padre, ha encendido en el corazón de todo aquel que nace en este mundo. Tantos hombres y mujeres que han descubierto que poner la vida al servicio de todos era la clave de toda alegría y toda ilusión. Tantos hombres y mujeres que, en definitiva, han querido caminar como caminó Jesús.

Este es el recuerdo de la fiesta de Todos los Santos. Tanta gente, una muchedumbre tan inmensa, que NOS LLENA EL CORAZÓN DE ESPERANZA. Porque, conocidos o desconocidos, teniendo ante los ojos la luz de Jesús o entreviéndola tan sólo a tientas, todos aquellos que hoy celebramos han vivido lo que nosotros queremos vivir, Y NOS LLAMAN Y NOS ACOMPAÑAN.

San Juan, en la segunda lectura que hemos escuchado, nos decía dónde se halla la FUENTE QUE HA ALIMENTADO a toda esa muchedumbre a lo largo de su camino: "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!". El Padre nos ha amado, y nos ha reconocido como hijos suyos. Y este reconocimiento, este ser hijos de Dios, es el motor que nos hace andar. Porque ser hijos de Dios significa LLEVAR DENTRO EL MISMO ESPÍRITU DE Jesucristo, esta llama que llena el mundo y lo conduce hacia el Reino.

Porque este Espíritu, la llama que Dios ha encendido en el corazón de cada hombre, NUNCA DEJA DE ARDER, y no permite que nos quedemos parados, y nos infunde al ansia de aprender cada vez más a amar y a vivir. Y, como ha encendido el alma de esta muchedumbre inmensa que hoy recordamos y la ha conducido hacia la fiesta eterna del Reino, también a nosotros nos conduce, para que vivamos cada vez más como verdaderos hijos de Dios, para que vivamos cada vez más como aquellos a quienes Jesús ha prometido su Reino.

Lo hemos escuchado en el evangelio. Son aquellas claras palabras, la proclamación de la gozosa noticia que Jesús trae al mundo, la llamada a la esperanza de todos aquellos que quizás creían que les quedaba poco que esperar: DICHOSOS LOS POBRES EN EL ESPÍRITU PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS. Porque, hermanos, esta muchedumbre inmensa, está FORMADA POR TODOS AQUELLOS QUE HAN PODIDO MANTENER EL CORAZÓN ABIERTO A LA ESPERANZA, porque su vida no estaba cubierta por la indiferencia, o el egoísmo, o el ansia de figurar, o el creerse las personas más importantes del mundo. Esta muchedumbre inmensa la forman los pobres, los limpios de corazón, los que anhelaban la justicia, los que han trabajado por la paz, los perseguidos, los que han tenido que sufrir tantas y tantas cosas. Porque han sido ellos los destinatarios de la palabra de Jesús. Y, como ellos, si somos como ellos, también a nosotros se dirigirá esta palabra.

Hermanos: En la fiesta de Todos los Santos, SINTAMOS LA ALEGRÍA DE QUERER CAMINAR POR EL LARGO CAMINO POR EL QUE TANTOS OTROS HAN PASADO. Sintamos la alegría de pertenecer a esta muchedumbre inmensa de hombres y mujeres que han querido ser pobres, que han querido amar, que han querido mantener encendida la llama del Espíritu de Dios, SINTAMOS LA ALEGRÍA DE SER LLAMADOS POR EL PADRE, NOSOTROS TAMBIÉN, PARA SER SUS HIJOS.

Y ahora, en el recuerdo de la fiesta de Todos los Santos, celebremos la Eucaristía. La presencia entre nosotros de Jesucristo, EL QUE ENCABEZA LA LARGA MARCHA, el que ha llegado al término y desde allí nos ha llamado a todos. Hagamos, hermanos, nuestra acción de gracias al Padre.

Tomás Pajuelo. Párroco

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