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5/12/10

«Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos»

II DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Isaías 11, 1-10 // Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17 (R.: cf. 7) // Romanos 15, 4-9 // Mateo 3, 1-12

Queridos hermanos y hermanas:

San Juan Bautista. Alejandro de Loarte, 1626En este segundo domingo del tiempo de Adviento la liturgia de la Palabra nos presenta la figura del Mesías anunciado por los profetas y la figura de S. Juan Bautista. En la homilía del domingo pasado hacía referencia a este papel primordial de Juan Bautista, en el tiempo de Adviento. Hoy la Palabra de Dios nos enmarca perfectamente la singularidad especial de Juan en el camino de preparación a la Navidad.

La primera lectura, del profeta Isaías, nos anuncia la promesa que Dios hace a su pueblo del nacimiento del Mesías: «brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía,…». Dios Padre Misericordioso nos promete la venida del Mesías, que nos traerá la Salvación, nos dará su Espíritu y nos cambiará interiormente. Se fijará en lo profundo de los corazones y no tendrá en cuenta las apariencias. Es este un criterio fundamental para este tiempo santo del Adviento, el purificar, preparar, nuestro interior. Se trata de ponernos manos a la obra, muy en serio, para vivir desde dentro la Navidad. Lo externo ya se encarga la sociedad de prepararlo, creo que el esfuerzo tenemos que ponerlo en nuestro interior, en la raíz de nuestra vida, en los cimientos de nuestro ser. Remover los criterios que sustentan nuestras vidas, pensar por un momento qué camino estamos llevando, a dónde nos conduce nuestra existencia y qué debemos transformar en ella.

El profeta Isaías nos propone un panorama idílico, fruto de la presencia del Mesías en el mundo: «Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito». Presenta un paraíso de PAZ absoluta, donde los enemigos naturales viven la paz, la tranquilidad. Isaías nos está diciendo claramente cuales son los frutos de la Gracia en nosotros, cuales son las consecuencias del paso del Señor por nuestras vidas. Si somos capaces de vivir nuestra conversión y dejar que la Gracia nos transforme, notaremos como hasta nuestro pecados más reincidentes se transforman, pero es necesario que Cristo pueda habitar en nuestras vidas, que viremos el rumbo de nuestra existencia para seguir el norte que nos marca la brújula de la Gracia y del Espíritu.

Los pasos concretos son los que nos anuncia San Juan Bautista, conversión, oración, cambio de criterios y esencialmente, humildad. San Juan predica en el desierto: «preparad el camino al Señor...». Hoy la Iglesia predica en el desierto de la increencia y el abandono de Dios: «preparad el camino al Señor...». De nosotros depende que oigamos esta llamada o que sigamos los cantos de sirena de nuestro mundo. San Juan Bautista predicó, tuvo muchos discípulos, la gente lo respetaba, lo admiraba y lo seguían. Pero Juan jamás cayó en la tentación de creerse el Mesías, era consciente de su papel de precursor, de preparar el camino al verdadero Mesías, el Hijo de Dios.
Nosotros muchas veces nos quedamos en nuestra vanagloria, en publicar nuestros pequeños logros y olvidamos nuestros grandes pecados, nuestros grandes fracasos. Olvidamos que nos falta mucho y que tenemos muy poco de que presumir.

Contemplar hoy la figura de San Juan Bautista nos ayude a reflexionar sobre lo verdaderamente importante en nuestras vidas y nos pongamos en serio a trabajar en nuestra conversión. Qué Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco

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