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28/3/10

Que Dios mueva nuestros corazones a estar en Su presencia

DOMINGO DE RAMOS

Lecturas: Isaías 50, 4-7 // Salmo 21 // Filipenses 2, 6-11 // Lucas 22, 14-23,56

¡Queridos hermanos y hermanas!

Hemos llegado al comienzo de la Semana Santa, han concluido los cuarenta días de cuaresma, días de ayuno y penitencia, de oración y limosna. Hemos dedicado un tiempo importante a prepararnos para vivir la Semana Santa. Pues bien esa vivencia está ya a la vuelta de la esquina, lo que hayamos conseguido es lo que podremos ofrecerle al Señor en este tiempo único y santo, del Triduo Pascual.

La liturgia de este Domingo de Ramos gira en torno a dos ejes principales: uno la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén el otro la lectura hoy de la Pasión, del relato integro del proceso, condena y muerte de Jesús.

Comenzaremos este domingo la liturgia eucarística en el atrio de nuestras iglesias bendiciendo los ramos de olivo y las palmas. Se proclamará el evangelio de la entrada Triunfal de Cristo en Jerusalén, incluso en muchos lugares podremos ver la imágen de "la Borriquita" procesionando por las calles, recordando este momento.

Entrada triunfal de Cristo, pero muy distinta a la de los Reyes de la Tierra. Los grandes señores de la antigüedad, cuando comquistaban una ciudad, entraban en ella con sus mejores carros y caballos, mostrando su poder. Cristo entra sobre una humilde borriquita mostrando así au abajamiento desde el cielo para estar cerca de nosotros. Los grandes reyes eran aclamados por las tropas, los nobles, la multitud, con flores, con regalos. Jesús es aclamado por la chiquilleria de Jerusalé y por algunos ponbres con ramas de olivo y palmas que arrancan de los árboles circundantes. Incluso ponen sus pobres mantos a los pies de Jesús. Los grandes del mundo esntran públicamente, anunciando su venida. Jesús entra sin que apenas la ciudad se entere, sólo unos pocos son testigos de su entrada.

Jesús entra en Jerusalén para morir, no entra para ser agasajado, para darle honor y gloria, entra para ser condenado a muerte, para entregarse por la salvación de toda la humanidad.
Entrada triunfal del Rey de reyes, del verdadero Rey del Universo, desde la humildad pero desde la verdad. Reconocer a Cristo sobre aquella borriquita como nuestro Rey y Señor, el único que puede recibir mi cordial pleitesía, mi honor y mi alabanza. El único que puede mandar en mi vida.

Entramos en la Jerusalén actual, en nuestros templos abiertos para que entren las piedras vivas de la Iglesia. Celebraremos la Eucaristía y podremos escuchar hoy el relato íntegro de la Pasión del Señor según San Lucas. Escuchamos el texto que nos pone ante el gran misterio que celebramos en esta Semana Santa, la muerte y resurrección de Cristo para salvarnos. Domingo de Ramos pórtico de la Semana Santa, pórtico real y quiere ser pórtico espiritual.

Domingo de Ramos, día de la contradicción del genero humano, día en el que escuchamos a la multitud gritar: ¡¡Hosanna al Mesías!! ¡¡Hosanna al Hijo de Dios!! ¡¡Bendito el que viene en nombre del Señor!! y pocos días después, el Viernes Santo gritarán igualmente: ¡¡Fuera!! ¡¡Fuera!! ¡¡Crucificaló!! ¡¡Crucificaló!!.

Somos así, capaces de los actos de fe más grandes, las obras de caridad más estupendas pero también de traicionar gravemente al Señor con nuestros pecados, negarles con nuestras traiciones y nuestro desamor.

Domingo de Ramos, momento culminante de Salvación, de terminar de prepararnos para vivir la Semana Santa. De pedir perdón por esas contradicciones, por todo lo que hacemos en contra de la voluntad de Dios. De hacer el bien que hemos dejado de hacer por pereza, por olvido o por egoismo y comodidad. Domingo de Ramos, ante el Rey de Reyes, queremos poner nuestros corazones a sus pies para que los transforme en corazones llenos de amor, de fe y de caridad.

Quiero pedirle hoy a Dios por todos los que formamos la gran familia de la Parroquia del Beato Álvaro de Córdoba para que vivamos la Semana Santa con verdadero espíritu de fe, de oración, de recogimiento. Que participemos en los oficios, en el Triduo Pascual. ¿De qué sirve haber estado cuarenta días preparandonos para vivir la Semana Santa si luego llega el Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurreccción y no pisamos la Iglesia ni por equivocación. De nada sirve una cuaresma que no nos lleva a participar en los Santos Oficios de la Semana de Pasión. Pido a Dios que mueva nuestros corazones a estar en su presencia, a profundizar en el gran Amor que Dios nos tiene que ha entregado a su propio Hijo para Salvarnos.

Tomás Pajuelo. Párroco


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