Rogatorias

Buscar...

Categorías

Archivo de noticias

2/11/12

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

Lecturas: Libro de la Sabiduría 3, 1-9 // Salmo 27(26),1.4.7.8.9.13-14. // Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-9. // Evangelio según San Mateo 25,31-46.

Queridos hermanos y hermanas:

Jesús abriendo las puertas del cieloSi ayer, solemnidad de todos los santos, contemplábamos con alegría a tantos y tantos hermanos nuestros que tras haber pasado de este mundo al Padre gozan ya de la gloria de Dios, hoy nos fijamos, con ánimo agradecido, en aquellos hermanos que, habiendo cruzado ya el umbral de la muerte, esperan de la misericordia divina la apertura para ellos de las puertas del reino.

Hoy hacemos nuestra oración y ofrecemos el sacrificio de la Misa por nuestros hermanos difuntos. “Es una idea piadosa y santa rezar por los difuntos para que sean liberados del pecado” (2 Mac 12,46). La oración por los difuntos, anclada en la más profunda tradición cristiana se funda, queridos hermanos, en dos hechos fundamentales de nuestra fe:

- En primer lugar, rezamos por nuestros difuntos porque creemos en la resurrección. Si no creyéramos en la resurrección sería inútil rezar por los muertos, dice el libro I de los Macabeos. San Pablo en su primera carta a los corintios también se hace eco del tema y dice: “Cristo ha resucitado de entre los muertos, como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte. Porque lo mismo que por un hombre vino la muerte, también por un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Y como por su unión con Adán todos los hombres mueren, así también por su unión con Cristo, todos retornarán a la vida” (1 Cor 15,20-22).

- En segundo lugar, rezamos por los muertos porque creemos en la comunión de los santos. Según el concilio, “todos, aunque en grado y formas distintas, estamos unidos en fraterna caridad y cantamos el mismo himno de gloria a nuestro Dios. Porque todos los que son de Cristo y tienen su Espíritu crecen juntos y en El se unen entre sí, formando una sola Iglesia (cf. Ef., 4,16). Así que la unión de los peregrinos con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo, de ninguna manera se interrumpe; antes bien, según la constante fe de la Iglesia, se fortalece con la comunicación de los bienes espirituales” (LG 49). Nos sentimos unidos con los difuntos, y rezamos por ellos, al igual que ayer reconocíamos la intercesión de todos los santos por nosotros.
Por eso, cuando nos reunimos los cristianos para ofrecer la Eucaristía cada día, rezamos por todos los difuntos. La mejor obra de misericordia que podemos hacer por nuestros difuntos es ofrecer la Eucaristía por ellos. Es bastante curioso que cuando llega el mes de Noviembre, a partir de este dia de los Difuntos, son muchos los que vienen a la parroquia a pedir que se ofrezca la misa por sus difuntos. Es una costumbre piadosa y santa rezar por los difuntos, es muy loable ofrecer la Eucaristía por ellos. Es una obra que desde el comienzo de la Iglesia ha sido muy normal, pedir al sacerdote que ofrezca la Eucaristía por los difuntos. De hecho en la misma liturgia de la Eucaristía aparece un momento en el que está indicado pedir por uno o varios difuntos por los que se ofrezca la misa. Es también costubre inmemorial, que se ofrezca un donativo en acción de gracias cuando pedimos que se ofrezca la misa por los difuntos.

Es curioso que pasado este mes de noviembre, se nos olvidan nuestros difuntos, y muy pocos seguimos pidiendo que se ofrezca la misa por ellos. Es también cierto que, a pesar de todo, hay familias que cada mes, un día concreto piden que se celebre la Eucaristía por sus difuntos y lo hacen todos los meses. Pero estos son pocos.

Hoy especialmente pedimos por todos los difuntos que no tendrán familia que ore por ellos, hoy ejercemos nuestra vocación bautismal de pedir los unos por los otros y también por los difuntos.

Hoy celebramos la Eucaristía pidiendo que nos comprometamos a lo siguiente:

- Primero debe ser nuestro compromiso con la vida, que se funda en el amor que Dios nos tiene. El Dios vivo “no ha hecho la muerte, ni se complace en el exterminio de los vivos. Él lo creó todo para que subsistiese, y las criaturas del mundo son saludables” (Sab 1,13-14). El cristiano, en todo momento, bajo cualquier circunstancia, siempre, debe ser amigo de la vida, desde la concepción hasta su término natural.

- Nuestro segundo propósito debe ser hoy afianzar nuestra fe en la victoria de Jesucristo sobre la muerte. Y de ahí debe nacer un estilo nuevo en nuestra vida cristiana, un estilo animado siempre por la alegría de saber que Cristo es nuestra vida, que en él y por él todos estamos llamados a la vida. Que en él y por él todos podemos vencer a la muerte y a todos los ámbitos de muerte de nuestra existencia.

- En tercer lugar, hoy estamos invitados a vivir desde la esperanza. En tiempos recios y de crisis como los nuestros el cristiano debe brillar como luz en medio de las tinieblas, haciendo resplandecer la esperanza de una salvación nueva en Cristo Jesús, Salvador de todo el género humano. Así nos invita Benedicto XVI desde su encíclica Spe Salvi.

Que Dios os bendiga a todos. Tomás.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Desde la afinidad o la discrepancia, pero siempre con respeto, te animamos a participar.

Por unas mínimas bases de hermandad, afecto y consideración, los comentarios anónimos inapropiados serán borrados.