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2/3/10

Penitencia, Ayuno, Abstinencia. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Estamos en tiempo de Cuaresma, un tiempo litúrgico “fuerte” en el que nos preparamos para vivir profundamente y con intensidad los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo en la Semana Santa.

Durante estos cuarenta días la Iglesia nos recomienda la austeridad, el recogimiento, y la práctica habitual de la oración, el ayuno y la caridad como medios que nos ayuden a llevar a cabo nuestra conversión y sentirnos más cercanos a Dios.

El derecho canónico afirma que todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia, sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia se han fijado unos días penitenciales.

A este respecto, las normas del Código de Derecho Canónico y de la Conferencia Episcopal Española obligan a guardar Ayuno y Abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo y Abstinencia los vienes de Cuaresma. Unas prácticas que, tenemos la impresión, con el paso de los años están cayendo cada vez más en desuso o no se llevan a cabo correctamente ni en la práctica ni en el espíritu. Por ello hemos creído conveniente recordar exactamente lo que la Iglesia Católica establece para el ayuno y la abstinencia.

Así, el AYUNO consiste en hacer sólo una comida fuerte al día; aunque no se prohíbe tomar algo ligero por la mañana o por la noche. Es obligatorio para todos los mayores de edad, hasta que se hayan cumplido cincuenta y nueve años.

En lo relativo a la ABSTINENCIA, ésta consiste en no comer carne y obliga a todas las personas mayores de 14 años.

El ayuno y la abstinencia no consisten en la renuncia por la renuncia sino en una renuncia en la que ofrezcamos nuestro "sufrimiento" por los demás a imitación de nuestro Señor Jesucristo, una renuncia con la que reconocemos la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados, una renuncia, a imitación de Jesús en su retiro durante cuarenta días en el desierto, que nos permite el dominio de sí mismo con el fin de prepararmos para el momento de la prueba y vivir mejor los valores superiores y, por último, una renuncia que nos permita compadecernos, sentir el dolor de los demás, que carecen de todo aquello a lo que nosotros renunciamos.

Para finalizar recordamos que, en la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año, en los que se debe llevar a cabo la realización de otras formas de penitencia recomendada por la Iglesia: lectura de la Sagrada Escritura, limosna, obras de caridad y mortificaciones corporales.

Como lectura complementaria proponemos la Catequesis del Papa Juan Pablo II sobre el Ayuno

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