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22/8/10

«Esforzaos por entrar por la puerta estrecha,...»

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Isaías 66, 18-21 // Salmo 117 // Hebreos 12, 5-7.11-13// Lucas 13, 22-30

Queridos hermanos y hermanas:

Esforzaos por entrar por la puerta estrecha,...Pasado ya el meridiano de este tiempo especial de descanso y vacaciones, la liturgia sigue ofreciéndonos las claves para vivir plenamente nuestra vida cristiana, para gozar de una felicidad humanamente plena y gozosamente eterna en la casa de Dios.

Las lecturas de este domingo, especialmente la del profeta Isaías, nos hablan de esa llamada, de esa convocatoria que Dios hace a todos los hombres y mujeres del mundo, de cualquier raza, país, cultura... a experimentar y vivir la Salvación que Dios nos ofrece. El profeta nos habla de una gran reunión universal a la que acudirán de todas las naciones del mundo a contemplar la Gloria del Señor.

Esta imagen descrita por Isaías hace más de dos mil años, se hace realidad hoy. En nuestros días la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, está presente en la inmensa mayoría del mundo. En todas las naciones hay presencia cristiana y es posible acercarse a contemplar la Gloria de Dios manifestada en Cristo Jesús. Aunque es cierto que no en todos los países, la presencia de la Iglesia es respetada y acogida de igual manera.

Isaías se refiere al final de los tiempos cuando todo principado, potestad y nación serán convocados a la presencia de Dios para dar cuentas de sus actos.

En el Salmo de hoy, repetimos: "Id al mundo entero y proclamad el evangelio". Gracias a que muchos cristianos y cristianas antecesores nuestros se tomaron en serio esta llamada del Señor, hoy podemos contemplar la Gloria de Dios extendida por toda la Tierra. Ellos gozaron viviendo su fe, esa alegría la compartieron con todos los que no conocían a Jesús. Se sintieron profundamente llamados a compartir el gozo que suponía para ellos vivir la fe en Cristo.

Hoy, creo, que no tenemos ese ardor evangelizador. Más bien nos pasa lo contrario, casi nos avergonzamos de decir que somos cristianos, que vamos a misa, que confesamos, que rezamos, que tenemos amor a la Iglesia... (me imagino que todo esto lo vivimos personalmente) pero nos da reparos anunciar nuestra fe. El mundo en el que vivimos ha conseguido arrinconados en nuestras Iglesias, nos han reducido a una vivencia personal, casi a un hobby. Nos quieren anular, quieren silenciar la voz de la Iglesia, de los pastores, de los cristianos... De nosotros depende que lo consigan o que seamos valientes y anunciemos gozosamente lo que supone para nosotros la felicidad de creer y vivir en Cristo, ser cristianos llenos de fe y de amor a Jesús, a su Iglesia y a los hermanos.

Es verdad que esto cuesta, que no es fácil, que los reparos humanos, los problemas, la persecución... nos echan para atrás. Esto no lo avisó el propio Jesús: "Esforzaos por entrar por la puerta estrecha..." Él fue el primero que sufrió la persecución, la mentira, la muerte... pero su Reino quedó para siempre con nosotros.

Es tarea difícil pero no imposible, dolorosa a veces pero muy gratificante. Para poder vivir nuestra fe con alegría, con ilusión, con esperanza que contagie a los que nos rodea es necesario tener una fe recia, una vida de oración profunda, una vida de encuentro íntimo con Dios, una vivencia existencial de los sacramentos. Es imprescindible que nos sintamos llenos de la Gracia de Dios para poder llevarle a los demás. Vivir cada Eucaristía como el momento personal del cara a cara con Jesucristo. El momento en el que le pongo mi vida en sus manos, en el que comparto mis confidencias con Él, el momento en el que siento como su Palabra ilumina mi vida concreta, el momento en el que su Cuerpo y su Sangre se hacen uno en mi, conmigo, para poder experimentar su promesa: "yo estaré con vosotros hasta el último día". Cuando vivamos así nuestra Eucaristía, o cualquier sacramento, entonces empezaremos a experimentar la Alegría Valiente que brota del Amor de Dios. Muchas veces vivimos nuestras misas a un nivel puramente intelectual, nos cuesta muchísimo implicar nuestra vida, reconocer que allí está el Señor tan cerca de mí que entra en mi cuerpo, se hace uno conmigo y me llena de Gracia. ¡¡¡QUE GRANDEZA!!!

Sólo una vida llena de Dios puede transparentar a Dios. Sólo una vida llena de AMOR puede ser amor para los demás. Sólo una vida llena de FE puede ser esperanza para los que le rodean. Pido a Dios, de todo corazón, con toda mi fe, que nos conceda a todos vivir la Eucaristía, sentir la Eucaristía, experimentar su Presencia. Le pido a Dios que a partir de este domingo, seamos otros radicalmente distintos, que lo que hacemos por rutina o costumbre lo transforme en vida y alegría, en encuentro deseado toda la semana. Que el Domingo sea para todos nosotros el momento anhelado durante toda la semana porque voy a encontrarme con Cristo, porque voy a reunirme con mis hermanos y hermanas, porque voy a escuchar la PALABRA DE DIOS, porque voy a recibir el perdón de mis pecados si he caído y donde voy a recibir, nada más y nada menos, el CUERPO DE CRISTO.

Que Dios os bendiga a todos y os otorgue su Gracia. Feliz Domingo.

Tomás Pajuelo. Párroco

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