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14/3/10

La parábola del Hijo Pródigo

IV DOMINGO DE CUARESMA

Lecturas: Josué 5, 9a. 10-12 // Salmo 33 // 2ª Corintios 5, 17-21 // Lucas 15, 1-3. 11-32

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

El regreso del hijo prodigo. Rembrandt, 1669. Museo Hermitage, San Petersburgo. (Curiosidad: Este maravilloso cuadro fue pintado el mismo año de su muerte)En este cuarto domingo de cuaresma escuchamos el relato del Evangelio de San Lucas que todos conocemos como "El hijo Pródigo". Para mí es el relato evangélico más vivo y más cercano que podamos leer. Se siente uno tan identificado con los personajes, es tan grande la imagen de AMOR infinito del Padre, es un canto a la Misericordia del Padre. Para mí debería llamarse la parábola del Padre bueno, porque lo importante de este relato no es la figura del hijo pródigo, el que es verdaderamente importante y ejemplar en su comportamiento es el padre.

Si nos paramos a leer detenidamente el texto, podemos hacer las siguientes reflexiones de los tres personajes: el Padre, el hijo pródigo y el hijo mayor.

El hijo pródigo:

Es sin duda el actor principal del relato, actúa movido por su egoísmo, por su falta de amor, por su libertad mal entendida. Pide al padre que le dé todos sus bienes, no se fía de la administración del padre. Coge todo lo suyo y se larga, se aparta del hogar, de la familia, de su padre. Es la autosuficiencia soberbia del que cree que lo sabe todo y que nadie la va a dar lecciones sobre su vida, su comportamiento, sus amistades... Se va a un lugar lejano, rompe totalmente con cualquier vínculo familiar.

Este personaje nos representa a todos y cada uno de nosotros cuando le decimos a Dios que pasamos de Él. Cuando en nuestra vida nos plantamos diciendo ¿para qué quiero yo a Dios? ¿La Iglesia, el cura, me va a decir qué tengo que hacer yo en mi vida? ¿Para que rezar, para que ir a misa? o incluso los que se alejan totalmente de sus raíces de fe, de su bautismo y abandonan toda experiencia cristiana y llegan a luchar por destruir todo lo cristiano.

Queridos hermanos, muchas veces actuamos así, planteamos nuestra vida totalmente de espaldas a la voluntad de Dios. Hemos reducido nuestra práctica de fe a la misa de los domingos, a los bautizos, bodas y comuniones. Pero apenas rezamos, apenas leemos la biblia, apenas recibimos el perdón de nuestros pecados en la confesión... Nuestras vidas no denotan nuestra fe. Vivimos incluso con planteamientos contrarios a la fe, a Dios, a la iglesia. Se llega a dar la paradoja que gente que se declara cristiana y con fe defienda principios y leyes en contra de Dios y de los mandamientos, que reniegue de su condición de creyente en público... Somos hijos pródigos que nos apartamos con facilidad de nuestro Padre Dios.

El hijo menor en el relato, llega un momento que se encuentra con la realidad más dura de su existencia la soledad, el vacío interior, el sin sentido de la vida. Se sienta y recapacita, hace examen de conciencia, piensa todo lo que ha hecho mal, su terrible abandono, su pecado. Se encuentra cara a cara con su ser más profundo y se arrepiente sinceramente y tiene dolor de haber ofendido a su padre y decide pedir perdón, volver, presentarse ante su padre y pedirle perdón de corazón.

La cuaresma es tiempo para que todos nosotros nos paremos, miremos la realidad más profunda de nuestro vivir y si estamos apartados de Dios, si nuestra vida va por caminos distintos a los del evangelio, recapacitar, meditar bien a qué nos ha llevado este abandono de Dios y volvamos con un corazón apenado pero arrepentido para pedirle perdón a Dios y recibir su perdón en la Confesión.

El Padre bueno:

Es la imagen perfecta de Dios, está preocupado por su hijo, pero respeta su decisión libre de abandonarlo, no le insiste, no le prohibe irse, le da todo lo suyo. Dios no no retiene a la fuerza en la Iglesia, en la fe y en la comunidad. Él nos ha dado todos nuestros talentos, nos ha dado lo que somos y nosotros, libremente, nos alejamos muchas veces de él. Dios no nos impide abandonarle, le duele en lo más profundo de su corazón misericordioso, que lo estemos pasando mal, que nos hayamos ido de su lado, que nos dejemos influenciar por este mundo ateo y sin Dios.

Pero como el padre de la parábola está esperado nuestra vuelta, sin prisa pero con incertidumbre, sin agobio pero con deseo irrefrenable de que volvamos con él. Sale al camino de nuestra vida para ver si volvemos y está deseando que nos acerquemos arrepentidos para darnos su perdón, para abrazarnos, para no echarnos en cara nada, perdonar TODAS nuestras culpas y que volvamos a vivir con él y para él.

Cuanta alegría tiene nuestro Padre del Cielo cada vez que un pecador se confiesa, recibe el perdón y vuelve a las casa del Padre. Cuantas veces se pone el Señor en el confesionario, por medio del sacerdote, diciéndonos: "te estoy esperando, ven, quiero perdonarte, abrazarte, llenarte de mi Gracia. Y pasamos de él, miramos al confesionario y no reconocemos el rostro de la Misericordia de Dios que nos está esperando para darnos su perdón.

Dios que perdona siempre, ama siempre, disculpa siempre, se entrega siempre.
Hace fiesta porque volvemos a estar con Él, a vivir con Él, a ser sus hijos amados.

El hermano mayor:

Es el que se cree que no tiene nada por lo que pedir perdón, es la imagen de todos esos "santos de pacotilla" que se creen los reyes del universo,que nos miran a los demás como perdonándonos la vida. Su soberbia es tan grande que no reconocen el perdón de Dios, ellos son perfectos, ellos no pecan. Eso lo hacemos los demás, la "chusma".

Su corazón está tan lleno de podredumbre, que el mismo Jesús los llama "sepulcros blanqueados" muy bonitos por fuera y por dentro lleno de podredumbre y muerte. Son todos esos que te dicen "yo no tengo pecados, yo soy bueno..."

Esos jamás podrán experimentar la alegría que sintió el hijo pródigo de sentirse perdonado por su padre, de ese abrazo lleno de amor. Incluso cuando ven a un hermano que se convierte, que vuelva a la casa del Padre, que retoma su vida de oración, de misa, de confesión, de parroquia se atreven a criticarlo diciendo: "¡'cucha' éste, a mí me va a dar lecciones!". Que pena, no podrán experimentar el sentirse amados por Dios y tampoco por los hermanos.

Queridos hermanos aprovechemos este tiempo de cuaresma para volver, para pedir perdón, para confesar.

Os recuerdo que para facilitar esto, durante todos los viernes de cuaresma desde las 19h, está un sacerdote esperando para confesar y que el próximo sábado día 20 de marzo a las 19h celebraremos un Acto Penitencial en el que habrá un número de sacerdotes que podrán darnos el perdón de Dios.

Que no nos dé vergüenza pedir perdón, nos alegraremos de verdad al sentirnos libres de la carga de nuestros pecados y seremos capaces de perdonar a los demás.


Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo. Párroco

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