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15/1/12

«Habla, Señor, que tu siervo te escucha»

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: 1ºSamuel 3, 3b-10. 19 // Salmo39 // 1ª Corintios 6, 13c-15a. 17-20 // Juan 1, 35-42.

Queridos hermanos y hermanas:

Pintura de Samuel aprendiendo de Elí. John Singleton Copley. 1800En este segundo domingo del tiempo ordinario, cuando quedan ya atrás los sonidos y vivencias de la Navidad, la Palabra de Dios que se proclama es muy rica y eficaz para nuestras vidas.

Hoy escuchamos la llamada de personajes muy muy importantes en la Sagrada Escritura. En la Primera lectura de hoy, se nos narra la vocación del profeta Samuel. Samuel, desde que era un niño, estaba dedicado al servicio del Templo de Jerusalén. Estaba al servicio del Sacerdote Elí. Una noche, mientras duerme, oye en su interior una voz que le llama. Como niño que es no sabe qué es esa voz y se dirige hacia el sacerdote Elí pensando que este le había llamado. Elí le dice que el no lo ha llamado. Le escena se repite hasta tres veces, Elí se da cuenta que es Dios quien está llamando al muchacho y le dice: "cuando oigas de nuevo esa voz, respóndele diciendo, aqui estoy Señor".

Es muy significativo este texto, todos nosotros sentimos a veces esa voz interior que nos llama, esa voz de Dios que nos suscita seguirle... pero no acabamos de entender. Quizás porque no acudimos al "sacerdote" para que él nos oriente y nos ayude a discernir esa voz. Es muy necesario que en nuestra vida espiritual contemos con un guía, con un maestro del Espíritu que nos ayude a ir sopesando las distintas mociones del Espíritu Santo. Que nos ayude a encarrilar nuestra vida por el camino de la Salvación. Elí guió a Samuel, Samuel escuchó la voluntad de Dios y fue un gran profeta. Muchas personas han acudido al sacerdote para que les ayude a encontrar en sus vidas respuestas a lo que Dios les pide. Es necesaria la mediación de la Iglesia para ayudarnos a seguir correctamente el camino de Dios.

En el Evangelio pasa exactamente igual, Juan Bautista enseña, muestra a sus discípulos quién es el Cordero de Dios, quién es Jesús... Sus discípulos confian en su palabra y siguen a Jesús, van con él. Jesús les enseña personalmente quién es él, cuál es el camino de renuncia y entrega que supone seguirle. Pero es Juan Bautista quien les dirige hasta ese encuentro con el Señor. Queridos hermanos no podemos vivir la fe a nuestro aire, por nuestra cuenta. Necesitamos de la Mediación Salvadora de nuestra Madre la Iglesia. Es el único modo de poder avanzar por el camino correcto. Es verdad que podemos personalmente lanzarnos a caminar, pero normalmente acabamos perdidos y sin saber cómo seguir.

Aprendamos hoy a ser humildes, a saber usar los medios de Salvación que Dios nos regala en su Iglesia. Saber escuchar al Magisterio, saber leer las encíclicas, los documentos, todo lo que la Iglesia nos ofrece para acercadnos más a Dios. Es bastante contradictorio, que los cristianos despreciemos las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia y después aceptemos, sin más, las palabras del primer iluminado que oimos o leemos. Es curioso que muchos cristianos despreciamos leer el Magisterio de la Iglesia, el Catecismo, etc... y luego confiemos en lo que nos dice el tarot, las cartas o el horóscopo. ¡¡¡Es increible!!!

La segunda lectura nos recuerda la importancia y la dignidad de nuestros cuerpos. Son Templos del Espíritu Santo desde nuestro bautismo. No somos carne y huesos, solamente. Desde nuestro Bautismo, Dios nos ha consagrado como morada de su Gracia. Por eso debemos mantener dignamente nuestros cuerpos, debemos alejarnos de todo pecado para poder conservar limpia la morada del Espíritu Santo.

La Segunda Lectura de San Pablo (1 Cor. 6, 13-15.17-20) nos recuerda la importancia de la virtud de la templanza, ya que “nuestros cuerpos son miembros de Cristo”. Por ser miembros del Cuerpo Místico de Cristo y porque nuestros cuerpos son “templos del Espíritu Santo”, nos recuerda San Pablo que debemos vivir alejados de las fornicaciones. Y nos recuerda una cosa importantísima, la cual expone con mucha convicción: "No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros." El precio pagado es la Sangre de Cristo. Y esto lo refiere especialmente al cuerpo. ¡Qué apropiadas estas palabras en nuestro mundo actual, en el que creemos que se puede hacer lo que sea con el propio cuerpo! Y termina diciendo el Apóstol: “Glorificad pues, a Dios con vuestro cuerpo”.

Que el Señor nos de su Sabiduria para aceptar y comprender está verdad de fe. Somos Templos del Espiritu Santo y debemos cultivar la pureza de nuestro cuerpo. No podemos desdecir con nuestros pecados la grandeza del Amor de Dios que habita en nosotros.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz Domingo. Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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