Domingo XIX del Tiempo Ordinario
Lecturas: 1º Reyes 19,4-8// Salmo 34 // Efesios 4,30-5,2 // Juan 6, 41-52
La Palabra de Dios en este domingo sigue poniendo frente a nosotros la necesidad de la comunión, de la participación en el banquete de la Eucaristía como algo esencial en la vida de cualquier cristiano. Escuchamos hoy en la primera lectura del primer libro de los Reyes la historia del profeta Elías. El profeta es expulsado por el pueblo al desierto, agotado, extenuado se recuesta bajo una rama y pide a Dios que le envie la muerte, que ya no puede más. El ángel del Señor le muestra el "el Pan que le envía Dios", le dice "Come" y Elías comio de aquel Pan enviado del cielo y aguantó cuarenta días. Aquel alimento bendito le fortaleció en medio de la dificultad para continuar su tarea.
Escuchando este relato casi que nos vemos reflejados: nosotros muchas veces también somos arrojados al desierto de la imcomprensión, la soledad, los problemas, el dolor, la enfermedad, la muerte... y en ese desierto espiritual, cuando nos viene la tentación de dejar todo, de abandonar, escuchamos la voz de Jesús en el evangelio de hoy que nos dice: " Yo soy el Pan de la Vida" "el que como de este pan vivirá para siempre".
Es Cristo Eucaristía el alimento que puede sostener nuestra fe, nuestra vida. En Él encontramos la fuerza para seguir adelante, para vencer fácilmente y vivir el gozo de su presencia. Está claro que la participación en la Eucaristía no es sólo por un cumplimiento, no deberia ser un mero tramite, o una costumbre. La participación en la Eucaristía es retomar fuerza para nuestra vida, retomar la ilusión, retomar con decisión nuestro deseo de felicidad. Es saber y experimentar que con "Cristo todo lo puedo". Que en nuestra vida nos pueden dejar solos, vivir el desierto, pero Cristo no nos abandona, Él se hace realidad en nuestra realidad concreta. Se encarna en nuestro corazón, en nuestras entrañas, se hace realmente uno con nosotros al comer el "Pan vivo bajado del cielo" su Cuerpo y Sangre.
Confiemos en Dios, el nos da su Gracia, nos asiste y alimenta y nos envía su Espíritu Santo. No podemos entristecer al Espíritu Divino, nos lo recuerda S. Pablo en su carta a los Efesios, cuando un cristiano vive profundamente la comunión, se llena del Cuerpo de Cristo, se siente pleno de Gracia, no puede estar triste, amargado, desesperanzado. Un cristiano que tiene a Cristo dentro por comulgar se debe comer el mundo con una alegría desbordante. Si Cristo habita en nosotros por la comunión, no podemos vivir enfadados, peleados unos con otros, con insultos, violencia... Vivir la Coherencia Eucaristíca, como nos recordaba Benedicto XVI en la enciclica "Sacramentum Caritatis" es esencial en nuestros días. Se tiene que notar que comulgamos cada domingo, cada día. Los no creyentes nos lo piden cuando dicen: "¡Mira como actua el que va a misa!". Comulgar a Cristo exige vivir a Cristo. Es verdad que el es el alimento que nos dará fuerza para vivir la felicidad en nuestras vidas pero una felicidad basada en su estilo de vida, en vivir como el vivió.
9/8/09
«No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios»
Tomás Pajuelo. Párroco
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