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29/8/10

«Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado»

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Eclesiástico 3, 17-20.30-31 // Salmo 68 // Hebreos 12,18-19.22-24 // Lucas 14, 1.7-14

Queridos hermanos y hermanas:

Escena del lavatorio en la Última CenaSi pudiésemos resumir la liturgia de la Palabra de este domingo sería: HUMILDAD. Tanto el libro del Eclesiástico como Jesús en el evangelio de San Lucas hoy, nos llaman a vivir nuestra vida desde y con humildad.

El libro del Eclesiástico nos recomienda: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad...” Todos tenemos que reconocer que cuando conocemos a alguien y esa persona es humilde y sencilla nos cae bien, nos da buenas vibraciones y al contrario cuando actúa como si el fuese el mejor solemos decir “Este es un 'enterao'” o “¡Qué prepotente!” Humanamente preferimos la humildad a la prepotencia. Por eso Dios desde el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento nos llama siempre a vivir la humildad. Nos lo pide y Dios mismo vive la humildad plena aún siendo Todopoderoso e Infinito. Nació en Belén, en un pesebre, vivió en Nazaret, siendo carpintero, etc… Todo desde la humildad y la sencillez. Todos valoramos a una persona de mucha valía y sabiduría si además es sencillo y humilde.

Pero esto que lo valoramos tanto en los demás, por desgracia nosotros luego no lo vivimos la mayoría. Nos encanta el figurar, el salir, el que se nos valore, etc. Todo lo que entendemos como estupendo en los demás en nosotros lo justificamos sin problemas de conciencia y queremos que se reconozca nuestra valía, lo que hacemos, lo que regalamos, etc.

Muchas veces nos enfadamos en nuestro trabajo, en nuestras actividades pastorales o humanitarias porque no se nos reconocen nuestras obras o todo el trabajo que hacemos y es verdad que debería reconocerse pero nosotros no podemos actuar buscando o ansiando ese reconocimiento. Debemos hacer las cosas porque es nuestra obligación, hacerlas de corazón y como realización personal, se valore o no se valore. Debemos hacer las cosas por amor y con amor, con humildad.

Es también muy frecuente en los actos sociales buscar los sitios importantes, como nos recuerda Jesús en el evangelio de hoy, y estar en la mesa presidencial, en el lugar de los personajes de relumbrón. Pero creo que así no conseguimos más que frustrarnos porque nunca nos sentiremos suficientemente reconocidos. Tenemos que disfrutar de ser invitados, de ser partícipes de la fiesta, de la alegría de los amigos que nos invitan. Así viviremos sencillamente la alegría de la fiesta, del compartir, del vivir fraterno.

Que el Señor Jesús que nos dejo un ejemplo de vida sencilla, escondida, y humilde nos conceda vivir la humildad en nuestras vidas. Que Dios nos conceda un feliz domingo, un feliz día del Señor y una participación fructífera en el banquete de la Eucaristía. Que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo. Párroco

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