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26/7/09

Solemnidad de Santiago Apóstol y Domingo XVII de tiempo ordinario

SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APOSTOL Y XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

Lecturas: 2º Reyes 4,42-44 // Salmo 145 // Efesios 4,1-6 // Juan 6,1-15

En este fin de semana celebramos dos fiestas: El sábado 25 de Julio, la solemnidad de Santiago Apóstol, patrón de España. El domingo el día del Señor.

El Apóstol Santiago, la tradición del Camino y peregrinación hasta su sepulcro data de los primeros siglos de la cristiandad. Estamos celebrando ese día que nuestra fe católica en Esapaña está enraizada directamente en la tradición apóstolica. Aunque nuestros días no son los más luminosos en el amor a Cristo y su Iglesia, en nuestro pais somos "cristianos" desde los comienzos de la predicación apóstolica. Somos junto a la Iglesia romana, la comunidad eclesial más antigua de Europa, incluso el apóstol S. Pablo en su carta a los Romano expone su decisión de venir a España a visitar a la comunidad y predicar la Buena Noticia.

Es un deber y obligación moral nuestra, de cada cristiano actual, el mantener viva y pujante la fe en nuestro pais. Somos herederos de una fe que se ha cimentado muchas veces en la sangre de grandes mártires, de persecuciones, de santos y santas que son amados y venerados en toda la Iglesia Universal. Con este ejemplo a nuestras espaldas tenemos que mantener siempre alto nuestro compromiso cristiano para que nuestra Iglesia sea faro y luz que desde antiguo ilumina al horizonte cristiano.

El domingo 17 del tiempo ordinario, nos pone delante de una realidad que Dios nos regala cada día: "Jesucristo es el Pan de la Vida".

Escuchamos en la primera lectura del segundo libro de los reyes, cómo el profeta Eliseo reparte a todo el pueblo los panes ofrecidos en el altar de Dios. Se los entrega para saciar su hambre, Dios quiere saciar nuestra hambre espiritual y ha querido quedarse para ser el alimento de nuestra fe. Se ha quedado en la Eucaristía para que lo recibamos.

Fijaros que texto más profundo el de la multiplicación de los panes y de los peces:

Jesús decubre la necesidad de los que le escuchan, llevan todo el día sin comer. Jesús no hace directamente el milagro. Pide que sean los discípulos los que alimenten a la multitud. ¡Dadles vosotros de comer!

Ellos se encuentran desbordados, ponen a sus pies lo que tienen, lo poco que tienen lo ponen a disposición de los necesitados, sus panes y sus peces. Cuando Jesús ve su generosidad, su desprendimiento, quedarse sin nada para darselo a los demás. Es ahora cuando Jesús hace el milagro, usando esos panes y esos peces entregados por los discípulos los multiplica infinitamente para que todos puedan comer.

El hambre, la necesidad, el paro, la crisis está haciendo estragos en nuestro mundo, en nuestra Iglesia. Dios nos dice ¡Dadles vosotros de comer!, quiere que nosotros pongamos lo que podamos, nuestros panes y peces, y Él hará el milagro. Si todos los cristianos del mundo pusiesemos a disposición de los pobres unos pocos medios, veríamos como el fruto sería impresionante. Aquel jóven puso cinco panes y dos peces. Mirando friamente podíamos decir ¿Cómo alimentar a más de 5000 personas? ¿Que puedo hacer yo que sólo tengo un poco? Pues aquel jóven, aunque veía que lo suyo era una insignificancia para solucionar el problema, lo puso a disposición de Cristo. Jesús ante esa generosidad hace el milagro y multiplica los panes y los peces para alimentar a todos.

Pensad por un momento: si los ocho millones de cristianos y cristianas que participan todos los domingos en la Eucaristia en toda España, se comprometieran con 2€ para los necesitados, sólo 2€, ¡Un par de cañitas! Cáritas podría contar con un presupuesto semanal de 16 millones de euros para atender a los pobres. Mirad muchos pocos hacen un mucho. Es verdad que nosotros personalmente no podemos cambiar la crisis ni solucionar la pobreza. Pero todos y todas los que amamos a Cristo ponemos un poquito, unos panes y unos peces, decubriremos que podríamos paliar mucha necesidad.

Para que esto sea posible tenemos que acercarnos a Cristo, Él nos dá ejemplo, ponemos en su altar pan y vino, fruto de nuestro trabajo, y Él los transforma en Su Cuerpo y en Su Sangre. Ante un poquito de generosidad nuestra el hace el milagro de alimentarnos a todos con su propio Cuerpo y Sangre para que nos llenemos de su presencia y seamos testigos creíbles del Evangelio. Cuanto más nos llenemos de Él, más nos pareceremos a Él.

¡Que Dios os bendiga a todos!

Tomás Pajuelo. Párroco

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