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21/9/08

De la generosidad y la humildad

Domingo XXV del Tiempo Ordinario, 21 de septiembre.

Lecturas: Isaías 55, 6-9 // Salmo 144 // Filipenses 1, 20-24,27 // Mateo 20, 1-16

La Palabra de Dios que escuchamos este domingo nos presenta la invitación de Dios a seguirle, a escuchar sus palabras y alcanzar la salvación.

El evangelio nos habla de un hacendado que sale a contratar jornaleros para que trabajen en sus campos. Es un hombre bueno y justo, que sabedor de las necesidades de los trabajadores, sale a distintas horas del día a contratar jornaleros. Incluso a última hora del día, pra que nadie pierda la oportunidad de trabajar y llevar un jornal a casa. Se ajusta con ellos en un denario.

Pasada la jornada y cuando llega el momento de pagar, le da a cada uno el denario que habían acordado y surgen los problemas: los que habían trabajado todo el día quieren más dinero, no pueden admitir que le paguen lo mismo a los últimos. El Señor les recuerda que el contratado pactado era trabajar en su viña por un denario al día. Si el queria ser generoso con los últimos no era problema de los jornaleros. No cometia injusticia, les daba lo pactado a todos independientemente de las horas.

Jesús, el Señor también sale cada jornada a los caminos de la vida a contratar a hombres y mujeres de buena voluntad que quieran trabajar en su viña. A todos nos ofrece un mismo jornal: La Salvación, la Gloria Eterna.

Hay personas que desde pequeños han vivido entregados a Cristo, su vida es servir a Cristo. Así nos lo recuerda S. Pablo en su carta a los Filipenses. Desde toda la vida están trabajando en la viña del Señor. Hay otras personas que en su juventud, o en su madurez han sentido la llamada a seguir al Señor. En un Cursillo, en unos Ejercicios, en la Oración, ante una Tragedia...El Señor los llamó a trabajar a su viña en la mitad de la jornada de sus vidas. Hay otras personas que se convierten de su vida pasada y se vuelven al Señor en los últimos momentos de su existencia, cuando en las puertas de la muerte reciben los sacramentos de manos del sacerdote que los atiende, del capellan del hospital. En esos momentos finales aceptan la llamada del Señor a trabajar en su viña, como los jornaleros de la parábola que fueron contratados al caer la tarde. Todos, Todos tendrán el salario establecido: La Salvación, la Gloria Eterna.

A veces nos enfadamos y le decimos a Dios, que no hay derecho, que alguién recien convertido o a nuestros ojos peor cristiano que nosotros va a tener el mismo jornal. El Señor nos dirá: Amigo ¿no quedamos en un denario? a ti qué si yo quiero ser generoso y darle el mismo denario a todos.

Hermanos no seamos egoistas, seamos generosos y recemos con fe a Dios para que todos los hombres y mujeres puedan escuchar su llamada y reciban su Salvación. Recemos los unos por los otros para que todos trabajemos en la viña del Señor y seamos dignos de ganar el salario prometido.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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