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2/11/11

Homilía en la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos - 2011

CONMEMORACION DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS - 2011

Lecturas: Libro de la Sabiduría 3,1-9 // Salmo 27(26),1.4.7.8.9.13-14 // Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-9 // Evangelio según San Mateo 25,31-46

La festividad de los Fieles Difuntos nos invita a pensar en nuestra meta definitiva, después de concluir nuestra pasantía aquí en la tierra, meta de la cual nos habló Jesucristo durante la Ultima Cena, la noche antes de su muerte: “En la Casa de Mi Padre hay muchas mansiones, y voy a allá a prepararles un lugar ... para que donde Yo esté estéis también vosotros. Y a donde Yo voy, vosotros sabéis el Camino” (Jn.14,2-4).

Los fieles difuntos que recordamos este Domingo y también durante este mes de Noviembre, son aquellas personas que nos han precedido en el paso a la eternidad, y que aún no han llegado a la presencia de Dios en el Cielo

Son almas que han sido fieles a Dios, pero que se encuentran en estado de “purificación” en el Purgatorio, en el cual están como “inactivos”; es decir, ya no pueden “merecer” por ellos mismos. Por esta razón, es costumbre en la Iglesia Católica orar por nuestros difuntos y ofrecer Misas por ellos, como forma de aliviarles el sufrimiento de su necesaria purificación antes de pasar al Cielo. (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #1031-32 y 2Mac. 12,46) El recuerdo de nuestros seres queridos ya fallecidos nos invita también a reflexionar sobre lo que sucede después de la muerte; es decir, Juicio: Cielo, Purgatorio o Infierno.

Primero hay que recordar que la muerte es el más importante momento de la vida del ser humano: es precisamente el paso de esta vida temporal y finita a la vida eterna y definitiva. También hay que pensar que la muerte no es un momento desagradable, sino un paso a una vida distinta.

Bien dice el Prefacio de Difuntos: “la vida no termina, se transforma y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna”.

También hay que pensar que la muerte no es un momento desagradable, sino un paso a una vida distinta. Por tanto, no hay que temer la muerte. Sabemos que fuimos creados para la eternidad, que nuestra vida sobre la tierra es pasajera y que Dios nos creó para que, conociéndolo, amándolo y sirviéndolo en esta vida, gozáramos de El, de su presencia y de su Amor Infinito en el Cielo, para toda la eternidad ... para siempre, siempre, siempre ...

De las opciones que tenemos para después de la muerte, el Purgatorio es la única que no es eterna. Las almas que llegan al Purgatorio están ya salvadas, permanecen allí el tiempo necesario para ser purificadas totalmente. La única opción posterior que tienen es la felicidad eterna en el Cielo.

Sin embargo, la purificación en el Purgatorio es “dolorosa”. La Biblia nos habla también de “fuego” al referirse a esta etapa de purificación: la obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer ... El fuego probará la obra de cada cual ... se salvará, pero como quien pasa por fuego” (1a. Cor. 3, 13-15).

Y nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los que mueren en la gracia y amistad con Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo.” (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #1030)

Esta esperanza y esta certeza es la que nosmueva a rezar por todos los difuntos, es necesario que pidamos a Dios con mucha fe, mucho amor y mucha esperanza por todos nuestros difuntos. Queremos que ellos se salven y queremos que participen de la Gloria. Necesitamos la oración de toda la Iglesia para alcanzar la Salvación. Quiero que sepáis que lo mejor que podemos hacer por nuestros difuntos es ofrecer la Eucaristía. La oración más Santa, más especial y más grande, es la Eucaristía. Por tanto, la mejor manera de rezar por nuestros difuntos es ofrecer la Eucaristía por ellos. Cada día celebramos la Eucaristía y pedimos por todos los difuntos, podemos pedir por los nuestros y pedir al sacerdote que ofrezca la Eucaristía por nuestros difuntos y después colaboramos con una ofrenda.

Hoy día de todos los difuntos la Iglesia pide por todos los difuntos, especialmente por los que no tienen a nadie que pueda rezar hoy por ellos. Que Dios les conceda a todos la Vida Eterna.

Tomás Pajuelo Romero.
Párroco


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