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13/10/11

Últimas realidades: El infierno

Hoy día parecen estar olvidados o postergados por una buena parte de los cristianos muchos dogmas de fe, como la existencia del Infierno, del Purgatorio o del mismo Satanás, así como el mal, el pecado original, el Cielo, los Ángeles, el Juicio Final, los milagros, etc.

Como quiera que estas realidades son ciertas y afirmadas por la doctrina, esta serie de artículos (Últimas Realidades) se propone recordárnoslas con la sana y humilde intención de ayudar a conformar nuestro conocimiento de las realidades trascendentes que nos han sido reveladas y hacer un llamamiento a la responsabilidad y a la conversión para que a la luz de su contemplación brote en nosotros el sincero deseo de acercarnos y amar más a Dios.

¿Qué es el Infierno?

Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".

Dios no predestina a nadie a ir al infierno; para que alguien se condene es necesario que tenga una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), un enfrentamiento o una rebeldía contra El y, además, que persista en esa actitud hasta el momento de la muerte.

Características del Infierno

  • Eternidad: La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno". La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

  • Desigualdad: La cuantía de la pena de cada uno de los condenados es diversa según el diverso grado de su culpa (esto es algo de sentido común, sostenido en las Escrituras).

Penas del infierno
  • Pena de daño, o dolor de pérdida: Consiste en la pérdida de visión beatífica de Dios y por ello, en una separación total de Él, no pudiendo encontrar la menor paz o descanso. El dolor de pérdida, el vacío total del alma hecha para el disfrute de la verdad infinita y bondad infinitas, causa en el reprobado una angustia inconmensurable. Su conciencia de que Dios, de Quien depende completamente, es su enemigo, por su propia voluntad, es abrumadora. Su conciencia de haber perdido por su propio desatino, por incumplimiento las más altas bendiciones por placeres transitorios e ilusorios, los humilla y deprime más allá de toda medida. El deseo de felicidad, inherente en su misma naturaleza, completamente insatisfecho y ya sin la capacidad de encontrar ninguna compensación por el placer ilusorio, los deja completamente miserables. El dolor de pérdida es la misma esencia del castigo eterno.

  • Pena de sentidos, o suplicio de los sentidos: Consiste en el tormento del fuego, tan frecuentemente mencionado en la Biblia. De acuerdo a la gran mayoría de los teólogos, el término fuego, denota un fuego material, y por lo tanto, fuego real aunque de naturaleza distinta al fuego terrenal. Las Escrituras y la tradición hablan una y otra vez del fuego del infierno, y no hay suficientes razones para considerar el término como una mera metáfora.

El temor al infierno

Los cristianos no debemos basar nuestra buena conducta en miedo del infierno sino en el amor a Dios. Pero es saludable recordar que hay un justo castigo. El temor nos ayuda a evitar aquello que nos causa daño. En momentos de ceguera y debilidad, cuando la tempestad de la tentación es recia, pensar en el infierno es saludable y provechoso, como también debemos pensar en el amor de Dios. El cristiano debe reconocer la realidad. El temor es parte de la realidad humana que debemos saber integrar sanamente en nuestra persona. Ignorar una realidad que tememos solo logra postergarla hasta que esta ya no se pueda esconder y entonces nos invade y domina.

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