Rogatorias

Buscar...

Categorías

Archivo de noticias

19/12/10

«Porque él salvará a su pueblo de los pecados»

IV DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Isaías 7, 10-14 // Salmo 23, 1-2. 3-4ab. 5-6(R.: cf. 7c y 10b) // Romanos 1, 1-7 // Mateo 1, 18-24

Queridos hermanos y hermanas:

Sueño de José. José Luzán, 1770Con este cuarto domingo culminamos el Adviento. ¿Hemos preparado bien el camino de nuestras familias para que el Señor entre en ellas? ¿Hemos dispuesto el corazón y las entrañas para que Dios hable? ¿Buscamos a Dios como fuente de toda esperanza y razón suprema de la próxima Navidad?

Busquemos al Señor y no dejemos en estos días previos a las Navidades que nada distorsione lo que a los cristianos nos importa: el acontecimiento que celebramos es el Nacimiento del Señor en Belén. Es la Palabra, el Verbo hecho carne, hecho niño para salvarnos.

¡Son tantas cosas las que están a nuestro favor! La sensibilidad, la familia, la parroquia, la fe… Pero, ¡son tantos los aspectos que pueden ensombrecer estos días santos! El consumo, los regalos, los agobios, no celebrar a Dios con la escucha de su Palabra, con la caridad, la sobreabundancia de cosas…

Estamos alegres y, teniendo como telón de fondo el mensaje de las lecturas del pasado domingo, seguimos apostando por la esperanza. ¡Dios asoma en el horizonte! Y, por lo tanto, la alegría brota en el semblante de un cristiano. ¿Que te encuentras agobiado? ¿Que tienes problemas? ¿Vas a permitir que, el bosque, no te deje ver y disfrutar de la luz?

Hoy, con Santa María, recorremos los últimos metros que distan para llegar a Belén. El “Dios con nosotros” se hará posible gracias al “SI” de una humilde muchacha nazarena que, aún sin entender nada, supo cumplir la voluntad del Señor. Que importante es esta actitud de la Virgen, apenas entiende lo que va a suceder pero lo asume y lo vive desde lo más hondo de su corazón.

Diversos personajes nos han ayudado a estar en tensión durante el tiempo de adviento (Isaías, Juan Bautista…) ahora, de la mano de José y con María, nos adentramos en la noche oscura de Belén. Pensad por un momento las vivencias de esas horas: a punto de dar a luz, de posada en posada siendo rechazados, incluso sentir el rechazo de sus familiares y amigos. Desde antes de su nacimiento el Señor sufre persecución, sufre el NO del mundo. Pero para Dios nada hay imposible. Comprobaremos que, hoy como entonces, muchos siguen sin acoger al Niño. Que, otros, se dejan seducir por los magnates y poderosos que instan a marginar a ese “Niño” que, desde el día de nuestro Bautismo, entró en nuestro corazón. ¿Navidades santas o paganas? ¡Qué dilema!

Tal vez, también nosotros, como José… tengamos dudas y hasta temores. ¿No será mucho lo que Dios me pide? José desde su corazón humano siente miedo, dudas, incluso algo de pena porque cree que María lo ha engañado. Pero su corazón lleno de fe, se abre al Ángel, que le explica todo lo que va a pasar. José cambia radicalmente, la duda se convierte en aceptación, la pena en Alegría porque María va a ser la Madre del Mesías, del Salvador. Su corazón abierto a la gracia se transformó y en una sola noche.

Nosotros hemos tenido cuatro semanas para transformar el corazón y dejar que se llene de la Gracia pero puede que estemos como al principio, más pendiente de lo externo que de lo verdaderamente importante. Dejemos que la próxima Navidad nos invada con su Misterio. Soñemos y, en el sueño, ojala que Dios nos dé la oportunidad de soñar con El. ¿Hemos soñado alguna vez con el cielo? ¿Hemos soñado con Dios, con María, con Jesús o con el Espíritu? Las Navidades, entre otras cosas, tienen la virtud de despertar lo más hondo de la sensibilidad de las personas. Bien es cierto que no sólo deben de conducir a eso. Por ello mismo, estos días, los hemos de aprovechar al máximo: que crezca nuestra vida interior (al contemplar al Dios que se hace Hombre); cultivando nuestras buenas obras (asombrándonos de lo que Dios hace por nosotros) y siendo fuertes en las pruebas (al ver a un Dios Todopoderoso que muerde el polvo de nuestra tierra).

Queridos hermanos y hermanas: apuremos estos últimos instantes. ¡Dios está a la puerta! ¡Dios está llamando! ¡Que no pase de largo! ¡Que, con José y María, preparemos ya –interna y externamente-- nuestros hogares y nuestras almas para que de verdad se note que un Niño nos va a nacer!

Si Jesús, al nacer, no encontró más riqueza que el amor y la ternura de José y María que, por lo menos encuentre también en nosotros el mejor pesebre donde hacerse presente: nuestro corazón. Qué Dios os bendiga y os conceda a todos una Feliz Navidad. Que de verdad vivamos el Nacimiento de Cristo en nuestras vidas.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco

0 comentarios:

Publicar un comentario

Desde la afinidad o la discrepancia, pero siempre con respeto, te animamos a participar.

Por unas mínimas bases de hermandad, afecto y consideración, los comentarios anónimos inapropiados serán borrados.