XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
Lecturas: Ezequiel 2, 2-5 // Salmo 123 // 2ª Corintios 12,7-10 // Marcos 6,1-6
La confianza, la cercania y el que nuestros seres más querido nos conozcan, impide muchas veces que podamos dar más frutos de salvación. Es lo que le pasó a Jesús en la Sinagoga de Nazaret, allí sus vecinos, sus paisanos, cuando le oyen predicar, cuando se enteran de los milagros que había hecho por toda Galilea, le echan en cara que ¿Quién es el para hablar así? Se quedan asombrados, pero no positivamente, al contrario se quejan y se muestran incredulos. Sus paisanos de Nazaret, que habían convivido 30 años con Jesús, que le habian visto trabajar con S. José en la carpinteria, que le habrían visto jugar de niño con sus hijos. Aquellos vecinos no son capaces de reconocer en Jesús al Hijo de Dios. Están tan aferrados a su experiencia de Jesús hombre, que esa cerrazón les impide dar el salto en la fe, creer en Cristo que es Verdadero Dios y Verdadero Hombre. Su vida es tan conocida para ellos que todo lo que Jesús intentara predicarles, intentara curarles, iba a ser interpretado mal.
En nuestra vida cotidiana nos pasa lo mismo, cuando decidimos vivir consecuentemente nuestra fe en Dios, nuestro ser Cristiano suele pasar que donde más dificil nos resulta es en nuestra familia, con nuestros amigos. Si comenzamos a vivir más intensamente la oración cuando antes posiblemente no rezábamos, facilmente nos dirán "te estás volviendo un beato, tanto rezar, tanto rezar..." Si participamos en la Eucaristía, o asumimos responsabilidades en la parroquia haciendo una tarea de catequista, de animador liturgico, de coro, de pastoral de enfermos...etc. Siempre nos recordaran "Tienes tiempo para todos menos para tu casa" aunque le dediquemos el mismo tiempo que antes o más. Es nuestra condición humana, que sólo se queda en lo que ve y en lo que ha conocido y que le resulta muy dificil asumir que podemos cambiar, crecer, madurar, ser distintos. Muchas veces no se acepta porque esa conversión es a la vez para el resto de los nuestros una denuncia, denuncia de su apatía, de por qué ellos no lo hacen también. Es lo que hemos escuchado en el libro de Ezequiel hoy, Dios le dice, ve a decirle a mi pueblo que no está haciendo lo que pactamos...díselo aunque no te escuchen.
Queridos hermanos, si al Señor le pasó que no fue aceptado por los suyos y sin embargo los amó. También nosotros aprendamos que aunque nos cueste mucho y sea muy exigente para nosotros, el primer lugar donde tenemos que dar testimonio cristiano de amor, de perdón, de paciencia, de comprensión, de amabilidad, de constancia, de....es en nuestra familia, con nuestros seres queridos.
Ellos nos podrán ayudar, porque todo lo negativo que nos digan servirá para que crezcamos, para que no no creamos que ya somos santos y nos exijamos a nosotros mismos crecer, crecer y producir frutos de amor. Ellos saben bien nuestros defectos y pecados y son los únicos que podrán ayudarnos a superarlos. Es lo que nos ha dicho hoy el apóstol San Pablo en su carta: el tenia una espinita, un pecado que le hacía caer y caer. Pero Dios lo eligió y lo convirtió en el apóstol de los gentiles a pesar de su pecado, porque todos los tenemos y podemos también crecer en Santidad.
En este domingo primero de Julio, la Iglesia celebra la jornada de responsabilidad en el tráfico. Como cristianos no podemos seguir engrosando las siniestras estadísticas de accidentes y muertes por imprudencia. Tomemos en serio nuestro comportamiento al volante, en él también se nos exige dar testimonio cristiano de paciencia, respeto, cumplimiento de las normas, de ayuda... Que Dios nos conceda a todos llegar sanos y salvos a nuestros destinos y disfrutar de un merecido descanso estival.
5/7/09
Escuchen o no escuchen
Tomás Pajuelo. Párroco
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