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4/7/10

Vivamos en comunidad la fiesta de la Eucaristía y pidamos por las vocaciones sacerdotales

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Isaías 66,10-14c // Salmo 66 // Gálatas 6, 14-18 // Lucas 10, 1-12.17-20

Queridos hermanos y hermanas: en este tiempo de vacaciones, donde el tedio del verano nos hace tener horas muertas en las que muchas veces buscamos ¿qué hacer? la Palabra de Dios hoy nos invita a festejar la alegría de la fe y el evangelio de este domingo nos sigue insistiendo en la necesidad de asumir la vocación de Dios a cada uno de nosotros en nuestras vidas cristianas.

La primera lectura nos habla de la alegría de la fe: "Festejad a Jerusalén, gozad con ella..." este relato bíblico no hace referencia a la monumentalidad de Jerusalén, cuando el autor sagrado menciona a la ciudad santa no lo hace teniendo en cuenta su belleza arquitectónica o sus monumentos, lo hace teniendo claro que Jerusalén es el símbolo de la religión judia, es el centro de lo divino. Es la ciudad del encuentro con lo sagrado, con el Misterio. Por eso el profeta Isaias nos invita a gozar de lo sagrado a festejar a Dios en Jerusalén, en la cumbre del monte Sión, del lugar sagrado por excelencia para el pueblo judio. Quizás en nuestros días pecamos de un exceso en vivir nuestra fe de una manera muy personal e intimista. Hemos perdido las referencias de lo sagrado, del lugar en el que se realiza el encuentro con Dios. Es cierto que el Señor nos dijo que podíamos rezar, podíamos orar, vivir nuestra fe... desde lo hondo de nuestros corazones. Pero también nos dijo que donde dos o tres estén reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos. Recordándonos así la obligación como cristianos de vivir nuestra fe no como un "yo creo" más bien como "nosotros creemos y vivimos a Cristo".

Estando en este tiempo de mundiales y de futbol, no me resisto a poner un ejemplo futbolístico: posiblemente, analizando objetivamente, el lugar mejor para ver un partido es tu casa, lo ves tranquilo, tienes repetición de la jugada...etc. Pero nadie me puede negar que lo verdaderamente espectacular y lo que de verdad llena de alegría y se vive un partido de futbol es en el campo, con 100.000 espectadores más, con los cantos, con los gestos, con todo lo que lleva consigo un partido en un estadio.

De igual manera, podemos vivir nuestra fe solos, aislados pero no nos llena, lo que de verdad colma nuestras vidas, nuestros corazones, es vivirla en comunidad, reunidos en la Parroquia, celebrando juntos, cantando juntos, participando de los sacramentos. Así de verdad vivimos la Alegría de la fe. No caigamos en la trampa fácil de vivir solos la vida cristiana, es el primer paso para perder nuestra fe. La vida cristiana, como toda vida, es comunidad, es encuentro con el otro, es celebración. Si cualquier persona quiere vivir la alegría de su cumpleaños, lo hace con una fiesta y con sus amigos y seres queridos. Vivirlo solo no es el prototipo de una fiesta de cumpleaños. Una fiesta es gente, es alegria, es compartir, es...¡es la EUCARISTÍA DE CADA DOMINGO!

Os invito a oir la voz del Señor que nos convoca cada domingo a vivir con él y con toda la comunidad, la Eucaristía, la fiesta del Señor.

El evangelio de hoy nos sigue recordando la necesidad de sentirnos llamados por Dios, sentir que en nuestras vidas todos tenemos una misión a la que Jesús nos llama. Ningún cristiano puede vivir ni entender su vida como algo inerte y anodino. La vida es regalo de Dios y es vocación de Dios a la santidad: a unos los llamará a la vida religiosa, a otros a la sacerdotal, a otros a las misiones, a otros a formar un familia cristiana, a otros a entregarse a Dios totalmente en su vida, a otros... cada uno a lo que sienta que Dios le llame, pero nadie puede vivir la fe como un ente solitario y sin una vocación concreta. Toda la vida cristiana es vocación de Dios al corazón del hombre, llamada de Dios a los corazones de los hombres y mujeres que sienten y viven la Cercania de la Presencia de Dios para que envíe obreros a su mies, que nuncan falten obreros dispuestos a trabajar en la viña del Señor, en el campo de la Iglesia para seguir dando frutos de Salvación al Pueblo de Dios.

Vamos hoy domingo a pedir las dos cosas a Dios, que vivamos gozosos y unidos nuestra fe y llenos alegria y la segunda que el Señor nos conceda muchas y santas vocaciones al ministerio sacerdotal para que no nos falta nunca su presencia real y cercana en los sacramentos.

Que Dios os bendiga a todos, estéis donde estéis, todos somos la gran familia del Beato Álvaro de Córdoba. Un abrazo y feliz día del Señor.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco


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