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2/11/08

Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos

Domingo XXXI del tiempo ordinario.
Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. 2 de noviembre.


Lecturas: Sabiduría 3,1-6.9 // Salmo 26 // Romanos 8,31b-35.37-39 // Lucas 24,13-35

Fotografía de unas flores sobre una lápida en primer plano con la vista de una cruz al fondoCelebrábamos ayer la gloria de Todos los Santos, la gloria de aquellos hermanos y hermanas nuestros que han vivido en plenitud el Evangelio. Hoy, la Iglesia conmemora a todos los fieles difuntos. A todos nuestros seres queridos que han procurado vivir cristianamente, pero que no lo han hecho en plenitud. Hoy celebramos el poder de la oración, de la intercesión de los unos por los otros, incluidos nuestros hermanos difuntos.

Si los santos y santas de Dios están ya gozando de la gloriosa plenitud de la vida eterna, nuestros hermanos difuntos están aguardando el Día del Juicio, de la gran misericordia, en la que participaremos, si nuestra vida así lo merece, y por la intercesión de la oración de toda la Iglesia, de la vida eterna.

Es lógico pensar que los que han vivido esforzándose por ser buenos cristianos, aunque no hayan podido vencer totalmente a la culpa y el pecado, esos hermanos nuestros también esperan la resurrección y el premio. Ahora quizás expiando, purgando sus pecados en el purgatorio para después incorporarse gloriosamente al coro de los santos y santas de Dios.

El amor y el cariño que brota hoy de nuestros corazones nos hacen ofrecer la mayor de las oraciones, la Eucaristía, pidiendo a Dios Misericordioso por nuestros difuntos. La Iglesia es consciente de la importancia de la oración expiatoria por nuestros difuntos y por eso en todas las eucaristías, en todas, se reza por los difuntos. La doctrina católica nos enseña que la Iglesia está formada por: “la Iglesia Triunfante” que son los santos y santas de Dios. “La Iglesia purgante” que la forman todos los difuntos que esperan el día de la resurrección y del juicio. Y la “Iglesia peregrinante” que la formamos todos los hombres y mujeres del mundo que intentamos vivir como verdaderos hijos e hijas de Dios. Ese es el Glorioso Cuerpo de Cristo: la Iglesia.

Como Iglesia que peregrina en este barrio, con nuestra historia concreta, con nuestra comunidad real del Beato Álvaro rezamos hoy por nuestros hermanos y hermanas difuntos. Por los que fueron santos, ayer los celebramos; por los que fallaron por culpa de nuestra debilidad humana hoy pedimos para que el Señor los tenga en su gloria; y por los que sabemos que fueron más bien malos hijos e hijas de Dios, pues que nuestra oración, la de todos los santos y la de toda la Iglesia hoy les alcance la Salvación, el Perdón y la Vida Eterna.

Ayer celebrábamos a los mejores hijos de la Iglesia, hoy celebramos a la inmensa multitud de los que han vivido su fe aunque no plenamente y tanto ayer como hoy celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte y la fe profunda en la Resurrección. Nuestra fe Católica afirma: "Creo en la Resurrección de la Carne y en la vida del mundo futuro". Esta es la verdadera fe. Creemos sinceramente que estamos llamados a vivir la eternidad en la presencia de Dios, y que está llamada tiene un camino para hacerla realidad, vivir nuestra vida cumpliendo los mandamientos. Vivamos así y seguro que podremos celebrar al final de nuestros días la Solemnidad de los Todos los Santos y la misericordia por nuestros hermanos difuntos desde el cielo.

Rezad por los difuntos, orad por ellos. El mejor regalo y tributo que podemos ofrecerle a nuestros seres queridos que ya han muerto es ofrecer la misa por ellos. Es bueno y loable adornar, rezar y tener dignos los sepulcros de nuestros seres queridos, pero el mayor bien que podemos ofrecer por su salvación es la Eucaristía, es al propio Cristo resucitado que intercede, perdona y da la Vida Eterna.

Tomás Pajuelo. Párroco

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