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30/1/11

Dichosos los pobres en el espíritu...

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Sofonías 2, 3; 3, 12-13 // Salmo 145 // 1Corintios 1 , 26-31 // Mateo 5 , 1-12a

Queridos hermanos y hermanas:

El Sermón de las Bienaventurzanzas (1886-96) por James TissotLas lecturas de este domingo cuarto del tiempo ordinario nos presentan el discurso programático de Jesús: las Bienaventuranzas. En este texto se recoge de una manera sintética la doctrina de Jesús, la doctrina del evangelio. El estilo propio de los discípulos de Cristo.

Podríamos decir que las bienaventuranzas son el "decálogo" de la Nueva Alianza. Si Dios nuestro Padre entregó a Moisés en el Sinaí las tablas con los diez mandamientos que resumían su alianza con el pueblo, Cristo en el monte de las Bienaventuranzas entrega a todos los cristianos los "mandamientos", "los principios" de su misión en el mundo y de nuestra misión en la vida.

Fijaos que Jesús va enunciando las bienaventuranzas en positivo, nunca dice prohibido, o pecado si hacéis esto… dice bienaventurados, dichosos…
Releer despacio este texto, meditarlo como nos invita el artículo de la lectio divina publicado en la página web, saboreando el texto, las palabras, la intención del Señor... puede ser la mejor manera de hacer nuestro los principios de las Bienaventuranzas.

Lo primero que notamos es que el mensaje de las bienaventuranzas choca frontalmente con el mensaje del mundo, de la sociedad, de los medios de comunicación... choca porque pone en valor principios y actitudes que para el mundo son absurdas y son fruto de una tradición judeocristiana. Cuando oigo esta frase me da risa, ¿qué tradición vamos a tener si es la historia real de Europa? ¿Qué vamos a tener si Europa, le pese a quien le pese, es y ha sido cristiana y sus países han nacido de los principios del Evangelio?

Dichosos los pobres en el espíritu... Esta primera bienaventuranza, entronca perfectamente con la lectura del profeta Sofonías y de la 1ª Carta de San Pablo a los Corintios, que leemos hoy. En ambos textos se nos habla de la pobreza y humildad de los que creen y viven en Dios y de la sencillez de la mayoría de los que creen y son miembros de la comunidad. Estas bienaventuranza es esencial, tenemos que descubrir el valor real de las riquezas. No podemos poner nuestro corazón en el dinero porque nos corrompe. Sólo un corazón pobre, que no es lo mismo que miserable, sencillo, necesitado... tendrá deseo de ser llenado por la Gracia. Un corazón rico, autosuficiente, soberbio, no necesita de nada ni de nadie, ni siquiera de Dios. Es lo que le pasa a la sociedad de hoy, somos y nos sentimos tan poderosos que nos creemos los amos y señores del mundo y olvidamos que somos criaturas, creados a imagen y semejanza de Dios. No somos nada si Dios.

Sólo desde esta actitud pobre de corazón y austera en nuestro vivir, podemos valorar y vivir los principios evangélicos. El Señor no quiere que seamos pobres en cuanto a faltos de lo necesario para vivir, por eso la Iglesia trabaja sin descanso por atender a los pobres, a los necesitados. Si el hecho de ser pobre ya nos hiciera bienaventurado, la Iglesia no haría nada por ayudar a los pobres, si ya serían dichosos... ¡No! se trata de pobreza de corazón, de no vivir obsesionado por el dinero, por el tener, por poner el corazón en lo que verdaderamente es importante, en Cristo y en los hermanos. Todo lo que acumulemos en el mundo se quedará aquí, no nos podemos llevar ninguna de nuestras posesiones a la otra vida, sólo nuestras posesiones del corazón, de las buenas obras, del Amor, de la Caridad. Esas si vienen con nosotros y nos harán dichosos aquí en la Tierra y de una manera plena en el Cielo.

Así podríamos ir desgranando todas y cada una de las bienaventuranzas, os invito a que las meditéis y las oréis durante esta semana, pidiendo a Dios que nos conceda hacerlas nuestras, grabarlas en lo más profundo del corazón. Feliz Domingo a todos. Que Dios os bendiga. Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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