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9/11/08

Parábola de las vírgenes necias y prudentes

Domingo XXXII del tiempo ordinario. 9 de noviembre.

Lecturas: Sabiduría 6,12-16 // Salmo 62 // 1ª Tesalonicenses 4,13-18 // Mateo 25, 1-13

Ilustración de esta parábola recogida en un códice bizantino del siglo VI (Codex Purpureus Rossanensis)Después de celebrar el fin de semana pasado la gloria de los Santos y la esperanza en la resurrección de nuestros hermanos difuntos, a partir de este domingo y hasta el 23 de noviembre, día de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo con la que terminamos el año cristiano, la liturgia de la Palabra va a hacer referencia a ese final de los tiempos y el futuro de la humanidad.

De la misma manera que el día de Cristo Rey terminará el año, finalizará un año más, también llegará un día, aunque no sabemos ni el día ni la hora, en el que este mundo tendrá su fin. Ese final de los tiempos tiene dos acepciones: una es el final universal, el fin de todo lo creado y otro el final de nuestra existencia personal. Ambos son desconocidos para nosotros aunque es cierto que llegarán, primero el nuestro, después el del universo y tenemos que reflexionar, no podemos seguir ignorando esta realidad.

El evangelio de hoy nos lo recuerda, no podemos dejar para mañana lo que podemos hacer hoy, aquellas doncellas que no estaban preparadas se quedaron fuera. Nos puede pasar a nosotros, que vivamos disfrutando de la vida y sin tomar conciencia que en esta vida nos jugamos la Eterna. Que digamos: “cuando sea mayor me confesaré, me prepararé, recibiré la Unción y así estaré preparado para el final” es verdad que puede ser una opción, pero muy peligrosa. No sabemos cuando será nuestro final, cuando el Señor nos llame a su presencia, y entonces no podremos decirle: “espera que voy a comprar el aceite...”, “espera que voy a prepararme...”.

Lo mejor que podemos hacer es lo que hicieron las vírgenes sensatas, llevaron sus lámparas repletas de aceite y sus alcuzas llenas de aceite por si les hacía falta. En definitiva llenemos nuestra vida de la Gracia de Dios, recibamos frecuentemente los sacramentos de la salvación, estemos con el corazón preparado y en paz con Dios y así, llegue cuando llegue el día no tendremos de qué preocuparnos.

No dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy, vivamos con empeño nuestra salvación, vivamos preparados porque eso nos da una paz que nada ni nadie podrá quitarnos y nos hace vivir con realismo y verdad nuestra existencia, valorando lo que realmente es importante en nuestra vida.

Tomás Pajuelo. Párroco

1 comentario:

  1. Muy buena información, me alegro que se preocupen. :)

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