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17/2/10

«Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará»

MIÉRCOLES DE CENIZA

Lecturas: Joel 2, 12-18 // Salmo 50 // 2ª Corintios 5, 20-6,2 // Mateo 6, 1-6.16-18

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Imposición de las CenizasComenzamos hoy la Cuaresma, cuarenta días en los que estamos llamados a prepararnos interiormente para vivir la Pascua y Resurrección del Señor. Con el rito de la imposición de la ceniza, se nos llama a hacer el camino de conversión que iremos escuchando a lo largo de la Cuaresma, se nos invita a ser conscientes de nuestros pecados y a saber valorar y agradecer la misericordia de Dios para con nosotros.

Hoy las lecturas acentúan la necesidad del reencuentro personal con Dios, la segunda carta del apóstol S. Pablo a los Corintios incide en esta necesidad de volvernos desde lo hondo del corazón a Dios. Como consecuencia de este reencuentro personal, fijaos que dice reencuentro lo que supone que ya antes hemos tenido experiencia del encuentro con el Señor, que en algún momento de nuestras vidas hemos estado cerca de Dios y queremos volver a estar en esa profunda sintonía con Él, uno tiene que reconocer su propia debilidad y darse cuenta que debe despojarse de todo lo que le impide ser honesto y sincero ante Dios. Es necesario poner en práctica la ascética que indica el evangelio: la limosna, el ayuno y la oración.

El gesto de imposición de las cenizas nos recuerda nuestra debilidad, y el profundo sentido penitencial de este día. Con este gesto nos reconocemos públicamente y comunitariamente, desde el celebrante hasta el último fiel, pecadores abiertos a la conversión. “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”, “Convertíos y creed en el Evangelio”. Las cenizas son el signo de la destrucción total de la muerte provocada por el pecado del hombre. Es signo de muerte pero a la vez es signo de conversión, porque siempre vive en nosotros la esperanza de ser recreados por Dios, de ser invitados a vivir la Gracia plena en el Paraíso por la Gracia de la Resurrección, de la Pascua de Jesucristo.

Es una invitación sincera a reconocer nuestra pobreza espiritual ante Dios, de ser sinceros con nosotros mismos y con la comunidad y reconocer que no somos tan buenos como normalmente nos creemos. Que con que escarbemos un poco en nuestra capa superficial, encontramos pecado y muchas infidelidades al plan de Salvación de Dios para nuestras vidas.

Cuando humanamente, el medico nos dice que tenemos que cuidar nuestro colesterol, nuestra condición física, nuestra ingesta de alimentos, normalmente lo tomamos como algo necesario paras nuestra salud y hacemos ejercicios, hacemos un régimen estricto de comidas, procuramos no sobrepasarnos con los alimentos y la bebida. Somos capaces de sacrificar cosas que nos gustan para poder vivir con salud o recuperarla porque nuestros malos hábitos alimenticios la habían perjudicado.

También nuestros malos hábitos en la vida Espiritual hacen que está esté enferma o casi no exista y para ello la Iglesia nos ofrece un tratamiento especial en este tiempo de Cuaresma. También para nuestras enfermedades espirituales tenemos que practicar una serie de recomendaciones que nos harán recobrar la vitalidad: el ayuno, la oración y la limosna.

El propio Evangelio y el propio Jesús nos lo dice y él mismo lo practica, nos propone el ascetismo como camino único de conversión. Por otra parte, el camino ascético es una práctica común en todas las religiones, en todos los creyentes que quieren vivir sinceramente el encuentro espiritual con la divinidad. Ascetismo que consiste en:

1º.- La Oración: Puede ser el momento ideal para sugerir la importancia de la oración en nuestras vidas. De estar atentos a la escucha de la Palabra de Dios, de releer orando los textos que la liturgia cuaresmal nos propone para cada día en la misa. Sería un buen momento para que cada día nos acercásemos al evangelio de la jornada y practicásemos la “Lectio Divina”. Es decir el leer en silencio, metiéndonos en el texto, orando el texto las lecturas de cada día. Sería aún más rico para nuestra vivencia cuaresmal vivir la Eucaristía todos los días de Cuaresma, vivir lo que hemos rezado en casa, compartirlo con la comunidad parroquial que está también orando y celebrando la conversión en el camino cuaresmal.

Saber sacar ratos largos de oración, de lectura del Evangelio, del Rosario, el Vía Crucis, la lectura de algún libro de vida de Santos, de materia espiritual, etc.

En definitiva de hacer oración sincera y prolongada.

2º.- El Ayuno: que no quiere significar un desprecio al propio cuerpo, sino el ejercicio de una virtud que hoy día cuesta practicarla con un sentido espiritual y profundamente cristiano y que sin embargo la hacemos por motivos estéticos, de régimen para adelgazar e incluso para recobrar nuestra “línea perdida”. Lo que vemos totalmente lógico para recuperar la figura lo denostamos y lo tachamos de “carca” cuando se nos ofrece como medio para “recuperar nuestra figura espiritual.” Es recuperar la práctica de virtudes como la frugalidad y la templanza. Es una manera de atemperar y controlar nuestro instinto de búsqueda obstinada de la satisfacción personal y del cuerpo.

Es algo contradictorio que alabemos a personajes de otras religiones que viven un ayuno continuo, una vida de verdadera ascesis personal, que intentemos implantarlo en nuestras costumbres occidentales como el gran descubrimiento espiritual cuando el ayuno, la renuncia y la oración es la vida de ascesis vivida y enseñada desde siempre por el propio Jesús y por la Iglesia.

3º.- La Limosna: el ayuno cristiano está en relación con la oración y con la limosna. Debemos renunciar a nuestros caprichos para compartir con los demás no sólo lo que nos sobra sino también incluso lo que nos es necesario. La limosna es la capacidad de saber compartir con el necesitado. Dar de lo que tenemos y de lo que renunciamos en este tiempo de ayuno para a los que siempre está ayunando obligatoriamente por su necesidad.

La oración, el ayuno, la cuaresma, no tienen sentido sino compartimos con los demás. No se trata de vivir muy íntimamente y personalmente la conversión o el trato con Dios. Se trata de vivirlo con los demás y para los demás. De ser más santos por nuestro amor a Dios y a los hermanos.

Este es el camino de cuaresma, esta es la tarea que comenzamos hoy Miércoles de Cenizas, que finalizaremos el do mingo de Ramos y que quiere prepararnos para vivir realmente la Pascua de Nuestro señor Jesucristo. Pido a Dios de todo corazón que suscite en nosotros el deseo sincero de conversión, de vivir plenamente este tiempo santo de Cuaresma y que fijándonos en el propio Jesús nos adentremos en el desierto de nuestras vidas para regarlo con la Gracia de Dios y convertirlo en el paraíso de la Pascua.

Que Dios os bendiga y os conceda por intersección de la Virgen María, ser mejores cristianos y mejores hermanos.

Tomás Pajuelo. Párroco

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