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9/4/10

«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis»

VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Lecturas: Hechos 4, 1-12 // Salmo 117 // Juan 21, 1-14

¡Aleluya! ¡Cristo Vive! ¡Ha resucitado!
Icono que muestra la escena de la aparición de Jesús junto al lago TiberiadesEscuchamos hoy en el relato del Evangelio de San Juan otras de las apariciones de Cristo Resucitado a los Discípulos. Esta vez Cristo se aparece junto a lago de Tiberiades.

Los apóstoles, transcurrido el tiempo de la Pascua vuelven a sus tareas de cada día. Ellos habían abandonado todo durante tres años para acompañar a Cristo en la predicación del Evangelio. Vuelven a sus tareas, a la pesca en el lago de Tiberiades, Pedro, Tomás, Natanael, Juan, se embarcan para trabajar, para pescar. Toda la noche se la pasan faenando, en la dureza de su trabajo esa noche no tienen fruto, no pescan nada. En medio de su trabajo, de sus fatigas, de su vida normal se aparece Jesús Resucitado. Él quiere hacerse presente en sus vidas de cada día y en las nuestras.

Lo ven, no lo reconocen, les pregunta si tienen pescado y ellos tienen que reconocer su infructuosa noche de briega. Jesús les dice, “¡echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis!”

Pedro y los demás apóstoles, avezados pescadores, que toda su vida se han dedicado a la pesca, humildemente hacen caso al Señor y se produce el milagro.

El Señor Jesús quiere hacerse presente en nuestros problemas, en nuestros desconsuelos, en nuestras esperanzas, para decirnos una palabra de consuelo, para transformarnos, para convertirnos. El en su Evangelio quiere decirnos cómo debemos hacer para dar frutos abundantes pero muchas veces no le escuchamos, no le hacemos caso y por eso no damos fruto. San Pedro, humildemente escucho lo que le decia el Señor para que pescara y obtuvo una pesca abundante. Si nosotros escuchamos al Señor, nos bajamos un poquito de nuestra soberbia, le hacemos caso, posiblemente daremos más frutos de buenas obras, de amor al prójimo, de entrega generosa.

Nos empeñamos en que lo sabemos ya todo, que somos especialistas en nuestras vidas y nos cuesta mucho escuchar a Cristo, vivirlo y puede que de verdad cambiemos.

Abramos a Cristo nuestros corazones, el nos invita a comer con él en cada Eucaristía, a escuchar su Palabra, que le recibamos. No tengamos miedo a abrir las puertas a Cristo, no tengamos miedo a darle nuestro sí.

Cada Eucaristía es un encuentro con Cristo que nos da a comer su Cuerpo y a beber su Sangre. Es un momento en el que podemos presentarle nuestros problemas, nuestras vidas y Él quiere que le escuchemos, que dejemos iluminar por su Palabra y podamos con Él dar frutos.

Señor Jesús, ven a estar con nosotros, ven a vivir en nuestra cotidianidad, en nuestras faenas. Dadnos siempre la Gracia que nos haga caminar en amor.

Que Dios os bendiga a todos y os colme de su Gracia.

Tomás Pajuelo. Párroco

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