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30/8/09

Coherencia en la vida cristiana

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Deuteronomio 4,1-2.6-8 // Salmo 15 // Santiago 1,17-18.21-27 // Marcos 7,1-8.14-15.21-23


En este último domingo de agosto, cuando todo empieza a volver a la normalidad, las lecturas nos ponen de frente con la esencia de la vida cristiana: La Coherencia.

Escuchamos en la lectura del libro del Deuteronomio cómo Moisés hace hincapié a los israelitas de la importancia de los mandamientos, de su carácter sagrado y divino. No podemos andar con interpretaciones, normalmente tendemos a rebajar las exigencias, somos especialistas en interpretar a la baja… es decir a no exigirnos mucho. Hoy día se han reducido a dos: “No matar y no robar”. Me explico, muchísima gente dice: “padre, yo no robo ni mato, así es que NO tengo pecado”. Si yo lo entiendo bien, me quieren decir que como esas personas no roban ni matan son santas porque los otros ocho mandamientos que no cumplen para ellos no son pecado no cumplirlos. Si ahondamos más en el razonamiento, mentir, injuriar, tener envidia, ser adúlteros etc… según estas personas no son pecado.

Seamos sinceros, los mandamientos son 10, y todos hay que cumplirlos, hay que dejarse guiar por ellos para tener una vida acorde con nuestra fe. Hay que amar a Dios sobre todas las cosas, hay que santificar las fiestas acudiendo a misa todos los domingos, hay que honrar padre y madre, hay que ser sincero, no ser codiciosos, no envidiar lo ajeno, ser castos en nuestro pensar y obrar. En definitiva llevar una vida coherente con la fe que profesamos. Hay muchas personas que son amantes del medio ambiente y llevan una vida acorde con su opción de vida: reciclan, no usan materiales contaminantes, comprar alimentos ecológicos, etc… El que lo conoce y lo ve puede decir en verdad este ama el medio ambiente. En la vida cristiana es igual, el que nos vea debería darse cuenta que amamos a Dios, que cumplimos los mandamientos, que participamos contentos y alegres en la Eucaristía, que rezamos, que respetamos el templo, la casa de Dios. Que somos gente de fe. De la misma manera que el amante de la naturaleza se le conoce por sus obras, al amante del futbol por su afición… a los cristianos se nos debe conocer por nuestras obras de amor a Dios y al prójimo. Obras hechas de corazón, obras hechas no sólo por cumplir, hechas por verdadero amor y con convencimiento. Así nos lo recuerda el señor, cumplir las normas por cumplir no tiene vida, nos ata, nos encorseta. Cumplir las normas por convencimiento y por opción, nos libera y nos hace coherentes. El misionero que renuncia a la comodidad de nuestro mundo para unirse a la pobreza del tercer mundo, no lo hace por un mero cumplimiento, lo hace por amor. Y todos valoramos su coherencia. Nosotros tenemos que hacer lo mismo, vivir en este mundo con los criterios del evangelio y así, aunque nos cueste, dar testimonio de una verdadera fe. No nos obliga la Iglesia, me obligo yo mismo a hacer lo que le gusta a Dios, mi Padre.

Tomás Pajuelo. Párroco

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