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9/12/12

Volver a casa

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Libro de Baruc 5,1-9. // Salmo 126(125) // Carta de San Pablo a los Filipenses 1,4-6.8-11 // Evangelio según San Lucas 3,1-6

Estamos comenzando la Segunda Semana de Adviento. En este domingo, en la Primera Lectura del Profeta Baruc (Ba. 5, 1-9), encontramos la descripción de la ciudad de Jerusalén vacía y triste porque sus habitantes no están allí, sino en el exilio. Pero el Profeta invita a Jerusalén a alegrarse porque sus hijos desterrados volverán a la ciudad y serán conducidos del destierro a través del desierto por el mismo Dios.

Ahora bien, Jerusalén siempre es también símbolo de la Iglesia, que tiene muchos hijos también en exilio, fuera de sus muros, fuera de su influencia, alejados de ella. ¿Cómo se han exilado? Por el pecado, por la oposición a Dios y a sus leyes y designios. Por la falta de práctica religiosa. Y la Iglesia, la nueva Jerusalén, no deja de llamarnos a todos, especialmente en este tiempo de preparación que es el Adviento. LLamarnos a volver a casa.

Y Dios prepara ese camino, como nos dice el Profeta Baruc, “bajando montañas y colinas, rellenando los valles hasta allanar la tierra, para que Israel (el pueblo de Dios, su Iglesia) camine seguro bajo la gloria de Dios”. Además, “los bosques y los árboles le darán sombra por orden de Dios ... escoltándolo con su misericordia y su justicia.”

El Profeta anunciaba la preparación que Dios iba a hacer en el camino de regreso a través del desierto para que los desterrados pudieran volver a Jerusalén. Pero cuando San Juan Bautista, un siglo después de Baruc, comienza su predicación para preparar y anunciar la llegada del Mesías, retoma las palabras del Profeta y le da a las mismas un sentido espiritual.

En el Evangelio de hoy (Lc. 3, 1-6) San Lucas nos da al principio datos muy precisos de tiempo y lugar para ubicar con exactitud histórica al Bautista. También define a San Juan Bautista como “la voz que resuena en el desierto” anunciada por el Profeta Isaías (Is. 40, 3-5) quien también describe como Baruc el terreno que ha de allanarse en el desierto.

O sea que San Juan Bautista, el Precursor, anunciador del Mesías, quien era su primo Jesús de Nazaret, utiliza las palabras de los Profetas antiguos para realizar su misión, la de “preparar” el camino del Señor:

Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios ¿qué significa eso de enderezar, rellenar y rebajar y aplanar el terreno del desierto? ¿Qué obra de ingeniería vial es ésa, mediante la cual “todos los hombres verán la salvación de Dios”?

Es la obra de ingeniería divina que Dios realiza con su gracia en nuestras almas. Nuestras almas son un desierto irrigado por la gracia divina, un desierto irregular con picos y hondonadas; sinuoso, con curvas y recovecos; su superficie es áspera con huecos y salientes. Y el Señor tiene que uniformarlo, hacerlo recto en todas sus dimensiones a lo ancho y largo, a lo alto y profundo, de un lado a otro.

El Señor tiene que enderezar las curvas torcidas de nuestra mente, que busca sus propios caminos equivocados de racionalismo y engreimiento. El Señor tiene que rellenar las hendiduras de nuestras bajezas, cuando preferimos comprar lo que nos vende el Demonio, en vez de optar por la Voluntad de Dios. El Señor tiene que tumbar y rebajar las colinas y montañas de nuestro orgullo, cuando creemos que podemos ser como Dios, al pretender decidir por nosotros mismos lo que es bueno o malo; o cuando creemos poder cuestionar a Dios sus planes para nuestra vida, sin darnos cuenta que El -nuestro Creador y Padre- es quien sabe lo que nos conviene a cada uno. El Señor tiene que suavizar con su Amor la superficie de nuestra alma, para quitar la aspereza de nuestro egoísmo, cuando no sabemos amarlo ni a El ni a los demás, sino que nos amamos sólo a nosotros mismos.

Aparece este domingo la figura de S. Juan Bautista, el precursor, que desde la humildad, la sencillez y la austeridad, preparó el camino del Señor. El Adviento debe ser para nosotros un tiempo en el que con humildad, sencillez, austeridad y determinación, preparemos el camino al Señor y nos preparemos de verdad para vivir cristianamente la Navidad. Que Dios os bendiga a todos. Feliz Día del Señor.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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