PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
Lecturas: Libro de Jeremías 33,14-16. // Salmo 25(24) // Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,12-13.4,1-2. // Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.
De ahí que se le llame a Cristo el Alfa y la Omega, el principio y fin de todo. De ahí que la Liturgia de Adviento, preparatoria de la Navidad, nos lleve constantemente de la primera venida de Cristo (Natividad=Navidad) a su segunda venida en gloria (Parusía).
“Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra” (Jr. 33, 14-16). Es sólo una frase tomada de la Primera Lectura del Profeta Jeremías. Aquí se nos muestran las dos venidas, Cristo Encarnado y el Cristo glorioso al final de los tiempos. Es una muestra -en una sola frase- del vaivén de la Liturgia de Adviento entre la primera y la segunda venida de Cristo. Y esto no sucederá sino al final de los tiempos cuando venga a establecer su reinado definitivo sobre la humanidad.
La salvación de la humanidad la obtuvo Cristo durante su vida en la tierra, más específicamente con su pasión, muerte y resurrección. Pero esa salvación se realizará sólo en aquéllos que aprovechen los méritos de Cristo, al responder con su sí a la Voluntad Divina.
Y esa salvación se realizará plenamente sólo al fin de los tiempos cuando, como nos dice el Evangelio de hoy (Lc. 21, 25-28.34-36) “verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad”
En la Navidad -es cierto- celebramos la venida de Cristo en la historia, cuando comenzó su reinado. Celebramos el cumpleaños de Jesús -y eso nos pone alegres y festivos. Por esa razón la Navidad es época de alegría y regocijo. Pero esa primera venida de Cristo -como un niño, el Niño Jesús nacido en Belén de Judá- nos recuerda que su reino comenzó hace 2012 años, que ese Reino se va instaurando en cada corazón que cumple la Voluntad Divina, y que ese Reino se realizará plenamente cuando El mismo vuelva en la Parusía y ponga todas las cosas en su lugar.
Nuestra vida -toda nuestra vida- debiera ser un continuo “adviento”, una continua preparación a la segunda venida de Cristo, que pudiera sorprendernos en cualquier momento, igual que pudiera sorprendernos en cualquier momento nuestra propia muerte. De ninguna de las dos cosas -ni de nuestra muerte ni de la segunda venida de Cristo- sabemos el día ni la hora. Por eso hay que estar siempre preparados.
Y ¿qué significa esa “preparación”? Podríamos resumirla en las palabras de San Francisco de Sales: “vivir cada día de nuestra vida como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra”.
Y ... ¿vivimos así? ... ¿O más bien evadimos pensar en esa realidad, tan cierta como segura, del final de nuestra existencia o del final de los tiempos, cuando venga Cristo en la Parusía?
Creo que más bien "pasamos" de este tema, procuramos vivir lo mejor posible, como si ese día no llegara nunca...Esa no es la actitud cristiana. La vida es el único pasaporte a la Vida Eterna. Debemos estar vigilantes, preparados...y llenos de la Gracia de Dios.
El Adviento es tiempo de preparación, de espera...
Feliz día del Señor. Mi bendición para todos.
Tomás Pajuelo Romero. Párroco.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Desde la afinidad o la discrepancia, pero siempre con respeto, te animamos a participar.
Por unas mínimas bases de hermandad, afecto y consideración, los comentarios anónimos inapropiados serán borrados.