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15/11/09

Día de la Iglesia Diocesana

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

Lecturas: Dn 12, 1-3 // Salmo 15 // Heb 10, 11-14. 18 // Mc 13, 24-32

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

En este penúltimo domingo del año litúrgico la Palabra de Dios que escuchamos nos habla del final de los tiempos. Para nosotros los miembros de la Iglesia, el año litúrgico, el año que rije las celebraciones, los días de fiesta, los santos, etc... termina el domingo próximo con la celebración de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Y el domingo 29 de Noviembre comenzaremos un nuevo año litúrgico con el tiempo Santo de Adviento, de preparación al Nacimiento de Nuestro Señor. El año nuevo tendrá lecturas distintas, tanto en las misas diarias como los domingos.

Pero lo importante de este domingo treinta y tres del tiempo ordinario es las dos grandes reflexiones que la Iglesia nos ofrece para este día:

  • La primera: el final de los tiempos y la vida del mundo futuro. El profeta Daniel en la primera lectura y el evangelista Marcos, nos anuncian como será ese final de los tiempos y la necesidad que tenemos de estar preparados para nuestro final personal, pues no sabemos ni el día ni la hora.
El secreto de todo cristiano es Cristo, Señor del tiempo y de la historia. La Pascua de Jesús ha destrozado la dimensión temporal y ha irrumpido la eternidad entre nosotros: la vida eterna es el Pan en que él se entrega. Quiien observa su Palabra, que no pasa nunca, quien acoge su sacrificio de salvación y vive con él el dolor como pascua, entra desde ahora en la eternidad y permite que su existencia transfigure un poco el tiempo. El cristiano abre su corazón a la luz eterna que es Cristo Resucitado. Abre su existencia al Espíritu Santo para que sea este quien le guíe por este camino en el mundo hasta que podamos encontrarnos con Cristo en la eternidad. Todos llamados a la Santidad pero pocos los escogidos por sus buenas obras. Si vivimos con Cristo y para Cristo nuestra vida, si estamos cerca de él siempre, si le amamos sinceramente él nos amará siempre. Si permanecemos con él pues él nos acogerá para siempre en su seno en la vida eterna. La vida eterna será un vivir plenamente la vida que ya vivimos desde el amor con Cristo en este mundo.
La pertenencia a la Parroquia y a la diócesis no es sólo un mero formulismo, somos miembros de una familia cuyo padre es el obispo y en la que todos tenemos que ayudar a sostener con nuestros donativos los gastos de esa gran familia.

La leyenda negra dice que estamos "forrados", que nadamos en la "abundancia.." la Iglesia tiene un patrimonio de bienes inmuebles que son todos los templos, conventos, capillas, etc... que son herencia de nuestros antepasados en la fe y que hay que cuidar. El mayor gasto de toda la diócesis es la restauración, sostenimiento y mantenimiento de todos los templos de la Diócesis. Es verdad que los que son monumentos tienen una ayuda del Ministerio de Cultura o la Consejería pero esta ayuda, en la mayoria de los casos, no supone más de un 30% del gasto total de la obra de restauración. Es la Iglesia la que sufraga la mayor parte de estas obras. También la creación de parroquias nuevas, que están siendo antorchas de vida cristiana en los barrios de reciente creación y de juventud en nuestra ciudad. Entre ella la nuestra, que está siendo costeada su construcción, en un 80% por la diócesis y un 20% por la colaboración generosa de mucho de vosotros. Pero todo el mantenimiento de nuestra parroquia: luz, agua, obras de mantenimiento, pintura, materiales de catequesis, etc... se puede llevar a cabo por vuestra colaboración, son vuestros donativos y vuestras aportaciones en las colectas de cada domingo, las que permiten que podamos ir dotando de todo lo necesario a nuestra joven parroquia.

Ser de una familia supone estar ahí en las alegrías y en las necesidades. Ser miebro de esta gran familia de la Parroquia del Beato Álvaro de Córdoba supone vivir muchas alegrías, muchas experiencias fuertes de Dios pero debería suponer también un esfuerzo por contribuir en la medida de nuestras posibilidades en el sotenimiento de nuestra parroquia. Podemos suscribirnos con una cuota mensual, o trimestral o incluso anual, una cuota que cada uno establece según sus posibilidades. Podemos colaborar en los grupos de limpieza, en la catequesis, en la liturgia.

En este día de la Iglesia diocesana quiero pedirle a Dios que aumente en nosotros la conciencia de ser familia, de ser miembros de nuestra familia de la Diócesis de Córdoba concretada de una manera cercana y fraterna en nuestra parroquia del Beato Álvaro de Córdoba.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz día del Señor.
Tomás Pajuelo. Párroco


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