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29/1/12

Aceptar la Voluntad de Dios y renunciar a la propia voluntad

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Deut 18, 15-2 // Salmo 94 // 1 Cor 7 32-35 // Mc 1,21-28

Queridos hermanos y hermanas:

La Primera Lectura del Deuteronomio nos habla de la promesa que Dios hizo al pueblo prometiéndole profetas que les dirían lo que El les mandara a decir. Nos dice esta lectura que el pueblo había pedido a Dios que no quería volver a oír su voz. Por eso, “en aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: ‘El Señor Dios hará surgir en medio de ustedes, entre sus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharán” (Dt. 18, 15-20). Así lo prometió Dios a Moisés y así fue con toda la serie de profetas de los cuales leemos en el Antiguo Testamento (escritores y no escritores, mayores y menores), que sucedieron a Moisés, hasta que llegó “el Profeta”, que no es otro sino el mismo Dios hecho Hombre: Jesucristo.

Profeta es quien dice al pueblo de Dios lo que Dios quiere que se le diga. Profeta no es simplemente quien habla de Dios; es, más bien, quien habla en nombre de Dios y bajo su inspiración. El profeta es a la vez receptor y transmisor: recibe la palabra de Dios y la transmite. Se dice que el profeta es “boca de Dios”, pues el profeta habla con su boca la palabra de Dios. Ahora bien, Jesucristo es la Palabra misma; es decir, Jesucristo es la expresión de Dios para nosotros los seres humanos. De allí que Jesús, al comenzar a predicar y a actuar, sorprendiera a la gente de su época. Nos dice el Evangelio de hoy que, al enseñar,“sus oyentes quedaron asombrados de sus palabras”. Y al expulsar un demonio, “todos quedaron estupefactos ... y decían ‘este hombre sí tiene autoridad pues manda hasta a los espíritus inmundos y éstos le obedecen’” (Mc. 1, 21-28). Jesucristo era el Profeta que, además de hablar en nombre de Dios y de enseñar con autoridad, también expulsaba a los demonios.

Sobre la lucha contra los espíritus malignos es importante tomar en cuenta algunas recomendaciones. Como el Demonio y los demonios están siempre al acecho para hacer caer a los seres humanos en el pecado y para hacerles andar por el camino que lleva a la condenación, debemos recordar que Jesucristo nos habla de la importancia de la vigilancia. Vigilancia necesaria sobre todo en nuestros días cuando se ha implantado la conciencia entre los propios cristianos de la no existencia del mal, del demonio. Ese ha sido su mayor triunfo, ha conseguido que la gente no esté en guardia frente a las asechanzas del mal y campa por sus respetos haciendo de las suyas. Es un dato objetivo recogido incluso por las estadísticas de las fuerzas de seguridad del estado, que han aumentado significativamente las sectas y grupos satánicos. La influencia del mal es obvia en nuestros días.

El evangelio de hoy es muy significativo, el que declara que Jesús es el Mesías, el Santo de Dios no es ninguno de los que están escuchando en la sinagoga, es el propio espíritu inmundo que tenía aquel hombre, es el demonio el que teme a Jesús, el que sabe de su debilidad ante El Señor de Cielo y Tierra, ante Jesús. El demonio bien sabe que ante Jesús no puede hacer nada y tiene que salir huyendo ante el mandato de Dios: "vete de este hombre"

El medio más eficaz de vigilar, para impedir que el mal se acerque a nosotros es vigilar en oración, llenando así nuestro corazón de Dios que es Quien expulsa el Mal. Así el Enemigo no podrá encontrar sitio en nuestro corazón. Y no tiene sitio allí si la persona está bien unida a Dios. Porque estando unidos a Dios no puede hacer de las suyas el demonio.

¿En qué consiste esa unión con Dios? Consiste en aceptar la Voluntad de Dios y renunciar a la propia voluntad. Consiste en aceptar los deseos de Dios y renunciar a los propios deseos. Consiste esa unión con Dios en aceptar la forma de pensar y de ser de Dios y renunciar a las propias formas de pensar y de actuar. Y esto es así, por quien está unido a Dios de esa manera es fuerte con la fortaleza misma de Dios. Esta es la vigilancia que nos pide el Señor.

Que Dios nos conceda a todos vivir muy cerca de él, que llenemos nuestros corazones de su Gracia para que nada ni nadie pueda ocuparlos. Feliz Día del Señor. Que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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