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7/3/10

Dios nos habla, y ello nos compromete

3er DOMINGO DE CUARESMA

Lecturas: Exodo 3, 1-8a. 13-15 // Salmo 102 // 1Corintios 10, 1-6. 10-12 // Lucas 13, 1-9

Escuchamos hoy en la lectura del libro del Éxodo el relato de la vocación de Moisés. Moisés había huido de Egipto, estaba pastoreando en tierras de Madián, los rebaños de su suegro Jetró. Está inmerso en su vida cotidiana, cuidar el ganado, trashumando de un lugar a otro buscando mejores pastos, viviendo los problemas de su labor diaria. Está en la más pura cotidianidad, en lo de siempre, en lo que se hace día tras día. Moisés no recibe la llamada del Señor en una gran celebración litúrgica en el templo, ni siquiera en un rato de oración. Dios se hace presente en su vida de cada día, en su trabajo diario. Es verdad que Dios se hace presente a Moisés con un milagro, hace algo extraordinario que le saque de su monótona vida diaria. El ve una zarza que está ardiendo, una luz que no se apaga, no se consume. Moisés se acerca a ver y es cuando Dios le habla, le encarga una misión: "Ve a liberar a mi pueblo".

Nosotros estamos inmersos en nuestras tareas diarias, cada día tenemos un horario estricto: nos levantamos, llevamos los niños al colegio, acudimos a trabajar, recogemos los niños, volvemos a casa, etc... Es la pura repetición cada día de un número determinado de tareas y cosas que hacer. Parece imposible que en esa marabunta de cosas podamos encontrarnos con Dios. Pues precisamente ahí, en lo cotidiano, es donde podemos tener presente a Dios, porque en momentos puntuales con pequeños gestos, testimonios, acontecimientos, se hace presente el Señor en nuestras vidas. Un gesto de caríño, de perdón, una sonrisa ahí está Dios manifestando su presencia en nuestras vidas y diciéndonos que nosotros también debemos realizar esos gestos de amor para que podamos vivir el Reino de Dios en nuestro mundo.

Es verdad que Moisés estuvo atento a la voz del Señor, que además el Señor cuando se hace presente en nuestras vidas es para comprometernos y darnos una misión. Creo que ahí está muchas veces el problema de no querer escuchar a Dios, el saber que nos compromete, que nos saca de nuestra monotonía para embarcarnos en una obra maravillosa de amor y salvación pero a la vez de exigencia y responsabilidad.

Moisés a partir de este encuentro con el Señor cambió radicalmente su vida y la dedicó a cumplir la Misión que Dios le había encomendado: "liberar al pueblo de Israel de la esclavitud". Pasó de ser un humilde pastor de los rebaños de su suegro a liderar todo un éxodo de su pueblo por el desierto acompañado de obras maravillosas por parte de Dios.

Nosotros tenemos momentos privilegiados para encontrarnos cara a cara con Dios, especialmente la Eucaristía. El Señor en el "monte del altar de cada parroquia" se hace presente de una manera maravillosa, no es una zarza ardiendo, es la humildad de un poco de pan y de vino, pero de la misma manera que la zarza, hace presente la realidad viva de Jesucristo en nuestro caminar de cada día. Moisés pudo oir y hablar con Dios, nosotros en cada Eucaristía podemos escuchar y vivir la cercania de Dios que viene a Salvar nuestra vida.

Nosotros debemos dar frutos de amor ante este amor cercano de Dios. El evangelio de hoy nos pone en labios del propio Jesús está párabola de la higuera que no da fruto. El dueño del terreno da una orden tajante: "arráncala y quemala". Dios viendo nuestra falta de frutos podría decir lo mismo, pero contamos con la intercesión amorosa de Jesucristo: "Esperemos un año más, para ver si da fruto". El Señor nos da una nueva oportunidad en esta cuaresma para que dejemos de ser estériles y empecemos a dar frutos de buenas obras, de compromiso cristiano, de amor al prójimo, de vida evangélica. Una oportunidad más, un volver a sentir que el Señor nos ofrece la posibilidad de cambiar. Esto tiene un final, y como dice el refrán: "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy", debemos implicarnos ya en nuestra salvación, no sabemos ni el día ni la hora en el que se nos pedirá cuentas de nuestra vida y...

Que el Señor Jesús que sigue intercediendo por nosotros para que seamos santos y vivamos según la voluntad de Dios nos ayude a tomar en serio nuestra vida cristiana, nuestra cuaresma, y crezcamos en santidad.

Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo. Párroco


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