SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Lecturas: Apocalípsis 7, 2-4.9-14 // Salmo 24 // 1ª Juan 3, 1-3 // Mateo 5, 1-12a
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Este domingo celebramos la solemnidad de todos los santos. Con esta solemnidad la Iglesia quiere reconocer la grandeza de sus mejores hijos e hijas, los que han vivido plenamente entregados a cumplir las bienaventuranzas. En esta solemnidad podemos comprobar que todos podemos llegar a ser santos, todos podemos vivir el evangelio y entregarnos al evangelio.
Durante todo el año celebramos en distintos días a los santos que han supuesto un testimonio brillante para todos los cristianos. Son aquellos santos y santas que son conocidos por todos, su vida y su obra están recogidas en infinidad de publicaciones. Podemos leer sus biografías, podemos acercarnos a sus escritos o incluso podemos conocer su obra por medio de sus fundaciones. Hay grandes hombres y mujeres que siempre han sido antorchas que iluminan la vida de la Iglesia: San Pedro, San Juan, San Acisclo y Santa Victoria, San Marcos, Santa Teresa de Jesús, San Isidro, Santa Catalina, Santa Teresa de Lisieux, etc. Son innumerables los santos y santas que nos sirven de ejemplo para caminar en nuestra vida cristiana. Hoy celebramos a todos esos santos, a todos juntos, pedimos que todos ellos intercedan por nosotros, por nuestras necesidades, por nuestras vidas ante Dios. Todos ellos son los que protegen, velan y actúan en la vida de la Iglesia.
Este domingo celebramos la solemnidad de todos los santos. Con esta solemnidad la Iglesia quiere reconocer la grandeza de sus mejores hijos e hijas, los que han vivido plenamente entregados a cumplir las bienaventuranzas. En esta solemnidad podemos comprobar que todos podemos llegar a ser santos, todos podemos vivir el evangelio y entregarnos al evangelio.
Durante todo el año celebramos en distintos días a los santos que han supuesto un testimonio brillante para todos los cristianos. Son aquellos santos y santas que son conocidos por todos, su vida y su obra están recogidas en infinidad de publicaciones. Podemos leer sus biografías, podemos acercarnos a sus escritos o incluso podemos conocer su obra por medio de sus fundaciones. Hay grandes hombres y mujeres que siempre han sido antorchas que iluminan la vida de la Iglesia: San Pedro, San Juan, San Acisclo y Santa Victoria, San Marcos, Santa Teresa de Jesús, San Isidro, Santa Catalina, Santa Teresa de Lisieux, etc. Son innumerables los santos y santas que nos sirven de ejemplo para caminar en nuestra vida cristiana. Hoy celebramos a todos esos santos, a todos juntos, pedimos que todos ellos intercedan por nosotros, por nuestras necesidades, por nuestras vidas ante Dios. Todos ellos son los que protegen, velan y actúan en la vida de la Iglesia.
Hay también en la Iglesia, a lo largo de todos los tiempos, infinidad de hombres y mujeres que son santos pero que no conocemos nada de su existencia. Todos somos conscientes que existen muchas personas que entregaron su vida al evangelio, que toda su existencia fue un continuo ejemplo de entrega a Cristo, de amor a Dios y a los hermanos. Durante todas las épocas han vivido personas que en sus casas, en sus parroquias, en sus trabajos, en su vida de cada día han sido ejemplo por su santidad. Hoy precisamente celebramos a todos esos santos y santas anónimos que vivieron santamente sus vidas y que nadie los conoce, nadie los venera, no tienen altares ni fiesta. Toda esa masa anónima de santos que fueron testimonio de entrega a Cristo en sus vidas y que las personas que les conocieron pudieron comprobar su santidad, su bondad, su fe, su entrega,... Por todos ellos y con todos ellos hoy celebramos esta solemnidad.
¿Qué podemos sacar de todo esto? Lo primero: Nosotros podemos y debemos vivir la santidad. Nosotros podemos ser santos. Si de verdad nos lo proponemos y con la gracia de Dios, podemos ser uno de esos santos, anónimos o famosos, pero santos. Todos esos hombres y mujeres fueron personas normales como nosotros, nacieron en un momento en el que les era difícil vivir la fe. Fueron hijos e hijas de familias de toda condición social y cultural pero con una cosa en común: su amor a Dios y su coherencia de vida.
Muchas veces cuando contemplamos las imágenes de los santos y santas en nuestras iglesias, pensamos que aquellas personas han sido especiales, son de otro mundo... y es cierto son de otro mundo ahora que está en el cielo con el Señor. Cuando nacieron, vivieron fueron de este mundo, totalmente de este mundo, con sus fallos y virtudes, con sus manías y sus genialidades. Todos nacieron como nosotros y después vivieron de tal manera que hoy se han ganado la Gloria Eterna en la presencia de Dios. Como decía S. Ignacio de Loyola cuando leía las biografías de los Santos: "Si ellos pudieron ¿Por qué yo no? Yo también lo seré" . Esa debería ser nuestra actitud al celebrar esta solemnidad de todos los santos: "Yo también quiero ser santo" Quiero y puedo, con la Gracia de Dios. Quiero vivir mi vida cristiana plenamente. Puedo con la ayuda de la Gracia de Dios vivir el evangelio.
Queridos hermanos y hermanas que se grabe esto a fuego en nuestros corazones: ¡SEAMOS SANTOS! ¡PODEMOS SER SANTOS! Vivamos nuestra fe con plenitud, con todas las consecuencias para que podamos llegar algún día a ser uno más en el coro de los santos.
Que todos los santos y santas, conocidos y anónimos, intercedan por nosotros y velen por nuestras vidas para que lleguemos a ser como ellos.
Que Dios os bendiga. Feliz día del Señor.
¿Qué podemos sacar de todo esto? Lo primero: Nosotros podemos y debemos vivir la santidad. Nosotros podemos ser santos. Si de verdad nos lo proponemos y con la gracia de Dios, podemos ser uno de esos santos, anónimos o famosos, pero santos. Todos esos hombres y mujeres fueron personas normales como nosotros, nacieron en un momento en el que les era difícil vivir la fe. Fueron hijos e hijas de familias de toda condición social y cultural pero con una cosa en común: su amor a Dios y su coherencia de vida.
Muchas veces cuando contemplamos las imágenes de los santos y santas en nuestras iglesias, pensamos que aquellas personas han sido especiales, son de otro mundo... y es cierto son de otro mundo ahora que está en el cielo con el Señor. Cuando nacieron, vivieron fueron de este mundo, totalmente de este mundo, con sus fallos y virtudes, con sus manías y sus genialidades. Todos nacieron como nosotros y después vivieron de tal manera que hoy se han ganado la Gloria Eterna en la presencia de Dios. Como decía S. Ignacio de Loyola cuando leía las biografías de los Santos: "Si ellos pudieron ¿Por qué yo no? Yo también lo seré" . Esa debería ser nuestra actitud al celebrar esta solemnidad de todos los santos: "Yo también quiero ser santo" Quiero y puedo, con la Gracia de Dios. Quiero vivir mi vida cristiana plenamente. Puedo con la ayuda de la Gracia de Dios vivir el evangelio.
Queridos hermanos y hermanas que se grabe esto a fuego en nuestros corazones: ¡SEAMOS SANTOS! ¡PODEMOS SER SANTOS! Vivamos nuestra fe con plenitud, con todas las consecuencias para que podamos llegar algún día a ser uno más en el coro de los santos.
Que todos los santos y santas, conocidos y anónimos, intercedan por nosotros y velen por nuestras vidas para que lleguemos a ser como ellos.
Que Dios os bendiga. Feliz día del Señor.
Tomás Pajuelo. Párroco
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