El comienzo del Credo (Yo Creo) implica algo más que la profesión de fe. Veamos por qué:
Etimológicamente en hebreo Creer (he’emin) significa "hacerse fuerte sobre". Por eso se habla de Dios como roca que da fortaleza: Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte (Sal 18,3). La fe es el fundamento del pueblo de Dios: Si no creéis, no subsistiréis (Is 7,9)
Por eso, cuando en el Credo decimos Yo Creo, estamos afirmando la confianza en Dios como única fuente de fortaleza.
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