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11/4/10

«Dichosos los que crean sin haber visto»

II DOMINGO DE PASCUA

Lecturas: Hechos 5, 12-16 // Salmo 117 // Apocalipsis 1, 9-1 la. 12-13. 17-19 // Juan 20, 19-31

¡Aleluya! ¡Cristo Vive! ¡Ha resucitado!

La incredulidad de Santo Tomás. Caravaggio. 1601Hace hoy una semana que revivíamos en nuestras vidas la Resurrección del Señor. Durante toda la octava de Pascua hemos prolongado la Alegria y el Gozo del hombre nuevo renacido en Cristo Resucitado. Una semana entera haciendo fiesta por la Gran Fiesta de la Fe, de la Vida.

Pero esta fiesta no acaba aquí, la liturgia nos pide prolongarla cincuenta días más, hasta el día de Pentecostés.

En este segundo domingo de Pascua las lecturas son un testimonio de la vida de los primeros cristianos y su proclamación de la Resurrección. Los apóstoles van al templo a orar, Dios acompaña sus palabras con signos y prodigios. Los hermanos y hermanas se reúnen para celebrar el Domingo, el Día del Señor. Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres que se adherían al Señor. La gente los veía como auténticos santos, auténticos hombres y mujeres de Dios. Sacaban los enfermos a la calle para que al pasar Pedro los curara.

¿Nos verían a nosotros cómo verdaderos hombres y mujeres de Dios? ¿Nuestras vidas transparentan a Cristo Resucitado?

Muchos hermanos y hermanas nuestros se acercan a pedirnos oraciones por sus necesidades, por sus seres queridos, por sus problemas… por lo menos ven algo en nosotros que les lama a la piedad. Pero sería conveniente que a todos y a todas nos vieran como verdaderos cristianos.

El apóstol Juan nos narra en el Apocalipsis su encuentro glorioso con el Señor resucitado, usa un lenguaje simbólico y apocalíptico para describirnos su vocación a escribir la Sagrada Escritura. El Señor puso su mano gloriosa sobre él y le dijo “Yo soy el primero y el último, el que estaba muerto y ha resucitado…”

Fijaos que diferencia del Apóstol Juan con el Apóstol Tomás, Juan tiene esa aparición y cree firmemente en lo que Dios le pide en la visión. No duda ni un momento de su vocación como escritor sagrado. Sin embargo Tomás, no cree lo que le dicen sus hermanos, no cree el testimonio de los que se han encontrado con el Señor Resucitado. Duda de su testimonio, pide meter sus dedos en las heridas del Crucificado, palpar sus manos, sus pies. Es la frase más oída en nuestros días: “Si no veo no creo”. Si no me lo puede demostrar la ciencia y no sale en la tele o en Internet no me lo creo. Cuántas veces nos piden pruebas, certificaciones, de la presencia de Dios, de nuestra fe. No podemos caer en la fácil tentación de abandonar la fe por las inquisiciones de nuestra sociedad moderna. Tenemos que humillar nuestro orgullo científico y abrir nuestros corazones a la Gracia. ¿Por qué has visto has creído? Por supuesto que no, porque he experimentado la presencia real de Cristo en mi vida, puedo decirte que amo a Dios. No es cuestión de filosofía, o demostraciones racionales. Es cuestión de vivir la presencia del Resucitado, es experimentar que cuando uno abre su corazón al AMOR, el Señor hace maravillas en nuestras vidas, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Esa experiencia de Dios la debemos convertir en experiencia de Caridad con los que nos rodean. Así los demás podrán experimentar la misericordia de Dios por medio de nuestra misericordia, podrán experimentar el amor por medio de nuestro amor, podrán experimentar el perdón de Dios por medio de nuestro perdón…

“¡Dichosos los que crean sin haber visto!” Nosotros somos los que ahora creemos sin haber visto al Resucitado, creemos porque lo hemos experimentado.

Que Dios os bendiga a todos y os colme de su Gracia.

Tomás Pajuelo. Párroco

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