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23/7/09

Homilía de la misa retransmitida por Radio María el pasado domingo 10/julio/2009

Queridos hermanos y hermanas, oyentes de Radio María, Paz y bien.

El Domingo pasado el Señor envió a los Apóstoles a anunciar el perdón de los pecados y les dio autoridad para expulsar los espíritus inmundos y en este domingo encontramos a Jesús invitando a los apóstoles a un lugar tranquilo para descansar y conversar sobre la experiencia misionera, de la misma manera que el Señor nos ha invitado hoy a este sitio tranquilo para la celebrar la Eucaristía.

La liturgia de este domingo nos habla de la figura del pastor, que es una simbología bíblica que designa al líder religioso o político. El rebaño es la imagen del pueblo de Dios que hoy encontramos en el libro ddel profeta Jeremías que denuncia la falta de honestidad en los pastores del pueblo de Israel y como remedio, anuncia que el propio Dios se va a ocupar de pastorear sus ovejas, surge la promesa de que Dios mismo en persona vendrá a apacentar sus ovejas y a reunirlas de la dispersión a que las ha llevado la corrupción de sus pastores.

Jesús es el pastor del salmo 22: "Nos hace recostar en verdes praderas y nos conduce hacia fuentes tranquilas". Sin duda una imagen deliciosa de paz y de quietud. Pero nosotros, siempre llevando la contraria, jugamos a ser personas importantes, siempre atareadas. Oración, distensión, silencio, reflexión: no tenemos tiempo para estas cosas. Tenemos todo el tiempo ocupado en mil naderías, que llamamos pomposamente "compromisos urgentes" "necesidades improrrogables". Todo eso hace que nuestro espíritu en vez de robustecerse, se entristece sin que nos demos cuenta, dando vueltas en el vacío, creyendonos que hacemos algo.

Queridos hermanos, Jesús actúa como ese nuevo pastor; en Él Dios en persona se ha hecho cargo de su pueblo. Asume la función de pastor toda la humanidad; se conmueve de la multitud y renuncia a su descanso para enseñar a los que han ido en su busca. En Jesús, Dios mismo pastorea a su pueblo; un pueblo nuevo que es toda la humanidad; pues su sacrificio fue uno para siempre y para todos.

Jesús invita a sus apóstoles a un lugar desierto para que descansaran, pues eran muchos los que iban y venían, que no tenían tiempo ni para comer, nos ha dicho el evangelio. Pero la multitud les descubre y a Jesús le da pena: "se compadeció de ellos porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas". El texto nos presenta a Jesús en medio de esa multitud y su actitud, que no es la de retirarse y huir, sino compadecerse de ellos, como manifestación encarnada de Dios que es amor.. La compasión que Dios tiene por nosotros es contagiosa y quiere despertar también en nostros otras compasiones para con las indigencias que sufren nuestros hermanos. A veces también nosotros podemos querer despedir a la multitud, quizás no tanto para que no los sorprenda la noche, sino para sacárnosla de encima y evitarnos complicaciones. Lo que Jesús quiere recordarnos es la urgencia de una caridad fraterna siempre despierta y atenta a lo que podemos hacer por los demás.

El evangelio de hoy nos presenta cómo pueden conjugarse a la vez contemplación y acción. Compiten dos aspectos de la compasión de Cristo. Ve el agotamiento de sus discípulos, sin mencionar el suyo que debía ser mucho mayor, y ve la necesidad del pueblo, hambriento de la palabra de salvación. Es hermoso ver a Jesús debatirse entre estos dos rostros del amor: el amor que que quiere acoger y dar reposo, y el amor que quiere sanar y enseñar. Porque en efecto el amor es a la vez recibir, aunque esto nos parezca pasivo, así como es construir el bien en otros, es decir, la parte activa.

Meditemos en el momento de la barca donde se escucha el rumor del agua, el silbo del viento y la voz emocioda de los apóstoles que ya tiene tantas cosas tan buenas para contar sus experiencias de la misión. Fijemos ahora nuestra atención en la Eucaristía, que es la presencia del Señor entre nosotros,dejemos que Él colme nuestras inquietudes, preguntas, peticiones, lamentos y quejidos. Necesitamos a Jesús para que él sacie nuestra sed de felicidad. La pregunta es ¿En este momento de nuestra vida nos estamos dejando guiar por el cayado de Jesús, nuestro Pastor? Que así sea.

Emiliano Nguema. Vicario parroquial


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